lunes, 24 de agosto de 2015

El relato de agosto: #tomandoelsolenunyate

#tomandoelsolenunyate

El hombre joven ajustó el objetivo de la cámara por enésima vez.
-¿Has terminado ya?-le llegó desde su espalda la voz de la chica, hastiada de manera más que evidente.
El hombre chistó varias veces al mismo tiempo que negaba con la cabeza.
-La fotografía es un arte que exige dedicación, tiempo y esfuerzo para conseguir un buen resultado. Y, normalmente, cuanto mayor es el premio que deseas alcanzar, mayor es el sacrificio que debes realizar para lograrlo. Como casi todo en la vida.
Apretó al botón. Un par de soniditos. Comprobó cómo había quedado la fotografía a través de la imagen que proyectaba la cámara digital.
-Ahí está. Perfecto.
La chica (con un cuerpo escultural, el cual hubiera podido servir como justificación para varios delitos) comparó la imagen con el original: un faro que servía como telón de fondo de la hermosa bahía donde se encontraban.
-El cielo de la foto no se parece en nada a como se ve desde aquí.
Constató la chica. El otro, resignado, negó en un gesto de pasiva rendición con la cabeza.
-No. Efectivamente. Nunca es igual. O el objeto de la realidad es hermoso y la fotografía es de una vulgaridad que espanta, o sucede al contrario, o ambas son hermosas, pero cada una de una forma distinta. La fotografía no refleja la realidad, sino que la transforma. El auténtico poder de un fotógrafo es conseguir que esa conversión sea para bien. Si a la gente le gusta, entonces hemos logrado nuestro objetivo.
La chica que le acompañaba reaccionó con una expresión hierática. Quizás estaba aplicando el principio de que, si no tienes nada bueno que decir, es mejor que no abras la boca.
-¿Está haciéndonos gestos?-el hombre había girado la cabeza hacia una amplia pradera situada detrás de ellos, donde otro individuo, a lo lejos, parecía indicarles que se acercaran.
-Sí, creo que sí. Dios, es asqueroso -pronunció ella con sus apetecibles labios-. ¿Por qué nos lo hemos traído aquí?
-¿Porque el yate es suyo, tal vez?¿Y porque dependemos de él para que te meta en su próxima película?
-Sí. Bueno -replicó ella encogiéndose de hombros-. Supongo que es una razón, después de todo.
El hombre se puso las gafas de sol y la agarró del brazo.
-Me parece que va siendo hora de que volvamos-dictaminó.
Ella se dejó llevar, más por falta de opciones que por convicción propia.
Un rato más tarde, se encontraban en la parte superior del yate, en medio de un mar plácido de un intenso color azul, bajo una fresca brisa que hacía agradables los cálidos rayos de sol que llegaban desde un uniforme cielo ausente de nubes.
-Esto es maravilloso -suspiró la chica, contemplando aquel idílico escenario.
-Y más maravilloso que va a ser -le indicó el otro-. Colócate aquí, sobre el casco del yate. Ya verás. Va a quedar fantástico.
Ella siguió sus indicaciones. En poco tiempo, se encontraba tumbada sobre la plataforma horizontal que formaba parte de la proa del barco, justo delante del cristal frontal del yate. Sintió como la piel de su espalda contactaba con la cálida superficie del navío, y cerró los ojos, que tan sólo contemplaban un intenso color rojo provocado por la luz del sol impactando sobre sus párpados. Se sentía a gusto allí. El otro hombre también, sobre todo conforme veía que, ajustando los filtros de luz de la cámara, aquella imagen de una de las mujeres más atractivas del mundo, en bikini, sobre uno de los más ostentosos símbolos de riqueza, representaba la mejor combinación de las dos cosas que por las que siempre se ha peleado la humanidad: poder y lujuria. Pensó en, al día siguiente, la cantidad de varones solteros de todas las edades que estarían acercando su mano a las partes nobles mientras admiraban esta imagen:
-A ver... #tomandoelsolenunyate. Ya está, colgado en Instagram. Esto mañana seguro será trending topic.
-Bueno, “trending topic”, tú entretente lo que quieras…-replicó escéptica la joven-. Parece mentira, tienes aquí a una chica semidesnuda a tu lado, y nada más que entretenido con una máquina…
Y era verdad que, cuando el hombre quitó la vista del objetivo, la figura que tenía enfrente se convirtió en lo más parecido a una Venus de Boticelli surgiendo de entre las aguas que podría encontrar en épocas modernas. Con ese cuerpo hecho para el pecado, justamente el castigo debiera ejecutarse por no pecar…
-Uy, estoy notando por aquí unas manitas… -dijo ella, entre risas.
Pero antes de que pudiera añadir más, notó, aún con los ojos cerrados, cómo el hombre le estaba bajando la parte inferior del bikini. Sintió un gozoso placer en su sexo conforme notó el bañador escurrirse por entre la cara interior de sus muslos. En unos pocos segundos, ya tenía el miembro de su amante en su interior, proporcionándole placer, y el cuerpo de éste encima de ella. Aquello sí que era disfrutar de una buena jornada de verano…
-Ya pensaba que sólo querías apretar el botoncito del flash –decía ella, mientras sentía los labios de él sobre su cuello y, unos segundos después, mordisqueando también los suyos.
-Me parece que hay un botón que voy a presionar con más fuerza –dijo él, a la vez que embestía con un empellón de cadera, mientras sus manos apretaban con fuerza los bien torneados senos.
De repente, en mitad del más ardoroso frenesí, se escucharon desde la bodega del barco dos intensos golpes. Los amantes se quedaron paralizados como si Poseidón les hubiera lanzado de improviso su tridente.
-No me digas que es… -dijo él.
-No puede ser… No…
El hombre se acordó entonces de los viejos relatos que circulaban por estas aguas; relatos sobre monstruos que habitan el fondo del océano, y que de vez en cuando le exigen a los pobladores de la costa un tributo en forma de bella doncella virgen… tributo que los pobres pescadores no tienen otro remedio que pagar…
-Creo –dijo lenta y dolorosamente- que tengo que irme.
-No. No lo hagas –dijo ella al principio intentando ser persuasiva, y luego con un tono de desesperación-. No te vayas, en serio, por favor…
Seguramente por esas súplicas, cuando sintió cómo el miembro del hombre salía de ella, la despedida se le clavó doblemente como una punzada en el vientre.
-Por favor no te vayas –siguió suplicando ella, con los ojos aún cerrados, casi al borde del gemido-. No quiero hacer esto, de verdad… No me veo con fuerzas…
Pero su hombre se había alejado, poco a poco, en silencio. Cuando la chica abrió los ojos, casi cegados a causa del sol, pudo intuir la presencia de una sombra a su lado. Una sombra que no era la de su hombre.
-No. Por favor, no…
Volvió a sentir el peso de un cuerpo cargándose sobre ella. Pero esta vez era más pesado o se había colocado de peor forma, hasta el punto de que le impedía parcialmente respirar. Estaba sudoroso y el olor le penetraba hasta lo más profundo de las fosas nasales. Sintió de nuevo penetrar un miembro dentro de ella. Pudo incluso darse cuenta de que no llevaba puesto condón…
Varias horas más tarde, los tres ocupantes de aquel yate volvieron a bajar a tierra. Una de las figuras se había alejado tierra adentro y asemejaba borrosa a ojos de los otros dos. La pareja de hombre y mujer jóvenes, mientras tanto, trataban de pasear por entre unas ruinas antiguas que parecían hechas para el turismo, pero que ahora, a causa de la temprana hora del día, se encontraban vacías, como dispuestas e incluso edificadas exclusivamente para ellos.
-Ha habido que madrugar para ver las ruinas, pero ya te lo dije, ¿no? El éxito que obtengas suele ser directamente proporcional al sacrificio.
El rictus de la mujer, severo como el de un muerto, no contestó.
El hombre se encontraba ufano o, al menos, procuraba demostrarlo. Pasó al lado de una columna, y decidió hacerse un selfie.
-Venga, una foto. #tomandoelsolenuyate se ha hecho hasta viral. La gente anda imitándola por todo el planeta. Ésta también va a triunfar. Una amplia sonsisaaaaa…
Un clic y, automáticamente, como por arte de magia, nueva foto.
-Oye, ¿qué es esto?-dijo el hombre-. Si has salido con el ceño arrugado.
Volvió la vista hacia la mujer, que seguía manteniendo la misma expresión amarga.

-No pasa nada –apuntó sin embargo él-. Lo arreglaremos con Photoshop.

lunes, 17 de agosto de 2015

La historia corta de agosto: Una historia de romances y cautivas

                A aquella mora la trajo el rey cristiano después de su última incursión en tierras musulmanas. La llevaba encadenada y la encerró en una torre para hacer con ella, más tarde, lo que se hace con todas las prisioneras de países extranjeros.
Sin embargo, el pastor del pueblo, nada más la contempló, supo que no había visto en toda su vida un ser tan hermoso; y, como ocurre también con los animales hermosos, consideró que privarla de su libertad era, con creces, el mayor pecado del mundo. Y por eso la liberó de sus cadenas.
La prisionera mora no quiso recompensar al pastor con su cuerpo, pues le parecía que era precisamente aquel tipo de mentalidad la que la había metido en este lío. Pero, por un lado le fascinaba la figura de ese hombre que encarnaba la más pura personificación de la inocencia; y, por otro, le encantaba la idea del agua cristalina de ese río bañada por la piel oscura de ella y la más blancuzca de él, ambas iluminadas bajo la luz de la luna; y, por ello, bebió de aquel agua abundantemente.

Tan mágica fue la noche, que al pastor no le importó que ella se despidiera al día siguiente, ni tampoco que, como castigo, el rey le condenara y que a la mañana siguiente le fueran a ahorcar: conforme el baldaquín cedió, y su cuerpo moría, le pareció ver el caballo de ella galopando etéreo por las colinas, con su cabellera morena ondulando alegre por los prados, volando sin miedo, por los aires, hacia la libertad.

lunes, 3 de agosto de 2015

Los libros e historias reales de agosto: Un viaje literario a través del sistema solar

Casi desde el principio, el hombre levantó la vista y alzó la vista al cielo. Y casi inmediatamente después, comenzó a devanarse los sesos y a soñar con llegar hasta allí. Mucho antes de que Yuri Gagarin ascendiera por encima de la atmósfera y Neil Armstrong pisara la Luna, el ser humano como especie lo había hecho varias veces en su imaginación. Y eso mismo podemos hacer nosotros: podemos coger una nave fantástica y partir desde nuestra pequeña gota azul pálida hacia los confines de nuestro sistema solar, y recorrer al mismo tiempo algunas de las obras de la literatura y el cine relacionados con nuestros más cercanos vecinos. ¿Abrochados los cinturones? Allá vamos:

El Sol: Nos proporciona la vida y prácticamente todo, aunque un día se expandirá tanto que probablemente nos mate (si no engulléndonos, al menos consiguiendo evaporar los océanos), y otro se encogerá y morirá finalmente para transformarse en un cuerpo muerto que contendrá en su interior un diamante gigante, aunque para en ambos casos es muy probable que, para entonces, si no nos hemos expandido a otros planetas, nos hayamos definitivamente extinguido. Le aportaba su poder a Superman (aunque en "The Big Bang Theory" han tenido grandes discusiones al respecto), ha servido a algún telefilm para hipotetizar cómo puede destruirnos merced al viento solar o erupciones (en la mayor parte de los casos, con bases muy poco científicas), y en "Sunshine", de Danny Boyle, los astronautas se atrevían incluso a viajar hasta él. De momento, nosotros tendremos que esperar hasta que baje un poco la temperatura.


Fotograma de Sunshine (2007), dirigida por Danny Boyle. 

Venus: La diosa del amor, obviamente, tenía que ofrecer una superficie repleta de volcanes sulfurosos y unas condiciones de vida inhabitables para los viajeros procedentes de la Tierra. No obstante, por lo visto, en los años 20 a 50, cuando no se sabía tanto sobre este astro, se empleó mucho para los relatos de ciencia ficción, hablando sobre la posibilidad de encontrarse un Venus pantanoso, repleto de agua y rico en vida. Bradbury ("La larga lluvia"), Stapledon y Asimov se adentraron en estos océanos, mientras que otros autores (Preuss, Clarke en su 3001, también Stapledon en First and Last Men o la película japonesa The Venus Wars) se meten en procesos de terraformación para modificar la superficie de nuestro vecino. Los autores soviéticos (incluyendo el genial Lem de Solaris y Ciberíada) también anduvieron transitando esta calurosa región de nuestro sistema, e incluso Tolkien le proporciona un origen mitológico a la formación del planeta en el Silmarillion.



"Lucky Starr. Los océanos de Venus", de Isaac Asimov.

La Luna: Cómo no. El oscuro reflejo donde nos contemplamos. El reverso tenebroso del sol. Capaz de influir en las mareas, según se dice en las mujeres, y por supuesto en los amantes, los poetas y los hombres lobos. Incluso, hace tres siglos, alguno hipotetizó que era el lugar donde iban a pasar el invierno las aves para volver con la próxima primavera. Dicen que probablemente proviene de un fragmento de la Tierra que se desprendió tras el impacto de un gigantesco cuerpo celeste del tamaño de Marte, y quizás porque aún le dura el dolor de la separación, su cara oculta se niega por completo a volver la vista atrás. A pesar de que tenga similitudes en composición con la Tierra y también su propio campo magnético, la ausencia de minerales útiles ha hecho que (pese a que algún embaucador haya vendido parcelas a los más ingenuos) no nos hayamos molestado en visitarla nada más que como demostración del poderío espacial, primero por parte de los norteamericanos y -seguramente, en el futuro cercano- por los chinos. La contemplación, a simple vista, de depresiones muy similares a océanos, hacía fácil de creer la idea de que había selenitas correteando por la superficie del planeta, y ya desde los griegos había teorías al respecto. Pero quizás el primero que se dedica a especular un poco más sobre ello es Cyrano de Bergerac (sí, en efecto, la persona real en la que Edmond Rostand se basó para su personaje de la famosa obra de teatro "de las narices"), quien, en su "Historia cómica de los Estados e Imperios de la Luna", se dedica a emplear una sociedad imaginaria como crítica para la suya propia. Cyrano también se da una vuelta por el Sol, pero, desde luego, no será el único que se dedique a echar un vistazo por la Luna. El barón Munchausen también contactó con los selenitas antes de que la novela de Julio Verne De la Tierra a la Luna sirviera de modelo a todos los viajes espaciales imaginarios que vinieron después (Meliés, Tintín, la "Mujer en la Luna" de Fritz Lang), e incluso al auténtico del Apolo XI, aunque una historia también de ficción (el falso documental "Operación Luna") pusiera la pisada de Neil Armstrong en solfa. Otras obras más descacharrantes se han dedicado a fantasear acerca de atrapar la Luna (como hace "Gru. Mi villano favorito"), nazis que se esconden en la cara oscura (como ocurre en Iron Sky) o han colocado allí arriba a James Bond ("Moonraker"), una suerte de Robinson Crusoe, o incluso a Abbot y Costello. De todas maneras, conspiparanoias aparte, siempre nos quedarán todas las canciones infantiles que hablan sobre tocar ese planeta hecho de queso, e incluso sobre habitantes imposibles que sin embargo nos encantan que estén allí. O sea que, cuando os hablen de que no hemos llegado a la Luna, recordad: "hay un gallego en la Luna, Luna..." (o un payaso; o una madre que busca un hijo en la Tierra, etc). En el terreno de la ciencia ficción más seria, la reciente Moon, como buena obra espacial, utiliza los viajes espaciales como plataforma para reflexionar sobre la naturaleza humana, contando con Sam Rockwell en una, para mí, sobria pero muy convincente interpretación. De todas maneras, si la idea aportada por el actual director de la ESA triunfa, quizás estemos más cerca de que esta película (o muchas otras) adquieran un tinte más realista.


Cyrano de Bergerac en la Luna. Extraído de Wikicommons.

Marte: Si a la Luna podemos llegar a contemplarla con cierta melancolía y complicidad, el "Planeta Rojo" ha sido siempre el enemigo. Ya desde que el telescopio revelara la presencia de canales (ahora sabemos que en su día Marte contuvo un océano y atmósfera, aunque todavía no está muy claro si alguna vez albergó o sigue albergando microorganismos), las historias sobre marcianos empezaron a llenar los periódicos con flujo histérico, desvelando incluso los correteos de los extraterrestres mientras nos observaban con cautela o tal vez cierta animosidad. H.G. Wells provocó una invasión por su parte en "La guerra de los mundos", y Orson Welles llegó a aterrorizar a la población estadounidense con su narración radiofónica de la misma. Por otro lado, Ray Bradbury, en su colección de cuentos "Crónicas marcianas" utilizaba toda su sutil ironía y su imaginación para reflejar lo que en realidad eran los defectos más humanos que uno podía imaginarse. En este caso, los humanos éramos los invasores -hasta Santa Claus fue a conquistar a los marcianos en un film de los años 50- aunque también en otras películas (dirigidas por Brian de Palma, John Carpenter o Paul Verhoeven entre otros) nos han hecho viajar hasta un planeta que bien podía estar ocupado o en cambio presentarse como un páramo vacío de vida. Philip K. Dick y Arthur C. Clarke también ambientaron sobre el planeta rojo o sus satélites algunas de sus historias, y (más en el terreno de la ciencia ficción menos creíble) Burroughs creó con John Carter todo un subgénero más cercano a la novela de aventuras. Aunque, de entre todas las veces que los marcianos nos la han jugado (la última de ellas, probablemente la irreverente "Mars Attacks" de Tim Burton), quizás la más enigmática fue aquella en la que el escritor Johnathan Swift insinuó en Los viajes de Gulliver que Marte tenía dos satélites que, en realidad, consistían en naves espaciales con habitantes marcianos en su interior. Lo curioso es que, posteriormente a la publicación de la obra de Swift, el telescopio reveló que, efectivamente, Marte poseía dos satélites, que se denominaron Phobos y Deimos y que desde entonces han adquirido para la humanidad un aire sospechoso. Desde luego, yo todavía ando un poco suspicaz con ellos. Sin embargo, independientemente de la ficción, parece que somos los humanos los que peor nos hemos portado con Marte. La última, con la que parece la obra de ficción más elaborada de los tiempos recientes: el hipotético viaje a Marte por parte de una compañía privada, y cuya selección de voluntarios parece más una torticera maniobra publicitaria para crear dentro de unos años un programa de televisión al respecto (algo que, por cierto, ya especulaba Peter Hyams en el 78 en "Operación Capricornio Uno"). El futuro nos dirá.


Entre las curiosidades geológicas de Marte, el Monte Olimpo, el más alto de nuestro sistema Solar (27 kilómetros), y también tremendamente ancho (ocuparía la totalidad de la superficie del estado de Ecuador). Imagen extraída del blog Xatakaciencia

El cinturón de asteroides: El cinturón de asteroides que orbitan en torno al sol entre Marte y Júpiter (cuyo origen, seguramente, radica en la capacidad de este último de evitar que cerca de él se forme un gran planeta) ha servido no sólo de inspiración para numerosas persecuciones de naves espaciales entre rocas amenazadoras, sino como base de la tesis doctoral de James Moriarty, el archienemigo de Sherlock Holmes, titulada "La dinámica de un asteroide". ¿Cuál era el contenido de la tesis? Isaac Asimov, en uno de sus relatos de los Viudos Negros ("El último crimen"), ofrecía una desasosegante posibilidad, pero Robert Bloch e incluso los cómics de Spiderman han teorizado sobre lo que Moriarty describía en aquel primer y maligno acto.

Júpiter: Aunque Isaac Asimov tenía un cuento donde nos instaba a adquirirlo ("Compre Júpiter"), quizás la incursión cinematográfica más interesante sea la que este gigante gaseoso y uno de sus múltiples satélites, Europa, hicieron en 2010, la segunda parte tanto cinematográfica como literaria de 2001, una obra que creó Arthur C. Clarke y luego encumbró al cine Stanley Kubrick, aunque la segunda parte no fuera dirigida por este excéntrico director de cine británico. En esta ocasión, Júpiter participa en un impactante final que, además, termina de explicar buena parte de los enigmas de la primera parte. Yo os animo a echarle un vistazo y desentrañar el misterio. Por otro lado, en Europa one, una película independiente descrita como "de poco presupuesto, pero gran amor por el cine espacial", también viajan un ratito por el satélite joviano. Hablando ya de Júpiter propiamente dicho, un día habría que construir una historia ambientada en la Gran Mancha enclavada en su superficie, que parece consistir en una gigantesca tormenta eterna como no podernos ni imaginarnos. Hollywood sin duda pagaría los derechos.

Fotograma de la película 2010.

Saturno: Sus anillos nos han fascinado siempre, pero poco sabíamos de ellos hasta que la sonda Cassini-Huygens se tiró un lapso de 17 años viajando hasta allí, y empezó a mandarnos intrigantes informaciones principalmente sobre sus lunas: Titán, que contiene un océano de metano líquido y exhibe la mayor probabilidad de todo el Sistema Solar de albergar vida fuera de la Tierra, o Encelado, que contiene agua probablemente en estado sólido pero la expulsa a la atmósfera de forma parecida a un géiser. El aventurero espacial Lucky Starr, ideado por Asimov para los lectores jóvenes, tiene un libro ambientado por la zona (también viajó por las lunas de Júpiter y los océanos de Venus), aunque está claro que todavía nos queda por contar mucho acerca del otro gran gigante gaseoso de nuestro sistema.

Neptuno: Un planeta extraño, el único que gira sobre sí mismo en una dirección perpendicular a la de su órbita alrededor del Sol. No hay muchas referencias al respecto, aunque en Horizonte final, de Paul Anderson, se pegan un garbeo en dirección hacia allí.


Plutón: Está lejos, hace frío, ahora no es ni siquiera un planeta y encima no sabemos mucho de él, aunque la última sonda espacial nos está mandando imágenes alucinantes. Encima, tiene un satélite casi tan grande como él, Caronte, en lo cual parece más un sistema binario donde ambos planetoides giran el uno frente al otro como desafiándose, pero sin llegar a encontrarse nunca. No obstante, su lejanía sirvió precisamente de base para que Isaac Asimov reflexionara acerca de las dificultades de la comunicación a distancias interplanetarias y la posible solución que una madre de toda la vida puede aportar en el relato corto "Mi hijo el físico". ¿Seríais capaz vosotros de superar a esta astuta progenitora? Os recomiendo acercaros al cuento a ver qué se os ocurre. 


La Vía Láctea: Como suele decirse, es tan grande y está tan presente por todas partes, que la sombra de nuestra galaxia en el firmamento pasa muchas veces desapercibida. De hecho, a principios del siglo XX, un apagón en la ciudad de Los Ángeles sorprendió a las comisarías de policía porque los urbanitas habitantes de la ciudad donde se localiza Hollywood (el "hogar de los sueños") llamaron desesperados al descubrir que una mancha de aspecto lechoso les contemplaba amenazante desde los cielos. Pero nuestra galaxia también ha constituido la parte central de determinadas sagas, como la del Imperio Galáctico y la de la Fundación de Isaac Asimov (esta última será próximamente adaptada en una serie de televisión producida por Johnathan Nolan). De hecho, el punto de partida de la epopeya de la Fundación es que un científico, al prevenir la caída del Imperio Galáctico, decide crear dos Fundaciones -una dedicada a las ciencias básicas y la otra a la psicología- que permitan la supervivencia de la civilización durante el caos posterior a dicho declive, e instala esas dos fundaciones "una a cada lado de la galaxia". La Primera Fundación se encuentra en el perímetro más exterior pero, ¿y la otra? Para descubrirlo, tenéis que llegar como mínimo hasta el tercer tomo, pero estoy seguro de que la espera merecerá la pena.


La saga de la Fundación de Asimov incluye 7 libros, pero viene precedida de tres trilogías (la de los "Robots" y la del "Imperio Galáctico"), y en total hay una lista de como mínimo 16 libros contando la historia futura de nuestra galaxia en una narración coherente y realista a la par que entretenida. Habría que preparar un buen sofá y una bien iluminada ventana con vistas a la Vía Láctea para leérsela de un tirón.

Cometas y otros cuerpos fugaces: Si los terrícolas hemos mirado con aire esperanzador el cometa Halley, en su periódico paso cada 76 años cerca de la Tierra (aunque la película "Fuerza vital" hablaba de un enigmático descubrimiento escondido en su cola), no hacemos lo mismo cuando está a punto de estampársenos encima un meteorito, como ha ocurrido (o ha estado a punto) en las películas de Meteoro, Deep Impact o Armaggedon. El miedo está justificado porque ya en su día un trozo de roca nos facilitó a los humanos la vida al quitarnos de en medio a los dinosaurios. ¿Nos invade la sospecha de que una especie mejor se merece ocupar nuestro puesto?

¿Otras tierras?: Dos proyectos muy parecidos salieron casi a la vez en las pantallas de cine, en los que una réplica de la Tierra venía a hacernos reflexionar sobre qué es lo que nos dedicamos a hacer sobre la superficie de nuestra. La Melancholia de Lars von Trier tiene mucho de su sello personal y habrá quien le coja tirria a ella y a su protagonista, pero Otra tierra, entrando también en los terrenos de la meditación introspectiva, conecta mucho más con nuestro lado humano y con otras obras de la ciencia ficción clásica. De todas maneras, quizás ambas historias nos sirvan como recordatorio de que por el momento sólo tenemos un planeta, muy frágil y sin embargo valiosísimo (suena de fondo la canción Europa VII, de La Oreja de Van Gogh), y que tenemos la obligación de cuidarlo. Alguien me decía, al echarle un vistazo a este post, que tenía que incluir a la mítica serie de dibujos animados del "Capitán Planeta". Yo no era un gran fan de la misma, pero sí me quedo con el mensaje de que hogar sólo tenemos uno y sería una pena desaprovecharlo. Y las películas y libros sobre el espacio deberían ayudarnos a conseguirlo.


Cartel promocional de Another Earth (Otra Tierra), estrenada en el año 2011.

Y ésta es nuestra recopilación. Incompleta, sin embargo. De Mercurio y Urano, por el momento, no hemos encontrado historias. ¿Conocéis alguna?¿Echáis de menos alguna que debería encontrarse la lista? Ya nos contaréis. Este verano, mientras tanto, disfrutad de nuestro Sistema Solar. Vais a bordo de una gran nave espacial que circula a la velocidad de casi 30 km por segundo. Desde luego, es para celebrarlo.