lunes, 2 de abril de 2018

La historia corta de abril: "Cavalli di Bronzo"


Cavalli di Bronzo

A veces elaboro complicadas apuestas junto con mi musa favorita en la que, como suele decirse, lo importante no es ganar o perder, pues acabamos ganando ambos. En este caso, el reto (y el pago de la apuesta) era similar al que dio origen a otro magnífico cuento corto, "Astrabudúa": íbamos por un trayecto en este caso de tren -y en esta ocasión concreta, en la línea Circumvesubiana que realiza una circunferencia alrededor del Vesubio, pasando por las ruinas arqueológicas de Pompeya y Herculano-, uno elegía las estaciones pares, el otro las impares, y el nombre de parada más largo ganaba. En esta apuesta particular vencí yo, y el nombre de la parada era "Cavalli di Bronzo". Como el relato me resulta evocador a la par que íntimo y delicado -y, por supuesto, muy especial-, os lo regalo a vosotros también como historia corta de este mes. Espero que os sorprenda tanto como a mí: 

Escuchando a ese grupo de escolares y su profesora explicarles los ocultos significados de los relieves tallados, los primitivos graffitis e incluso los dibujos más obscenos y explícitos de los lupanares, se le escapaba la sonrisa por la comisura de los labios. 
A la chavales les sorprendía que hubiese gente capaz de saber lo que significaba una mano puesta así o asá, o un cuenco de determinada fruta, o un nombre en una pared concreta, pero para ella era tan claro como una señal de ceda el paso o un cartel de ATM. "Y aún se creerán ellos modernos, con sus siglas y abreviaturas y el lenguaje coloquial ". Pero durante eones, el ser humano ha hecho una y otra vez lo mismo, crear sublenguajes, localismos y, simultáneamente, globalizarse, en bucle, una y otra vez. María los había visto casi todos,  y a veces, juguetona, había intervenido en ellos,  sólo porque le gustaban las lechuzas o para que en la oscura edad media pusiesen pintarse cuerpos desnudos como abierta rebelión a la cristiandad.
Sin embargo,  se daba cuenta de que la memoria simbólica era cada vez más efímera, y menos curiosa. Cuantos más medios tenían a su alcance, menos interés en saber. Así ocurría que en la parada donde esperaba el tren, nadie se preguntaba por qué se llama caballo de bronce, si no hay ninguno a la vista ni nada que se le parezca. Ella sí sabía la historia de los dos caballos gemelos de reyes que se situaron en la plaza del plebiscito,  cuando este rincón del Circumvesuviano fue sede de una importante fundición napolitana que se puso a funcionar en lo que era un palacio digno de altos cargos de la iglesia y la nobleza. Ella recuerda el escándalo con la industrialización y lo feliz que le hizo el pequeño homenaje a Pulcinella que salió de allí*. A.veces se siente triste cuando ve lo que ha vivido, pero le puede la curiosidad por el futuro, que nunca le decepciona. Ahí llega el tren, es hora de migrar hacia el norte,  después de dos siglos allí. No debió quedarse tanto,  pero Nápoles tiene un sabor especial.

*Como detalla la propia historia, en la Plaza del Plebiscito en Nápoles hay dos caballos de bronce y, detrás de ellos, un palacio que acabó sirviendo como espacio para una fundición donde se produjeron tanto los dos caballos de bronce de la plaza (los cuales dan nombre a una estación de la línea de cercanías del Circumvesuviano) como una estatua de Pulcinella o Polichinella, el célebre personaje de la Comedia del Arte.

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