martes, 16 de octubre de 2012

La historia real de octubre: El deporte y la guerra. Historia del Gran Torino

Dicen que el deporte es una manera de proseguir las guerras, pero sin sangre. Que el ajedrez no es como la vida, es mucho más. Jorge Valdano declaraba que "el fútbol es lo más importante, de los menos importante", mientras que el mítico Bill Shankly argumentaba "Algunos creen que el fútbol es sólo una cuestión de vida o muerte, pero es mucho más importante que eso". El deporte permite hacer una síntesis de la vida (con todas sus incoherencias, momentos trágicos y épicos) y al mismo tiempo permitirte soñar y evadirte un poco de la rutinaria realidad, transformándose por un momento toda la habitualmente escala de grises de la vida en el uniforme dorado de la victoria o el más absorbente todavía abismo negro de la derrota.

No son extraños los momentos en que el deporte se cruza con cualquier otra faceta de la vida. Desde la literatura (con el ejemplo de la oda a Platko y la correspondiente respuesta de Gabriel Celaya), el heroísmo (como esta fascinante historia que ya destaqué en otro medio acerca de este nadador soviético), hasta momentos en los cuales las dictaduras se han valido de las competiciones deportivas -y en particular del fútbol- para tapar sus miserias (caso argentino o italiano), o en los que un partido ha servido de reclamo para los pueblos oprimidos (como ocurrió con los ucranianos durante la Segunda Guerra Mundial). Por supuesto, como habéis podido entrever en estos ejemplos, también el fútbol se ha dado la mano de manera bastante estrecha con la guerra. Pero hay un par de casos que yo conozca en los cuales este acontecimiento dramático se ha topado con el balompié y sin embargo ha surgido algo positivo. Un caso es el famoso partido de fútbol entre las trincheras alemana y francesa durante unas navidades de la Primera Guerra Mundial, al final del cual se repartieron regalos y se celebró de manera festiva. El otro es el episodio del Gran Torino.

El Gran Torino fue de esos equipos que hacen época. Estamos hablando de cuando el equipo de fútbol que mandaba en la bella ciudad de Turín no era la mítica "vieja señora" Juventus, sino el Torino. Eran otros tiempos, de fútbol tremendamente de ataque, y muchos argumentan que el Torino fue un precursor del llamado "fútbol total" que luego haría famoso la holandesa Naranja Mecánica. En todo caso, en el año 1943, el Torino obtuvo la recompensa -tras muchos años de sequía- de volver a obtener una liga italiana, el Scudetto, cuando poco después la Segunda Guerra Mundial detuvo las competiciones oficiales. Una sensación de déjà vu debió de invadir a los partidarios del Torino, que ya vieron como la posibilidad de ganar una liga en el año 14 (faltaba un sólo partido que el Torino debía ganar) se vió retrasada por el estallido de una conflagración a la que incluso los futbolistas de los equipos italianos fueron reclutados. Lo que iba a ser un pequeño paseo militar se transformó en la Primera Guerra Mundial y el famoso último partido sufrió un retraso de 3 años, transcurridos los cuales las autoridades italianas decidieron que, tras tanto tiempo (y con algunos futbolistas incluso fallecidos en combate), no merecía la pena jugarlo y le adjudicaron la liga al Genua, que iba primero antes de que estallara el conflicto. Treinta años después, nubes de guerra volvían a paralizar el fútbol en esta ciudad situada en el norte de Italia, e impedían la progresión de un Torino que llevaba haciendo muy buen trabajo desde hacía bastante tiempo atrás.

No obstante, ahí surgió el espíritu más combativo del presidente, Ferruccio Novo. Se empeñó en que, a pesar del parón, sus futbolistas (ahora contratados en su fábrica de Fiat) siguieran entrenando, día tras día, sin descanso, con tesón, instigándolos él mismo para que, a pesar del hartazgo y la falta de futuro que auguraba la guerra, permanecieran preparándose, como si un nuevo mañana fuera en cualquier momento a llegar. Y ese día llegó: cesó la guerra. Y para entonces, los únicos jugadores que habían seguido en forma durante todo ese tiempo eran los del Torino. Por supuesto, su dominio en el campeonato italiano en los siguiente años fue arrollador. En aquella época todavía no existían Copas de Europa, pero pocos dudan de que las hubieran conseguido de haberse celebrado en ese momento. La mayor parte de los títulos del Torino todavía proceden de esta época.

Lo único que podía con ellos (y que pudo) fue, la fatalidad. En el vuelo de vuelta tras un partido de exhibición en Lisboa, su avión se estrelló contra una basílica a las afueras de Turín, y todos los ocupantes del avión fallecieron, incluyendo dirigentes, entrenador, periodistas, y la mayor parte de los jugadores. Sólo se salvaron Sauro Tomá (lesionado y que por tanto no fue convocado al partido) y una estrella invitada, el posteriormente jugador del FC Barcelona Ladislao Kubala, que debía participar con el Torino en aquel partido de exhibición pero no había tomado el avión en el último momento por cuestiones familiares.

Aquel drama sacudió Italia. Para empezar, y a falta de cuatro jornadas para el final de la liga, se declaró en un gesto de nobleza campeón al Torino, y el resto de los partidos se disputaron por jugadores pertenecientes a los filiales de cada equipo. La selección italiana también quedó tocada, al perder a 10 de sus 11 jugadores en el accidente de aviación. De hecho, al año siguiente (1950), la selección acudió al Mundial de Brasil no en este medio de locomoción, sino en barco (todavía traumatizada por el suceso), y no pasó de la segunda ronda. El Torino nunca llegó a recuperarse del todo, y sólo volvió a ganar un Scudetto, durante los años 70, y a coquetear a partir de entonces con la segunda división, a la que descendió en ocasiones. Durante este tiempo, su rival en la ciudad, la Juventus, le superó en número de títulos, y también en aficionados en Italia. No obstante, hoy por hoy, el Torino sigue siendo el equipo con más seguidores dentro de la ciudad de Turín, sin que la Juventus pueda arrebatarle ese logro. Hoy en día se discute si el mejor equipo de la historia fue la Holanda de Cruyff, el Brasil de los 70, la selección española actual, el Madrid de Di Stefano o el Barcelona de Pep Guardiola... Yo, en muchos sentidos (será mi amor por los grandes perdedores), me quedo con el Torino.

1 comentario:

  1. Genial duende...apasionante...gracias!!!!
    -yo con guardiola sin duda-

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