El mendigo creyó que era un billete
de cinco euros, y se lo guardó en el bolsillo. Pero luego lo leyó: era una
nota, y al lado, un cheque de viajes.
La nota decía:
“Hola. Yo no sé quién eres tú. Pero
aquí te dejo este cheque de viajes: tiene dinero de sobra para que puedas
viajar por todo el mundo, con todas las comodidades, alojamiento, alimentación.
Sólo te pido una cosa: y es que allá donde vayas, me mandes una carta,
contándome dónde estás, qué estás haciendo, qué lugares estás visitando, a qué
gente estás conociendo; qué cosas estás aprendiendo, viajando a lugares donde
no puedo moverme yo. A cambio de eso, te seguiré mandando cheques, para que sigas
explorando el mundo. Lleva a cabo por mí, por favor, lo que yo no soy capaz de
hacer”.
El hombre contempló el cheque de
viajes.
Aquel día, partió hacia Katmandú.
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