Todos soñamos con lugares lejanos. Rincones exóticos y remotos donde se cultiva la utopía, habitan seres fantásticos, las leyes físicas y humanas están fueran de lugar, y podemos vivir una y mil aventuras sin descanso ni rubor. Los seres humanos han fantaseado con esos lugares desde la antigüedad y, producto de leyendas más o menos veraces, han nacido en nuestra imaginación la Cólquide del vellocino de oro, el reino de Preste Juan, el país de Jauja, Terra Australis, regiones que guardaban una relación en ocasiones bastante lejana con sus homólogos en la vida real. Para quienes gusten de la evocación de estos lugares como en su día fueron imaginados, incluso aunque la verdad luego no fuera tan prístina y luminosa, recomiendo este libro que a mí me ha servido como fantástico regalo y también, para antes de dormir, alimentado con la fantasía de unas ilustraciones que recrean viejos y apergaminados mapas, desear cada noche, junto con Marco Polo o los más atrevidos navegantes, llegar a alguno de aquellos sitios (quizás el único defecto es la ausencia de la Atlántida), y olvidarse de que un día hay que despertar...
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