Made in “La Tierra”
Pleno de Sesiones del Congreso
de los Diputados.
Ciudad de Jaén, Península
Ibérica
29 de marzo de 2042
[Presidente]: Tiene la palabra
el portavoz del Partido Nacionalista Ibérico.
[Portavoz]: Gracias, señor
presidente.
Comparezco ante ustedes con una
frase que no puedo proclamar con más satisfacción: nosotros ya lo sabíamos.
Cuando lo decíamos, es decir, cuando afirmábamos que no había nada más
magnífico y de lo que estar más orgulloso que de ser español (ahora matizaría:
ibérico), recuerdo que había diputados, algunos de ellos presentes en esta
sala, que se reían de nosotros. Decían que éramos unos racistas, que sólo se
trataba de una simple cuestión aleatoria el hecho de nacer en tal o cual lugar,
que nuestra soberbia era (cito palabras textuales) vacua, mezquina y retrógrada.
Ese aluvión de descalificaciones tuvo que detenerse cuando el tiempo,
finalmente, nos dio la razón: sí, en efecto, amigos míos, me refiero al momento
de la llegada de los extraterrestres.
Todos recordamos aquel día, así
que no hace falta que me extienda en el hecho que trastocó la civilización
humana de manera irreversible e implacable. Sin embargo, sí que me gustaría
resaltar algunos puntos: rememoro nuestra estupefacción absoluta cuando el
primer OVNI aterrizó en una llanura cuasi desértica de Asia Central, habitada
tan sólo por pastores y rebaños de cabras. Aquel primer contacto (cuya
ubicación, según descubrimos más tarde, fue decidida de manera aleatoria en un
mapa, pues nuestros distinguidos invitados nada sabían de nosotros salvo lo que
podían observar desde el satélite) fue por supuesto accidentado y, una vez que
se estableció una primitiva comunicación, los visitantes se dieron cuenta de
que no habían entablado amistad con el país adecuado. En los compases iniciales,
por supuesto, hubo mucha discusión sobre qué país llevaría la voz cantante en
su interacción con esos nuevos actores políticos; estadounidenses y chinos, por
supuesto, pretendían destacar como nación preferente, frente a otros países que
abogaban por el liderazgo de instituciones supranacionales como la ONU. No
obstante, una vez se superaron aquellos primigenios incidentes, y tras unas
cuantas cumbres en las que los alienígenas alternaron reuniones entre Bruselas,
Washington, Pekín, la OTAN y el Consejo de Seguridad de la ONU, los
extraterrestres se dieron cuenta de que con quien debían tratar era con
nosotros, los españoles, porque, como ahora todo el mundo sabe, conteníamos la
materia prima más indispensable para nuestros ahora amigos y colaboradores: las
excepcionales, únicas en el espacio interestelar, maravillosas y, por qué no
decirlo, deliciosas aceitunas.
Sí, amigos, lo diremos una y mil
veces: que ser español constituye un supremo privilegio del universo queda
demostrado por un aspecto tan sencillo como que las aceitunas son el alimento
que más salida tiene a nivel comercial a lo largo de toda la galaxia. Pronto,
los asombrados habitantes de la Península Ibérica (en particular los andaluces,
entre los que tengo el honor de contarme) descubrimos que no sólo la
civilización que había contactado con nosotros, los ya famosos Glorp, eran
fanáticos de las aceitunas, sino que buena parte de los planetas del borde
exterior de la Vía Láctea están dispuestos a pagar ingentes cantidades de dinero
por esas perlas verdes, negras, y de cualquier color conocido, que tanto les
entusiasman. Es verdad que otros países productores de olivas también se vieron
favorecidos por las atenciones de nuestros amigos los alienígenas y, fruto de ese
interés mutuo, nació la Organización de Productores y Exportadores de Aceitunas
y Aceite de Oliva, pues descubrimos también que este oro líquido era esencial
como combustible para buena parte de los motores construidos en una amplia
proporción de los sistemas estelares habitados. Aquel increíble descubrimiento
representó para nosotros una nueva era: un inesperado, pero merecido amanecer,
para la sección más valiosa de la humanidad.
Desde entonces, como ustedes
sabrán, muchas cosas han cambiado: como sin duda hasta los más críticos tendrán
que reconocer, nos hemos convertido en los socios preferenciales de nuestros
ahora aliados los Glorp. Otros países, como Italia, Grecia o algunas naciones
árabes, también se han visto beneficiados por su amistad, pero ninguno ha salido
tan bien parado como nosotros. Por supuesto, esto implicó cambios políticos a
nivel interno: gracias a los extraterrestres pudo culminarse el ansiado y
diferido proyecto de la Unión Ibérica, y es obvio que tuvieron que producirse
algunas modificaciones en el régimen político, una vez los Glorp entendieron
que los componentes del Partido Nacionalista Ibérico, como yo mismo, eran los
mejores interlocutores posibles con los que negociar. Pero, a cambio de esas
modificaciones, que he de reconocer que en su día causaron una cierta polémica,
la prosperidad obtenida por nuestra nación durante el proceso ha resultado más
que provechosa: desde entonces, nos hemos convertido en el país más poderoso de
la Tierra. Gracias a la colaboración militar de los extraterrestres, hemos
recuperado Hispanoamérica, nuestras colonias en África, Filipinas, ¡Gibraltar!,
y hasta conseguido derrotar, en aguas internacionales, a las en su día
invulnerables naciones china y nortemericana. Es verdad que hemos sufrido
momentos de crisis, como cuando australianos, estadounidenses y sudafricanos
intentaron competir con nosotros en el mercado aceitunero, pero, gracias a
nuestras hábiles gestiones, conseguimos que nuestros colaboradores
extraterrícolas aniquilaran a la competencia a cambio de un mayor incremento en
la producción. Sin duda, hemos tenido que hacer ciertos sacrificios, pero no
podemos negar que la alta elevación del nivel de vida conseguida en los últimos
tiempos compensa de so…
[Una mujer atraviesa el
hemiciclo y asciende a la tarima del orador, entre bisbiseos generales. La
mujer se inclina hacia la oreja del hombre].
[Portavoz]: ¿Seguro?
[Ella asiente. El hombre coge su
teléfono móvil]
[Portavoz]: Un momento, por
favor… Creo que esto es importante… [Espera comunicación con el teléfono]. Oye,
sí, es que Marta me ha dicho… Sí… Sí… [Largo silencio]. Ajá. Lo entiendo. Un
momento. [Sigue hablando a la concurrencia, aunque sin despegar el teléfono de
la oreja]. E… ejem; me acaban de comunicar que, por lo visto, los Glorp han
descubierto la manera de cultivar olivares en su planeta de origen, y fabricar
por su cuenta su propio aceite de oliva. Eso quiere decir que, salvo unos pocos
elegidos, el resto de los habitantes del país serán convertidos en mano de obra
esclava, la cual será deportada y enviada al planeta… ¿Qué? [Vuelve a hablar
con su interlocutor en el teléfono]. ¿Cómo que no estoy incluido entre el grupo
de elegi…?¡José Luis, me cago en tu pa…!