lunes, 22 de julio de 2019

El relato de julio. Cuentos fantásticos (IX): "Mi sermón de la montaña".

Mi sermón de la montaña

            La vida no se acuerda de los personajes que desaparecen.

            O eso me dije a mí mismo cuando, al dar un paso en dirección hacia adelante, desaparecí (como en aquella primera novela de Asimov) en mitad de las calles de Manhattan, cuando salía de mi trabajo en Wall Street en dirección a la casa de mi amigo el rabino, con el objetivo de asesorarme un poco sobre la compatibilidad de ser judío y negociar ardientemente en bolsa. Pero desaparecí, y como no tenía familia, ni muchos amigos, supongo que nadie me echó demasiado de menos. Quizá publicaron mi necrológica, quizá no. Nunca me enteré.

            En todo caso, cuando terminé de dar ese paso hacia… ¿adelante?, estaba en otro mundo. O al menos, en otro lado del antiguo. En mitad del desierto, un desierto de roca y piedra, rodeado de riscos y de agrestes montañas, en medio de ninguna parte, con mi pulcro traje de Armani, y unos zapatos que, a cada paso iban tiñéndose cada vez más de polvo. En aquel momento, no hallé nada que me diera ninguna pista sobre dónde había aterrizado. El acceso hacia las zonas inferiores de la montaña se encontraba interrumpido por lo que parecían recientes aludes de piedras, y lo único que me encontré digno de mención en medio de aquel páramo –aunque sí que era destacable, desde luego-, fue un esqueleto cubierto por unas extrañas ropas, que me recordaban a imágenes retenidas en mi infancia pero que no llegaba del todo a identificar. No importaba: mi traje no servía de mucho en estas condiciones tan inhóspitas, y las ropas en cambio estaban mucho mejor adaptadas al desierto, así que me las puse, y simplemente esperé.

            Pasaron los días, y después, los meses. Me alimenté de lo que pude: insectos que conseguía cazar por entre las rocas, lagartos que se tumbaban despreocupados al sol, y algún pequeño mamífero, las menos veces, que se atreviera a pasarse por aquí. No es que fuera el alimento más suculento, y al que más estuviera habituado en las celebraciones después de un triunfo en la bolsa, pero a todo se tiene que adaptar uno. Y puedo decirlo, sí, con orgullo, sobreviví. Durante todo aquel tiempo -en el que me creció la barba, se hizo grisácea y cana-, durante todos esos años, sin poder salir de mi encierro, nada más que dando vueltas inútilmente por la meseta, y preguntándole al cielo por qué me hacía esto, no hice otra cosa salvo lo que es esencial para el hombre: simplemente, vivir.

            Hasta que un día, sin más, cuando me levanté, ya no había aludes de piedra. Los pasos estaban despejados, suaves y hasta cómodos para mi confortable caminar. El esqueleto, asimismo, había desaparecido, aunque permanecían sus ropas, las que yo llevaba puestas, en contraste con mi traje y mis mocasines de lujo, los cuales se habían volatilizado como el aire. Pero curiosamente, había aparecido una cosa: dos inscripciones de piedra.

            Sin saber qué era lo que podía serme útil allí abajo, las tomé y mis manos y bajé. Durante más de dos horas, a lo largo de ese inmenso monte, descendí.

            Y cuando llegué hasta abajo, les contemplé a todos. A esa multitud anhelante, expectante, peleándose entre ellos, la que aguardaba mi regreso, la que quería volver a verme.

            Y entonces lo entendí. Entendí cómo era posible que hubiera hombres que se pasaran cuarenta días y cuarenta noches sobre un lago; comprendí que carros de fuego bajaran y se llevaran volando a individuos que había cumplido su función. Asumí cómo determinada gente puede pasarse años en las montañas; tuve una revelación acerca de por qué todas las revelaciones tienen lugar en lo alto de una mopntaña.

            Y una vez allí, ¿qué debía hacer? No podía obrar de otra forma. No tenía más remedio. Puse en marcha todos los recuerdos de mis conversaciones con mi amigo el rabino, que ahora, de ser capaz de mirarme, se sonreiría.
           
            Bajé el pie a tierra, y les recité las Tablas de la Ley.

lunes, 15 de julio de 2019

La historia real de julio: El tributo de las tres vacas

Dicen que cuando existe una costumbre que se repite desde hace mucho tiempo y nadie se explica por qué, la mejor forma de defenderla se resume en el incontrovertible "es la tradición". La palabra mágica se utiliza para prácticamente cualquier cosa, y también sirve de argumentación para los fenómenos más peregrinos, y entre otros la sorprendente ceremonia del "tributo de las tres vacas" que se celebra entre los valles del Roncal en Navarra y el de Baretous al otro lado de la frontera francesa.

El acuerdo en cuestión consiste en lo siguiente: los representantes de ambos valles (los alcaldes de los distintos pueblos implicados), vestidos con sus trajes ceremoniales, se reúnen el 13 de julio en un collado fronterizo. Allí, se consagra la entrega de tres vacas por parte de los habitantes de Baretous a los del Roncal. Las tres vacas no pueden ser unas cualesquiera: deben tener dos años, poseer el mismo pelaje y cornaje, y no sufrir tacha ni lesión alguna. Después de la inspección de las vacas, una serie de actos protocolarios y el registro de que la entrega se ha efectuado correctamente, se celebra una comida de hermandad entre los asistentes, que incluye con frecuencia la clásica receta de cordero al chilindrón. Después, todo el mundo vuelve a su casa hasta el año siguiente para que se vuelva a festejar.

El acto se realiza, como mínimo, desde el año 1375 (hay constancia de que se celebraba anteriormente, aunque no se sabe desde cuándo), y desde entonces han cambiado unas cuantas cosas: la piedra original donde se reunían se perdió -en su lugar, se congregan en un mojón kilométrico de la carretera que une ambos valles-; en las celebraciones actuales no se entregan las vacas (las cuales vuelven a su redil), sino que se proporciona el equivalente económico como sustituto; y, en nuestro siglo, al ceremonial acuden miles de personas a contemplarlo, ya que se ha hecho popular y desde 2011 el gobierno de Navarra lo ha declarado como Bien de Interés Cultural Inmaterial. Pero, en lo esencial, la tradición se sigue manteniendo, como es pertinente, básicamente igual.

Se desconoce cuándo se inició este acto (algunos dicen que desde el siglo IX), ni tampoco se está seguro del porqué. Los historiadores insisten en que, a pesar del nombre, no se trata de un tributo porque un valle se considere superior al otro, sino que se hace entre dos comunidades en pie de igualdad. Se sospecha que, posiblemente, cuando se repartieron las épocas del año en que los ganados de ambos valles podían acceder a los pastos y fuentes de aquellas regiones fronterizas, se estableció que las fechas en los que los franceses tenían acceso a los mismos producían mayor rendimiento económico, de tal manera que el pago de las vacas debía servir para equilibrar la balanza y que el trato fuera justo. De todos modos, no todo el mundo había de estar a gusto con el acuerdo, pues se registraron incidentes violentos (hasta con muertos) en 1321, 1335 y, sobre todo, en 1373, siendo estos últimos los que provocaron que el acuerdo tuviera que ponerse por escrito en el tratado que ha servido de base (con adaptaciones y reescrituras a causa de incidentes variados) desde entonces. Los acontecimientos de aquel aciago año de 1373, envueltos en la bruma de la leyenda, supuestamente ocurrieron como sigue: dos pastores de valles opuestos (los nombraremos como del lado español y francés, a pesar de que por aquel entonces ninguno de los dos estados existían) se encontraron en una de las fuentes de disputa y, como consecuencia de una discusión en la que se enzarzaron, el navarro mató al galo. El primo del fallecido organizó una batida de búsqueda en la que no encontraron al asesino, pero sí a su mujer, quien estaba embarazada y a la que mataron. Se cuenta entonces que el navarro montó una expedición de castigo que llegó a la casa de quien había ordenado la muerte de su esposa, y allí liquidaron a todos los presentes salvo a una mujer con un niño en brazos. Alguien debió de salvarse pues acudió al lado francés, desde donde se orquestó un nuevo ataque que costó veinticinco muertos. Así, la tensión fue in crescendo hasta que se llegó al punto de la batalla campal, cifrándose la confrontación en aquella última contienda en 53 roncalenses muertos por doscientos baretanos. Entonces, los nobles que eran dueños de ambos valles decidieron intervenir y sellar la paz mediante una descripción pormenorizada de los detalles del acuerdo, que fue de hecho matizado y modificado durante los años siguientes. En ese sentido, algunos historiadores se horrorizan con la idea de que el trato se firmara como una especie de pago en compensación por los asesinatos que tuvieron lugar en aquellos días (como hemos dicho, es más probable que fuera una magra compensación por la asimétrica división en el uso de las fuentes y pastos), pero sí que es verdad que bajo el acuerdo subyace un compromiso por el cual la paz entre ambos valles es mucho más importante que cualquier compensación económica con la que se esté de acuerdo o no que deba pagarse. De hecho, durante la ceremonia, los alcaldes de ambos valles van apoyando alternativamente las manos (un alcalde navarro, uno francés) sobre la piedra sobre la que se realiza el juramento -en los tiempos modernos, un mojón kilométrico- y, al final, el último de ellos realiza la invocación: "Paz en adelante", indicando la concordia que debe existir entre ambos valles.

Desde entonces, la ceremonia se ha venido celebrando casi ininterrumpidamente, con algunas excepciones destacadas. Algunas han sido hasta cierto punto surrealistas, refiriéndose sobre todo a detalles sobre si las vacas que se donaban se hallaban en buen estado (tanto en cuanto a pelaje, cornamenta, etc...). Otras tenían que ver con el texto concreto que certificaba la legalidad de la tradición ya que, como hemos mencionado, los documentos originales se fueron perdiendo y reponiendo a causa de avatares varios, incluyendo incendios. En algún caso, alguno de los valles se declaraba en desacuerdo con el tratado y realizaba incursiones por su cuenta para robar varias cabezas de ganado. La declaración de ciertas guerras entre Francia y España podía inducir a retrasos o incidentes en la ceremonia, pero en otros casos se consideró que tales conflictos no afectaban a la relación entre los valles, y el acto se desarrolló con normalidad. Se registraron quejas acerca de la presencia o no de hombres armados durante el pago del tributo, y hubo momentos de tensión, en los que los negociadores de ambos bandos tuvieron que colocarse "a más de la distancia de un tiro de arcabuz" -a menos distancia, se corrían riesgos innecesarios-. En el siglo XIX, los franceses intentaron que, en lugar de las vacas, el tributo se satisficiera con dinero (hecho que se había producido de manera puntual en años previos), pero no se consiguió, y varios periódicos franceses, entre ellos Le Figaro, se dedicaron a pintar la ceremonia como "un extraño ceremonial antifrancés", exagerándolo para destacar la sumisión que, según ellos, los del lado galo debían mostrar frente a los españoles. Aún así, la ceremonia se mantuvo y sólo se consignó una breve interrupción durante la Segunda Guerra Mundial porque los alemanes no querían que los franceses aprovecharan la ocasión para escapar del país. Como compensación, los años siguientes los franceses entregaron una res más por año a los navarros, hasta compensar el número que faltaba.

Hoy en día, la celebración se sigue realizando: antes, los alcaldes de ambos valles tenían que ejecutar un fatigoso esfuerzo para llegar a la alta zona montañosa donde se produce el intercambio, mientras que ahora una carretera (construida gracias a la hermandad entre los dos valles y sin apenas contribución de la Diputación de Navarra, protesta la Wikipedia) les conduce sin apenas incidencias para que la ceremonia transcurra en tan sólo unos minutos. Sin embargo, se mantiene no sólo como una simpática anécdota o una excusa para hacer turismo por el bello Pirineo sino, sobre todo, como el recordatorio de que la paz entre los pueblos se sostiene gracias a la sólida intención de los mismos de que no cambie este estado. En ese sentido, quizás lo de menos sean las vacas.

lunes, 8 de julio de 2019

Los libros y las películas de julio: formas de entender la guerra. Un recorrido a través del lado oscuro del siglo XX

La guerra es, probablemente, la peor de las consecuencias posibles. Y, a su vez, es la causa de derivaciones  más terribles aún. De entre las pocas que resultan positivas, tenemos la posibilidad de que el arte halle su hueco para contarnos a su manera el horror, normalmente con la ambición de que no volvamos a repetirlo (casi siempre, no lo conseguimos). El siglo XX, por otro lado, fue nefasto en cuanto a historia bélica se refiere. De hecho, una forma de relatarlo de manera coherente es precisamente a partir de sus guerras. Ésta es una lista no exhaustiva sobre algunas de las contiendas más destacadas del siglo XX y algunos libros o películas que tratan sobre ellas. Sin duda os vendrán a la mente "El gran dictador" u otras grandes ficciones, pero intentaremos tirar de títulos menos conocidos para que os puedan servir de recomendación. Esperemos que de ellas saquéis algo positivo... entre otros, el mayor deseo de defender la paz imaginable .

-Primera Guerra Mundial: Habría muchas posibles candidatas. Desde las clásicas cintas "Senderos de gloria" de Kubrick, o "Johnny cogió su fusil" guionizada por Dalton Trumbo, a las modernas "Largo domingo de noviazgo" de Jean Pierre Jeunet (como película) o "Almas grises", de Philip Claudel (como novela). Pero como, en esta recopilación, quiero que primen poco aquellos puntos de vista que ya os habrán repetido en otras ocasiones, yo os recomiendo que le echéis un ojo al capítulo de "El sueño de África", de Javier Reverte, donde se describe cómo se desarrolló la Primera Guerra Mundial en el territorio de Kenia, y en concreto el papel que von Lettow jugó en ese escenario.

-Guerra civil española: Como también habéis visto y leído mucho sobre este tema, para salirnos de la norma mencionaré una película que entremezcla la contienda con tintes fantásticos (y no es "El laberinto de fauno" de Del Toro, aunque a muchos también nos encantó). Se trata de "El bosque" (2012), una pequeña producción catalana que se centra en un pueblo del Bajo Aragón ocupado por los anarquistas, y en el cual una pareja que apoya al bando nacional vuelve la vista hacia un bosque de su propiedad donde, desde hace muchos años, brillan unas extrañas luces que dicen que constituyen la puerta a otro mundo... Una historia pequeña -pero con mensaje- ayuda a veces a comprender mejor el gran drama.

-Segunda Guerra Mundial: También buscando lo menos trillado, y en relación con el conflicto anterior, "Los surcos del azar", novela gráfica del siempre oportuno Paco Roca, relata las andanzas de unos cuantos republicanos españoles que, después de huir del país, acaban por formar "La nueve", una agrupación de soldados de diversas naciones (aunque en su mayoría de origen ibérico) que acaba por asumir un papel clave en la liberación de París por parte del ejército aliado. También en el ámbito del cómic, la ya clásica "Maus" transita por un terreno tan explorado como el holocausto judío, aunque con la aproximación -no es el punto más original, quizás lo sean más la madurez y falta de maniqueísmo de los personajes- de emplear a ratones y gatos como protagonistas.

-La guerra fría: pocos conflictos sin armas (aunque con muchas contiendas colaterales alrededor) han dado para tantas historias. En algunos casos con meros fines propagandísticos -la supuesta supremacía de un bando respecto a otro-, aunque en otras ocasiones los autores han aprovechado el telón de acero como simple escenario para ahondar sobre las motivaciones y pasiones humanas. "El tercer hombre", "Las sandalias del pescador", "La vida de los otros", "Teléfono rojo, volamos hacia Moscú", "Goodbye Lenin", "Juegos de guerra", "El gigante de hierro" o las novelas de John Le Carré y de Graham Greene son grandes títulos. Yo en este caso querría recomendar una película que considero infravalorada, una "1, 2, 3" de Billy Wilder que juega con la comedia alrededor de un Berlín a punto de levantar el muro (de hecho, andaba en proceso de edificación durante el rodaje de la película), riéndose de los bandos ruso, americano y nazi a partes iguales.

-Vietnam y Corea: resulta difícil nombrar títulos que no le suenen al lector/espectador sobre guerras de las que se ha hablado tanto. Quizás, unos pocos nombres: "Good morning Vietnam" (aunque conocida, no puedo evitarlo, y menos ahora que echamos tanto de menos a Robin Williams), "The war" (una película alegórica protagonizada por Kevin Costner y Elijah Wood) y, no por conocido menos incomprendido, el libro original en el que se basó la saga de Rambo, "Acorralado", con un personaje más poliédrico y unos conflictos mucho más soterrados de lo que reflejan las películas. Por supuesto, casi imposible encontrar en un idioma razonable una visión de la guerra desde el punto de vista vietnamita (quienes lo contemplan como una revolución popular contra un ejército de ocupación extranjero, primero francés y luego estadounidense). De Corea, la tronchante "M.A.S.H" sigue siendo la referencia fundamental para casi todo el mundo.

-Las guerras de descolonización: Después de dos guerras mundiales, los países occidentales no tenían fuerzas para seguir reteniendo a sus colonias. Algunas de éstas se alinean con el bloque comunista, otras con el bando capitalista, muchas se desgarran en sangrientas guerras civiles, sufren los mismos problemas con los que convivían durante la colonización, o se convierten en países no alineados con ninguno de los grandes bandos, en el nacimiento del denominado "tercer mundo". Algunos de estos procesos se desarrollaron de manera pacífica, y otros en cambio con gran sufrimiento y conflicto. En este caso destaca más la labor del periodista que del autor de ficción, incluso en obras que tratan de expresarlo de la forma más novelada posible. "La batalla de Argel" es una película casi documental sobre el tema, y el reportero polaco Ryszard Kapuscinski entremezcla literatura con realidad en sus obras ambientadas en buena parte del globo. Entre otras, "Un día más con vida", un libro sobre el proceso de independencia de Angola, recientemente adaptado a la gran pantalla por una producción española que mezcla animación con imágenes y entrevistas reales, y que logra resucitar parte del espíritu que el periodista conseguía hacer emanar de sus textos.

-Guerra de Ifni: A esta guerra habría que hacerle publicidad aunque sólo sea porque no se la conoce. Porque si la guerra tiene lugar en África, participa en ella la dictadura del general Franco, y los españoles no jugamos un papel excesivamente decente, lo más normal es que en su época nadie quiera decir demasiado sobre el asunto, y que más tarde sea difícil acordarse porque no existe nada sobre lo que se pueda olvidar. Por eso es complicado hallar novelas sobre este período, pero como una luz en medio de la noche tenemos "Todos los buenos soldados", de David Torres, un descarnado y lúcido relato que aporta su originalidad en emplear al humorista Miguel Gila como uno de los protagonistas, en calidad de cómico forzoso que la dictadura de Franco ha mandado a África a entretener a los soldados. A partir de allí, el humor negro de Gila (un tipo, no olvidemos, que conseguía que la gente se riera con lo más macabro de la guerra) impregna buena parte del paisaje, pero Torres introduce también unos cuantos personajes que lograrán manifestar las distintas visiones del hombre ante la conflagración.

-El siglo se despide como empezó: Dicen que el siglo XX comenzó con la Primera Guerra Mundial y terminó con el 11-S, pero antes de ambos sucesos, una sensación de falsa paz -de guerra inminente- lo invade todo, con la sensación de que el conflicto puede estallar en cualquier momento, siendo conscientes además (sobre todo a posteriori, aprendida la experiencia) que éste será caótico, arbitrario e inútil. Las guerras de Yugoslavia y Ruanda (relatadas, entre otros, por el libro "Territorio Comanche" de Pérez Reverte, y por la película "Hotel Rwanda") terminaron de conformar una visión escéptica respecto al futuro, que quizás se contemple mejor a través de "La sal de la tierra", un documental de Wim Wenders sobre el fotógrafo Sebastiao Salgado y su recorrido vital a través de la fotografía, desde las duras condiciones del trabajo de los mineros del Amazonas hasta algunas de las más salvajes contiendas del siglo XX, llegando finalmente a un momento en que el fotógrafo se refugia en la fotografía de naturaleza y del medio ambiente, el último reducto contra el que el hombre ha declarado otra guerra. Esperemos que ésta, por nuestro bien, termine en un acuerdo de paz que no nos conduzca a todos al silencio de los cementerios que suele seguir cuando el sonido de las armas ha dejado de sonar.

lunes, 1 de julio de 2019

La historia corta de julio: "Pregunta"

Pregunta

            Fue un suceso extraño. Caminábamos tranquilamente por la calle cuando un pareja de vagabundos, un chico y una chica relativamente jóvenes, cubiertos por sus mantas tan escocesas como ajadas, nos abordaron:
        -Oye… perdonad… No os queremos pedir nada, sólo… bueno, una pregunta –empezó el hombre, y focalizó entonces su mirada sobre mi chica-. ¿Tú, cuando estás enamorada, crees que tienes que recibir algo a cambio?
              Mi chica no es muy de emitir frases tajantes, salvo cuando quiere categóricamente emitir frases tajantes. Además, la habían pillado a traspiés, de sobresalto. Aún así, se tomó unos segundos para reflexionar y respondió, al fin, con un contundente y definitivo:
                -No.
                A lo que el mendigo se volvió hacia su compañera y le espetó:
                -¿Lo ves?