He leído hace poco "Vida de las musas", de Francine Prose; un libro muy estimulante en el que se detallan algunas de las relaciones más sugerentes entre artistas y sus musas a lo largo de los últimos siglos. El texto, aunque realiza una breve introducción general al concepto de "musa", se centra especialmente en nueve parejas, un número escogido seguramente porque nueve fueron las musas de la antigüedad. De ellas, me han resultado particularmente enriquecedores las informaciones acerca de las parejas Alice Liddell-Lewis Carroll (la musa y el autor, respectivamente, de "Alicia en el país de las maravillas" y "Alicia a través del espejo"; de hecho, en mi opinión, la historia entre Carroll y la Alicia de verdad tiene más jugo que los propios libros), el dúo Lizzie Siddal-Gabriel Dante-Rosetti, y los sucesivos encuentros de Lou-Andreas Salomé con Nietzsche, Paul Reé y Sigmund Freud. Sin embargo, el libro también se centra en la musa del baile Suzanne Farrell, en la musa y fotógrafa Lee Miller, en Hester Thrale, en Charis Weston, Gala Dalí o la famosa Yoko Ono, por si alguno se encuentra interesado. No obstante, he de confesar que algo me fallaba en este libro y es que, del inmenso número de musas que hay disponibles (por tanto, entiendo la dificultad de hacer una selección), algunas ausencias me resultaban especialmente dolorosas. Éstas que nombro a continuación son las que me parecen más llamativas, y que sirven de homenaje a las musas del mundo, una figura sin la cual (y esto lo digo también en mi experiencia personal como escritor) lo que los autores elucubramos sería mucho más aburrido. Dedicado a mi musa actual -sin quien no me vendrían a la mente las más delirantes de mis ideas, muchas de las cuales son directamente suyas-, algunos artistas y musas que creo que merecen ser destacados y, como mínimo, brevemente expuesto/as:
- Dante Alghieri y (suspiro) Beatriz: arquetipo por excelencia de los binomios artista-musa, el libro de Francine Prose les menciona, aunque no hace especial hincapié en sus biografías. Dante conoce a Beatriz cuando ambos tienen nueve años, y aunque no llega a hablar con ella, se enamora perdidamente, idealizándola y haciéndola objeto de toda su poesía. A pesar de no llegar a conocerla en profundidad, su temprana muerte a los veinticuatro años le sume en una profunda angustia y dolor. Se convirtió en el ejemplo perfecto de amor platónico, inmortalizado para siempre por la inclusión de Beatriz en la Divina Comedia de Dante, una obra tan significativa en Italia que el toscano (el dialecto en el que fue escrita) se convirtió en la forma canónica de la lengua italiana porque éste era el único libro que podían presumir de leer todos.
- Kiki de Montparnasse: Francine Prose toca su figura al hablar de Man Ray, pero elige a Lee Miller como la musa que desarrollar al mencionar a este último (bien se sabe que tanto las musas como los artistas pueden cambiar a lo largo de la vida, y más cuando se trata de almas y corazones bohemios y está relacionado también con eventos románticos). Este hecho se debe seguramente a que Prose pretende utilizar cada ejemplo concreto para mostrar un subtipo particular de musa, y en el caso de Miller, se trata del arquetipo perfecto de fuente de inspiración que luego asimismo se convierte en artista y es capaz en muchos aspectos de superar al individuo al que inicialmente estimuló a crear (y las andanzas de Miller, desde luego, dan para toda una historia). No obstante, es curioso constatar que la obra más conocida del fotógrafo y pintor Man Ray se basó precisamente en Kiki (imagen de abajo, extraída de aquí), sobrenombre para la mujer que vino el mundo siendo conocida originariamente como Alice Prin. Kiki fue la exponente más visible del activo foco cultural de entreguerras localizado en el barrio de Montparnasse en París, exponiendo su cuerpo y su ingenio a artistas bohemios y en su mayoría muertos de hambre como Modigliani o Chagall, o a estrellas de renombre como el director de cine Sergei Eisenstein. Parecía que en se sentía a gusto en ese ambiente que combinaba poesía, amor, sexo, desinhibición, cultura a raudales, libertad, un cierto punto de tristeza, bastante pobreza y toneladas de alcohol, que lo mismo empezaba en a casa de Gertrude Stein que terminaba con una resaca del copón en un antro de mala muerte o tal vez de vez en cuando en la cama de alguien. Fue declarada reina de Montparnasse por una multitud enfebrecida (la cual incluía a artistas, algún ministro y un animado populacho), la cual la llevó en volandas y escuchó arrebolada sus canciones mientras le lanzaban gritos de elogio y prorrumpían en expresiones de amor. Para que nos hagamos una idea de la dimensión que alcanzó Kiki, fue Ernest Hemingway en persona quien prologó la versión americana de su libro de memorias, y ha pasado al imaginario colectivo como una de las grandes mujeres que combinaron su presencia en el arte o la alta política junto con la "buena vida" en los cabarets y salas de fiesta de la primera mitad del siglo XX, siendo sólo comparable con las figuras no menos arrebatadoras y enigmáticas de la presunta espía Mata Hari y la afamada bailarina Josephine Baker. No obstante, el tiempo pasa, Montparnasse perdió su color, y Kiki también su estrella. La Segunda Guerra Mundial hizo desaparecer el embrujo inigualable que se alcanzó en aquellas calles, dispersando a los montparnassianos por todo el mundo, y Kiki, tras varias muertes y resurrecciones en su carrera (incluyendo acabar en la ruina tras regentar su propio cabaret), acabó desplomándose moribunda sobre la acera del que siempre fue su barrio en 1953, tras agonizar durante un largo período mientras pasaba el día entre café y café cantando viejas canciones que nadie recordaba y pidiendo monedas para un platillo cada vez más vacío. Pero tal vez no era ya su barrio. Quizás podría decirse, observando a Kiki, que las musas son como las hadas. De ellas emana una atmósfera, un estado de ánimo que es proclive para la creación, pero como la Campanilla de Peter Pan, tienen un particular punto débil, y en eso se parecen a la musa de La vida interior de Martin Frost, dirigida por Paul Auster: sólo siguen siendo musas mientras las tratas bien y crees en ellas. Kiki participó en hasta ocho películas, posó para infinidad de retratos de distintos artistas (y también pintó algunos), y recientemente se ha escrito una novela gráfica basada en su vida y también un corto que despliega con gran originalidad la sección más brillante de su biografía. Lo que queda de ella, en la vida real, es un barrio de Montparnasse que ahora representa a una vanguardia artística mucho más adinerada y por tanto ha perdido todo su espíritu, y es en cambio en la zona de Montmartre donde, para alguien que visita París, cabe decirse con sinceridad que es posible que llegue a ocurrir cualquier cosa. Y si no os lo creéis, os recomiendo que os paséis por allí y os atreváis a probar. Un par de amigas y yo, junto con una entusiasta anfitriona griega, podemos dar fe de ello.
- Camille Claudel: Las relaciones entre los artistas siempre son problemáticas. Y más cuando a una de ellas, por ser la mujer y la alumna, le es negado sistemáticamente todo su talento, incluso aunque el propio Rodin dijera de Camille que él la enseñó, pero que todo lo que ella lograra de manera independiente era mérito de sí misma. Camille, además, no llevó bien las infidelidades de Rodin mientras estuvieron juntos, y que éste se negara a dejar a su amante Rose Beuret, angustia que Camille plasmó en la trágica escultura "La edad madura", donde una presencia maquiavélica que representa a Beuret arranca al amado de los brazos de una desgarradora figura que viene a representar el alma atormentada de Claudel. Con el tiempo, la situación de Camille fue a peor, obsesionándose con que Rodin conspiraba con medio mundo con el único propósito de hundir su carrera (¿paranoia o lucidez?), y la mayor parte de su familia la consideró inestable mentalmente. ¿Era esto último verdad? Bueno, es difícil de dilucidar, y más con el paso del tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que, como expuso Chejov, la locura de una persona se mide por la demencia de la sociedad en la que habita. Lo cierto es que tras la muerte de su padre -prácticamente su único protector- y con su hermano el poeta Paul Claudel muy lejos, Claudel fue internada durante treinta años en un manicomio. La pasión de Camille Claudel y, más recientemente, Camille Claudel, 1915, han reflejado en el cine su desesperante agonía. Aunque para eso nos siguen quedando sus esculturas y algunos de los retratos de su rostro, además de la sensación que podemos imaginar debía quedarle a Camille al contemplar los bocetos y estatuas de tantas mujeres desnudas elaborados por Rodin. De todas aquellas mujeres que casi nunca eran ella.
- El cine y las musas únicas: Seguramente pocas historias de amor han sido tan plasmadas en el cine como la de Roberto Benigni y Nicoletta Brasci. Hasta en 8 películas ha aparecido la actriz en las películas del actor y director, incluyendo las dos más conocidas para el público, La vida es bella y El tigre y la nieve, donde Benigni se pasa medio film literalmente persiguiéndola. Aunque en este sentido, la relación que cinematográficamente se ha hecho más afamada ha sido la de Federico Fellini y Giulietta Masina, ya que esta última participó en cuatro películas dirigidas por su marido, pasando a la historia especialmente por dos (La Strada y Las noches de Cabiria), las cuales inunda completamente con su hipnótica y enternecedora presencia. Giulietta Masina, en un cartel de "La Strada", compatiendo cartel con Anthony Quinn, y dirigida por Federico Fellini. Imagen extraída de Wikicommons en Wikipedia.
- El cine y las musas múltiples: George Cukor, Woody Allen y Pedro Almodóvar son tres directores de cine de épocas y estilos diferentes, pero con unas cuantas características comunes. Los tres han representado la cima del cine y de la intelectualidad de sus países, aunque a los tres se les ha dado mejor cuando se han involucrado en un género tan menospreciado a veces como la comedia. Los tres han dirigido a un gran número de impresionantes actores, especialmente mujeres (Cukor, de hecho, construyó "The women", con la particular de que en toda la película no se ve ni a un solo individuo varón), y los tres, de entre todas las mujeres con las que han trabajado, han tenido un contado número de grandes musas (Ingrid Bergman en el caso de Cukor; Mia Farrow, Diane Keaton y Scarlett Johansson en el caso de Allen, y Carmen Maura, Victoria Abril y Penélope Cruz para Almodóvar), aunque se dice que Allen tenía una diferencia fundamental con los otros dos: mientras Cukor y Almodóvar eran homosexuales y si acaso adoraban el cuerpo o la personalidad de sus actrices, al Allen heterosexual, además, le enamoran y también le excitan.
- Margarita: Es curiosa la vida de una mujer cuando crece y es recordada eternamente como la musa de alguien que la conoció cuando era niña. Mientras que en el caso de Alice Liddell esta cuestión está llena de recovecos, Margarita Debayle, procedente de una de las familias más distinguidas de Nicaragua, siempre llevó con orgullo que, cuando ella tenía seis años, y tras pedirle que le escribiera cuentos en verso, Pablo Neruda se inspirara en ella para escribir el conocido poema que lleva su dedicatoria como nombre y que empieza con la frase Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar. Así que después de una lista que incluye infidelidades, rupturas, odios y amargos rencores, es agradable encontrar una musa que nos transmita el mismo mensaje que la película (parcialmente relacionado con este tema) de Ruby Sparks: es importante no sólo tratar bien a las musas no sólo para que nos inspiren sino, sobre todo, para que su brillo nunca se apague y siga iluminando a todos y no sólo a nosotros mismos. Y para ello, el primer requisito es que sean felices, plenas y libres. Únicamente de esta manera podemos lograrlo.
Pasad una buena semana, y que os acompañen las musas.