Es intención de este blog recomendar
libros, películas u otras maneras de contar historias que no sean
particularmente conocidas y de las que quizás sólo os podáis enterar por aquí.
Hoy precisamente os hablo de un libro cuya existencia no conocía y que gracias
al buen ojo de la persona que me lo ha regalado tengo la suerte de
presentároslo a vosotros. Aprovechando ademas que este mes es de Halloween (y que proximamente tendremos visita de muertos, brujos, fan y demas gentes de mal vivir), quizas sea un buen momento para leerse estas historias a la luz de una vela, amenazando en cualquier momento con apagarse... y que un ente sobrenatural (o un humano con intenciones aviesas, que es mucho mas terrorifico) entre a dar cuenta de nuestra alma...
Actualmente, es de sobra conocido que la literatura está de capa caída con respecto a los autores
noveles: acogotadas por la crisis, las editoriales arriesgan poco y prefieren
volver la vista a los clásicos, de una manera parecida a las productoras de
cine, que escogen menos a menudo proyectos nuevos frente a la posibilidad de
montar remakes. Y aunque a los escritores que estamos comenzando esta política
no nos beneficia, cuando el otro día, sopesando las películas del pasado año,
llegué a la conclusión (a falta de unas cuantas que todavía no he valorado) de
que la mejor era un documental (“Comprar, tirar, comprar”, sobre la
obsolescencia programada, que muchos ya habréis visto y que, si no,
recomiendo), reconocí que es fácil recurrir a aquel viejo axioma (y sobre todo
al observar los bodrios que de vez en cuando nos trae el nuevo cine) de que
cualquier tiempo pasado fue mejor. Con esto en realidad no quiero decir que
adopte una postura u otra: en realidad autores buenos y malos los ha habido
ahora y en el pasado y, como es frecuente, su rendimiento económico, su éxito o
sus posibilidades comerciales no tienen excesivamente que ver con su calidad o
con la emoción con que sus historias pueda disfrutarse. Sin embargo, si algo
tiene de bueno esta moda es que ahora podemos encontrar reediciones de clásicos
que nunca murieron, o que no merecieron morir. Es el caso de esta colección: “La
sombra del asesino”, selección de relatos policiacos y de misterio y horror
publicados por la editorial Valdemar.
Valdemar es una editorial especialista en asuntos relacionados con el
misterio y el horror (y el nombre sin duda sonará a muchos de los fanáticos del
género, entre otras cosas por el homenaje que le hace a Lovecraft): de ahí que
escuchar que existe una antología con los mejores relatos de crimen publicados
por ella suene realmente apetecible. Mucho más si observamos el cartel: Edgar
Allan Poe, Guy de Maupassant, Edgar Wallace… Para amenizar un poco la antología
y que no sean nada más que relatos, éstos nos son presentados de una manera
curiosa, como si se tratara de un juicio donde tuviéramos delante al culpable,
los cómplices, jueces y letrados, y finalmente se impusiera condena. El truco
no termina de fraguar del todo (más que nada, no aporta mucho), pero volviendo
a la selección, y sin conocer a fondo el material de partida, lo cierto es que
ofrece un surtido variadito y en ocasiones muy original. Como en toda
antología, es poco probable que (sobre todo los aficionados a este tipo de
cuentos) todas las historias sean para vosotros absolutamente novedosas, ni que
todas os gusten, pero seguramente habrá un buen grupo (si no la mayoría) que no
os hayáis leído y os hagan pasar un rato entretenido -o escalofriante, segun el punto de vista-, y sólo por esas ya
merecerá la pena.
¿Qué podréis encontraros aquí? Pues desde clásicos como el padre Brown de
Chesterton hasta autores más modernos como Robert Bloch. Desde maestros del
terror como Bram Stoker (al que muchos conocéis como el escritor de Drácula), a
cuentos procedentes de obras tan perturbadoras como El club de los suicidas de Robert Louis Stevenson o El asesinato como una de las bellas artes del
inefable Thomas de Quincey. En esta selección no podía faltar Arthur Conan
Doyle aunque, curiosamente, no con un relato de Sherlock Holmes; y es que en
este sentido la antología también ha buscado la originalidad. Además de
escritores a los que clásicamente se les conoce por aportaciones distintas al
crimen y el suspense y que sin embargo tienen cabida aquí (como Charles
Dickens, Herman Melville o H.G. Wells), autores cuyas obras más reconocidas
sólo rozan el género tangencialmente (como Joseph Conrad u Oscar Wilde) o
afamados filósofos (como Voltaire), el libro decide meterse en recovecos más
abstrusos y permitir aportaciones humorísticas –aunque no por parte de
cualquiera. De hecho, uno de los relatos está a cargo de Mark Twain, y otro,
graciosísimo, da la nota hispana gracias al desternillante Jardiel Poncela (por
cierto, con un relato de Sherlock Holmes). Y como este último detective –como
J.G. Reeder, como el padre Brown, como Dupin- no podía faltar, ni en serio ni
en broma, lo que el autor de la selección considera “una pequeña joyita”: la
colaboración del hijo de Arthur Conan Doyle, Adrian, con John Dicknson Card, el
experto en misterios de habitación cerrada, en un relato que combina un enigma
de este tipo con la actuación siempre pertinente del más grande detective de
todos los tiempos.
Faltarían unos cuantos, por supuesto: no están ni Agatha Christie ni Leroux
y ni siquiera una mísera receta de cocina de Carvalho, pero contamos a cambio
(y entre otros) con Jack el Destripador, animales exóticos y extraordinarios, momias egipcias, sucesos paranormales, y homicidas de
variado tipo, pelaje y condición. Y es que esta antología de relatos policiacos
se centra en el crimen y el asesinato en todas sus formas, desde el premeditado
y por avaricia hasta el pasional y guiado por la locura, desde los sutiles
entresijos de las clases altas hasta la abyecta profundidad de los bajos
fondos, todo esto con un elemento común: el horror, la muerte, y, como algo
peor, la infinita capacidad de ser humano para infligirle todo el daño posible
a otros. Tampoco espacial o temporalmente se circunscribe el radio de acción de
estos crímenes: historias ambientadas en la Edad Moderna o Contemporánea
–incluso algún relato estilo pulp-, y situadas en lugares como la India (con el
tono etnocentrista habitual de los escritores europeos de esta época), África,
Francia, los Alpes y, por supuesto, la Inglaterra victoriana y eduardiana de la
que fueron asiduos la mayor parte de los escritores de esta colección.
Timadores, rateros, asesinos desquiciados o calculadoras mentes criminales,
sacerdotes, policías, detectives, damas de alto postín y caballeros de baja
ralea, intrigas políticas, celos o pasiones desatadas, en un universo que nos resulta a la vez exótico y sin embargo lo
suficientemente familiar para que nos sintamos como en casa al sumergirnos en
el interior del mismo, y que refleja todas las ambiciones y flaquezas humanas. En definitiva, una selección interesante y que satisfará
tanto a los fans del relato-problema que pretenden ver un misterio bien urdido
lleno de giros inesperados, como también de aquellos que gustan de la
brutalidad y el realismo descarnado que emana de la novela negra, y también a
los fanáticos del género de aventuras. Ya me contaréis.
Cojonuda recomendación,me apunto el libro para pedírselo a los reyes cual niño pequeño.Es para leer de noche,sólo en casa y con tormenta de fondo.Saludos.
ResponderEliminar