lunes, 24 de junio de 2013

El libro y la historia real de mayo (retrasado): "100 lugares que nunca visitarás"

         Aunque un poco tarde, el libro que os comento ha sido un feliz regalo de Reyes Magos. "100 lugares que nunca visitarás", de Dan Smith, sirve de contraste a los libros de viajes y guías turísticas ya que, como explica el mismo título, tratar acerc de sitios a los que probablemente, y por mucho que lo deseáramos, nunca podremos acceder. Subtitulado como "Las localizaciones más secretas del mundo", abarca 100 espacios físicos a los cuales, por distintos impedimentos, no se nos permite el paso. Algunos son edificios oficiales donde residen importantes personajes públicos (el Despacho Oval, el dormitorio de la reina en Buckingham Palace); otros constituyen el enclave central de reconocidos servicios de inteligencia o instituciones militares (la sede de la CIA, del Mossad, del MI-6, o varios campos de prisioneros, desde Guantánamo a otros no oficialmente reconocidos). También hay lugares pertenecientes a entidades financieras, empresas privadas o individuos particulares (el Rancho Skywalker, los reservorios centrales de datos de Google o Wikileaks), o incluso a criminales y grupos terroristas (puntos históricamente relevantes para Al Qaeda, los túneles de contrabando en Gaza o del narcotráfico en el norte de México). Existen rincones que son desaconsejados debido a su peligrosidad (la Isla de las Serpientes en Sudamérica, Chernobyl, algunas de las fronteras más peligrosas del mundo, o pueblos cercanos a las zonas de piratería en Somalia), y en cambio emplazamientos en los que no se sabe muy bien lo que hay debido a cierta dosis de misterio (como el área 51 o algunos enclaves de interés arqueológico). Lugares cuya existencia es negada oficialmente, cuya localización es ignorada por casi todos, incluso que no se saben para qué están allí (como por ejemplo, una misteriosa frecuencia radio que emite, desde hace décadas, desde algún punto ignoto de Rusia, un inquietante zumbido) o si ni tan siquiera han existido. De entre todas ellas, os quiero destacar especialmente unas pocas que tienen que ver con el ámbito científico:
         -El acelerador de partículas del CERN en Ginebra, creado para resolver algunos de los enigmas más fascinantes de la física de partículas (incluyendo la parece que confirmada existencia del esquivo bosón de Higgs), y con el diminuto pero apreciable riesgo de crear un agujero negro que destruya nuestro planeta. Los científicos dicen que sería un agujero microscópico y que desaparecería por sí solo, así que no hay que darle mayor importancia (tenemos agujeros más grandes, podría argumentarse, como el aeropuerto de Castellón, y no parece que el mundo se haya acabado, por el momento).
         -La gran isla de basura del Pacífico: como muchos ya conocéis, una inmensa masa de principalmente plásticos que, impulsada y reunida por las corrientes oceánicas, vaga por el océano Pacífico acumulando buena parte de los desechos que se vierten al mar diariamente. No sé si muy secreta, pero desde luego es asquerosa. Se dice que tiene un tamaño varias veces mayor de España. Un gran problema al que, por supuesto, ningún gobierno ha querido hacer frente.
        -La gran reserva de semillas situadas en una de las zonas más boreales y frías de Noruega, con el propósito de conservarlas para el hipotético caso de que algún terrible evento hiciera desaparecer alguna de las especies actualmente existentes, y hubiera que repoblar total o parcialmente el planeta a partir de las mismas.
         -La isla de Sentinel Norte: enclavada en la bahía de Bengala, contiene a la que se la ha denominado la población más xenófoba del planeta. Cada vez que un investigador o documentalista ha querido contactar con ellos, se ha llevado como poco una nube de flechas dirigida hacia su cuerpo. Claro que, teniendo en cuenta los antecedentes de contacto de civilizaciones primitivas con el mundo occidental (incluyendo algún caso concreto referente a la propia isla) no es de extrañar esa renuencia. Hasta donde se conoce, los contactos con los nativos han sido mínimos, y desde 1996 se ha desistido de ellos, ante el riesgo de que las nuevas enfermedades traídas desde fuera de la isla puedan diezmar la población de la misma.
         -La isla de Sursey, cercana a Islandia, la cual emergió del océano en 1963, y la cual ha sido declarada de interés científico para averiguar cómo un territorio virgen puede comenzar a poblarse de vida. El acceso es muy restringido, y la entrada de cualquier rastro orgánico de origen humano estrictamente controlado, ya que cualquier accidente podrió dar al traste con el experimento (como por ejemplo, un investigador que se comió una ensalada y dejó caer sin querer semillas de tomate, creciendo una amenazadora tomatera; afortunadamente, el terrorista biológico fue neutralizado a tiempo).
        El libro se toma un gran esfuerzo documental y de rigor, da material con el que fantasear a los más escépticos y conspipiranaoicos, aporta un abundante material fotográfico (sobre todo teniendo en cuenta que son lugares por los que cuesta pasarse y hacer una foto), y nos descubre a través de sus páginas retazos de nuestra historia y de nuestra geografía, así como de nuestras contradicciones como especie. Os he mencionado algunos de estos lugares, pero hasta 100, contad los que falta, y tened en cuenta que no he nombrado  bastantes de los más interesantes.
        Sin embargo, aún así, echo de menos algunos sitios que no aparecen en el libro, quizás porque su localización exacta es más que incierta (o, como suele decirse, el mejor crimen es el que no se conoce, o en este caso, el mejor escondite es aquel que no se piensa que esconda nada en particular). Por ejemplo, el rincón donde descansa en paz (se supone) el cadáver de Jimmy Hoffa. O el lugar donde habita "El retrato del Dr. Gachet", una de las pocas pinturas que Van Gogh vendió en vida, y que muchos dicen que su último propietario, un empresario japonés, se lo llevó consigo tras la muerte (hay que aclarar que fue incinerado). Y, ya puestos, ¿dónde se esconden las parejas de todos los calcetines impares de los cajones de nuestros dormitorios?¿Y a vosotros?¿Qué lugares secretos se os ocurre, o por dónde os gustaría -a pesar de la imposibildad física o metafísica- daros un garbeo?
          Esperamos vuestras respuestas.

lunes, 17 de junio de 2013

La historia real de junio: Las brujas de Zugarramurdi

Quizás muchos estéis al corriente ya de que han comenzado a distribuirse por la web las primeras imágenes de la nueva película de Alex de la Iglesia, "Las Brujas de Zugarramurdi". He de confesar que esta noticia me ha hecho adelantarme a la hora de comentar un tema sobre el cual quería hablar desde hace tiempo, pero seguramente en un tono muy distinto al que lo usará el carismático director español. Y aunque sin duda De la Iglesia va a contar con algunas de las brujas más sugerentes del panorama cinematográfico español, en este caso os quiero presentar un personaje que también debería llamarnos la atención por un motivo tan curioso como contundente, y sorprendente a pesar de todo, precisamente por lo aparentemente anodino del hecho: fue un hombre que actuó de acuerdo a la razón.

Lo primero de todo aclarar que, como todos sabéis, lo de la caza de brujas para quemarlas en el fuego purificador de la hoguera no era algo nuevo para cuando tuvo lugar el famoso auto de fe en Logroño donde se condenó a morir bajo las llamas a doce supuestas brujas (cinco de ellas, en efigie, pues habían fallecido anteriormente) las cuales habitaban en la localidad navarra de Zugarramurdi, en el año 1610. De hecho, más de un siglo antes, un par de teólogos alemanes habían publicado un texto denominado Malleus maleficarum, que consistía en un tratado exhaustivo acerca de en qué consistía la brujería, cómo desenmascarar a las brujas, y finalmente, qué castigos deberían aplicarse sobre las mismas. Dicen que las palabras tienen un inmenso poder, y en este caso la fortaleza de este texto residió en la cantidad de gente dentro de la iglesia que lo leyó, asumió sus tesis y las llevó a la práctica. El equivalente al Mein Kampf de la Edad Media significó la condena a muerte de miles de mujeres (en una mentalidad claramente misógina) que en muchos casos sólo habían cometido el pecado de leer un poco más de la cuenta, actuar un poco más extravagantemente de lo normal, suscitar la envidia de una vecina, o simplemente estar en el lugar equivocado en el momento más inoportuno. Hubo episodios en todos los países: quizás a destacar especialmente se encuentre el caso de Matthew Hopkins, "Cazador General de Brujas" (no sabemos si un título inventado por él mismo o investido por el Parlamento inglés; según Hopkins, claro, la versión buena era esta última), el cual acabó con unas doscientas mujeres tras demostrar su relación con la magia negra, con pruebas tan irrevocables como el famoso juicio del agua (si te ahogas, no eres bruja; si no te ahogas, eres bruja, y debes morir también) y otras demostraciones igual de peregrinas. Me hubiera encantado que el final de Hopkins hubiera sido el descrito por Neil Gaiman y Terry Pratchett en su graciosísimo libro "Buenos presagios" (muy recomdnable, sobre todo por el prólogo y el epílogo: tiene el mejor "making of" que le recuerdo a una obra escrita), y que viene a decir así: ˂˂Del pasado siempre se pueden extraer lecciones: "Matthew Hopkins, General Cazabrujas, iba por los pueblos de Inglaterra cobrando 9 peniques por cada bruja encontrada y mandada a la soga. Como no cobraba por horas, tenía que encontrar un gran número de brujas. Su periplo duró hasta que un vecino de East Anglia se dio cuenta de que era mucho más barato colgar directamente al intermediario"˃˃pero parece que en realidad falleció de tuberculosis pulmonar en la cama. En Francia también sucedieron sus cositas, y de hecho a principios del siglo XVII Pierre de Lancre andaba montando un gran revuelo por esas tierras, en concreto en la zona más cercana a los Pirineos, lo cual contribuyó a generar inquietud al otro lado de la frontera. Y de ahí los juicios de Zugarramurdi. Pero no todos los religiosos que participaron en aquel juicio estuvieron de acuerdo con el resultado. Y entre ellos se encontraba uno de los jueces, el inquisidor Alonso Salazar y Frías.

Salazar, burgalés de nacimiento, había estudiado Derecho Canónico en Salamanca y Sigüenza, y tenía fama de buen abogado -labrada en sus diferentes destinos, siempre cercanos a personajes relevantes de la Iglesia española- cuando fue enviado a participar en los juicios de Zugarramurdi. Este religioso estuvo de acuerdo con los otros inquisidores en castigar con penas no capitales a aquellos acusados que confesaron voluntariamente sus crímenes. Sin embargo, la controversia vino con los doce ajusticiados que habían negado sus actos, los cuales fueron finalmente conducidos a la hoguera, a pesar de que Salazar solicitaba más pruebas. Finalmente, Salazar logró salvar a dos almas, pero no se quedó convencido del todo, y exigió realizar una investigación por su cuenta en la zona de Navarra y el País Vasco, con el objeto de realizar las pesquisas con sus propios métodos, sin intimidaciones ni torturas, como solía hacerse en aquellos tiempos. Le acompañaron otros dos inquisidores. Lo que Salazar encontró pasará a la historia como uno de los ambientes más dantescos y degenerados que se han descrito en la historia de las sociedades humanas organizadas, quizás porque en otros casos no había un testigo lúcido que lo pudiera contar.

Lo más curioso de todo -como luego revelará Salazar en sus crónicas- es que en esta zona de España ni siquiera se conocían leyendas sobre las brujas. Pero cuando llegó Pierre de Lancre y empezó realizar sus procesos al norte de los Pirineos, las noticias se filtraron y se inició un lento goteo que acabó convirtiéndose en imparables olas, y luego en una marea que, cual tsunami, arrastraba todo a su paso. Denuncias mutuas, sueños paranoicos, niños que confesaban acudir a aquelarres que nunca habían existido, vecinos que arrojaban piedras y quemaban las casas de aquellos individuos acusados por sus paisanos de brujería, o sumergían  a los sospechosos en ríos helados para obligarles a confesar. Hasta una mujer embarazada falleció por culpa de las torturas a las que que la sometieron; todo esto llevado a cabo por aldeanos que decían actuar, para sus barbaries, "en nombre de la autoridad". El "insano clima" -como describió Salazar- que reinaba en la zona había propiciado un pánico que ahora se extendía como el fuego a través de una mecha de pólvora. En cierta medida, debía asemejarse a lo que hoy en día todavía ocurre en algunas regiones de África, donde la sospecha de un "brujo" que maldice a todo un clan o poblado origina migraciones masivas, desata guerras entre localidades vecinas (por la natural tendencia humana a pensar que el enemigo se encuentra siempre fuera de casa) o, en el caso de los amba, uno de los pocos grupos que busca los brujos dentro de sus propias filas, ha conseguido acabar con una inmensa comunidad completamente disgregada y condenada al caos. Hasta 5000 denuncias se acumularon frente al grupo de inquisidores encima de su mesa, en uno de los procesos más voluminosos en la historia de Europa en relación con la brujería, y seguramente uno de los más macabros. Pero la actitud de los distintos inquisidores encargados de juzgar los casos era muy distinta: mientras los otros dos querían aplicar el máximo castigo, Salazar decía que no había causa. Y allí comenzó la batalla.

En realidad, como dice Gustav Hennigsen, biógrafo de Salazar, los tres inquisidores eran sacerdotes y habían estudiado en la universidad: pero mientras que dos de ellos eran teólogos, y hacían más caso a lo que decían los "demonólogos" oficiales de la iglesia, Salazar era un abogado. Buscaba la evidencia. Perseguía los hechos. Practicaba el método inductivo, frente a unos sacerdotes que se creían al dedillo todo lo que los supuestos brujos les contaban. A ello, Salazar replicaba que, precisamente por haberse confesado brujos, no podían basarse únicamente en su palabra, y menos al narrarles hechos que desafiaban toda racionalidad humana. Debían obtener evidencias palpables o, al menos, testimonios creíbles de gente que no fueran brujos, para demostrar su cupabilidad. Frente a él, los otros dos inquisidores se mostraban indignados de que Salazar -por cierto más joven que ellos- pudiera llevarles la contraria. Para más inri, el abogado burgalés se dedicaba a expresar implícitamente, con sus argumentos que las tesis que los otros dos defendían no tenían consistencia alguna, negando por tanto la veracidad de las 1800 confesiones que habían obtenido, y que para ambos inquisidores tenían que ser ciertas, pues se hallaban de acuerdo con todo lo que ellos sabían acerca de las formas en que se manifiesta el demonio (por supuesto, estas manifestaciones se hallaban en el Malleus maleficarum; guía que los inquisidores conocían y con la cual, seguramente, a los acusados de brujería habían sugestionado). ¿Cómo podía Salazar mostrarse tan empecinado en contra de sus argumentos? "No comprendemos cómo puede haber quien se atreva a decir que sean los sabios el Consejo de la Inquisición quienes estén sumidos en el error durante tanto tiempo hayan procedido injustamente", llegaron a afirmar, henchidos de rabia. Porque en efecto, la alternativa, de ser cierto lo que decía Salazar, era que todo lo que habían hecho durante años (con toda la gente que había muerto), todo lo que habían creído, estaba mal. La presión sobre el abogado nacido en Burgos tuvo que ser asfixiante, hasta el límite de lo brutal. «Mis colegas dicen que ciego del demonio defiendo yo a mis brujos», aseveró sin duda agotado, asediado continuamente por sus colegas. En medio, la vida de 5000 personas estaba en juego, y Salazar sólo encontraba la cerrazón de sus compañeros, que se negaban a claudicar. Enviaron sus conclusiones a Madrid esperando ver cuál era su dictamen. Grandes momentos de tensión se debieron pasar en un período en que las comunicaciones eran lentas e inseguras, y donde podían pasar semanas hasta obtener la anhelada respuesta. Finalmente, las instancias centrales de la Inquisición fallaron a favor de Salazar: alguno de los más altos responsables de esta institución habían trabajado con él y eran partidario de sus métodos, habiendo incluso advertido previamente al resto de los inquisidores de que el Malleus maleficarum podía contener errores, como cualquier otro libro, y que no había que basarse sólo en este tratado para juzgar. El miedo que se había extendido por la región del País Vasco había hecho que hasta estos todopoderosos jerarcas eclesiásticos se pusieran nerviosos; sin embargo, al ver una persona que defendía sus tesis sobre el terreno, decidieron apoyar a Salazar, y volver por lo que, según Hennigsen, era la norma de la iglesia española al respecto (un inciso: en realidad, en contra de lo que ha defendido la famosa leyenda negra en nuestro país, ha habido muchos más muertos por brujería en los países de Centroeuropa que en España. Eso sí, y como una losa nuestra, la Inquisición española -con la innegable ayuda de Fernando VII- permaneció activa aquí mucho más tiempo).

Salazar afirmó en sus conclusiones que <<No hubo brujos ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a tratar y hablar de ellos>>; entendió que la solución al problema no era avivarlo con la intervención de los autoridades y la instauración de más escándalo, sino todo lo contrario: que el silencio era la mejor medida para que las aguas volvieran a su cauce. Bajo los consejos de quien ha sido reconocido como "el abogado de las brujas", la postura de la iglesia frente a futuras denuncias fue la de la prudencia antes que la condena preventiva, como mantenían muchos. Aquello podía haber sido una gran masacre y un cúmulo de despropósitos, como los que describió Arthur Miller (quien lo empleó como metáfora para otra caza de brujas, la de McCarthy) en su famosa "The crucible" ("El crisol", o "Las brujas de Salem"). Y sin embargo, terminó como había de acabar de acuerdo al sentido común: con tranquilidad y sosiego.

Muchas veces me he planteado escribir una novela o un relato ambientado en aquellos días. Me imagino a Salazar, a semejanza de Guillermo de Baskerville en <<El nombre de la rosa>>, tratando de salvar a inocentes criaturas cuyo único pecado es ser ignorantes y supersticiosas (creyéndose las fantasías, propias o ajenas, que les llevan a la desgracia), frente al malvado inquisidor general, que busca tan sólo la muerte y la condenación ajena en las llamas del infierno inmortal. Pero lo veo hartamente complicado, por un solo y sencillo motivo: porque en esta historia, la que acaba triunfando por encima de todo, es la verdad. Las cosas avanzan por donde, de acuerdo a la lógica y al buen sentido, deberían avanzar. A los relatos les conviene el drama, la tragedia y, sobre todo, lo insospechado. Como suele decirse, no es noticia que el perro muerda al hombre, sino que el hombre muerda al perro. Salazar no es un mártir que se sacrifica, ni es alguien que se enfrenta al enemigo entre explosiones espaciales: es un tipo que se basa en la razón, y que pretende que los actos que llevemos a cabo en este mundo se ajusten a ella. Algo que parece sencillo y encomiable, pero que, a pesar 
o, precisamente, a causa de ello, no es lo normal. Salazar simboliza al típico héroe que trata de hacer prevalecer lo que dicta la sensatez, frente a una marea humana la cual, llevada por los prejuicios, la ignorancia, el orgullo o la ambición personal, pretende forzarle a lo contrario. Me recuerda, en cierta medida, al caso de Semmelweis, un médico húngaro que, en el siglo XIX, descubrió en la maternidad de Viena que eran las "materias putrefactas" con las que los estudiantes de medicina quedaban contaminados tras la realización de las autopsias (y que luego llevaban a las salas de partos) las causantes de las fiebres puerperales que acababan con la vida de una altísima proporción de embarazadas. Hoy en día sabemos que esas partículas son bacterias y que la higiene es una necesidad fundamental, pero en aquella época este hecho no se conocía, aunque (y esto es lo verdaderamente grave) tampoco se le hizo caso al médico que había propuesto aquella teoría, y preferió echársele la culpa de las infecciones a la falta de pericia de los estudiantes o incluso a su procedencia extranjera, sin comprobar que estas hipótesis tuvieran algo que ver con la realidad. Semmelweis quería obligar a que todos los que atendieran a las embarazadas se lavaran las manos antes de hacerlo. No obstante, a pesar de la pulcritud de su razonamiento -y de la contundencia de los resultados-, sus colegas, por vanidad, por envidia o quizás cierto tufo xenófobo, le ignoraron y expulsaron de su propio lugar de trabajo (sólo cinco profesores apoyaron su causa: algunos han sido reconocidos, a posteriori, como padres de ciertas ramas de la medicina; en aquella época, sin embargo, no tenían la influencia para oponerse a la eminencia médica que en aquel momento acumulaba más poder). Semmelweis maldijo impotente la terquedad y ceguera de sus compañeros de profesión, y durante años no hacía más que quejarse, reiteradamente, de cómo sus ideas sanadoras se obviaban. Salazar no tuvo que pasar por ese calvario porque, por fortuna, le hicieron caso. Eso por supuesto le hizo más feliz a él y salvó muchas vidas, pero también puede ser la causa de que sus acciones no hayan impactado más en el inconsciente colectivo. Quizás sea esa falta de espectacularidad de los logros de este abnegado profesional de las letras (o, tal vez, esa habitual tendencia de los españoles a denostar a nuestros héroes y adorar los ajenos, destacando si acaso, a nuestros peores representantes, como es el caso de Torquemada) la que haya hecho que el biógrafo de Salazar sea un extranjero; que el abogado burgalés no tuviera página en Wikipedia en español hasta hace muy poco (actualizo este artículo en 2022), aunque sí en inglés; o que apenas tengamos referencias en nuestra cultura a Salazar aparte de su aparición en la película gallega "A paixón de María Soliña". Salazar ejerce de este "tipo normal", cargado de sentido común, un sabio, un hombre docto, que precisamente por ser tan excepcional merece ser subrayado, aunque la mayor parte de las veces no sea la "prima dona" más rutilante. No sé si se merece una novela, pero tengo claro que sí que debería erigírsele una estatua. Claro que, como dice Pérez-Reverte, este país no se distingue por premiar a sus mentes más preclaras (recientes casos relacionados con la ciencia en el siglo XXI vienen a demostrarlo): el escritor cartagenero defendía en un artículo que, si Cervantes hubiera sido francés hubiera sido probablemente mucho más aclamado, pero también que con toda certeza, sin los sinsabores de ser español, no hubiera conocido la ingratitud, la envidia y la humillación y, por tanto,no hubiera escrito El Quijote.

Independientemente de que algún día yo o alguien nos animemos a narrar las desventuras de Salazar y de las  dolorosísimas sesiones de esgrima o boxeo verbal que tuvo que mantener con los dos obstinados inquisidores, creo que conviene terminar este relato con una reflexión que realizaba el antropólogo Marvin Harris en su célebre conjunto de ensayos "Vacas, guerras, cerdos y brujas". Harris defendía que el concepto de las brujería fue creado en la Edad Media por parte de las clases dominantes para que los campesinos no se rebelaran contra el rey o el señor feudal de turno, sino que se enfrentaran entre sí persiguiendo a entes demoníacos a los que consideraban los orígenes de sus males. (También aquí volvemos a establecer paralelismos con lo que pasa en África, donde Kapuscinski relata en "Ébano" cómo los africanos son capaces de reaccionar, ante una muerte por accidente de coche, buscando al brujo causante del mismo, hasta el límite de la extenuación, en lugar de revisar de manera mucha más práctica el líquido de frenos). Harris también argumentaba que, en la época en la que escribió su libro, las brujas habían "resucitado", a rebufo de la cultura new age, por el mismo motivo: para que busquemos la solución a nuestros problemas en la magia, y no en acciones estructuradas y practicables. Si hace unas décadas el argumento era válido, no menos lo es ahora, en que muchos hechos se ocultan bajo argumentos indescifrables, expuestos por parte de gurús que no aceptan réplica, los cuales se refugian en "aquellos que poseen el conocimiento", y no en la veracidad de los cristalinos hechos. En este tipo de momentos, conviene recordar, como dice Hennigsen, y saca a relucir Pérez Barredo en un artículo en el Diario de Burgos, que «el mundo siempre tendrá necesidad de alguien que se atreva a desenmascarar al verdugo: de hombres tan enteros como Salazar».

martes, 11 de junio de 2013

La obra de teatro de junio: "La visita de la vieja dama", de Friedich Dürrenmatt

Esta obra tiene una especial significación para mí por dos motivos: primero, fue creada en un país con el que he mantenido una estrecha relación en los últimos tiempos, relación que va a terminar próximamente pero de la cual me llevaré muchas cosas positivas, como en toda experiencia. Y, segundo, si dicen que lo mejor para las obras de teatro no es leerlas sino verlas representadas, yo tuve el privilegio de tener a alguien muy especial que me la leyera en voz alta y la interpretara (además con bastante éxito), lo cual se acerca mucho más a lo que originariamente pretendía el autor, aparte de hacerme pasar un muy buen rato.

Volviendo a la obra en sí, la historia que relata nos lleva a todos a pensar en las relaciones particulares que se generan entre sociedad e individuo. En buena parte de las narraciones que llegan a nuestras manos, suele ocurrir que una persona (el villano de turno) intenta atentar contra la sociedad, o bien que un pequeño grupo de conspiradores trata -desde el poder o sus aledaños- de obtener algún beneficio. Sin embargo, como decía Hegel, cada tesis tiene su antítesis, y el punto de vista opuesto es cuando la sociedad conspira contra un solo individuo, el cual se ve ante un ataque masivo, que, ante la cortedad de sus fuerzas, no es capaz de repeler. Algunos ejemplos claros de este tipo particular de historia los podemos encontrar en el teatro, como en el caso de "El crisol" de Arthur Miller (que alude metafóricamente a la caza de brujas de McCarthy) o "Un enemigo del pueblo" de Ibsen, donde un médico se empeña en denunciar que las aguas del balneario del pueblo están contaminadas, pese a la oposición del resto de la villa, que teme que esta revelación amenace sus intereses económicos; sin embargo, también hemos podido encontrar ideas parecidas en novelas, como es el caso de la inacabada "El proceso" de Kafka. Todas ellas (salvo quizás la de Kafka, mucho más onírica e indefinida en ese sentido, aparte de referirse a una burocracia oscura y anónima en el contexto de una sociedad excesivamente grande, como podía ocurrir en el Imperio Austrohúngaro de aquella época) tienen en común que se tienden a desarrollar en comunidades cerradas, a ser posible pueblos pequeños, donde todo el mundo se conoce y por tanto la opresión se siente mucho más. Pero también me da la sensación de que es un tipo de relato que se da muy a menudo en la cultura centro y nor-europea y anglosajona. Quizás, en ese sentido, el mayor respecto que se siente por las autoridades en este tipo de países (entendiendo por autoridad a veces el conjunto de la sociedad, aunque esto pueda perjudicar a las minorías) haya hecho más evidentes determinados tipos de casos y, por tanto, los escritores se hayan visto obligados a exponer una serie de abusos: qué es lo que ocurre cuando un inocente es acusado por la sociedad. En el caso que nos ocupa, "La visita de la vieja dama", no es precisamente un hombre íntegro el que sufre el ataque por parte del pueblo, pero sí que se plantea un curioso dilema moral.

Esta obra, escrita en los años 50 por el dramaturgo suizo Friedich Dürrenmatt, cuenta una historia ambientada en el pueblo de Güllen, el cual ha sufrido un lento declive económico, encontrándose sus ciudadanos en una situación de miseria y casi desesperación. Pero todo cambia cuando se enteran de que una excéntrica millonaria, nacida y criada originariamente en el pueblo, va a venir a visitarlo, y todos se esmeran por conseguir en que la vieja ricachona actúe como benefactora y deje por tanto parte de sus riquezas a los conciudadanos del lugar que le vió crecer. Y sin embargo, la posible benefactora tiene ya un plan muy meditado para este pueblo: sí, puede ayudarle a recuperar su antiguo esplendor, pero a cambio de ese dinero, quiere comprar algo. Y ese algo es del tipo de cosas que "dicen" que no se pagan con dinero, pero la antigua ciudadana de Güllen lo está dispuesto a comprobar.

Representación trágica y cómica a partes iguales, presidida por un macabro humor negro, esta historia local trata conceptos tan universales como la relación con el pasado, la justicia, o qué estaríamos todos dispuestos a hacer a cambio de una buena posición económica. El problema que se plantea no es fácil, y el mismo autor confiesa que no está seguro de si no haría lo mismo que los personajes en esta ocasión (sea lo que sea lo que hagan, a vosotros os dejaremos la oportunidad de leerlo, o de adivinarlo). Contiene algunas ideas que adquieren particular relevancia en el contexto de crisis económica en que ahora nos encontramos, pero en realidad se trata de una narración intemporal, que podría valer para cualquier época y para prácticamente cualquier lugar del mundo. Quizás por eso, en su país de origen, esta obra se ha convertido ya en un clásico de culto, siendo una de estas historias que se leen en las escuelas (incluso a niños no lo suficientemente crecidos como para entender todas las implicaciones éticas del asunto; aunque es verdad que, tal vez a una edad mayor, el mensaje no sería capaz de surtir efecto).

En definitiva, obra que recomiendo leer (o que os lean) y de la que no quiero contar más para que así, como dice Saramago rememorando a Pessoa, "os desasoseguéis" un poco preguntándoos que pasa. Sin embargo, si alguien necesita conocer algo más del argumento y de la curiosa proposición de la anciana millonaria para convencerse de abordar el texto, quizás podamos discutir detalles en los comentarios. Así no interferimos con "spoilers" a los lectores que prefieren mantener el misterio hasta que lo tengan delante de sus ojos. Un saludo.

martes, 4 de junio de 2013

Relatos aleatorios. "What if...?"

Resulta que, merced a nuestro amigo Ludkubo, hay una nueva edición de los relatos aleatorios. Sin embargo, en esta ocasión, por suscripción popular, se ha aprobado que lo que se relate constituya un "What if...?", más conocido como ucronía en castellano: es decir, una variación acerca del devenir del mundo en el supuesto de que un suceso histórico hubiera cambiado o no hubiese acontecido (qué hubiera pasado si a Colón no hubiera descubierto América, etc). Las diversas posibilidades serían generadas por el famoso programa aleatorio habitualmente encargado de estas cosas (que muchos sospechan ya que en realidad es un mono agitando unos dados o, en su defecto, Juan Miguel Cano Castell inventándose las historias y/o alimentando al mono con cacahuetes), y la elección final entre las mismas se haría de manera democrática entre la panda de descerebrados que ya habéis ido viendo que conformamos este grupito.

La intrahistoria de la selección definitiva tiene miga, pues éstas fueron las posibilidades que el programita nos ofreció:
-¿Y si nunca se hubiera inventado la píldora anticonceptiva?
-¿Y si Elvis hubiera estado obsesionado con Bach?
-¿Y si Nietzsche hubiera vivido en un mundo donde nunca nunca sucedió la crucifixión?
-¿Y si en el hundimiento de la Atlántida hubiera intervenido una fuerza policial?
-¿Y si Cleopatra hubiera sido responsable de la ascensión del comunismo?

Al final, ha sido esta última la elegida (no es sólo que seamos unos degenerados, ha habido que desempatar, o sea que había una dura pugna, en concreto con la historia de la Atlántida), y a mí en concreto me ha tocado (en virtud también de una selección aleatoria acerca del género o tratamiento del cuento) que fuera un relato sobrenatural post-apocalíptico. O sea, Cleopatra. Comunismo. Sobrenatural, post-apocalíptico.

Tiene bemoles la cosa. Aunque las ha habido peores.

Lo que pasa es que uno, conforme va mirando las preguntas, va pensando también en las respuestas. Y como no va a dejar uno que algo como el azar o la democracia estropee sus planes (levantamiento de ceja al decir esto), presento también las alternativas que se me han ido ocurriendo, aparte de lo que finalmente me había tocado. Así que aquí tenéis:

-¿Y si en el hundimiento de la Atlántida hubiera intervenido una fuerza policial?
"El dios de dioses Zeus, que reina por medio de leyes, puesto que puede ver tales cosas, se dio cuenta de que una estirpe buena estaba dispuesta de manera indigna y decidió aplicarles un castigo para que se hicieran más ordenados y alcanzaran la prudencia. Reunió a todos los dioses en su mansión más importante, la que, instalada en el centro del universo, tiene vista a todo lo que participa de la generación y, tras reunirlos, dijo..." (Ahora es cuando voy a hacer que entren los atlantes en el Olimpo...)
-¡H-D-W-X!¡Vete ya a la cama!
-¡Pero mamá, si no tengo sueño...!
-¡Vamos, que si no, no te dejo jugar mañana con tus amiguitos!
-Jo, mamá, eres como un sodermonder [palabra marciana equivalente a sargento, y también a una fruta pequeña].
-Venga, hala, a dormir... Y no olvides recoger tus juguetes antes de irte a la cama.
(Este chico... Tiene una imaginación tan vívida. Me pregunto en qué estaría pensando...) 
Mientras su madre meditaba esto, en el cuarto de su hijo, algo muy parecido al estruendo de una ola resonó.

(Nota al pie: os habréis dado cuenta de que los relatos son cortos. Sí, falta de tiempo, estos días son terribles, pero bueno, creo que no le han cortado las alas a ninguna historia. Seguimos).
-Dígale a su amigo el zar que no se lo tome a mal... Una tiene que ganarse la vida, a pesar de todo, y los comunistas pagan bien... De reina a rey, no es nada personal...
Rasputín reservó las últimas fuerzas para que su quebrada voz acompañase a sus ojos.
-

-Sabes que no moriré, ¿verdad?
Edito: Otros relatos aleatorios sobre Cleopatra y el comunismo, escritos por colegas y compañeros.

-¿Y si Nietzsche hubiera vivido en un mundo donde nunca nunca sucedió la crucifixión?
-Uno cabría esperar que, educado en una casa donde la inmesa mayoría eran mujeres, ella me inculcarían los valores de la compasión al débil, de la verdad, de la conmiseración. Más bien al contrario, obligado a representar por todos mis familiares el papel de héroe masculino, fui imbuido al máximo de esos principios que heredamos de nuestros antecesores los romanos: fuerza, contundencia, exaltación de mí mismo, insensibilidad al dolor. Quizás por ello quise fijarme en la otra parte, y seguí las enseñanzas de un desconocido místico de Galilea que huyó antes de que le atraparan los romanos, pero que si se hubiera quedado hubiera sufrido (como yo sufriré en los próximos tiempos) la persecución, la ignominia y la crucifixión. Y todo por predicar a favor de la paz, del amor y la esperanza. Porque así habló Jesucristo, discípulos míos...

-¿Y si Cleopatra hubiera sido responsable de la ascensión del comunismo? (Tratamiento: relato sobrenatural y post-apocalíptico).
-Muchas gracias, señorita... Caramba, estos cigarros son sabrosísimos.
-¿Verdad? Me los traen especiales, importados -presumió la mujer, enseñando las perlas de sus dientes. Rasputín supo que iba a disfrutar. Esta vez no se trataba de una de esas viejas cacatúas ávidas de la emoción del espiritismo. Tez morena, piel sedosa, peinado de peluquería, un vestido ajustado a la moda de Europa, destacando especialmente la boa de plumas, y donde sus curvas se perfilaban en toda su extensión... No era muy guapa, pero estaba muy claro que en la cama iba a demostrar que tenía algo. Rasputín estaba deseando llegar a la siguiente fase.
-Veo que es usted un admirador de las monedas antiguas...
-En realidad no, amable señorita.... Solamente de las procedentes del antiguo Egipto. Siento una fascinación especial por esa cultura.
La mujer las contempló con atención.
-No está mal -afirmó ella-; pero yo no tengo la nariz tan afilada.
Rasputín notó un sofoco. Comenzó estentóreamente a toser.
-¿Qué creía, mi amado monje?¿Que una cultura milenaria y obsesionada con la muerte no iba a acabar descubriendo un par de truquitos? Vaya, veo que se siente indispuesto. Déjeme que le acomode las almohadas...
Rasputín intentaba respirar, pero los cigarrillos envenenados, letales como el desbordamiento del Nilo, iban ejerciendo su efecto sin ninguna clase de piedad.
Por un momento, Cleopatra dudó. Pero luego respondió, justo antes de cubrirle la cara con la almohada, desafiante:
-Nos vemos después del Apocalipsis.
En algún lugar, en algún tiempo, miles de años después, o quizás tan sólo en un parpadeo, en lo más profundo de las arenas del desierto, una momia despertó.

-¿Y si Elvis hubiera estado obsesionado con Bach?
¡CRASH!
-¡Ni Bach ni demonios!¡Esto no es su maldito país yanki: en Alemania, señor mío, las personas decentes están a esta hora de la noche en silencio, o en su cama!¡Y como vuelva a escucharle una sola nota, le meto lo que le queda de órgano por el...!

 -¿Y si nunca se hubiera inventado la píldora anticonceptiva?
-Y con respecto al último reto aleatorio...
-Cari, tenemos un problema...
-Lo siento, urgencia chunga. Que os den por culo, cabrones. Adiós. 

-Como un show de televisión: http://fdb88.wordpress.com/2013/06/11/reto-7-la-gran-piramide/
-Sin ambientación particular: http://santajis.wordpress.com/2013/06/11/cleopatra-madre-roja/
-Ciberpunk y retrofuturista. Primera parte: http://vidacubica.wordpress.com/relatos-al-azar/divina-elocuencia-i/.