Los libros no son sólo para el verano... pero la verdad, tumbados en la playa bajo la sombra, sientan muy bien. Por eso, una serie de recomendaciones rapiditas en esta época en que tenemos más tiempo de lo habitual para leer:
-"Roma desordenada: La ciudad y lo demás" es una recopilación de reflexiones y anotaciones de elección absolutamente personal (como indica el propio título) del diplomático Juan Claudio de Ramón, quien tuvo la suerte de vivir un tiempo en la Ciudad Eterna y, como él mismo dice, hubiera resultado más extraño no escribir un libro sobre la experiencia que abstenerse. Por supuesto, cualquier texto sobre una ciudad que ha mudado tantas veces de piel y vivido tantas vidas va a ser interesante (de hecho, me ha enseñado a reconocer un número más amplio de capas), y en el haber del libro tenemos historias apasionantes, mucha erudición y documentación detrás, y algunas sugerencias bibliográficas dignas de apuntarse -en particular, la película Confidencias y el libro La casa de la vida, que me están permitiendo conocer a uno de esos personajes tan pintorescos que habitan Roma-. En el debe, por contra, flota la sensación de que buena parte del libro no se ha hecho pensando en los lectores, con referencias tan crípticas que sólo los que hemos leído previamente sobre el tema vamos a entender (por supuesto, en alguna seguro que me he perdido). Aparte de eso, este ensayo tiene un poco de todo, desde apreciaciones personales del autor en las que uno no tiene por qué estar de acuerdo -como en cualquier libro- e ilustrativas postales acerca de cómo se sufre la vida cotiiigadores, se embarcan en una serie de disquisiciones a medio camino entre la biología, la antropología, la gastronomía y unas cuantas ciencias más para explicar qué comemos, por qué lo hacemos y, sobre todo, cómo de rico está. Aporta ideas muy interesantes y sorprendentes para un acto sólo aparentemente sencillo como es nutrirse, y satisfará tanto a los que saben del tema como a los aficionados que pretenden encontrar un plato sabroso.
-"El invencible". Esta novela de ciencia ficción de Stanislav Lem (Ciberiada, La voz de su amo) se ha comparado con Solaris, y aunque desde luego no le sale tan redonda, tiene algo en común: Lem reflexiona sobre qué tipo de criaturas podremos encontrarnos cuando exploremos los confines del espacio exterior, y nos obliga a salir de nuestro antropocentrismo. El "pero" es que da la sensación de que a veces la narrativa le estorba, y que ciertas cuestiones tecnológicas están un poco cogidas por los pelos (aunque, por otra parte, Lem se inventa máquinas bastante chulas). En conjunto, sin embargo, como digo, y teniendo en cuenta cómo Lem afronta el misterio y la perspectiva ante las distintas situaciones, bastante recomendable.
-"1177 a.C. El año en que la civilización se derrumbó". A lo largo de este ensayo, Eric H. Cline repasa lo poco y fragmentado que sabemos acerca de esta época en que múltiples civilizaciones del Mediterráneo Oriental (el primer mundo más o menos globalizado que se conoce) decayeron a la vez al final de la Edad de Bronce por culpa de causas sólo hasta cierto punto conocidas, generando una Edad Oscura. El libro se apoya en gran medida en los descubrimientos sobre el terreno (de hecho, traduce un gran número de inscripciones, y cita trabajos de diversas campañas arqueológicas), y por supuesto no consigue resolver el misterio sobre qué pasó exactamente, aunque apunta una interesante hipótesis que no conocía: el hecho de que, en un mundo tan complejo, una serie de factores pequeños concatenados pudieron desencadenar la caída de un sistema que estaba cogido por pinzas, pues se hallaba demasiado interconectado (¿qué pasa si tu economía se basa en exceso del comercio extranjero?), quizá porque todo dependía de unos pocos cuellos de botella. Esta última teoría es interesante, porque si en el pasado esos puntos críticos pudieron ser los centros palaciales que dominaban las redes del comercio internacional, hoy en día podemos establecer analogías al observar cómo fenómenos locales como una guerra en Ucrania o un atasco en el canal de Suez trastocan las conexiones y provocan consecuencias que se traducen en crisis globales. En ese sentido, como siempre, analizar la historia es esencial para comprender el presente, y aunque es difícil establecer comparativas, uno se siente con frecuencia tentado de trazarlas.
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