-Mamá, mamá,
el abuelito es un rollo.
Dijo el niño, sentado encima de la
alfombra, jugando a la videoconsola, con el abuelo delante, sentado en el sofá,
observando el televisor.
-Anda, Jaime, no digas esas cosas
sobre tu abuelo.
-Mamá, mamá, es que el abuelito no
hace nada, tan sólo está allí sentado, no hace nada divertido, mamá, mamá, es
que el abuelito ni siquiera sabe jugar a la Play.
Y entonces el anciano contempló en
el televisor la imagen -emitida a través del videojuego-, de sí mismo pisando
la luna, y los dos hombres (que eran en realidad el mismo), se contemplaron, el
uno por detrás de la escafandra, el otro, mucho más viejo, con arrugas surcando
su rostro. Y el Neil Armstrong de ahora susurró:
-Yo he ido a la luna.
Y el niño giró la cabeza, contempló
al abuelo escéptico, y gritó entonces a su madre.
-Y encima chochea.Para que estas cosas no pasen y los mayores sigan viajando con sus nietos a la Luna, enseñándoles de paso lo que han aprendido, puedes colaborar en proyectos como éste.
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