Esta noticia es real. Un hotel lanzó una oferta de empleo para la cual se requería entregar el currículum presencialmente y no online. Bajo el hotel se formó una larga cola que duró horas, con personas vestidas de punta en blanco (pues el trabajo exigía buena presencia), mientras algunos, desesperanzandos, abandonaban la fila a causa de la gran afluencia de gente. En realidad, hoy en día, con los medios telemáticos que existen, ninguna compañía requiere de tanta gente acudiendo en persona, y se cree que esto sólo era parte de una estrategia publicitaria por parte del hotel. Ante esta noticia, se leyó, en las redes sociales el siguiente comentario:
Y aquí -y seguro que también mi amiga XXX XXX-, me imagino por supuesto a Cortázar narrando una historia, con cientos o miles de parados aguardando días o semanas, montando tiendas de campaña, organizando paellas los domingos, con partidos de fútbol y de petanca, compartiendo películas en el móvil, casándose, reproduciéndose, teniendo hijos, en familias que pasarían toda la vida haciendo cola en busca de un empleo que no existe, guardando sitio en la fila por si sus hijos tienen la suerte de obtenerlo, e incluso permaneciendo allí después de haber sido reconocido el engaño, para no admitir ante sus amigos que todo este tiempo perdido ha sido un error. Mientras tanto, algún inconsciente niño contemplará desde la ventana a esas personas trajeadas, portando en una carpetita todas sus ilusiones y sueños desechados, y le preguntará a su madre: "¿Qué hacen esos?". La madre le contestará: "Buscan un trabajo, pero en realidad se están riendo de ellos". Y el niño contestará, con esa ingenuidad que anuncia verdades: "¿Y a qué están esperando para organizarse y hacer algo?".
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