martes, 8 de octubre de 2013

La historia corta de octubre: Dedicadas a Eduardo Galeano (V)

Esta historia me la contaron una vez:


          Me entró hambre en mitad de la noche. Me levanté y me dirigí al veinticuatro horas de al lado de mi colegio mayor.

            De camino, me encontré a un mendigo que tenía una gabardina larga y raída. Le faltaba una pierna, en lugar de la cual llevaba muleta, y agarraba de una cadena a un acojonante bulldog. El semblante era de una severidad terrible, como la de un predicador amenazándote con llevarte al infierno:
            -Ésta no es hora para que anden solas por ahí las chicas jóvenes. ¿No tienes miedo de que te violen, o cualquier cosa?
            No, estuve a punto de decirle, de lo que tengo miedo es de encontrarme con gente como usted.
            -Te acompaño –dijo el mendigo-, para que no te pase nada.
          Yo estaba aterrorizada. Lo curioso es que el hombre, a paso cojeante según su muleta, me acompañó a la ida, y me acompañó a la vuelta, sin decirme nada, ni una sola palabra. Justamente como me prometió.
           
            A veces hay que confiar en la gente, incluso en quien menos te lo esperas.

            Hay veces en que te sorprenden.

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