Le condenaron a muerte. Como
última comida, solicitó elaborar una serie de platos en la propia cocina de la
cárcel. Una vez terminó, invitó a toda el ala de condenados, y también a los
guardianes y al alcaide. El veredicto fue unánime: su sentencia fue permutada a
cadena perpetua. A ser posible, a ser cumplida en esta misma prisión, y con un
puesto de cocinero. Sin posibilidad de libertad condicional.
¿Por qué estamos aquí? Porque nos gusta lo curioso, lo sorprendente, lo interesante, lo inusual, lo que engrandece al ser humano, lo que lo redime de vez en cuando. Por eso nos apasionan las historias: porque hayan ocurrido o no, de alguna manera es real.
lunes, 22 de agosto de 2016
lunes, 1 de agosto de 2016
La ¿historia real? y el libro de agosto: una de golems.
Para este mes de agosto, que el calor aprieta y el tiempo se escurre entre las muchas cosas que nos hemos propuesto hacer, voy a juntar algunos de los aspectos que solemos tratar semana a semana en un solo post. No obstante, creo que os gustará, porque el tema desde luego da para mucho, tanto para los que conocéis previamente acerca del mismo como para el que le pille de nuevas. Porque pocos pueden resistir ante la fascinación que evoca una palabra como "golem".
Sí, algunos habréis oído hablar de él. Un golem es una criatura mítica de las leyendas hebreas que puede ser moldeado del barro y al que se le insufla vida mediante la inscripción de tres palabras rituales en su frente. El golem es, por así decirlo, un autómata: no posee mucha inteligencia, pero cumple todo lo que se le dice, quizás con demasiada literalidad en algunos casos. Esta semejanza con una máquina (casi más que con una criatura mitológica) ha sido la que ha hecho que se asuma que la leyenda de los golems ha inspirado el Frankenstein de Mary Shelley, o innumerables historias de robots. No obstante, todo comenzó -o eso dicen- en un lugar tan poco proclive para la ciencia como el gueto judío de Praga durante el siglo XVI.
La historia fundacional alrededor de la cual nace la gesta del golem parte del rabino Judah Loew, quien ha acabado convirtiéndose en una de las figuras más relevantes del judaísmo en los últimos dos milenios, aunque no precisamente a causa de cuestiones religiosas. La leyenda dice que el rabino Loew creó al golem para que ayudara y protegiera a los judíos en la ciudad de Praga. El rabino habría construido al golem, esculpiéndolo del barro y concediéndole la vida al escribir la palabra hebrea "Emet" ("verdad") en su frente. El golem no podía hablar (de hecho, había que introducirle un papel con las órdenes a ejecutar en un orificio que simulaba la boca), era un poco lento, y sus ambiciones intelectuales estaban a la altura de su nivel de conversación. Aparte de eso, como hemos mencionado antes, su mayor problema provenía de su escasa capacidad de interpretación: cuentan que una vez le ordenaron sacar agua del río, y casi inunda la ciudad. Lo cierto es que las razones por las que dejó de emplearse el golem dependen de la fuente donde las leas. Aunque en algunos textos se insinúa que llegó a haber violencia y un par de muertos, otras versiones dicen que la cosa no pasó de un mero susto. Eso sí, el rabino, prevenido, decidió que el mejor destino del golem era volver a dormir el sueño de los justos, y borró la primera letra de la palabra escrita en la frente de su creación, convirtiéndola en "Met" (muerte), e inactivando el golem. Se dice que el "cadáver" del "Frankenstein hebreo" está encerrado en un arcón en la buhardilla de la Sinagoga Vieja-Nueva de Praga (abajo en la foto; puede admirarse fácilmente desde las inmediaciones del cementerio judío de Praga, donde están enterrados entre otros el rabino Loew y Franz Kafka), listo para recobrar la vida si se realizan las adecuadas ceremonias. La sinagoga, como veis, no presenta un aspecto muy inquietante, pero si os queréis pasar a intentar algo, adelante: nunca se sabe.
El mito dio varias vueltas, y fue redactado y reescrito de distinta formas hasta que la novela de Gustav Meyrink de 1915 sentó las bases de la versión canónica. Hoy en día, sin embargo, circulan varias adaptaciones, ilustradas o incluso aptas para niños. En la que tuve yo en mis manos hace unos años, se relataban numerosas historias más o menos simpáticas donde el golem se muestra como un ser colaborador que auxilia a los judíos tanto en sus problemas cotidianos como en circunstancias extraordinarias, en lo que constituye prácticamente un relato costumbrista de la vida del guetto judío durante el siglo XVI. Por supuesto, en este relato (como cabría esperarse), el rabino Loew es "el bueno", la comunidad hebrea tiende a caerte bien, y el texto -de marcada intención moralizante- deja bien claro que seguir la normativa religiosa es un aspecto de la vida bastante esencial. Los cuentos que tienen como protagonista al golem se suceden en el libro hasta que llega el necesario final que obliga al golem a tomar descanso y a un retorno a la normalidad. Sin embargo, en el texto que llegó a mis manos, en ningún momento se juzga al golem como un acontecimiento negativo (tal como ocurre con el mito de Frankenstein u otras modernas versiones de cómo el hombre trata de hacer el papel de Dios), sino que se le considera como una buena solución que con el paso del tiempo se vuelve hasta cierto punto peligrosa o deja de ser rentable. A pesar de todas estas variantes, El golem de Meyrink de principios del siglo XX sigue siendo la más oficial de las versiones: sirvió de base para una película de cine mudo del mismo título y, de acuerdo al propio Borges, fue su lectura (a través del empleo de un diccionario para traducirlo) la que provocó que el autor argentino aprendiera alemán. Curiosas son las palabras de Borges acerca de la figura del golem, a la que le dedicó un poema: "El golem es al rabino que lo creó, lo que el hombre es a Dios; y es también, lo que el poema es al poeta". Dejar el golem en manos del creador de El aleph da para mucho.
Sí, algunos habréis oído hablar de él. Un golem es una criatura mítica de las leyendas hebreas que puede ser moldeado del barro y al que se le insufla vida mediante la inscripción de tres palabras rituales en su frente. El golem es, por así decirlo, un autómata: no posee mucha inteligencia, pero cumple todo lo que se le dice, quizás con demasiada literalidad en algunos casos. Esta semejanza con una máquina (casi más que con una criatura mitológica) ha sido la que ha hecho que se asuma que la leyenda de los golems ha inspirado el Frankenstein de Mary Shelley, o innumerables historias de robots. No obstante, todo comenzó -o eso dicen- en un lugar tan poco proclive para la ciencia como el gueto judío de Praga durante el siglo XVI.
La historia fundacional alrededor de la cual nace la gesta del golem parte del rabino Judah Loew, quien ha acabado convirtiéndose en una de las figuras más relevantes del judaísmo en los últimos dos milenios, aunque no precisamente a causa de cuestiones religiosas. La leyenda dice que el rabino Loew creó al golem para que ayudara y protegiera a los judíos en la ciudad de Praga. El rabino habría construido al golem, esculpiéndolo del barro y concediéndole la vida al escribir la palabra hebrea "Emet" ("verdad") en su frente. El golem no podía hablar (de hecho, había que introducirle un papel con las órdenes a ejecutar en un orificio que simulaba la boca), era un poco lento, y sus ambiciones intelectuales estaban a la altura de su nivel de conversación. Aparte de eso, como hemos mencionado antes, su mayor problema provenía de su escasa capacidad de interpretación: cuentan que una vez le ordenaron sacar agua del río, y casi inunda la ciudad. Lo cierto es que las razones por las que dejó de emplearse el golem dependen de la fuente donde las leas. Aunque en algunos textos se insinúa que llegó a haber violencia y un par de muertos, otras versiones dicen que la cosa no pasó de un mero susto. Eso sí, el rabino, prevenido, decidió que el mejor destino del golem era volver a dormir el sueño de los justos, y borró la primera letra de la palabra escrita en la frente de su creación, convirtiéndola en "Met" (muerte), e inactivando el golem. Se dice que el "cadáver" del "Frankenstein hebreo" está encerrado en un arcón en la buhardilla de la Sinagoga Vieja-Nueva de Praga (abajo en la foto; puede admirarse fácilmente desde las inmediaciones del cementerio judío de Praga, donde están enterrados entre otros el rabino Loew y Franz Kafka), listo para recobrar la vida si se realizan las adecuadas ceremonias. La sinagoga, como veis, no presenta un aspecto muy inquietante, pero si os queréis pasar a intentar algo, adelante: nunca se sabe.
Si la visión de la sinagoga donde se mantiene durmiente el golem, o la del cementerio hebreo, no son suficientes razones para visitar el barrio judío de Praga (la cual, por cierto, está preciosa en esta época del año... cualquier época del año), habéis de tener en cuenta que en sus inmediaciones hay varios restaurantes que ofrecen comida yiddish, incluyendo sabrosos platos de carpa. Si veis a alguien sentado en el restaurante que no come, no habla y os mira fijamente, cuidado... lo mismo a algún turista ha resucitado al golem antes que tú.
El mito dio varias vueltas, y fue redactado y reescrito de distinta formas hasta que la novela de Gustav Meyrink de 1915 sentó las bases de la versión canónica. Hoy en día, sin embargo, circulan varias adaptaciones, ilustradas o incluso aptas para niños. En la que tuve yo en mis manos hace unos años, se relataban numerosas historias más o menos simpáticas donde el golem se muestra como un ser colaborador que auxilia a los judíos tanto en sus problemas cotidianos como en circunstancias extraordinarias, en lo que constituye prácticamente un relato costumbrista de la vida del guetto judío durante el siglo XVI. Por supuesto, en este relato (como cabría esperarse), el rabino Loew es "el bueno", la comunidad hebrea tiende a caerte bien, y el texto -de marcada intención moralizante- deja bien claro que seguir la normativa religiosa es un aspecto de la vida bastante esencial. Los cuentos que tienen como protagonista al golem se suceden en el libro hasta que llega el necesario final que obliga al golem a tomar descanso y a un retorno a la normalidad. Sin embargo, en el texto que llegó a mis manos, en ningún momento se juzga al golem como un acontecimiento negativo (tal como ocurre con el mito de Frankenstein u otras modernas versiones de cómo el hombre trata de hacer el papel de Dios), sino que se le considera como una buena solución que con el paso del tiempo se vuelve hasta cierto punto peligrosa o deja de ser rentable. A pesar de todas estas variantes, El golem de Meyrink de principios del siglo XX sigue siendo la más oficial de las versiones: sirvió de base para una película de cine mudo del mismo título y, de acuerdo al propio Borges, fue su lectura (a través del empleo de un diccionario para traducirlo) la que provocó que el autor argentino aprendiera alemán. Curiosas son las palabras de Borges acerca de la figura del golem, a la que le dedicó un poema: "El golem es al rabino que lo creó, lo que el hombre es a Dios; y es también, lo que el poema es al poeta". Dejar el golem en manos del creador de El aleph da para mucho.
Desde aquella época, la leyenda del golem ha sufrido pocas pero significativas variantes. Terry Pratchett les introdujo en su Mundodisco (dando al mito una vuelta de tuerca, como casi todas sus parodias de leyendas clásicas), pero la verdad es que la visión principal no ha cambiado mucho desde la historia original del rabino Loew. Así ya sabéis; en los callejones de la vieja Praga (o tal vez más cerca, detrás de una esquina de vuestra propia ciudad), tened mucha precaución: quizás deberían colocar carteles de "cuidado con el golem"...