Suiza es un país hecho a retazos de otros. Y tengo la posibilidad
de hablar así de claramente porque tuve la suerte o la desgracia de vivir un
año en él. Formado originariamente por regiones tan aisladas de sus respectivas
áreas de influencia que no tuvieron más remedio que unirse para sobrevivir
juntas, habla cuatro idiomas distintos, alberga un 22% de habitantes
extranjeros, y pone como líderes en el Parlamento a los representantes de un
partido xenófobo, a pesar de que sus bancos no le hacen ascos al dinero ajeno.
Quizás por eso, el Museo Nacional Suizo en Zürich (Landesmuseum para los amigos que viven en esta
ciudad de habla alemana) procura apaciguar los ánimos, haciendo hincapié por un
lado en que los primeros pobladores de Suiza vinieron obviamente de otro lado y
que sus antepasados nacieron en África ("todos somos emigrantes",
dice un pacifista y tolerante axioma en una de las paredes), y, por otro lado,
de forma más indirecta, se encarga de destacar que una proporción significativa
de las marcas comerciales suizas que tanto dinero ingresan en sus arcas fueron
fundadas por extranjeros (como es el caso de Rolex y Nestlé). Como se ve, la
historia de Suiza es en buena parte una de inmigrantes e inmigrantes: Hans
Gamper fundó el FC Barcelona, Albert Einstein nació originariamente en
Alemania, y el más ilustre residente en Zürich fue Hermann Hesse, que llegó a
nacionalizarse suizo después de mucho tiempo viviendo en esta ciudad. En ese
sentido, no es extraño que el personaje que comentamos hoy, aunque nacido en
Zürich, viviera la parte más productiva de su carrera profesional en Alemania y
tuviera, además, especial relevancia no sólo por sí mismo, sino en relación
además con un científico español: Alfred von Kölliker fue (cabría decirse, con
todos los peros que queráis añadirle) el científico que presentó al mundo a
Santiago Ramón y Cajal, gracias a lo cual seguramente los descubrimientos de
éste salieron a la luz y el médico aragonés consiguió entre otros
reconocimientos el Premio Nobel por sus enormes aportaciones a la neurociencia,
la histología, y la biología en general.
Arriba, Kölliker, abajo, Ramón y Cajal. Aquí un paisano, aquí un amigo.
Podríais pensar, después de
leer esta entrada, o incluso tras esta introducción, que Kölliker es sólo un
científico más al que únicamente se le conoce por su relación con Cajal. Pero
ni mucho menos. Kölliker era un apasionado del microscopio (incluso ideó nuevas
técnicas las cuales mejoraron los trabajos de sus colegas), quien se metió a
investigar buena parte de los distintos tipos celulares del organismo en una amplia
variedad de especies. Por mencionar alguna de las contribuciones más
relevantes, fue el observador original de unos puntos aislados en el interior
de las células que luego resultaron ser las mitocondrias, y también el primero
que pudo asegurar a ciencia cierta que los nervios eran una continuación de las
células neuronales. (Para los que conozcáis menos de neurobiología, un nervio
en realidad sólo es la agrupación de varios axones: un axón, a su vez, es una
prolongación celular muy larga de una neurona que le sirve para ponerse en
contacto con otras neuronas. Pero lo que en aquel momento no se sabía era si
los axones terminaban en seco y empezaba una nueva neurona, o si todas las
neuronas se encontraban conectadas internamente entre sí. Santiago Ramón y
Cajal fue el que propuso la primera de las teorías -que resultó ser la
correcta-, describiendo por tanto que las neuronas se ponían en contacto entre
sí por contigüidad y no por continuidad. Este fue uno de los motivos por el que
le otorgaron el premio Nobel, aunque su teoría no pudo ser corroborada hasta
más de cuarenta años después de su muerte, gracias al microscopio electrónico.
Fue entonces cuando pudo visualizarse por primera vez aquel pequeño espacio entre
dos neuronas –entre 10-20 nanómetros de anchura-, el cual fue denominado “espacio o hendidura
sináptica”, basándose en el nombre con el que, en 1897, Sherrington ya había definido la zona de
contacto entre dos neuronas: sinapsis).
Arriba, esquema de una neurona. Abajo, esquema de una sinapsis entre dos neuoronas. Ambas imágenes (como las anteriores), extraídas de Wikicommons.
Así pues, Kölliker era, en
aquella época, uno de los científicos más reconocidos en Alemania (se instaló
definitivamente en Würzburg), por no decir el gran mentor de su escuela
histológica. Para que os hagáis una idea, el "von" que lleva su nombre
no venía incorporado de familia, sino que se lo concedieron en base al enorme
reconocimiento que acumuló en vida. El momento en que su vida y la de Cajal se
cruzan fue en el congreso que organizaba la Sociedad Anatómica Alemana en
Berlín en 1889. El año antes, Santiago Ramón y Cajal había realizado una
inmensa cantidad de descubrimientos que luego sustentarían las bases de nuestro
conocimiento básico del sistema nervioso (estas observaciones las había
hecho merced a la técnica de tinción que él mismo había mejorado a partir de la
original de Camillo Golgi; Golgi, por cierto, fue su gran opositor en la idea
de la sinapsis -él pensaba que todas las neuronas estaban conectadas
internamente-, y aunque ambos recibieron conjuntamente el Nóbel cuando aún
había discusión entre sus teorías, parece que en la entrega de premios casi
acabaron a gritos). Sin embargo, en el páramo científico que en aquella época
era España, Cajal no tenía nadie relevante a quien contárselo, y con sus
conocimientos de idiomas (chapurreaba un mal francés y un pobre alemán) y sus
escasos contactos, le resultaba muy difícil publicar en revistas extranjeras.
Con lo cual, decidió que la única manera de dar a conocer sus hallazgos era ir
al congreso en Berlín y presentarlos él mismo. Sus superiores españoles le
denegaron la autorización y el dinero (a quién iba a ver un pobre mindundi a
quien no conocía nadie), pero Cajal -que, como buen maño, era bastante
cabezota- decidió pagarse él mismo el billete. Una vez allí, en el congreso,
nadie le hacía caso tampoco, pero héte ahí que vio a von Kölliker y, sin
dudarlo, prácticamente le arrastró hacia un microscopio (en aquella época no
había Power Point y había que ver las cosas por uno mismo) y casi literalmente
le forzó a observar sus preparaciones histológicas, tratándoselas de explicar
en un seguramente desesperante francés. Kölliker al principio se mostraba
escéptico ante un Cajal que debía estar dando la nota como nadie en aquel
congreso, pero al observar las preparaciones, encontró algo que le gustaba. Y
luego, algo que le entusiasmó muchísimo. Hay que tener en cuenta que aquellas
preparaciones de neuronas realizadas por Cajal eran probablemente las más
nítidas y reveladoras que Kölliker había visto en su larga vida como histólogo.
Al final, el científico alemán le preguntó al intempestivo español cómo se
llamaba; de su nombre sólo entendió lo de Cajal (que, por lo visto, pronunció
"de aquella manera"), y le soltó a la concurrencia algo parecido a: "Quiero que sepan todos que yo, el profesor Kölliker, soy quien ha descubierto a Cajal y que seré yo también quien se encargue de que el mundo entero le descubra". Y, efectivamente, a partir de entonces, a Cajal se le empezaron a abrir las puertas, comenzó a publicar en otros idiomas en algunas de las mejores revistas, y sus trabajos se hicieron tremendamente populares, siendo aún hoy uno de los científicos más citados de todos los tiempos. Tanta fue su contribución, que lo que hoy sabemos del sistema nervioso sería inconcebible sin nombrarle a él. Probablemente haya pocos científicos que hayan contribuido de una manera proporcionalmente tan gigantesca a una rama entera del conocimiento. Hasta se dice que el ya inmenso Kölliker intentó aprender español para conocer más sobre sus hallazgos. Pero es que ahí precisamente radica la grandeza del suizo: no sólo era descomunal en sí mismo, sino que era capaz de compartir el conocimiento ajeno y reconocer que su valía era también incalculable. Puede parecer que de esa manera se empequeñece el homenajeador (un caso parecido es el del músico Mendelssohn, el cual, aparte por la clásica "Marcha nupcial" de prácticamente todas las bodas, es casi más conocido por su re-descubrimiento de la música de Bach), pero yo opino que es más bien al contrario: esa cualidad humana le hace aún más admirable y digno de elogio. Como dijo el clarividente Borges: «Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído».
Fotografía de la vitrina principal (dentro
de la biblioteca del Instituto Cajal) donde se albergan algunos de los componentes
del "Legado Cajal", o conjunto de objetos pertenecientes a Ramón y
Cajal y su laboratorio. Cedida amablemente por el doctor Juan Andrés De Carlos Segovia.
Un apunte más: la historia que os he contado del encuentro de Kölliker y Cajal puede encontrarse en la autobiografía del español, "Recuerdos de mi vida". Yo tuve la suerte de conocerla, sin embargo, a través del responsable del "Legado Cajal", el doctor Juan Andrés De Carlos Segovia (a quien, por cierto, le agradezco mucho que haya contribuido echándole una revisión a este artículo para corregir algunas inexactitudes). El "Legado Cajal" es el conjunto de preparaciones histológicas, dibujos originales y objetos varios (incluye los microscopios, cámaras fotográficas y el telescopio de Cajal) pertenecientes al científico español, y que se custodian en el Instituto Cajal, heredero del primer laboratorio que el científico de origen aragonés fundó en Madrid hace ya más de un siglo. El Legado Cajal puede visitarse (previa llamada para concertar cita), y lo recomiendo como una actividad muy entretenida, ya que contiene un conjunto innumerable de anécdotas curiosas y divertidas alrededor de la figura del único premio Nobel científico genuinamente español. Por otro lado, ahora mismo se está intentando que el Legado Cajal se reconozca como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO, lo cual facilitaría la creación de un museo. Si queréis contribuir a que esto sea posible, podéis firmar la petición aquí. Y si finalmente os animáis a venir al Instituto Cajal a visitarlo, no dudéis en preguntar por mí. Os invito a un café o a lo que haga falta.
Hasta la próxima semana (o antes incluso).
Actualización: la petición para que el Legado Cajal sea declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO tiene ahora su propio apartado en Change.org: podéis colaborar firmando también aquí.