El carácter de optimista irredento -incluso un punto ingenuo- de Chris se ejemplifica perfectamente en el punto de partida de otro de sus libros, Tres maneras de volcar un barco. "Chris", le dijo una amiga, "me habían comentado que buscaban a un patrón de velero para navegar por las islas griegas, y he pensado que tú eras la persona ideal para ocupar ese puesto". Chris no tiene ni idea de navegación ni ha pilotado un barco en su vida, pero como no tiene trabajo para este verano y cree que no debe de ser tan difícil, dice que sí y se pone a aprender algo de marinería para llegar en condiciones al reto. Lo peor es que Chris, en sus descacharrantes ideas, a veces se encuentra con personas que son incluso más inconscientes que él y que tienen la intrepidez de seguirle la corriente, de tal modo que las anécdotas que alternan entre el costumbrismo mágico y el surrealismo más inverosímil se encuentran aseguradas. Tres maneras de volcar un barco cuenta tres experiencias de Chris relacionadas con el mundo la navegación, a través de las islas griegas, el desafiante Atlántico o la costa este estadounidense. A lo largo de sus peripecias, tanto en el mar como en su residencia en Granada, Chris (un tipo que es capaz de hacerte reír describiendo cómo se esquila una oveja, o cómo orinar en medio de una ventisca desde la superficie de un barco) se va encontrando personajes bastante singulares; algunos de ellos, mediterráneos con un curioso sentido del trabajo en el cual parece que todo va de mal al peor, pero al final las cosas se terminan arreglando (un tipo humano que seguramente les resultará muy conocido a los lectores españoles). El contrapunto del carácter de Chris es su esposa Ana, quien le pone de vez en cuando los pies en la tierra, aunque esto no significa en absoluto que le corte las alas a su marido o le haya puesto freno en sus aventuras -la última de ellas presentarse a las elecciones municipales españolas del 2007. Chris sigue viviendo en las Alpujarras en compañía de su mujer, su hija, perros, ovejas, gallinas y un loro algo misántropo. Sus libros son divertidos, extraños, un punto imperfectos (quizás en ese aspecto se note más claramente que lo que Chris te cuenta es la realidad imperfecta) y bastante sesgados, en lo que alguno ha descrito como una "versión idealista de la realidad". Pero, claro, ¿qué se podía esperar de alguien que subtitula su primer libro "Un optimista en Andalucía"? En definitiva, una lectura afable y despreocupada para leer a la cálida luz de un fuego. O para animarse a aprender a pilotar un barco. O todo lo contrario. Quién sabe. Nos vemos. Buena suerte y buenos libros.
¿Por qué estamos aquí? Porque nos gusta lo curioso, lo sorprendente, lo interesante, lo inusual, lo que engrandece al ser humano, lo que lo redime de vez en cuando. Por eso nos apasionan las historias: porque hayan ocurrido o no, de alguna manera es real.
lunes, 9 de noviembre de 2015
Los libros de noviembre: "Entre limones" y "Tres maneras de volcar un barco", de Chris Stewart.
El carácter de optimista irredento -incluso un punto ingenuo- de Chris se ejemplifica perfectamente en el punto de partida de otro de sus libros, Tres maneras de volcar un barco. "Chris", le dijo una amiga, "me habían comentado que buscaban a un patrón de velero para navegar por las islas griegas, y he pensado que tú eras la persona ideal para ocupar ese puesto". Chris no tiene ni idea de navegación ni ha pilotado un barco en su vida, pero como no tiene trabajo para este verano y cree que no debe de ser tan difícil, dice que sí y se pone a aprender algo de marinería para llegar en condiciones al reto. Lo peor es que Chris, en sus descacharrantes ideas, a veces se encuentra con personas que son incluso más inconscientes que él y que tienen la intrepidez de seguirle la corriente, de tal modo que las anécdotas que alternan entre el costumbrismo mágico y el surrealismo más inverosímil se encuentran aseguradas. Tres maneras de volcar un barco cuenta tres experiencias de Chris relacionadas con el mundo la navegación, a través de las islas griegas, el desafiante Atlántico o la costa este estadounidense. A lo largo de sus peripecias, tanto en el mar como en su residencia en Granada, Chris (un tipo que es capaz de hacerte reír describiendo cómo se esquila una oveja, o cómo orinar en medio de una ventisca desde la superficie de un barco) se va encontrando personajes bastante singulares; algunos de ellos, mediterráneos con un curioso sentido del trabajo en el cual parece que todo va de mal al peor, pero al final las cosas se terminan arreglando (un tipo humano que seguramente les resultará muy conocido a los lectores españoles). El contrapunto del carácter de Chris es su esposa Ana, quien le pone de vez en cuando los pies en la tierra, aunque esto no significa en absoluto que le corte las alas a su marido o le haya puesto freno en sus aventuras -la última de ellas presentarse a las elecciones municipales españolas del 2007. Chris sigue viviendo en las Alpujarras en compañía de su mujer, su hija, perros, ovejas, gallinas y un loro algo misántropo. Sus libros son divertidos, extraños, un punto imperfectos (quizás en ese aspecto se note más claramente que lo que Chris te cuenta es la realidad imperfecta) y bastante sesgados, en lo que alguno ha descrito como una "versión idealista de la realidad". Pero, claro, ¿qué se podía esperar de alguien que subtitula su primer libro "Un optimista en Andalucía"? En definitiva, una lectura afable y despreocupada para leer a la cálida luz de un fuego. O para animarse a aprender a pilotar un barco. O todo lo contrario. Quién sabe. Nos vemos. Buena suerte y buenos libros.
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