La margarita, entonces, se mostró
preocupada; sabía que, si le decía que sí, ella se casaría con él, y viviría
una existencia amargada e infeliz; en cambio, si le decía que no, ella se
pondría triste, porque él no la amaba. Por eso, decidió que, cada vez que la
chica arrancase un pétalo, ella produciría otro; de esa manera, nunca tendría
que tomar la decisión final.
La margarita así lo hizo, y la chica
siguió contando; lo hizo hasta que fue muy viejita, el pelo se le encaneció, y
se le pusieron arruguitas alrededor de los ojos.
Entonces, un día, se levantó; dejó
simplemente la margarita a un lado y dijo:
-¿Y a mí que más me da si me quiere
o no me quiere? Yo soy feliz.
Y se marchó a través del prado,
buscando la felicidad por los caminos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario