El
doblador
La adolescente se enamoró
perdidamente de él. “¿De quién va a ser?”, respondía, “¡del actor!”. Ese chico
joven, apolíneo, de cualidad casi celestial. “Estoy perdidamente enamorada de
su voz. Si esa voz me llamara, marcharía a cualquier sitio”. <<¿Pero no
te das cuenta, idiota, de que ésa no es su voz de verdad?¡Si estuviéramos
viendo la peli en versión original, vale, pero estás escuchando la versión en
español!¡De lo que estás enamorada es de la voz del doblador!>>. Aquello
a la chica le hizo pensar. Buscó la ficha del actor que doblaba a su ídolo en
Internet. Resultaba que era un hombre de cuarenta años. Llegó con la
información recolectada a su padre para preguntar: “Papá, ¿qué puedo hacer?”.
Su padre, treinta años, miró a su esposa, compungido, y ésta última se rió:
<<¡Que te cuente!>>, dijo. <<¡Que te cuente cuando fue a
visitar a la dobladora de su actriz favorita, pensando que él sería sólo un
poco menor que ella, y él tenía quince años y ella cincuenta!>>. “¿Y qué
pasó?”, preguntó la niña. <<¿Qué iba a pasar? Si era un crío. Le despidió
después de darle un café y unas galletas>>. “Pero nunca”, suspiró el
padre, “me olvidaré de la forma que tuvo de decirme que me fuera, que
disfrutase de mi vida, y que no volviera más por aquella casa o llamaría a los
guardias a que me detuvieran nada más entrar…”
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