Una nueva ronda de hilos de Bluesky: tenemos el ambiente irrepetible de Tánger cuando era zona internacional y los perseguidos (gente muy interesante, pero también con sus claroscuros) se alojaban allí; también, la historia de un caracol cuya concha se daba la vuelta hacia el lado contrario, y le dio la vuelta a muchas concepciones que tenemos sobre ellos. Y, para variar, esto no es un hilo, pero sí un vídeo que he colgado en esa red social (también en otras, pero aquí se puede ver aunque no formes parte de ella) y en el que cuento la historia de cómo los fabricantes de helados Magnum descubrieron que era menos importante el sabor que el sonido. Espero que os llamen la atención. Un saludo.
¿Por qué estamos aquí? Porque nos gusta lo curioso, lo sorprendente, lo interesante, lo inusual, lo que engrandece al ser humano, lo que lo redime de vez en cuando. Por eso nos apasionan las historias: porque hayan ocurrido o no, de alguna manera es real.
lunes, 11 de agosto de 2025
viernes, 1 de agosto de 2025
Los libros de agosto: absorbentes y entretenidísimos ensayos
Varios ensayos que narran un sin número de episodios apasionantes relacionados con su temática. Tantos, que no puedo contarlos aquí, y os incito a devorar estos libros:
-Historias insólitas de los mundiales de fútbol. Luciano Wernicke (quien, por ciertos, tiene un texto similar sobre los JJOO) repasa no sólo los recórds, las tácticas, las figuras o las gestas deportivas más relevantes de las sucesivas ediciones de los Mundiales de fútbol masculino, sino que sobre todo se centra en lo que nos da la vida: las anécdotas, las casualidades afortunadas, los hechos sorprendentes, que en el caso de estos eventos deportivos que implican a tanta gente a tantísimos niveles (equipos, jugadores, espectadores, aficionados) son legión. Una enciclopédica recopilación de detalles curiosos, recomendable tanto para los fans del balompié como para simples seguidores del comportamiento humano.
-Historia de las ballenas y otros cetáceos. A Ana J. Cáceres se le nota su formación como científica, especialmente en la cuidadosa forma en que aborda lo que sabemos -y lo mucho que aún desconocemos- sobre estos fascinantes animales. Sin embargo, estos pequeños fragmentos de información, que tratan distintos aspectos de la vida de los cetáceos, están llenos de interés emocional, tanto desde el punto de vista de estas increíbles criaturas como bajo la óptica humana, ya que nuestra relación con ballenas, orcas, narvales o delfines se remonta a siglos atrás, ya sea desde el punto de vista mitológico, económico, social, cultural... hasta la tecnología más puntera juega un papel. Se habla de cetáceos empleados como ayudantes en la pesca, como militares y hasta como espías; de la forma en que estos animales han evolucionado, se alimentan y desarrollan su lenguaje; de maneras de recuperar a los que han tenido mala suerte (en muchas ocasiones, por culpa de la acción del hombre); y de la reacción popular en torno a estas criaturas, que también desempeña un rol esencial. Un imprescindible para amantes de los cetáceos; y, si no lo sois, terminaréis por caer enamorados.
-Países de NuncaJamás. Bjørn Berge tiene una curiosa afición: colecciona sellos, especialmente de naciones remotas que, en algún momento, han sido capaces de acuñar su propio sistema postal diferenciado, aunque hoy en día esas entidades políticas ya no existen. En realidad, más que estados, la mayor parte de estos lugares han sido regiones con cierta autonomía, que en muchos casos emitían sellos simplemente con el propósito de reafirmarse. Algunos duraron varias décadas y otros apenas un suspiro, unos representaban utopías y otros servían para legitimar regímenes despóticos, y pocos tuvieron una existencia ajena a los vaivenes de la guerra y la política. Lo que guardan en común es que, detrás de estos lugares (que pueden abarcar millones o unos pocos miles de habitantes), se esconden historias muy curiosas, alguna de las cuales me he dedicado a ampliar. Hay nombres conocidos como Manchuria, Trieste, Fiume, Danzing, Molucas del Sur o las Islas del Canal, y otros no tanto, como la zona internacional de Tánger, Cabo Juby, Bhopal y sus increíbles princesas, las regiones antagónicas de Sur de Rusia o la República del Lejano Oriente... En todo caso, un libro que sorprende a cada página, igual que las ilustraciones de los sellos del autor, representaciones de tiempos, países e ideas que ya no volverán a cristalizar. Ideal para devotos de la geografía política y de los relatos apasionantes.
lunes, 21 de julio de 2025
El relato de julio: "Cita a ciegas"
Inspirado en una idea original de Helena Tejera
El
lugar no tenía nada de particular. Nada hacía pensar que era uno de los
restaurantes más de moda de la ciudad. Al menos en aquella salita de espera
anodina, que lo único que alojaba era a varios futuros comensales aguardando,
expectantes, por lo que prometía iba a ser la experiencia gastronómica de sus
vidas. Al menos, hasta la siguiente temporada.
-Me
llama mucho la atención esto del “restaurante a ciegas” –conversaba Oliver con
una mujer que tenía al lado, a la que no conocía de nada, pero que, como él,
iba a ser uno de los afortunados aquella noche-. Cuando Adrián me invitó, me
puse a pensar en posibilidades, y me volví loco. Yo es que soy muy aficionado a
las novelas de Agatha Christie, ¿sabe?, y me imaginaba una reunión, todos a la
oscuridad, sentados a la mesa, y que hubiera un asesinato… O, qué sé yo, que
consiguiera juntar a todos mis herederos, en el futuro, en una cena como ésta,
y les dijera “el que haya sobrevivido cuando encienda la luz, heredará toda mi
fortuna”. ¿No le parece hilarante?
-Eh…
sí, claro –gruñó la mujer, no muy convencida de aquellos argumentos. La pareja
de Oliver, Adrián, intervino con prestancia:
-No
le haga caso. Le gusta mucho el humor negro.
-Uy,
es verdad, creo que me he pasado –se disculpó Olivier-. Es que no todo el mundo
entiende mis chistes. Menos mal que tengo a Adrián para advertirme de vez en
cuando con un “cariño, te estás pasando”… Pero bueno, como yo digo, al final se
me acaba queriendo, o al menos él, ¿verdad, Adrián? –dijo complacido mientras
acariciaba a su compañero de vida por la zona de la mandíbula, donde su media
barba rascaba de modo agradable-. No sé qué haría yo sin él. Tres años llevamos
juntos. Y ahí estamos, tan felices como el primer día.
Ahí
la mujer desconocida parecía más cómoda, y de hecho dio la impresión de que iba
a decir algo, pero entonces llegó una de las camareras del restaurante, quien
interrumpió su conversación.
-Buenos
días, bueno, ya buenas tardes… Bienvenidas, damas y caballeros, a su velada en
“Cena a ciegas”, donde tendrán la ocasión de degustar platos exquisitos, como
bien saben, en la más absoluta oscuridad. Nuestros camareros invidentes les
conducirán uno por uno a su sitio, de tal manera que, aunque estarán todos
juntos en la misma sala, cada pareja o grupo de comensales tendrá su propio
rincón donde disfrutar de su cena con intimidad. Después, les iremos trayendo
los platos, que están preparados para que los puedan degustar con total facilidad
con el tenedor y la cuchara que tendrán a los lados. La ventaja de hallarse
privados del sentido de la vista es que podrán gozar con total intensidad del
sabor de los alimentos, y el hecho de no saber que están comiendo no
condicionará sus percepciones. Empezamos pues: ahora iremos nombrando a cada
uno de ustedes y, por orden, uno de nuestros camareros les colocará en su
asiento.
A
Oliver le tocó su turno cuando ya habían pasado la mitad de los invitados,
incluyendo Adrián. Se sintió un poco nervioso conforme el camarero le desplazó
delicadamente a través de las sucesivas puertas generadas a base de cortinas de
terciopelo, las cuales les iban conduciendo, conforme las apartaban, a zonas de
de mayor penumbra, hasta desembocar en la oscuridad más absoluta. Cuando se
sentó, Oliver se agitó inquieto:
-¿Adrián,
estás ahí? Dime que estás, por el amor de Dios…
-Sí,
estoy –respondió lacónico Adrián. El tono cansado ya le debió de dar pistas a
Oliver, pero este último se hallaba demasiado embargado por la emoción como
para percatarse.
-Ay,
qué chulo, Adrián, esto es estupendo. Muchas gracias por el regalo. Todo me
parece tan maravilloso…
-Oye,
hay una cosa que quería decirte…
-Ya
verás cuando se lo cuente a todas nuestras amigas. Les va a encantar…
-No
te he traído sólo para disfrutar de la comida…
-¡Ay,
alguien me ha tocado!¿Qué ha pasado?
-Perdone,
señor, soy su camarero. He venido a traerle los aperitivos.
-Ay,
gracias, ya pensé que me querían meter mano. Oyoyoy, qué bien huele todo.
-Gracias,
señor. Mi compañera y yo les dejamos estos entrantes y nos marchamos.
-Muchas
gracias… ¿cómo te llamas?
-Andrés.
-Muchas
gracias, Andrés, te vemos luego… Uy, en serio, qué bien huele esto. ¿Y qué
será? Voy a tocarlo con el tenedor a ver qué textura tiene. Oye, Adrián, ¿y qué
me querías decir? Cuéntame, cariño.
-Que
te dejo.
El
cubierto se le cayó de las manos a Oliver encima de plato, y ante la ausencia
de luz, resonó más de lo habitual, y provocó que las otras personas que se hallaban
en la misma habitación, pero en otras mesas, volvieran la cabeza, a pesar de la
inutilidad del gesto, porque no podían ver nada. Sin embargo, a Oliver no le
importaba el resto del mundo: ahora sólo tenía ojos –es un decir- para su
reciente ex pareja.
-¿Pero…
por qué?
-Mira,
te podría dar unas cuantas razones, pero no creo que importen mucho. El caso es
que ya no me gustas y que no quiero seguir contigo. Llevo tiempo queriéndotelo
decir, pero cada vez que hago la más mínima insinuación, me pones esa carita de
corderito degollado con la que, de verdad, no puedo, no puedo. Así que he
decidido cortar aquí. No era mi primera opción, pero me has obligado a hacerlo
de esta manera.
Durante
unos segundos se hizo el silencio, que Adrián vio necesario rellenar:
-Al
menos, así podremos tener un último buen recuerdo. Una comida, agradable, en un
buen restaurante… Es una buena despedida, ¿no? Creo que he sido muy
considerado.
Sólo
a mitad de frase se dio cuenta de que Oliver estaba llorando. No de manera
discreta, no, aunque así parecía al principio: porque unos segundos más tarde,
cuando subió el volumen, era evidente que sollozaba como una magdalena, sin
freno y ninguna clase de control. Tanto, que empezaron a escucharse bisbiseos
desde las otras mesas. Adrián se rebulló incómodo en su asiento: estaba claro
que no se había pensado mucho lo que, en un primer momento, aparentaba ser una
buena idea.
-Oliver,
no me parece apropiado…
-¿Y
qué más da lo que te parezca, si ya no estamos juntos?¿También me vas a decir
cuándo llorar?-se escuchó cómo Oliver se sonaba los mocos estruendosamente; a
causa de la oscuridad, bien podía ser con una servilleta.
-Oliver,
esto es muy violento…
-¿Violento?¿Y
qué esperabas que dijera: <<uy, qué cosas, me dejas, bueno, qué le vamos
a hacer, mira, qué rico está el salmón>>? El salmón o la mierda que sea
esto, porque a mí no me sabe a nada. Necesito ver algo, maldita sea –el tenedor
resonó varias veces, clavándose en el plato como si estuvieran acuchillando una
escultura de mármol.
-Oliver,
deberíamos tomarnos esto como personas civilizadas que somos…
-¡Te
voy a dar yo a ti civilización!-se escuchó el ruido de un cuerpo desplazándose
hacia adelante sobre la mesa, y seguramente se hubiera oído cómo el tenedor se ensartaba
sobre la carne, de no ser porque un aullido de dolor reverberó por toda la
sala.
-¡Ay!-gritó
Oliver, retirando el tenedor y taponándose la herida de una mano con la otra,
menos dolido en los músculos dañados por el afilado metal que en el orgullo-.
¡Por favor, necesito ayuda!
-Hola,
señor, soy Andrés –sintió Oliver una mano sobre su codo-. Voy a llevarle a un
lugar donde haya luz para poder tratar su herida. Por favor, déjese llevar por
mí.
-Ay,
gracias, Andrés. Qué dolor, qué dolor.
Oliver
permitió que el camarero le desplazara a lo largo de sucesivas salas hasta
llegar a una donde había un botiquín y un par de asientos. Andrés le sentó
sobre uno de ellos y, tras abrir el botiquín y tantear su contenido, empezó a
manipular el instrumental médico como si conociera de manera perfecta donde se
hallaba cada medicamento. Tanto, que Andrés se preguntó si los nombres de las
drogas estaban escritos en Braille en los botes.
-Por
favor, indíqueme dónde tiene la herida –le rogó Andrés, mientras se sentaba, con
el objeto de aplicarle un algodón empapado en alcohol sobre la zona lesionada.
-Aquí
–obedeció dócil Oliver, llevando la mano del camarero hacia la sección de piel
de donde aún manaba la sangre-. Oye, Andrés, ¿te ha tocado hacer muchas veces
cosas de éstas?
-Se
sorprendería –apuntó el camarero-. De todas maneras, ya le he dicho a mi
compañera de servicio que me parece que lo que ha hecho su pareja está feísimo.
De hecho, ella me ha respondido que no tenía interés en volver a esa mesa en lo
que queda de noche.
-Gracias,
amore –le colocó la mano en el pecho
Oliver-. Uy, cuánto músculo, ¿no irás al gimnasio?
-Lo
dicho, señor, yo nunca le hubiera planteado una encerrona como ésa. No les
conozco a ninguno de los dos, pero ésas no me parecen formas… A mí me han
dejado de todas las maneras posible: por mensajes de texto, por carta… Un novio
me dijo una vez que le esperara a la puerta de un Primark porque tenía que
hacer unas compras… y todavía le estoy esperando. Incluso alguien me deslizó un
fragmento de papel debajo de la puerta y se largó a toda velocidad, antes de
que pudiera confrontarle.
-Ah,
pues sí que hay bastante variedad. ¿Y, de todas esas experiencias, cuál ha sido
la peor?-preguntó, vivamente interesado Oliver.
-Bueno,
señor, soy de la minoritaria opinión de que al final lo de menos es cómo te
dejen, sino lo importante que ha sido esa relación para ti y, por tanto, cuánto
significa esa ruptura. Claro que prefiero verlo de una manera optimista, y
encontrarle el lado bueno.
-¿Y
ése cuál es? Porque ahora mismo, Andrés, lo necesito mucho.
-Pues
que ahora tienes una nueva oportunidad para que alguien te pueda enamorar.
En cuanto dijo esto, concentrado como se hallaba en curar la herida en la mano, Oliver apoyó su dedo sobre el mentón de Andrés, lo levantó, y le plantó un suave beso en los labios. Lo que ocurrió a continuación lo omitimos, para dejar espacio a la intimidad. Lo único que vamos a decidir que las luces permanecieron encendidas, y los ojos de Oliver, abiertos.
Mientras
tanto, en la sala oscura, Adrián, que ya había terminado los entrantes y tenía
hambre, susurraba entre tinieblas:
-¿Camarero?¿Oliver…?
Sólo
escuchaba el silencio.
-¿Alguien…?
lunes, 7 de julio de 2025
El libro y las historias reales de julio: "Atlas novelado de los volcanes de Islandia"
martes, 1 de julio de 2025
La historia corta de julio: "Cuando la Parca venga a buscarme"
Cuando
la Parca venga a buscarme, no la insultéis, ni le indiquéis mal el camino: a
una señora mayor hay que invitarla a un sillón cómodo y ofrecerle un té, para
que se sienta cómoda.
Cuando
la Parca me lleve, no quiero llantos ni miedos. Montad en cambio una fiesta:
poned música, proyectad cine, traed libros. Comed como si fuera el último día,
porque puede serlo; recomendaos series para los próximos seis meses, porque hay
que aprovechar el tiempo.
Gastaos
poco dinero en mi funeral: invertidlo mejor en viajes. Si es posible, que mi
ataúd sea biodegradable: no quiero robarle nada a la Tierra, ahora que vuelvo a
ella. En la fiesta, poned contenedores para reciclaje: porque este planeta nos
tiene que durar mucho, también para los que no estamos.
Y
esa noche, cuando gocéis del tiempo con vuestras parejas, o con un individuo
desconocido que os guste, follad, follad muchísimo, y hacedlo a mi salud.
Vuestra alegría es el mejor homenaje que podéis darme.
Cuando
la Parca venga a buscarme, recordad: la muerte no es un mal final, siempre que
hayas vivido.
lunes, 23 de junio de 2025
Los libros de junio: una serie de obras concatenadas
Pocos saben que Robert Louis Stevenson, el escritor (autor del "Dr. Jekyll y Mr. Hyde" y "La isla del tesoro", entre otras) era desdendiente de una estirpe de ingenieros civiles especializados en la construcción de faros, como marcamos a continuación en este árbol familiar (extraído de la Wikipedia), donde podéis ver el recuadro que sañala al escritor, en la parte de abajo a la derecha:
lunes, 16 de junio de 2025
La historia corta de junio: "Me ha robado el corazón"
En
2024, en Gales, un ladrón fue detenido porque irrumpió en una casa, se cocinó
la comida, la sirvió con vino y, a continuación, empezó a hacer las labores domésticas.
Entre otras cosas, tendió la ropa, vació un contenedor de reciclaje, fregó el
suelo y reordenó ciertos elementos de la vivienda. Cuando se fue de la casa,
dejó una nota que decía: “No te preocupes, sé feliz”. Había llevado a cabo un
procedimiento muy parecido en otras moradas. Lo que sigue a continuación es una
ficción.
No voy a negárselo. Parte de mi motivación fue el
dinero. O, mejor dicho, la carencia de él. Pero me repugna robar, y no me
considero un ladrón. En efecto, yo entré en esa casa, me serví de sus útiles de
cocina y tomé parte de sus alimentos, pero lo pagué con mi trabajo: si se da
cuenta, realicé unas cuantas tareas del hogar. Vale que cuando me cuelo en una
residencia y lavo la ropa, incluyo también la mía, pero le estoy ahorrando un
rato de esfuerzo a los habitantes del sitio. Encima, les reorganicé el jardín,
que lo tenían muy descuidado; guardé la compra, que habían dejado tirada por
ahí; y reestructuré los armarios, que tenían hechos un desastre. Me apuesto lo
que quiera a que no han cambiado la reordenación que le hice, porque les viene
mejor. Hasta cabría decirse que les he hecho un favor.
Además,
todos los domicilios en los que he entrado tienen algo en común. Pasaba cerca
de ellos con frecuencia en mi camino a buscar trabajo, y me daba la sensación
de que los que allí vivían no aprovechaban plenamente sus vidas. Tenían buenas
casas, trabajos acomodados, una existencia (sobre el papel) feliz, y nunca
parecían tener tiempo para arreglar los pequeños desperfectos de su hogar, ni
tampoco se sentían -aparentemente- a gusto. Me da la sensación de que nunca han
valorado más lo que tenían dentro de sus viviendas hasta que no ha entrado alguien
que les ha hecho sentir que podían perderlas. Yo, en cambio, he aprovechado hasta
el tuétano todo lo que ellos habían despreciado. Las comodidades están para usarse;
de no ser así, carecen de sentido.
No
sé, señor juez. Para mí sería ideal un intercambio de ese estilo: comida y un
lugar donde reposar a cambio de trabajos. No es que me disguste ser un ladrón
original: qué más quisiera yo que adoptar la fama de aquel a quien la policía pilló en una casa porque se había quedado a leer un libro tan interesante que se le fue el santo al cielo. Me gustó cuando en Twitter hicieron chistes de mí llamádome "el ladrón con el TOC de la limpieza" y comparándome con el anuncio de "Don Limpio". Pero sigo sin considerarme
a mí mismo un criminal. No sé qué opina usted.
El juez meditó.
-¿Se pasa por mi residencia, mañana a las seis?-preguntó.
El acusado asintió:
-Deme la dirección, y acudiré encantado.
lunes, 9 de junio de 2025
La historial real de junio: más hilos en Bluesky
Seguimos con hilos de Bluesky. Reciclamos un hilo de Twitter que no pudimos colgar en otro formato acerca del hombre que pudo ser Hitler en lugar de ser Hitler; relacionado con eso, un minihilo sobre el final de Klaus Barbie ("el carnicero de Lyon", un torturador nazi implacable, responsable del asesinato y deportación de miles de personas). Además, y también en clave política, aunque con un giro totalmente diferente, tenéis éste sobre las piquiponadas, unos pequeños destellos de ingenio que son más de Rajoy que de Gómez de la Serna. Que los disfrutéis, todos ellos. Un saludo.
domingo, 1 de junio de 2025
El relato de junio: "La mula Francis en la corte del rey Trump"
“Francis, la mula parlante” es un personaje de ficción que apareció en 1950 en un film estadounidense homónimo en el cual dicho animal hablaba y le daba consejos a un soldado no muy despierto, en contraste con el ingenio cáustico del equino. He querido imaginarme cómo sería la vida de la mula Francis si le diera por aparecer en estos tiempos tan bestias que vivimos.
ALGÚN LUGAR DE
ESTADOS UNIDOS. AÑO 2023.
Todo comenzó en el parque de caravanas donde J.D.
Vance iba a pasar sus vacaciones. Allí, se sentaba en un taburete y leía el
periódico en pantalones cortos, con los pies metidos dentro de una piscina
hinchable de plástico rellena de agua, para así recordar cómo eran sus
vacaciones de verano cuando era niño. Por suerte, ahora ni él ni su familia
vivían allí, pero volvía de vez en cuando para recordar que, si le ponía mucho
esfuerzo y el Partido Republicano trabajaba duro, era posible que, algún día,
todos los norteamericanos tuvieran una infancia como la suya.
Fue
entonces cuando escuchó cómo alguien le hablaba a su espalda con una voz sonora
y bien modulada:
-Oiga,
amigo, ¿ha visto lo que el idiota de Trump está haciendo?
-Pues
sí, es un cernícalo de marca mayor, y se lo digo yo, que he visto muchos.
Aunque es verdad que le sigue mucha gente.
-¿Y
no cree, amigo, que alguien debería salir por la tele y decirle a la gente que
ese hombre es un maldito ignorante? Y no me refiero adónde ha estudiado, sino
que no para de decir sandeces.
-En
efecto, alguien debería hacerlo.
-¿Y
no ha pensado en que ese alguien sea usted?
-¿Yo?
Pues…
El
problema es que, cuando Vance se dio la vuelta para contestar no vio a nadie.
-Oiga,
¿dónde está?
-Aquí.
-¿Cómo
aquí? Aquí no hay nada salvo…
-Yo.
-¡Una
mula!¡Una mula que habla!
-Francis,
para servirle.
-¿Francis?¡Pero
si eso es nombre de chico!
-No
entremos en la cuestión del género, ¿quiere? Qué obsesión tiene la gente por
categorizar… Llámeme simplemente Francis, y con eso estaremos todos contentos.
-Bueno,
Francis, como usted quiera… Si a mí lo que me sorprendía era que una mula estuviera
charlando conmigo. ¿Dónde ha aprendido usted mi idioma?
-Que
dónde he aprendido yo… Qué pregunta. En una escuela pública estadounidense no,
desde luego. Con el poco dinero que invierten ustedes en ella, sería imposible.
-Oiga,
¿se está metiendo con mi país?¡Porque América es una gran nación!
-Luego
discutiremos si su país se llama o no América, pero de momento, volvamos a lo
importante: ¿no ha pensado usted en hacerme caso, e irse a protestar contra
Trump en la televisión nacional, ahora que se ha hecho usted famoso con su
libro y su película?
-Ah,
¿las conoce usted?¿Qué tal, le han gustado?
-Bueno,
un poco autoindulgentes y con tendencia a la inacción, si quiere que le diga la
verdad. Aunque he de decir que simpatizo con el hecho de que ponga el foco en
las personas más desfavorecidas… Pero dejémonos de crítica literaria -zanjó la
mula, antes de que Vance pudiera poner reparos-. Ahora, retornando al meollo de
nuestro asunto: si conseguimos apartar a ese cretino de Trump de la carrera a
las elecciones, y evitamos que salga elegido en 2024, es posible que el país
haga algo decente por la gente que vive en los parques de caravanas, y les
ayude a estar un poco mejor.
-Hmm,
bueno, eso estaría bien, la verdad.
-Pues
habrá que ir a Washington entonces.
-¿A
Washington?¿El estado, o la capital?
-La capital,
por supuesto. Ahí es donde se toman las decisiones importantes, y ahí es donde
estarán las cámaras de televisión que necesitamos.
-¿Cuándo
dice “necesitamos”, se refiere a mí?¿Quiere ir usted… conmigo?
-No,
con Taylor Swift, no te fastidia… Pues claro que con usted: no se pensará que
una mula parlante va a conseguir audiencia en la CNN. Y mira que a la Fox han
acudido toda clase de criaturas, incluyendo sapos e invertebrados, pero creo
que será más fácil si habla usted por mí. Aunque yo también habré de ir, que
para algo la idea ha sido mía.
-Ummm,
en fin, reconozco que eso tiene toda la lógica del mundo.
-Hala,
pues venga, lléveme al Distrito Federal, que ya vamos tarde. Por cierto, le
aconsejo que se compre una furgoneta: ¿sabe lo mal preparado que está el
transporte público para desplazar mulas? Mira que estuve un tiempo en el
ejército, y allí nos trataban mejor…
UNOS MESES DESPUÉS
-Hola,
Francis, ¿qué tal?¿Te tratan bien en este establo que te he buscado?¿Te dan de
comer buena paja?
-No
está mal. Un poco sosa, quizá, pero, por lo demás, aceptable. Por cierto, sea
lo que sea lo que ha negociado con el dueño, ya no hace falta que le pague. Le
he dado un par de consejos sobre gestión financiera y, con lo que han
incrementado sus beneficios, mi hospedaje está más que pagado. Mira que en este
caso me ha venido bien, pero eso de Wall Street tiene últimamente más estiércol
que este establo. En fin, hablemos de cosas serias: J.D., me encantó lo que
dijiste contra Trump el otro día en las noticias. Creo que vamos por el buen
camino.
-¡Eso
mismo iba yo a decirte! Mira, de hecho, a raíz de haber salido en la tele, mira
quién ha venido.
-Hola,
buenas: me llamo Robert Kennedy Jr.
-Buenas,
encantado de conocerle. Perdone que no le dé la pata, la tengo un poco sucia.
-Oh,
no se preocupe. Últimamente todo está un poco sucio. Es porque la gente se mete
toda clase de porquerías en el cuerpo: vacunas, por ejemplo. Así está la
sociedad de mal.
-Creo
que no nos vamos a llevar del todo bien usted y yo -respondió la mula.
-Uy,
qué va. En mi familia siempre le hemos tenido simpatía a los burros. De hecho, mi
padre anduvo con burros toda su vida.
-Lo
primero de todo, yo no soy un burro, soy una mula. Y, créame, uno puede andar
con burros, con elefantes o con zarigüeyas, pero eso no obliga a nadie a
convertirse en un asno.
-Robert
me ha contado que tiene grandes planes -intervino Vance-. Y creo que podemos
jugar un papel muy interesante en ellos.
-¿Podemos?-alzó
una ceja Francis-. ¿Y quién me ha preguntado a mí?
-Si
le mostramos a la gente que hay una mula que habla -apuntó RFK Jr.-, podemos explicar
que eso es una prueba inequívoca de cómo las vacunas están afectando hasta a
los cuadrúpedos salvajes. Y por qué deberíamos empezar a consumir productos más
naturales: leche cruda, pollo clorado, cocaína…
-Oiga,
señor mío, el hecho de que yo sea capaz de sostener una conversación no tiene
nada que ver con las vacunas. No diga estupide…
-Además
-irrumpió Vance, entusiasta-, ¡a mí me han prometido un cargo de
vicepresidente!
-Ay,
Dios -se lamentó Francis.
-¿Puedo
pasar?-irrumpió en la habitación alguien naranja con una gorra roja en la
cabeza. Sorprendentemente, se escuchó un ruido apagado de aplausos enlatados de
fondo, aunque nadie sabía de dónde procedían.
-¡Hola,
Donald! Entra, entra -le indicó RFK, sin pedirle permiso a nadie más-. Te
quiero presentar a Frankie, el mulo que habla…
-He
dicho Fran… Buf, imposible -agitó la cabeza Francis, mientras bufaba con
hartazgo-. Y ahora viene aquí éste.
-Hola,
Frank -saludó el candidato presidente-. ¿Qué tal?¿Eres un buen mulo americano?
-Los
animales no tienen nacionalidad, señor Trump; a nosotros no nos admiten en el
registro electoral. En cambio, parece que el acceso a los documentos secretos
se lo dan a cualquiera.
-Ja,
ja, qué gracioso -rio Trump-. Y además, tienes razón, ¡qué mal anda este país!
Estas cosas en Rusia no pasan. Menos mal que estoy yo aquí para arreglarlo.
Frank, ¿quieres que nos hagamos una foto? La puedo publicar en mi red social.
-Eeehh…
-vaciló Francis, arqueando mucho el belfo superior-. Bueno, si no les importa,
pónganse ustedes del lado de mi grupa. Es que ése es mi perfil bueno.
-Venga,
chicos, vamos a hacerle caso. Sonreíd todos…
Francis
agitó la cabeza y miró al cielo como si fuera una cámara imaginaria con la que
pudiera comunicarse con el resto del mundo.
-Vaya
añitos nos esperan… Bueno, al menos tenemos una ventaja: no saben distinguir un
culo de una cara. Aunque sean tozudos como mulas… algo podremos hacer. Habrá
que…
-¡Oh,
Dios mío!, ¿qué es ese olor?
-Creo
que viene del… de detrás de la cola del mulo, señor.
-…
usar bien nuestras armas, incluso las que son un poco pestilentes. Como mínimo,
nos echaremos unas risas. Y, quizá, logremos algo más -guiñó Francis el ojo, acompañando
el gesto con una sonrisa-. ¡Amigos, iremos hablando!
¿CONTINUARÁ?
lunes, 26 de mayo de 2025
Las historias cortas de mayo: cada diálogo, una historia (I)
-¿Vas a participar en el sorteo del Día del Padre?
-No creo; el padre que tengo me gusta, y no me quiero
arriesgar a que me toque uno peor.
-¿Por
qué tecleas tan fuerte?
-Es para que en el escrito se oiga mejor.
-Le
condujiste al lado oscuro.
-No.
Sólo le ayudé a lidiar con los demonios.
-Aunque tú no me reconozcas, yo a
ti te conozco, y eso que no sabes lo que has cambiado físicamente desde
entonces.
-Entonces ya sabes por qué llevamos sin vernos tanto tiempo ;)
-Calle “Virgen de la Oliva”. ¿Tú crees que la virgen cabe en una aceituna?
-¿Por qué no? Si Dios es omnipresente, ¿la virgen no puede ser olivo-presente?
lunes, 19 de mayo de 2025
Los libros de mayo: una de bibliotecas
En el blog le hemos dedicado otras entradas a las bibliotecas, y también varios hilos en la red social antes llamado Twitter (os lo cuelgo aquí para los que no tengáis acceso). He hecho fotos a unas cuantas bibliotecas ilustres, como esta sección de la Nacional de Francia, heredera de la biblioteca de Mazarino que comentamos abajo.
El libro de ideales (y tamaño) casi enciclopédicos Bibliotecas, de Andrew Pettegree y Arthur der Weduwen no es, como el también estupendo La Biblioteca. Un patrimonio Mundial, con texto de Campbell y fotografías de Pryce, un compendio ilustrado de las grandes bibliotecas que se han construido, con imágenes que reflejan sus maravillosas colecciones, y un análisis de cómo la arquitectura de las bibliotecas ha ido cambiando para adaptarse mejor a su función de atesorar el conocimiento. Es, más bien, una historia de cómo han evolucionado las distintas formas de ir almacenando libros y, al mismo tiempo, cómo cambiaba la consideración de este útil instrumento para la difusión de la cultura, y la propia función de las bibliotecas. Si los primeros repositorios de libros (primero papiros. luego códices) eran sobre todo privados, y luego serían los monasterios los que heredarían esta función, los autores nos cuentan cómo, desde la invención de la imprenta, los coleccionistas privados, muchos de ellos profesionales liberales, empiezan a construir sus propias bibliotecas particulares, y comienza a surgir un activo mercado de compra y venta de libros no sólo para su función principal (leerlos), sino incluso con los fines de coleccionismo y, como ha ocurrido siempre, para el prestigio social del dueño de dichos volúmenes. Pettegree y der Weduwen nos hablan también de cómo las bibliotecas (y su destrucción) fueron un arma de guerra y de proselitismo entre las diferentes confesiones religiosas; cómo, a partir muchas veces de coleccionistas privados, nacen las bibliotecas nacionales, destinadas a definir la cultura de cada país (ahí nos narran la conmovedora historia de Naudé tratando de salvar la biblioteca de Mazarino, que os recomiendo vivamente); cómo estas bibliotecas -como algo que ya venía ocurriendo desde la antigua Roma- van poco a poco abriéndose para dar acogida primero a intelectuales y luego al gran público; cómo, en esta labor, surgen tanto iniciativas eclesiásticas, públicas, o de filántropos privados (como el caso del famoso millonario norteamericano Carnegie) para expandir las bibliotecas por todo el mundo para que cualquier persona interesada pueda acceder a ellas; cómo, poco a poco, las necesidades de una masa ingente de lectores van cubriéndose a través de bibliotecas de suscripción y de bibliotecas circulantes (especialmente llamativo el caso de las "bibliotecarias a caballo", mujeres que cabalgaban sobre sus monturas para llevar la cultura a los más recónditos lugares de sitios como Kentucky); y también los avatares que sufren los depósitos de libros con las sucesivas guerras y las expurgaciones por causas religiosas, ideológicas, o simplemente de tamaño. También nos explican cómo ha cambiado el modelo social de las bibliotecas: de no estar pensadas para niños hasta contener una sala específicamente infantil, de no contar con las mujeres (también muy ilustrativo el caso de la jefa de la biblioteca de Los Ángeles, Mary Jones, que fue obligada a cederle su puesto a un hombre, lo cual abrió una oleada de protestas feministas) a que ellas formen buena parte de sus organizadoras y usuarias. Finalmente, el texto habla de cómo las bibliotecas son ahora en buena medida centros comunitarios que ponen en contacto a los lectores no sólo con los libros, sino con la moderna tecnología, a pesar de que el libro se haya mostrado sorprendentemente resistente a todos los sustitutos tecnológicos que han tratado de reemplazarle. En definitiva, un volumen que debería hallarse en la biblioteca de todo bibliófilo, y no sólo porque quede bien en ella.
Posdata: habréis visto que hemos puesto en este post una serie de enlaces a hilos de Bluesky (también, a otro tipo de links y formatos) donde detallamos y ampliamos información sobre algunas de las historias que se esbozaban en este libro. Porque ya sabéis que de un texto siempre salen historias nuevas, algunas de las cuales deben ser contadas en otra ocasión...
lunes, 12 de mayo de 2025
La historia real de mayo: hilos de Bluesky
Hola, qué tal. Como algunos ya sabéis, me he pasado definitivamente a Bluesky (sigo teniendo cuenta en Twitter, pero sólo la uso muy puntualmente), y allí también estoy haciendo hilos. Como éste sobre Queen Nanny, reina de los cimarrones; o éste sobre unas islas de África con mucha relación con España. Además, os enlazo aquí lo que hemos colgado para participar en #Desgranahilos este 2025, una glosa sobre la fascinante vida y obra del científico George Washington Carver. Espero que aprendáis un poco con ellos y, sobre todo, os entretengan. Un saludo.
jueves, 1 de mayo de 2025
El relato de mayo: Contradicción
Esta narración surgió a partir del II Certamen de Microrrelatos Simurg (2024), en el que quedó finalista en la modalidad de ciencia ficción, y ha salido publicada (a partir de la página 26 del texto del enlace) como parte de una antología del concurso. Como requisito, el cuento debía basarse en una de las fotografías del Legado de Santiago Ramón y Cajal colgadas en el Espacio Simurg ex profeso para este certamen. En concreto, aunque hubo varias imágenes me inspiraron, partí sobre todo de ésta, que podéis ver debajo. Espero que el relato os llame la atención. Quién sabe, podría dar origen a algo más largo. Un saludo.
Contradicción
-Pase y siéntese.
El
recién llegado obedeció. Luego, contempló el galardón que se encontraba encima
de la mesa.
-Ah,
esto -se fijó también Ramón y Cajal en el documento-. No lo tenía ahí por
presunción. Simplemente, no me ha dado tiempo a guardarlo.
El
invitado sonrió, comprensivo.
-Claro,
por supuesto. Me imagino que el retorno de Suecia ha debido de constituir un
esfuerzo agotador.
-Créame:
he quedado mucho más exhausto de debatir con Golgi.
Afirmó,
con una pizca de mordacidad para nada escondida, Ramón y Cajal. El invitado
pensó que había llegado en el momento perfecto: el científico se hallaba seguro
de sí mismo, exultante tras sus últimas condecoraciones. Por supuesto, seguía
trabajando a todo ritmo (o eso le habían comentado sus fuentes al respecto),
pero estaba preparado para ausentarse del trabajo si un reto más apremiante,
más atrayente, consiguiera atraer su atención.
-Pero
dejemos de hablar de mí -sonrió Cajal, pícaro-. Le estoy sustrayendo su sin
duda valioso tiempo. Dígame, ¿a qué ha venido acá?
Y
el invitado de Ramón y Cajal, embutido en su gabán, con esa pinta enigmática
que había cautivado al neurocientífico desde el principio, abrió la bolsa de
tela que portaba consigo desde el principio para extraer con sumo cuidado…
-Un
cráneo -enunció en voz alta Cajal, conforme lo asía con precaución con ambas
manos-. Dios mío, estas fracturas son extraordinarias… Me recuerdan a las de
uno que mi hermano encontró para nuestra colección particular: tiene una
necrosis, causada por la sífilis, que ha generado unas lesiones tan terribles
como éstas. Pero en cambio, las de aquí han sido provocadas por un impacto
violento, ¿correcto?
-Así
es -asintió crudamente el hombre.
-¿Puedo
conocer la circunstancia? -preguntó Cajal.
-Por
supuesto -consintió el hombre-. ¿Es usted aficionado a la espeleología?
-¿Adentrarse
por cuevas? No, gracias. He escuchado que se hace muy buena ciencia con ello,
pero, en dicha área, nunca he pasado del senderismo. ¿Se halló en una gruta,
pues?
-Pero
no una cualquiera. Quizá haya visitado usted la sierra de Atapuerca, en Burgos.
-No
tengo el gusto -confesó Cajal-. Aunque algunos amigos me han hablado de ella.
-De
esto es menos probable que haya escuchado nada: hay, dentro de esa cadena de
montañas, un conjunto de cavernas particular… Y en una de ellas, existe una
sima: un talud que se abre unos catorce metros hacia abajo y que fue explorado
por primera vez en 1795. En dicha oquedad (y esto lo conoce un número muy
reducido de personas) se han encontrado una serie de esqueletos humanos. Es por
ello por lo que ha sido denominada la Sima de los Huesos.
Cajal
miraba al desconocido muy fijamente. Colocó con delicadeza el cráneo sobre la
mesa, no muy lejos del premio Nobel. Mantuvo su atención sobre el hombre
misterioso.
-Prosiga.
-Respecto
a esos restos, le resumiré muy brevemente la cuestión: en primer lugar, no son
huesos de humanos modernos. ¿Ha oído usted hablar del Homo neanderthalensis?
-¿Esos
fósiles que se atribuyen a un tipo de ser humano anterior al hombre moderno?
Aunque tengo entendido que hay una intensa polémica acerca de ellos -Cajal tuvo
que escudriñar en el interior de su mente para explorar la parte de su memoria
a cargo de las noticias científicas fuera de su campo, de las que procuraba
mantenerse relativamente actualizado.
-Exacto.
Sobre esto que le voy a decir tendrá usted que creerme, porque todavía no se ha
hecho público: los restos de la Sima de los Huesos pertenecen a especímenes de
ese tipo. Incluso anteriores.
El
hombre ejecutó un parpadeo a destiempo: esperaba que lo suficientemente
imperceptible para que Cajal no se diera cuenta. Obligó a su mirada a vagar por
la habitación. Primero, para desviar la atención; pero, en segundo lugar, para localizar
el cráneo que había mencionado Cajal: podía serles útil, según cómo
evolucionaran los acontecimientos. El desconocido se preparó para reiniciar el
diálogo. Era muy importante controlar el flujo de información que le proporcionaba
al científico: combinar medias verdades con informaciones que pudiera constatar
y que, por supuesto, no resultaran anacrónicas respecto a su época. El invitado
caminaba sobre una cuerda de equilibrista muy fina, que podía seccionarse en
cualquier momento: pero nadie dijo que viajar al pasado fuera fácil. Por ahora,
lo importante era que, durante la siguiente andanada, Cajal no llegara en
ningún momento a sospechar la verdad:
-Y
como segundo punto -articuló con voz queda-… Entre ese grupo de huesos, hay una
serie de lesiones violentas que nuestros patólogos han atribuido a una caída
desde lo alto de la sima. Pero todas ellas son post-mortem: es decir,
primero murieron por cierta causa, la que fuere, y después los arrojaron al
talud. En cambio, la fractura de este cráneo es ante-mortem…
Dejó
que Cajal se impregnara de aquellas palabras y de su auténtico significado:
-Es
decir… -pronunció Cajal muy lentamente, mientras estudiaba de nuevo el cráneo-…
que es un hombre moderno al que alguien arrojó a un agujero lleno de huesos
antiguos… y que murió a causa de ello.
Cajal
empezó a interrogarse por las circunstancias en que había conocido a aquel
hombre. Y se preguntó que quería realmente de él.
-¿Por
qué me cuenta esto a mí, precisamente?-inquirió inquisitorial con los ojos.
El
hombre extrajo otro elemento de su bolsa de tela.
-Porque,
al lado del cráneo, hallamos esto.
Cajal
lo examinó.
-¿Lo
reconoce, verdad?
-Claro
-dijo el médico-. Es el ocular de un microscopio. Tengo varios de este mismo
modelo.
-¿Y
esto? -sacó un nuevo objeto el invitado-. Se encontraba también allí.
El
desconocido le tendió lo que Cajal reconoció al vuelo como una preparación
histológica. La capturó con fuerza. Leyó las palabras que tenía escritas. Alzó
la vista, confuso.
-Esta…
es mi letra.
Consultó
con ansiedad su cuaderno de notas.
-Pero
esta muestra… yo aún no la he obtenido.
Se
quedaron mirando entre ellos. Transcurrió un segundo muy, muy largo.
Cajal
se incorporó. Cogió, del perchero, casi al vuelo, su sombrero.
-Rápido,
lléveme a ese sitio -ordenó.
El
desconocido, para sus adentros, sonrió.
lunes, 21 de abril de 2025
La historia real de abril: Sobre los sentimientos.
Sobre los sentimientos
(Reflexión escrita hace unos cuantos años)
La Semana Santa ha dado para
mucho. Entre otras cosas, para observar detenidamente a la gata de mi madre. Es
súperentretenido. Se te queda mirando expectante, curiosa. Si te ocurre hacer
algo estrafalario (un número musical, por ejemplo, ejecutado únicamente con
fines sociológicos) primero te mira sorprendida, luego rehúye la mirada como si
estuviera tratando con un loco peligroso, y al final escapa subrepticiamente,
mirando de refilón para ver si le sigues. Supongo que la gata se escama porque
no comprende por qué haces esas cosas (los animales tienen, por lo visto, un
instinto muy arraigado para no meterse en lo que no entienden. Es lo que
favorece, entre otras cosas, que no se coman a los insensatos a quienes se les
ocurre poner una tienda de campaña en medio de África. Dicen aquello de que la
curiosidad mató al gato, pero más bien da la impresión que es precisamente la
falta de curiosidad, ese sentimiento tan humano, que nos ha dado entre otras
cosas la ciencia y la filosofía, el que al gato le mantiene vivo). Y, en mi
reproche mental hacia el minino –todavía no estoy tan loco como para hablarle
en voz alta a un gato, como de hecho hacemos casi todos los que hemos
interaccionado con un animal en algún momento-, aduzco que no se me ocurre
una manera mejor de llenar del tiempo que hacer esa clase de gansadas en uno de esos impass que se generan con cierta frecuencia en nuestras vidas. De
hecho, hasta le recrimino al felino esa suficiencia de la que alardea por la
vida, ese no necesitar nada más que lo que tiene. La verdad es que la
existencia de un Felix silvestris doméstico
es muy simple. Cuando tiene que comer, comer, cuando tiene que dormir, duerme,
y cuando tiene que cagar, pues lo hace, y el resto del tiempo se pasea de
manera más o menos perezosa por la casa. De hecho, sus únicos conflictos con la
vida han sido con mi madre a la hora de ver dónde caga, pero como mi
progenitora se ha rendido con bastante rapidez, ni siquiera tiene ahí la gata donde rascar.
Por lo demás, el animal parece no alterarse. Yo, la verdad, creo que viviría
bastante oprimido así, sin ver ninguna serie de televisión ni leer un libro,
pero la gata parece insensible al aburrimiento. Y se me ocurre que, aparte de este último, pocos
sentimientos hay más genuinamente humanos. Decía el genial Terry Pratchett que
el ser humano es tan estúpido que, en un mundo lleno de maravillas insondables
y hechos sorprendentes, ha inventado el aburrimiento. Y tal vez sea verdad eso
de que ese sentimiento lo hayamos creado nosotros, pues se me ocurre que en la
Prehistoria (ocupados constantemente de qué íbamos a comer, adónde íbamos, en qué cueva podríamos dormir) aburrirse no era una de las opciones disponibles. Y, para cuando
surgía un escaso rato de tiempo libre, para eso estaba la curiosidad.
Cambiando de tercio (o quizás no
tanto) en esta Semana Santa no me ha dado tiempo a aburrirme mucho, entre otras
cosas, porque alguien muy cercano a mí había perdido a un miembro de su
familia. Yo la consolaba, aportándole argumentos que a mí me sonaban tremendamente
potentes: como que lo mejor que se podía sacar de este capítulo de su vida era la inmensa
cantidad de recuerdos buenos que albergaba de esa persona; y, también, que el último episodio vivido con el fallecido había sido reciente, y muy positivo muy para los dos. Desde ese punto
de vista, era la menos mala de las situaciones posibles. Claro que, conforme lo
decía, una de las cosas que me pasaban por la mente es que lo que le
pasaba por la cabeza a mi interlocutor no era tanto pena por la desaparición de
alguien relacionado con momentos pasados, sino el lamento de que, con esa
persona, ya no podrían generarse recuerdos nuevos: una especie de nostalgia por
sucesos que nunca habrían de ocurrir. En cierto sentido, ahora que lo pienso, tal vez sea eso lo que más lamentamos de la muerte de un conocido: no tanto la añoranza de los buenos instantes que compartimos, sino, más bien, tristeza por todos
aquellos que no podremos de ninguna manera vivir.
Y a lo mejor, ahora que lo medito, ambas cuestiones se encuentren relacionadas. Puede que en nuestra lucha contra el tedio tan sólo nos tengamos los unos a los otros, como una manera de llenar la vida hasta la muerte. Quizá la desaparición de uno no nos recuerde tanto que algún día feneceremos como lo poco interesante que se volverá nuestra vida hasta que llegue el momento de morir. Tal vez cada conocido sea una forma de curiosidad, de abrirnos al abismo del otro; que la empatía no sea sino otra forma de ocupar nuestras vidas, tan necesaria y vital como el cine, la literatura, la mitología, todas esas cuestiones que hemos inventado para no aburrirnos. A alguno este pensamiento le puede parecer frívolo: comparar a las personas con un entretenimiento. Pero probablemente no haya nada más importante en la vida que llenar ese hueco, y es posible que no haya forma mejor de completar ese vacío tan grande que "los otros", ese concepto que necesitamos para mantener íntegro y cuerdo nuestro yo. Por eso, por escéptica que me mire la gata de mi madre como si me hubiera dado un arranque esquizofrénico, necesitamos montar esos números musicales. De hecho, cuando llegue la hora de mi muerte, no quiero que os pongáis tristes: no quiero ropas de luto ni duelo. Al revés; después de tirarme en un sitio que no requiera mucho gasto y no contamine demasiado, salid a divertiros: viajad, creced, vivid, iros de juerga, follad, follad muchísimo, follad con dos o tres personas, haced un cuarteto o un trío, y decid que se lo dedicáis a un amigo, que hacéis todas las cosas que os apetece llevar a cabo porque esa persona no puede hacer lo que le plazca nunca más. Que la pérdida de cada individuo debería celebrarse como una demostración de amor a la vida, y también a la humanidad, pues perder a alguien significa perder un poco todos de nosotros, y todos merecemos ser consolados. En fin, se me ocurre que, hace poco, un veterinario aconsejó a los dueños de animales que, cuando no les quede otro remedio que sacrificar a estos últimos, permanezcan junto a ellos para que no se sientan extraños, para tranquilizarlos, para darles amor. ¿Ves como tenía razón?, le replico mentalmente a la gata de mi madre, de momento (y esperemos que por mucho tiempo) tan ufana, mientras repaso la evolución de las especies y me doy cuenta de que las criaturas que llamamos superiores no han avanzado para tener escamas más duras o aguijones, sino en cambio pelos, calor, empatía, amor compartido, interacción social, fuerza del grupo, todas esas cosas que muchas veces desdeñamos y hasta que no llega el momento postrero no apreciamos. Y creo sinceramente que esa forma de hacer las cosas que escogimos los mamíferos (apostar por sentimientos tan poco prácticos como la curiosidad o el cariño) nos hacen más fuertes que el tiburón o los dinosaurios. Y ahora dejo de escribir porque me parece que la gata sabe que estoy escribiendo sobre ella, y creo que de un momento u otro se va a intentar vengar.
Post-scriptum: al revisar este texto, recuerdo que recientemente ha fallecido la gata de mi madre y, a pesar de que nunca se llevó demasiado bien conmigo, reconozco que la echo de menos. Adiós, Pippa: donde quiera que estés, espero que ejerzas de gato a gusto.