domingo, 1 de octubre de 2017

La historia corta (¿o algo más?) de octubre: "Don Quijote de la Butifarra"

Dedicado con todo mi cariño a la gente tolerante, dialogante y amante de la libertad, la igualdad y la fraternidad (y el humor) a uno y otro lado del Ebro. Y si alguno le resulta ofensiva esta pequeña elucubración, que me perdone.

-¡Se acabó!-exclamó el hidalgo, apartando a un lado los numerosos panfletos editados y libros de caballería, que habían terminado por volverle loco-. ¡Estoy harto de escuchar noticias sobre esa maldita Cataluña!¡Cogeré mis armas, y marcharé hasta allí para batirme con quien sea necesario para acabar con esta insensatez!
Y dicho esto, tomó su coraza, su yelmo, su rocín flaco, acarició a su galgo corredor, y salió afuera en dirección hacia su destino, aunque primero tuvo que preguntar a un paisano dónde caía exactamente el rincón de marras que debía dirimir su gloria.
No se olvidó antes de contratar un escudero para la hazaña (un pobre individuo con el que se topó, que se llamaba Sancho Pánchez), y acudir a realizar una promesa protocolaria a la sin par Dulcinea del Toboso, quien, mientras daba de comer a los cerdos, le despedía con un sonoro <<¡Quiá!¿Pero qué 'ice el "chalao" éste?>>.
Largo y tortuoso fue el camino que recorrió el caballero hasta llegar al territorio al que debía hacer frente, pero las desventuras que sufrió no merecen ser narradas como parte de este lance.
Una vez llegó a aquella línea roja que separaba una zona de de otra, dibujada con una pintura que todavía olía a fresca, el caballero se dispuso a trazar un paso por encima del camino, hasta que escuchó un sonido procedente de un lado:
-El peaje.
Del susto el caballo retrocedió un par de pasos, y el caballero volvió la vista altivo hacia aquel que le había hablado. Se encontró a un hombre adornado con un extraño sombrero rojo, situado dentro de una estructura de madera, quien tendía la mano hacia adelante y señalaba un precio apuntado en un cartón.
-¡Oiga usted!-protestó el indignado el caballero-. ¡Soy el insigne Don Quijote de la Mancha, batallador de los siglos, maestro de los ilustres y....!
-Ya, ya, lo que usted quiera. Pero ya le digo, el peaje...
Don Quijote bufó indignado. Durante un segundo estuvo tentado de pasar por encima de aquel hombre, pero el sentimiento del honor tan caballeresco que llevaba dentro le decía que muy honroso no sería situarse por encima de la ley. Maldiciendo lo incómodo de aquella vestimenta, que ni tan siquiera le permitía llevar bolsillos, después de palparse un poco por compromiso, le preguntó a Sancho:
-¿No tendrás tú algo de suelto, amigo mío?
El escudero, muy firmemente, negó con la cabeza a ambos lados. No sabía si lo tenía, pero en todo caso, no pensaba inspeccionar en su zurrón. Se empieza pagándole el transporte al amo, y se termina cediendo en la hora del bocadillo. Y eso sí que no.
-Pero oiga -rogó Don Quijote al hombre del peaje-, es que tengo una misión...
-Pues peaje, o no se pasa -dijo el hombre, con un leve acento del Alto Llobregat.
Alonso Quijano bajó la cabeza con resignación y un cierto enfurruñamiento. Se dio la vuelta y, poco convencido, tomó apesadumbrado el camino de retorno.
-¿Pero qué hacemos, mi amo?-preguntó Sancho Pánchez, incrédulo.
-¿Pues qué va a ser, imbécil?¡Volver a buscar suelto!
Y así fue como terminó el primero de los viajes de Don Quijote para resolver el problema catalán.

¿CONTINUARÁ?¿Y CÓMO?

Edito. Ayer, para publicitar la entrada en las redes sociales, escribía lo siguiente:

"Hoy probablemente sea un día tenso. A algunos no nos han gustado muchas cosas dichas y hechas en los últimos días por parte de dos bandos cuyos extremos parecen haber perdido toda capacidad de escucharse. Quizás de la impotencia que algunos sentimos por no poder hacer nada, de esa incapacidad, surge esta historia hecha con humor, el último recurso que le queda a alguien con las manos atadas. Quizás sea nuestra mejor medicina, y tal vez lo necesitemos más que nunca. Mucha suerte."

Ayer no hubo suerte. Fue un día triste. Y desde hoy, y en el futuro que nos queda, lo que toca es, juntos o separados, reconstruir los puentes que han quedado quebrados. Esperemos que no sea demasiado tarde.

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