lunes, 5 de enero de 2015

La historia real de enero: El club de los inútiles

Cuando se inicia un nuevo año, normalmente se hace con una lista de buenos propósitos en los que nos proponemos ser personas más amables, más bondadosas, triunfar en mayor medida o abandonar viejos vicios; en una palabra, ser mejores. Pero a lo mejor no deberíamos esforzarnos tanto. El mundo, más que una historia de éxitos, es una de fracasos. Los seres humanos tendemos a tropezar en la misma roca una y otra vez, y hasta en los campos donde que más brillamos, como la ciencia y la tecnología, los logros sólo se consiguen tras un cúmulo de fracasos, errores, malinterpretaciones, olvidos y descuidos flagrantes. Así que, ¿por qué no?, quizás deberíamos simplemente aceptar nuestra impefección, y hacer al menos risa de ello. O eso al menos fue lo que hizo Stephen Pile en 1976 cuando fundó en Gran Bretaña "el club de los no terriblemente buenos", cuyos miembros se enorgullecían de ser especialmente torpes en algún campo y acudían a las reuniones a demostrar lo patéticos que podían ser en determinadas disciplinas. Basado en los testimonios del club y en otros conocidos, Pile publicó "El libro de los fracasos heroicos", donde describía algunas de las meteduras de pata más impactantes de todos los tiempos, desde el turista que pasó dos días en Nueva York creyendo que estaba en Roma hasta el crucigrama que ha tardado más tiempo en resolverse (34 años). El club iba viento en popa, y ahí radicaba el problema: al recibir 20.000 solicitudes de acceso para nuevos miembros a los dos meses de la publicación del libro, el club consideró que Stephen Pile había demostrado ser terriblemente bueno en algo y por tanto le expulsó del mismo, para a continuación autodisolverse (esto sí que puede denominarse "morir de éxito"). Al menos, el libro sí que cumplió con su cometido: por lo visto la versión norteamericana se comía una parte de la introducción, y según Pile, fue uno de los fracasos más sonados de todos los tiempos en el mercado estadounidense, no llegando a venderse ni una decena de ejemplares. A pesar (o quizás precisamente a causa) del fracaso, hubo sucesivas segundas partes del libro (en Grecia, incluso, se publicó la segunda parte sin haberlo hecho la primera), aunque la penúltima, en 1999, era una versión más orientada a jóvenes lectores y que se describió como "muy aguada y falta de ingenio y humor". En 2011 salió al mercado una nueva edición, que he esperamos que haya corrido peor suerte que las anteriores. Así que ya sabéis: la próxima vez que la "caguéis", la "jodáis", la "estropeéis", la "arméis", la "fastidiéis", la "diñéis" o la "liéis parda", que no haya miedo. Al fin y al cabo, podría ser peor: podríais tener la desgracia (y la pesada responsabilidad) de triunfar. Os deseo una pierna rota a todo el mundo. Y una feliz y fracasada entrada de año.

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