lunes, 25 de marzo de 2019

Más historias cortas de marzo: "Yo puta"

¿Yo puta?

            Me llaman puta porque voy de casquivana. Porque creo en el amor libre, y libre es porque todo se lo di. Porque he llevado una gabardina por la calle, sin nada debajo, para sorprender a mi novio. Porque no me importaba meterme en la cama con dos o tres personas a la vez, y hacer toda clase de cosas que se consideran prohibidas. Me llaman puta porque, en ocasiones, por mi voluntad o porque no tuve más remedio, acepté dinero de un hombre a cambio de sexo. ¿Eso es lo peor que podéis llamarme? Está bien, acepto la acepción. Pero consentidme otra cosa: no existe una palabra similar, igual de ofensiva, para él; para el que destroza y secuestra la felicidad de mujeres; para el que vende y esclaviza su futuro; para el que traiciona sus secretos más íntimos, violando o vendiendo su cuerpo o su cerebro, quizás a la vez. El que cuartea y rompe en pedazos el alma de aquella que lo ha entregado todo (sus planes enteros, su mente y su vida) sólo para que, a cambio de ello, él la mire unos pocos segundos, y comparta unas migajas de rosado pastel. Tampoco existe un nombre para ella: la que se mantuvo puritana toda su vida, pero se dedicó a putear las vidas de los demás. La que se dedica a criticar los actos de aquellos (o aquellas) que se vieron abocados a obrar de cierta forma, precisamente por el modo que ella tenía de tratar a los demás. La que machaca a los demás con tal de conseguirlo todo. No, no existen palabras para ellos: las que cortan el pan, los que mueven los hilos. Las que -con sólo apretar un botón- pueden privar de hálito, sin conocerla, a media humanidad. A ellas no les señalan con apelativos hirientes por la calle. Son reconocidos como triunfadores cuyas opiniones dictan lo que hay que pensar. Ellos son los que se dedican a ponerles nombres a todo el mundo; y somos las demás los que aceptamos el juego si usamos dichos nombres para otros, o si nos dejamos nombrar.
            ¿Te atreves a llamarme puta? Hay insultos mucho peores que me podrías denominar…

lunes, 18 de marzo de 2019

Las historias cortas de marzo: sobre el amor.


Sobre el amor

-En la mítica escena del balcón (la última en la que se ven vivos Romeo y Julieta), se pasan un buen rato discutiendo sobre si lo que ha cantado es la alondra o el ruiseñor. El asunto no es baladí, pues según sea el uno o la otra, significa que está más o menos avanzada la mañana y Romeo se debe largar o no, ya que anda en busca y captura por la muerte de Teobaldo. Por supuesto, los puristas me dirán que Romeo y Julieta se confunden porque cada uno desea que cante un bicho u otro en función de sus deseos amorosos; pero viendo los pájaros que trinan en la cabeza de los adolescentes éstos, a mí siempre se me ha ocurrido que si estuvieran menos tiempo enamoriscándose y más estudiando ornitología, no tendrían tantos problemas y lo tendréis más claro. ¿Veis, niños, como hasta para tener amores prohibidos hay que estudiar?

-Uno de los mayores problemas de las relaciones de pareja es que, tras el primer revolcón, ella tal vez ya está pensando en cómo va a quedar el cuadro que acaba de adquirir en la pared del salón, y cómo combinará con los otros muebles. En cambio, a lo mejor, él divaga sobre qué forma debe darte a este cuarto para que encaje en el resto de la estructura de la casa, o medita en cambio cuál es el procedimiento para llamar al ayuntamiento a retirar esa usada silla que tiene al lado, que ya se ha quedado obsoleta.

-En la mayor parte de las historias de ficción, la malvada se caracteriza por una promiscuidad sexual intolerable para la moral de nuestra época. Sin embargo, la inmensa mayoría de las personas que he conocido (hombres y mujeres) que más han hecho sufrir a sus semejantes, eran individuos que copulaban poco, o estrictamente monógamos.

-En las historias clásicas, al principio, un joven era seducido por una malvada hechicera. Después, pasamos a la fase en que la ingenua muchacha es engañada por un bribón que la deja embarazada. Conociendo lo que hoy sabemos sobre cómo evolucionan ciertas historias, me pregunto cuántas de estas chicas (doncellas, camareras, lavanderas de río) fueron en realidad forzadas mientras sus padres les regañaban por la pérdida de su honra y su virtud.

-Esto me lo dijo una vez alguien enamorada de mí: “No, mi amor por ti no es una prioridad. Prioridad sería si pensara en ella. Para mí es como la columna de una casa: está bien que esté allí, la sostiene, pero sólo pensaré realmente en ella cuando no esté”.

-Una vez le pregunté a una de mis musas cuándo había visto el amor desinteresado en los ojos de otro. Esto fue lo que me contestó:

A R*, cuando le amamantaba. A D* cuando habla de su primo B*. A S* y L* cuando se refugiaban en mí del ruido, mucho ruido. A X, mi primer amor y a Y, el último. A mi amigo P* cuando se moría de sida y juraba ser mi ángel. A mi abuela en su tercera trombosis cuando ya sólo movía los ojos y con un par de dedos me acariciaba el pelo. A mis amigos, que siempre están ahí, empujándome si me detengo, levantándome cuando me caigo y haciendo muro para que nunca retroceda. Al tio A* cuando me hablaba en el asilo de la tia P* y la abuela. A la tia M* -que no es mi tia- cuando me cuenta de tio V* -que no es mi tio. A mi vecina, la señora J* cuando sale a pasear con T*, su marido, que tiene Alzheimer, al parque a tomar el sol. A la dos hermanas que me encontraba en Balaídos en los partidos del Celta con su hermana peque con un problema cerebral en una sillita llena de tubos, ella tan poquita cosa y retorcidita, a S* y su perro G*, a mi amiga I* cuando habla de su mami, a Manolo García cuando en los conciertos se lleva su mano derecha al corazón y nos sopla un beso arterial, en el campo cuando besan al cielo y le dedican un gol a un padre, un hijo, una novia...en ese minuto de siléncio que todos compartimos con el alma tras un atentado o un desastre natural, o un accidente... al amor con el que todos los artistas hacen su trabajo...Coixet, Iñarritu... a los músicos cuando les posee el arte el alma, a Salinas, Quevedo, Hernández, González, Benedetti... A Bardem dedicándole el oscar a su papi, a su mami... a todos los que agradecen y admiran... A R* cuando habla de su abuela, a C* y a S* cuando les veo juntos, a J* y K* y a su peque, a P* y su novio, a P* cuando habla de sus hijos, a N* cuando habla de L*, su perro, a R* cuando habla de su abuelo o su sobri, a L* cuando habla de K*, a P* cuando lo hace de A* o su hija, a M* cuando se le cae la baba con L*, y he visto el amor en ti cuando hablas de las cosas que amas, de esas pelis pequeñitas llenas de Gigantes, de lo orgulloso que estas de tus amigos, de lo que quieres a tu hermana... o de lo que amas a C* -es queeee, jajajajajajajaj alguien tenía que decirlo.... sorry!- y he visto el amor en M*, en lo enamorado que está de ella, en lo que amó a la musa de Míguel Ríos, o de cómo se llevó hace dos años a su amigo P* a la Puerta del Sol a brindar con mandarinas...y lo que ama a sus dos sirenitas... Todo eso y más he visto... También he visto el amor en los indignados de todo el mundo, en las personas altruistas que como la sangre acudieron a mi pueblo cuando se lo devoraron las llamas y el chapapote, en los voluntarios de todo el mundo y de todas las asociaciones que luchan por un mundo mejor para todos, con el débil... contra el fuerte... También he visto el amor en ese desconocido que se paró a ayudarme a recoger los paquetes, el que me ayudó a empujar el coche...y bueno, no sé... en fin... si me acuerdo de algo más te cuento, ¿vale?
… Somos más, ¿sabes?...


lunes, 11 de marzo de 2019

La serie de marzo: "Press"



Nos encantan las buenas historias de periodistas. Incluso ahora que el periodismo anda tan en descrédito. Quizás por eso incluso más. Porque ahora que vemos a tantos llamados "periodistas" que siguen al dedillo la agenda de los poderes políticos y fácticos, que publican noticias falsas, que sólo buscan el clickbait, nos volvemos hacia los viejos referentes de lo que esa idolatrada profesión debería ser. Y la serie de televisión británica Press ha venido a llenar ese vacío.

Press (con seis capítulos de una hora de duración) parte de los dos ángulos opuestos, dos formas de enfocar las noticias. Una es la del clásico, riguroso, combativo The Herald, de componentes con ética periodística intachable, que recuerdan en cierta medida a los protagonistas de The Newsroom, otra serie ya mítica sobre el periodismo, aunque en este caso los personajes no tienen la necesidad (disculpable, por el otro lado, en los brillantes diálogos de Sorkin) de arreglar el planeta con cada discurso, aunque sí que aprovechan para introducir muy buenas reflexiones sobre el mundo que les toca lidiar. Y, por el otro, tenemos The Post, un tabloide británico de la peor calaña, liderado por su director (un villano como hacía tiempo que no veíamos, interpretado por Ben Chaplin), el cual sólo piensa en las ventas, sin importarle qué normas puede quebrar, ni a cuánta gente destruir con cada uno de sus actos. Por supuesto, esto es la vida real: mientras que para los periodistas de "The Herald" (buenos, muy buenos, demasiado incluso) las pasan canutas para conseguir sus objetivos, para los de "The Post" todo es más sencillo, aunque son conscientes de que corren el riesgo de perder el alma con cada uno de sus pasos. Por supuesto, como en buena serie que se precia, el eje central pivota alrededor de los personajes, y por tanto sus preocupaciones personales son tan importantes como las noticias que tienen que manejar.

La serie aprovecha las exclusivas periodísticas por las que pugnan los reporteros para discutir sobre los endémicos males del periodismo: tanto los viejos (la influencia de los políticos y las multinacionales, bien a través de presiones o mediante el discutible papel de los anunciantes), como los nuevos. En este sentido, resulta muy representativa la idea que los integrantes de los distintos periódicos reciben acerca del uso de las nuevas tecnologías: mientras que a una bisoña periodista de "The Herald" le dejan claro que no todo son mails y redes sociales y que de vez en cuando toca gastar las suelas como en los viejos tiempos, en "The Post", cuando buscan desprestigiar a alguien por motivos más que turbios, se ponen a rebuscar entre la basura de sus viejos tuits. ¿Les suenan estos debates en nuestros días? Ahora imagínense las mismas escenas en las sedes de eldiario.es y OKDiario. O en algún periódico del quiosco que ha ido perdiendo lustre con cada portada, sin ir más lejos.

Desde luego, uno podría pensar que (como en Spotlight, como en la película de Spielberg The Post) es la nostalgia la que invade esta serie, acerca de una edad de oro del periodismo que ya no existe, y al ver la secuencia de una imprenta funcionando en su mágico estilo ("a quién le importa la edición impresa, si nadie la lee", le insinúa una abogada a la directora de "The Herald", quien le devuelve una mirada fulminante), cabría pensar que es así. Sin embargo, Press también reparte estopa a las viejas generaciones, desde su demasiado flexible actitud hacia las mujeres hasta su también excesivamente flexible manejo de la verdad (en ese sentido, la sombra de Kapuscinski y la discusión en torno a su figura se muestra tremendamente alargada; hasta el periodista que sirve para representar a su alter ego se parece a él).

Sin embargo, más allá de los debates sobre el periodismo (¿edición digital o impresa?; ¿gratuidad o suscripción?; ¿sobre qué asuntos se pone el foco y cómo?; ¿qué noticias se pueden o deben publicar, o dejar en cambio en el cajón?), como en toda buena serie, repetimos, la clave está en los personajes. En reporteros comprometidos, en otros que han perdido el rumbo, en magnates de la política o las finanzas, o el director del tabloide, tan despiadado como impredecible y poliédrico, uno de los caracteres que llevan el peso de la trama capítulo a capítulo, y sin duda uno de los motivos principales para ver esta serie. Aunque existen unos cuentos más.

La serie Press emite su primera temporada, y está disponible al completo, en Filmin.

viernes, 1 de marzo de 2019

La historia real de marzo: "Una fiesta en un cementerio"

Con motivo de un concurso que organiza World Nomads acerca de la literatura de viajes, he aprovechado para contar esta curiosa historia sobre mi visita a un cementerio habitado en la ciudad de Manila. A pesar de estar escrita en inglés y que en parte ya la narramos, de otra manera, en esta otra entrada, creo que este nuevo relato aporta un punto de vista diferente, del que espero que disfrutéis. Podéis encontrar mi descripción de la anécdota aquí y, si os gusta (como todo lo que os regalo/entrego) compartirlo en el boca a boca o en redes sociales. Un saludo, y felices viajes.