lunes, 24 de julio de 2017

La historia corta de julio: Dedicadas a Eduardo Galeano (VI)

Una conocida suele decirme: me encantan las historias que la gente cuenta en el metro o en los autobuses.

Como aquella vez en que una viejecita, a la que le cedí el asiento en el autobús, recorriendo el trayecto de la línea, recorría su vida; retornaba a los lugares donde un día habitó su juventud. La primera parada era su infancia. Luego, la adolescencia, la madurez, la senectud. Le señaló a la anciana que iba a su lado: mira, ése era el colegio donde estudiaba. Bueno, más bien era donde estaba matriculada, porque, ¿ves?, allí enfrente está el parque donde hacía novillos.

Tenemos mucho que aprender de los mayores, que son unos auténticos maestros. Y para que podamos hacerlo, te animo a colaborar en proyectos como éste.

lunes, 17 de julio de 2017

La historia real de julio. Podcast: ingeniería genética, CRISPR y otros cuentos.

Saludos a todos. El jueves 29 de junio participé en un evento especial: fui el invitado del día de "El gato de Hubble", un podcast que se emite regularmente dentro de la programación de Radio Gul (una emisora digital alternativa que nace a partir de gente aficionada al software libre en la Universidad Carlos III de Madrid), y en el que cada día se dedican a abordar un tema específico de base científica en función del invitado que han traído -en este caso, debido a mi formación como bioquímico, los tiros iban por allí-. Claro que el programa es un poco especial, porque cuando me contaron que sus referentes son Bill Nye y su programa de divulgación de ciencia para todos los públicos, pero también John Oliver con su sarcástico sentido del humor, me quedó claro que la idea que los fundadores del programa tienen es que uno puede y debe divertirse mientras habla de ciencia y suelta a la vez paridas mentales, un concepto con el que estoy completamente de acuerdo. El programa salió a las mil maravillas (o, al menos, contamos casi todo lo que queríamos contar, y yo me reí mucho mientras tanto), y espero que a vosotros también os guste y aprendáis un poco sobre el tema que tratamos: ingeniería genética y esa técnica tan moderna llamada CRISPR que tiene a todo el mundo revolucionado, entre otras cosas porque es el "boom" más comentado en la ciencia en estos momentos, y también porque, quizás, entre otras cosas, gracias a ella podamos conseguir próximamente un nuevo premio Nobel español. Aquí os dejo el enlace al programa (de una hora y cuarto más o menos), con la promesa de que, si todo el mundo está de acuerdo, es bastante probable que repita en "El gato de Hubble". Por mí, al menos, que no quede. Que tengáis buen podcast y buena ciencia.

lunes, 10 de julio de 2017

El libro de julio: "Dentro del laberinto friki", de Cristina Martínez

¿Se puede convertir una tesis doctoral en un libro, y que este sea divertido? Cristina Martínez ha tratado de demostrarlo y, a fe mía, no le ha salido mal el empeño. Cristina Martínez leyó su tesis en junio de 2014, un texto académico de topotocientas páginas con un título muy largo pero un tema muy sugerente: cómo son los integrantes de la cultura friki (si no sabéis lo que es, os emplazo a enteraros directamente a través del libro), en particular en España. Con el objeto de documentarse para su tesis, la doctoranda se entrevistó con mucha gente y se paseó por numerosos eventos frikis, y a su vez, cuando terminó, había foros que estaban deseando que compartiera sus conclusiones, e individuos que tenían ganas de hincarle el diente a esta radiografía del frikismo, siempre que pudieran encontrar un formato más abordable. Y entre la Editorial Apache y la autora, han hecho este resumen asequible (menos de 300 páginas) para que pueda disfrutarse de su lectura.


Cristina Martínez analiza el mundo friki, en concreto en España, en un tono didáctico, pero al mismo tiempo con perspectiva científica: nos abre el apetito con una introducción histórica, realiza una clasificación de los distintos tipos humanos que pueden hallarse en el entorno friki, y entra en la parte de investigación a partir de una serie de encuestas que ha realizado entre individuos clasificados como frikis y no frikis, para intentar encontrar las diferencias (y semejanzas) que se dan entre ambos colectivos en cuanto a aficiones, formas de entretenimiento, modos de consumo, o maneras de entender conceptos como la amistad, el amor, la ideología política, la sexualidad... De esta manera, a través de tablas y estadísticas (no demasiado complicadas para los no expertos) encontramos los aspectos diferenciales de aquellas personas catalogadas a sí mismos como "frikis", aunque también se desmontan una serie de estereotipos, o se abren cajones con nuevos interrogantes. De todas formas, la cosa no se queda sólo en números y gráficos, sino que a través de una serie de "testimonios de vida", la autora consigue que individuos desconocidos nos abran su corazoncito y lleguemos a empatizar en gran medida con sus actitudes. Dicen que cuando comprendes a alguien de verdad, terminas amándolo (o que sólo cuando le amas le comprendes de verdad), y está claro que Cristina Martínez consigue que "amemos" a alguno de los sujetos de su muestra.

Como en alguna otra ocasión, he de confesar que escribo esta crónica con cierta parcialidad: me he encontrado con Cristina en varias ocasiones, una vestida de un personaje de Terry Pratchett (os dejo averiguar cuál), y en otro evento nos realizó a los allí presentes una pequeña disertación no sobre el tema de la tesis en sí, pero acerca de un asunto paralelo. Cristina tiene la cualidad, en directo, de derrochar una enorme simpatía -la cual no va reñida con una gran profundidad de análisis-, y ambas cosas se transmiten y son capaces de palparse sobre el papel. Así que si os atrevéis, podréis decir que habéis leído por diversión una tesis doctoral y no (como hacemos casi todos) solamente la parte de los agradecimientos -¡aunque sabemos que ésta la vais a mirar también!-. Os dejo a vosotros decidir si le daríais el cum laude.

lunes, 3 de julio de 2017

El relato de julio. Inspiraciencia 2017: "Le falta cebolla"

Saludos. Como algunos sabéis, hace algunas semanas, participé en el certamen de Inspiraciencia, un concurso de relatos de inspiración científica. Aunque no he acabado dentro del grupo de los ganadores (que podéis localizar aquí), os enlazo el relato con el que participé, "Le falta cebolla", por si os interesa echarle un vistazo. Además, os lo copio aquí, para aquellos que prefieran leerlo sin salirse de la página. Espero que os guste, y que os produzca buenas sensaciones:

Le falta cebolla

Contrastaba con su profesión, o tal vez era precisamente a causa de ella, pero el caso es que aquel hombre era aséptico en todo, hasta en el olor. Llevaba una vestimenta tan blanca que la anciana mujer no pudo menos que pensar: “Se le va a manchar enseguida, poco le va durar el traje”. Aunque quizás fuera la prudencia por no deslucir su vestimenta lo que llevaba a aquel hombre a desplazarse con andares mecánicos, como de robot, mientras les dirigía por pasillos de colores apagados, y acababa conduciendo a ambos a una habitación donde un respirador se acoplaba a varias bombonas, cada una de las cuales llevaba aparejado un nivel que subía o bajaba con el movimiento de sucesivas manivelas.

-Hemos elaborado la mezcla con las especificaciones que usted nos realizó –expresó el hombre, tan correcto como insípido-. No obstante, siempre es necesaria una comprobación final para asegurarnos de que todo es correcto. Si tuviera usted la amabilidad de ponerse la máscara…
La anciana cedió la percha, cubierta con un grueso plástico, junto con su contenido, a aquel chico joven, su hijo, quien parecía contemplar su entorno con escepticismo, como si no le convenciera ningún aspecto de aquella circunstancia. La mujer se acercó al respirador y tomó una amplia bocanada de aire. Allí estaba casi todo: el olor a comino, a sudor, a la colonia que se echaba por las mañanas… pero carecía de algo.
-Le falta… -lo que escaseaban para ella, ahora mismo, eran las palabras para explicarlo-… le falta como cebolla.
El hijo de la mujer levantó una ceja. El hombre-robot, en cambio, mantuvo su condición de imperturbabilidad, como de profesional ya habituado a escuchar toda clase de peticiones.
-Bueno –trató de expresarse ella-, en determinadas ocasiones, sobre todo después de que él y yo –allí se ruborizó al mirar a su hijo-… En fin, ya sabe… tenía un olor como a cebollita recién cortada. No sé si puede conseguirse algo como eso…
El hombre asintió quedamente, y empezó a movilizar varias llaves de paso. Se escucharon gorgoteos dentro de los tubos y, más adelante, cómo el gas empezaba a fluir de nuevo hacia el exterior. El hombre invitó a la anciana que se pusiera de nuevo la mascarilla. Hubo una segunda aspiración, y una pausa, y un silencio.
-Mucho mejor… -dijo ella tras la pausa, sin poder reprimir un cierto toque de voz trémulo-. Claro, no es igual –suspiró-, pero… se le parece bastante.
-Por eso viene ahora la siguiente fase –señaló el individuo el camino por donde debían seguir, y les guió hacia una sala que contaba con un sistema de bombonas y tuberías muy similares a las de la habitación anterior, sólo que, esta vez, el tubo en el que todas éstas desembocaban se hallaba conectado con la sala contigua, la cual se encontraba delimitada por una pared de cristal-. Si quieren, pueden ir pasando y disponiéndolo todo.
La mujer abrió entonces la puerta de cristal que permitía acceder a la habitación, cuyo único decorado era un maniquí sobre el que la mujer, con ayuda de su hijo, fue colocando lo que había traído colgado en la percha: camisa, chaqueta, calzoncillos, pantalones. Aquel acto le recordó a la mujer aquellos últimos días en que su marido estaba tan enfermo que no podía ni vestirse solo, y ella le ayudaba a hacerlo. Rememorar aquellos hechos, con el olor de su cónyuge todavía reciente en las fosas nasales, le hizo ponerse nerviosa, y que le costara abrochar los botones. Cuando estuvo lista, un leve parpadeo le advirtió a su hijo de que ya estaba lista. Él agitó la cabeza, como preguntando: “¿De verdad?”. Una nueva caída los ojos le corroboró que sí; que todo estaba más que decidido.
El chico salió.
-El programa está configurado con los parámetros que hemos ajustado antes –proclamó el primer hombre-, y ahora con esta rueda regulamos el flujo del gas. En pocos segundos, su madre estará totalmente envuelta por el aroma de la persona amada. Las ropas y la figura humana ayudan a hacer más completa la experiencia ofrecida por Olfactive Memories, Sociedad Limitada: un placer para los sentidos.
La mujer se abrazó al maniquí mientras aspiraba el aire que penetraba en la habitación. Volvió fugazmente la mirada hacia su hijo. Realizó una seña con la cabeza.
-Lo siento –se disculpó el hijo, mientras empujaba al profesional, y giraba hasta el fondo la rueda que regulaba el paso del aire. El hombre de la compañía gritó:
-¡No haga eso!¡Sustituirá todo el oxígeno de la habitación!¡Su madre no podrá respirar!
La anciana miró al muñeco con ternura en los ojos.
-No pudimos cumplir el sueño de irnos juntos. Pero eso no evitará que, ahora, tú estés aquí.
Ningún procedimiento de la autopsia fue capaz de arrebatarle a la mujer la sonrisa.