lunes, 21 de mayo de 2018

El relato de mayo: "Baja laboral"

Baja laboral.

            -Buenas –dijo la médica.
            -Buenas –respondió la señora, de edad ya madura, nerviosa, tratando de cotillear el expediente que la facultativa tenía entre manos.
            -Veo que usted pidió una baja laboral porque la postura a la que le obliga su trabajo le deja fatal la espalda, ¿no?
            -Es así, doctora.
            -¿Y qué tal andamos de la espalda?
            -Igual, doctora, igual que antes. Me sigue doliendo una barbaridad.
            -Pues por lo que veo –leyó la mujer-, en su puesto laboral dicen que no hay manera de ni de modificar sus funciones, ni tampoco de trasladarla… Así que hasta que no mejore usted del todo, me parece que vamos a tener que prolongar la baja un poquito más…
            La señora adoptó una expresión decepcionada.
            -Verá, la cuestión es que…
            Había un asomo de vacilación en su mirada. Sin embargo, la preocupación derrotó a la vacilación.
-Verá, doctora, yo es que no me puedo permitir estar más de baja. Es que el bolsillo no me da para más…
            La médica enarcó una ceja.
            -Bien, yo sé que ahora, con esta reciente ley, cuando se está de baja no se cobra el sueldo completo, pero a pesar de todo…
            -No, no, no me entiende usted, doctora.
            La paciente dudó un momento antes de proseguir.
            -Verá… -enunció finalmente-. Yo he sido siempre una persona muy activa. Si no trabajo, pues excursión al campo, si no, un viaje, cualquier cosa. Pero claro, ahora que por la baja tengo que estar en mi casa quieta, pues primero me dio por cambiar los fogones de la cocina. Y luego la encimera. Y como el color de la encimera no cuadra con la pintura de la cocina, pues…
            Enorme suspiro.
            -… pues he tenido que pintar la cocina entera.
            La médica la miró de manera muy seria.
            -¿Por dónde van ahora?-inquirió.
            La mujer suspiró azorada.
            -Estamos cambiando los cuartos de los niños, y el mueble de la impresora. Y vamos a comprar una impresora nueva –reprimió un sollozo-. Y un ordenador…
            -Pero sus hijos…
            -Viven fuera de casa. Y ahora, dicen que no se quieren acercar porque están cansados de elegir entre muestras de azulejos.
            -Y su marido, ¿qué opina de todo esto?
            -Mi marido me rehúye porque dice que desde que estoy de baja ya no puede irse con los amigos al bar o dar sus excursiones en bicicleta, sino que se pasa el día en Ikea, en Mundo Hogar…
            La mujer emitió un quejido desesperado.
            -Doctora, de verdad, que yo la baja no me la puedo permitir…
            La doctora la miró muy seria. Revisó una agenda que tenía sobre su mesa.
            -¿Ha pensado alguna vez en redecorar inmuebles ajenos?
            La señora se encogió de hombros. La médica descolgó el auricular del teléfono.
            -¿Oye, cariño? Mira, ¿te acuerdas de lo que hablamos de darle una vuelta al piso? Sí, apunta; el martes… ¿le viene bien el martes?-volvió la cabeza hacia su paciente.
            -Sí, sí –asintió la señora, solícita.
            -… eso, el martes. Pues cariño, cuando llegue…
            A la paciente, los ojos le brillaban con una expresión incontenible de felicidad…

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