Una opinión muy general sobre la llamada "generación de cristal".
Llevamos desde los griegos quejándonos de que la siguiente generación siempre es peor que la nuestra; y, como suele decirse, aquí seguimos.
Hay una cosa que suelo decir de un tiempo a esta parte; nuestros abuelos no tenían problemas de salud mental: simplemente bebían.
Nuestros padres tampoco tenían problemas, simplemente lo pagaban con sus hijos. Y mi generación tampoco tiene problemas, lo paga con la gente de su alrededor, que ni siquiera sabe de qué van nuestros traumas. Sin embargo, a su vez, esto genera una reacción negativa cuya consecuencia es que los afectados arrojan sus frustraciones sobre otra gente, y así sucesivamente...
De vez en cuando, la persona con problemas le cuenta a otro -alguien concreto, de confianza- lo que le pasa, pero no lo hace con el objetivo de arreglarlo: sino de que le escuchen, le comprendan y le justifiquen, en plan adolescente (todos somos un poco adolescentes). Y al final seguimos pagando nuestras neurosis -que seguramente no son culpa nuestra, pero acaban por hacer sufrir a los demás- con el resto.
La nueva generación ha adoptado otra manera: habla abiertamente de salud mental, y confiesa sus taras. Eso también tiene sus inconvenientes: primero, porque muchas veces se hace (¿lo hacemos?) también como autojustificación -en el fondo, los seres humanos somos muy parecidos-, y para quitarnos responsabilidad. Segundo: como en todo movimiento pendular, pasamos de un extremo a otro, le echamos la culpa de cualquier asunto a la salud mental, e incluso frivolizamos con el tema.
Pero quiero pensar que cuando pase una época de extremos, y se aclare el ruido y la furia, eso servirá para crear una sociedad más consciente de sus limitaciones y sus problemas: y en la que, de vez en cuando, rompamos el ciclo del dolor y, a pesar de los males que nos han infligido, reaccionemos frente a la sociedad que nos ha hecho daño aportando un balance positivo, aprendiendo, y tratando de enmendarnos a nosotros mismos (que es, al final, lo único que tenemos, y sobre lo que podemos hacer autocrítica: autocritica no entendida como castigo, sino para mejorar nuestras vidas y la relación con el entorno). O no respondiendo tan mal cuando señalan nuestros problemas. Incluso, siendo capaz de aconsejar a otros, no para recriminarles "es culpa tuya", sino para decirles (o para decirnos): "entiendo tu dolor, pero con él, en vez de hacérselo pagar a los demás y a ti mismo, tienes que sacar algo positivo para todos, incluyendo por supuesto -y para empezar- tú".
En ese camino andamos. Veremos cómo lo superamos. Como la mayor parte de las acciones humanas, en buena medida saldrá mal. Pero quiero pensar que, al menos en parte, mejoraremos.
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