lunes, 7 de noviembre de 2016

La historia corta de noviembre: "Y la musa se quedó muda".

Una historia de una musa, regalada por una musa. Espero que la disfrutéis tanto como yo:

Y la musa se quedó muda. Afónica, desconcertada, veía pasar las ideas a milímetros de la cabeza de su artista sin ser capaz de susurrárselas al oído, viendo como escapaba una genialidad intangible tras otra. Intentó empujarlas con sus manos incorpóreas, soplarlas con su aliento etéreo intentando que se fijaran en la mente de su dueño. Trató de retenerlas en una red entretejida con sus cabellos de ángel intangibles, pero todo era en vano. Desesperada, veía como el muchacho se hundía en una lúgubre depresión, pensando que no valía para crear arte, que había perdido su toque, cuando en realidad, lo rodeaba como una aureola, como siempre. Trató de memorizar todas y cada una de esas maravillosas inspiraciones, para poder contarle que no había perdido nada, salvo la voz de su musa.
Derramó muchas lágrimas impalpables, se desgañitó en silencio, gritando aire insonoro; se abandonó a la furia contra sí misma, torturándose aún más cada día, al ver que el chico abandonaba su sueño por las razones más estúpidas. El día que él abandonaba su hogar, su taller, se plantó delante, aún sabiendo que no sentiría ni una mínima corriente de aire. Y la atravesó sin miramientos, con su mirada baja y triste, desposeído de una parte de su mente. Ella se aferró a la puerta, como último bastión, gritándole que no huyera por una musa incapaz de hacer su trabajo. Cuando alzó la mano para abrir la manija y volvió de nuevo la mirada a la salida, tras un último vistazo a esas salas ahora vacías, ¡había alguien allí! una mujer, un poco pálida, llena de regueros de lágrimas, que le miraba triste y furiosa. Gritó y se refugió en su cuarto, con la maleta, pero no sirvió de nada, ella estaba allí, como una loca, gesticulando alrededor suya, agarrando su aura e intentando metérsela por la oreja, o eso le parecía. Él, inmóvil y vociferando, y ella totalmente silenciosa y sin dejar de agitar cada parte de su cuerpo, tratando de explicarle que no se fuera, que es un genio, que incluso allí y ahora está ideando fantasías inimaginables. No conseguía hacerse entender. Hasta que le besó y todas esas ideas silenciadas encontraron el camino de nuevo, el puente que habían perdido.

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