Muchos conoceréis el Museo de Pérgamo en Berlín. Y cuando uno lo visita, lo menos que puede hacer es admirar el ingenio de los alemanes: construir un museo colocando las obras de arte primero (a ser posible grandes trabajos arquitectónicos, como un teatro, un templo o un fragmento de mezquita) y colocando las paredes después hace que -pase lo que pase en el futuro- ningún país te pueda reclamar las susodichas obras de arte, con la excusa de que para devolverlas tendrías que derruir medio museo. Pasear por el museo, con tantas maravillas procedentes de Grecia, Roma u otros lugares del mundo, puede provocarte un auténtico síndrome de Stendhal, especialmente cuando entras y te encuentras con quizás el azul más intenso que han contemplado tus ojos:
Éstas son (al menos parte) las puertas de Ishtar. Originalmente, formaban parte de las murallas interiores de Babilonia. Permitía el acceso al templo de Marduk (donde se celebraba el Año Nuevo, del que hablaremos más adelante), y formaba parte de una vía procesionaria que terminaba en una gran torre que, según muchos, es en la que los hebreos se inspiraron a la hora de colocar en la Biblia la historia de la torre de Babel. El color tan azul de las puertas se debe al lapislázuli, y hay quien dice que estas puertas, junto con el resto de las murallas, y una abundante vegetación, eran las que provocaba que, al contemplar la ciudad de Babilonia a lo lejos, los recién llegados observaran unos auténticos "jardines colgantes" que serían considerados una de las 7 maravillas del mundo. Hoy, de Babilonia poco queda de estas murallas aparte de lo que se encuentra exhibido en el museo de Pérgamo, y unas puertas muy similares que se hallan localizadas en Irak y sufren continuamente el deterioro como consecuencia de los enfrentamientos armados y la circulación de los tanques. Eso y, claro, nuestro recuerdo.
Pero una pregunta nos viene inmediatamente a la mente: ¿quién es ese Ishtar en honor del cual se erigen estas puertas? En primer lugar, corregimos: no es ése, es ésa. La diosa del amor. "Ah", diréis, "como Venus". No exactamente. Como Venus, es la diosa del amor, del sexo y las relaciones carnales, y de la fertilidad. Hasta ahí, bien. Pero también es una diosa combativa, de la guerra y a la que, en algunas culturas, se le han ofrecido sacrificios. Como casi toda diosa, ha sufrido diversos cambios de nombres y de carácter con el paso del tiempo en las culturas: Ishtar era su apelativo en Babilonia, pero se la denominaba Inanna en Sumeria, Astarté en Fenicia, o Tanit en Cartago. Lo que sí que estaba claro es que era bastante combativa, y tenía un punto interesante de mala leche. Como cuando la violó un jardinero y decidió mandarle en represalia una serie de plagas (historia, como os imagináis, de la que se apropiaron los autores de la Biblia). O como cuando se cabreó con su marido y le mandó de una patada al infierno. Sin embargo, esa historia sufrió luego una modificación: resultaba que su marido no estaba allí por su culpa, sino porque había muerto, e Ishtar bajaba al infierno a rescatarle. El problema venía con que a Ishtar le habían permitido el acceso al infierno, sólo si por cada una de las siete puertas que tenía que atravesar dentro de éste, dejaba a cambio una prenda, y sólo cuando se desnudó completamente pudo llegar a su amado (como muy bien habéis adivinado, éste es el origen mitológico del baile de los siete velos). Ishtar, además, era en buena parte la protagonista del Año Nuevo sumerio, donde gozaba de gran importancia un colectivo que disfrutaba de su protección, las prostitutas. Así que, como vemos, era una diosa que daba bastante juego dentro del panteón sumerio, que también tiene bastantes aspectos muy interesantes.
Probable representación babilónica de la diosa Ishtar. Extraído de Wikicommons
A título personal, os puedo comentar que esta diosa tiene también para mí cierta relevancia porque su heredera cartaginesa, Tanit, tenía un papel importante en el libro sobre la tercera guerra púnica que publiqué hace unos años, "Cartago. El imperio de los dioses". Tanit, aparte de tener personalidad e influencia propia (llegó a ser adorada incluso entre los pueblos bereberes, signo de cuán profundo quedó el arraigo), tiene también un lado oscuro, en el sentido de que se cree, junto con su compañero masculino Baal Ammon, era uno de los dioses a los que los cartagineses ofrendaban el molk o moloch, es decir, sacrificios humanos. Lo de los sacrificios, efectivamente, suena muy mal, pero hemos de tener en cuenta que no era una costumbre exclusivamente suya (de hecho, los hebreos la tenían, y la historia de Abraham e Isaac parece estar en relación con ello), y también que probablemente respondía a un mecanismo necesario -en ausencia de anticonceptivos- para el control de la población. Pero no quiero enrollarme mucho con esta historia, porque algunos ya la conocéis gracias al libro, y a los que no, os recomiendo que os informéis de la misma a través de él, ya que sin duda da mucha más oportunidad de explayarse con los detalles.
Volviendo a la diosa Ishtar, en gran parte mi interés acerca de la misma, así como parte de la información que os he contado, ha venido motivada por unas entradas en el blog Curistoria (un gran esfuerzo de Javier Sanz), que ha publicado en colaboración con Joshua BedwyR. Este último -como imaginaréis, es su seudónimo como escritor- ha publicado en Amazon "En un mundo azul oscuro", una novela histórica de los que no os puedo dar muchos detalles porque aún no la he terminado, pero del que os puedo dar fé que ofrece una reconstrucción muy cuidadosa de la civilización sumeria, que el autor sin duda conoce a fondo y admira (y esto es toda una excepción, porque no hay muchas obras literarias o cinematográficas que se hayan dedicado a indagar acerca de este período y este lugar de la historia: si acaso tenemos que retroceder a 1916 para que David Wark Griffith, en su película "Intolerancia", ambientara una sección de esta película en Babilonia -en realidad, muchos años más tarde respecto a la civilización sumeria-, ofreciendo unos magníficos decorados que todavía hoy resultan alucinantes). Y precisamente, en Curistoria ha contribuido a crear unos posts muy interesantes no sólo acerca de la diosa Ishtar, donde profundizan más en las historias que os he contado yo, sino también de la apasionante mitología sumeria (capaz de invocar protección a ciertos demonios) y de la importancia que tenía en ésta el elemento femenino -de hecho, hay entradas referidas a una de las escritoras más grandes de la historia, que vivió en esta época (aquí otro enlace relacionado), y también del cambio que sufrió la consideración a la mujer con el declive de la civilización sumeria y el auge de los babilonios-. Os recomiendo que le echéis un vistazo a estas entradas (y al blog en general) porque son muy interesantes. Y a ir a Berlín a contemplar las puertas de Ishtar. Y a disfrutar tanto, de ambas, como lo hice yo, porque en parte de esto va la escritura en general, y este blog, y es de compartir las cosas que nos emocionan para ver si así emocionamos tambíén a los demás. Practicadlo. Feliz semana a todos.