"Ha entrado una chica de
unos ventitantos, con mallas blancas con topos leopardinos negros, playeras de
saldo, chaqueta roñosa, rastas un
estuche grande verde apagado y deshilachado,
Y ha dejado el estuche en el suelo, lo ha
abierto, ha sacado un violín, ha tirado dentro su bolso de punto arcoiris, tan
alternativo-punk, y se ha puesto a tocar
una maravilla (yo, que no tengo oido, diría virtuosa) durante al menos 4 estaciones; el vagón
en silencio; las señoras que la habían mirado despectivas al entrar, pasmadas.
Ha parado, se ha llevado unas cuantas
propinas, y ha reanudado la canción hasta llegar a la siguiente estación,
siendo despedida con un aplauso"
Esta es casi una fábula de Esopo, con moraleja incluida...
ResponderEliminarY la de cientos de historias más que habrá, tengo ganas de leer la próxima!
Sólo con ir con los ojos abiertos de cuando en cuando, en vez de absortos en micromundos tecnológicos, se descubren cosas impresionantes...
Una vez se subió, en una parada del centro, un joven sólo discutiendo a gritos lo que parecía una conversación amorosa con su mano enredada en pelo y oreja...en pocos minutos todo el bus estaba pendiente de sus palabras, gestos, arrebatos e información que nos iba regalando hasta hacer salibar la boca y perplejar los ojos ... al llegar a Pizarro bajó su mano pulsó el timbre y se bajó. No había móvil ni pinganillo...ni siquiera un tornillo...yo creo que hace tiempo que los perdió en otra parada.
ResponderEliminarY recuerdo que de muy peke, yo iba en el colo de mami, ví a un chico con la cara toda inflamada y del color del vino... muy deformada...y recuerdo sus ojos tristes. Muchas veces lo recuerdo.
ResponderEliminarY otra vez me crucé con un bus y en la última fila iba mi tio Valentín después de muerto...pero él no me vió.