Hoy quería aprovechar
este día, 26 de julio, para recordar que se trata de una efeméride muy
especial, y de paso incrementar mis y (quizás) vuestros conocimientos sobre una
tema que considero apasionante, o quizás refrescarlos: hoy es el 125
aniversario del nacimiento del Esperanto.
¿Qué es eso?, me
inquiriréis algunos. Pues se trata del idioma planificado más conocido del
mundo. Una lengua que no ha procedido de un país ni de una tradición oral establecida
durante siglos, sino que fue creada por una sola persona conocida con su
nombre, apellidos y una historia personal: este hombre se llamaba Ludwik Lejzer
Zamenhof.
Y quizás precisamente
sea explorando la biografía de Zamenhof como podemos entender más acerca del
origen de esta lengua. Para empezar, Zamehof nació en el seno de una familia
judía en el imperio ruso, en una zona que en la actualidad se corresponde a
Polonia. Con estos antecedentes, es lógico suponer que la ciudad natal de
Zamenof era un curioso punto de encuentro de gente de variadas etnias
(abundaban judíos, polacos, rusos, alemanes y bielorrusos), entre las cuales
las relaciones no siempre eran fáciles. Zamenhof de hecho era conocedor de un amplio surtido de idiomas, tanto modernos (alemán, polaco, francés, hebreo)
como clásicos (latín y griego), aunque siempre consideró que su idioma natal
(entendiendo éste –como una vez se definió- como aquel en el que acabas
maldiciendo cuando te cortas al afeitarte) era el ruso. De hecho, sólo escribió
poesía en este idioma y, por supuesto, en Esperanto. Cuando, más adelante,
Zamenhof se convirtió en médico y se instaló en el barrio judío de Varsovia
(donde atendía, a cambio de un módico sueldo, a una cantidad ingente de
pacientes), también tuvo ocasión de comprobar cómo la diversidad de lenguas y
la falta de entendimiento entre sus hablantes generaba numerosos
inconvenientes. Aquello le terminó de reafirmar en un objetivo que llevaba
persiguiendo desde su juventud: la creación de un idioma universal que todos
pudieran hablar, compartir, y lograr de esa manera un convivencia armónica.
Hay que decir que esta
idea no era nueva y que contaba con algunos precedentes. El mallorquín Ramón
Llull trató de crear un idioma internacional basado en la lógica, y ya en la
época de Zamenhof un sacerdote había ideado una lengua denominada Vola Pük, la
cual fue el primer intento serio de constituir un idioma universal. Esta lengua
–que Zamenhof conocía- fracasó debido a numerosas complicaciones innatas al
propio idioma (por lo visto su gramática es tremendamente compleja), pero sobre
todo por la oposición de su creador a introducir cualquier modificación y querer
acaparar todo el control del lenguaje. En ese sentido, Zamenhof lo tenía mucho
más claro: el idioma debía ser intuitivo, sencillo de aprender para las
personas de cualquier nacionalidad y, sobre todo, había de ser flexible, de tal
manera que (aunque tuviera una serie de reglas fijas que sirvieran como base)
su propio uso lo terminaría moldeando según las necesidades de
los hablantes. Zamenhof, además (hombre modesto y de afán universalista), renunció a cualquier beneficio que pudiera obtener del nuevo idioma, y fue
incluso capaz de echar para atrás modificaciones que él quiso introducir
posteriormente en la lengua porque comprobó que no eran aceptadas por sus
primeros seguidores.
De hecho, para
Zamenhof, la creación del Esperanto fue un trabajo arduo, laborioso y no exento
de dificultades: la primera, en casa, ya que cuando el joven Ludwik se fue a
estudiar, dejó allí toda la gramática que había redactado hasta entonces de lo
que aún era un proto-Esperanto. Su progenitor no debía simpatizar mucho con los
anhelos de su hijo; quizás pensaba que no estaba bien que un futuro médico se
entretuviera en aquel esfuerzo inútil, o tal vez, como dicen algunos, temía que
la policía zarista encontrara aquellos papeles, los considerara subversivos, y
aquello le causara problemas a su hijo. En todo caso (y empleo la expresión
literal de mi referente en este tema, pues me ha encantado), el progenitor de
Zamehnof “actuó con el tacto con que actúa un padre”, y quemó todos los
documentos en la estufa de su casa, con lo cual Zamenhof tuvo que empezar de
nuevo. También encontró problemas de financiación: durante los primeros años,
Zamenhof publicó libros que no sólo establecían las bases gramaticales y de
vocabulario del Esperanto, sino también traducciones de obras universales, e
incluso libros originales en este idioma. Como “Zaza” apenas tenía dinero, tuvo
que mantenerse financiado por la familia de su mujer, y casi acabó en la ruina,
teniendo que sufragar incluso los primeros entusiastas del Esperanto la
asistencia de su fundador a los congresos.
No es el objetivo de
este artículo detallar en profundidad las reglas que rigen el Esperanto: sin
embargo, describiremos algunas pinceladas básicas. La mayor parte del
vocabulario se basa tanto en lenguas latinas como germánicas o eslavas, aunque
también tiene influencias de idiomas completamente distintos como el japonés.
El objetivo, en este sentido, era que los vocablos resultaran familiares a la
mayor parte de los pueblos, sin que ninguno tuviera preeminencia sobre otro a
la hora de aprender la lengua (aunque, obviamente, por el origen del autor, se
basa más en lenguajes europeos). La gramática se fundamenta en gran medida en
añadir sufijos que indican la categoría a la que pertenece cada palabra (nombre, adjetivo, verbo), lo cual facilita su comprensión. Dicen algunos que
la escucha del Esperanto asemeja una especie de rumano hablado por un italiano.
Hasta qué punto eso es cierto debe ser juzgado por cada cual, pero lo cierto es
que (y al menos desde el punto de vista de un hablante de lenguas latinas)
cuando oyes hablar a dos personas en Esperanto, tienes la sensación de que
conoces la mayor parte de las palabras, y de que podrías entender todo lo que
dicen si hablaran más despacio y conocieras el contexto (lo cual, dicho sea de
paso, entender las palabras, y no comprender del todo lo que se dice, es de las
cosas más desagradables que te pueden ocurrir, y que se lo pregunten si no a
los autores del libro From Lost to the
River o a la gente que se dedica a escuchar a través de las paredes).
Lo cierto es que el Esperanto,
pese a todos los obstáculos y dificultades, tuvo éxito: el primer texto
publicado en el nuevo idioma se denominó “Unua Libro”, y Zamehof lo firmó como
“Doctor Esperanto”, que se traduciría como “doctor esperanzado”, apelativo que
acabaría inspirando el nombre con el que se identificó a la lengua. Esta nueva
forma de comunicación comenzó a reclutar hablantes y admiradores, se celebraron
congresos, e incluso los hablantes de la otra lengua artificial que hemos
mencionado, el Vola Pük, se apuntaron al carro del nuevo idioma. Personajes
como Tolstoi (uno de los grandes defensores del esperantismo) o, en España, el
fundador del POUM, Andréu Nin, el presidente de la Primera República Pi i
Margall (que lo dio a conocer al gran público de su país) o el impulsor de la
Institución Libre de Enseñanza en Cataluña Ferrer i Guàrdia, contribuyeron a su
difusión. La verdad es que, en una época en la que el mundo comenzaba a
enfrentarse por primera vez al concepto de un planeta global, donde los nuevos
descubrimientos y avances científicos se propagaban a enorme velocidad debido a
los nuevos sistemas de comunicaciones, y exploradores y geógrafos se aventuraban
a viajar a las regiones más ignotas del globo, la idea de un idioma que todos
pudieran dominar satisfacía un ansia de conocimiento que no podían compensar un
número ingente de traducciones. Un mundo cada vez más pequeño que, sin embargo,
necesitaba urgentemente el entendimiento entre sus miembros, ya que las ansias
colonialistas de países como Gran Bretaña, Francia, Alemania o Rusia parecían crecer de manera desaforada hasta entrar en conflicto, con la posibilidad más que factible
(de hecho, como sabemos, esto acabaría pasando) de que terminaran con una
tremenda colisión.
Y aquí entra, una vez
más, en juego el propio Zamenhof. Para Lejzer, “el hombre que desafió a Babel”
(como le describe una biografía del mismo título) el Esperanto sólo era una
parte más de un proyecto más amplio. Como buen humanista, aspiraba a un mundo
donde todos los hombres convivieran juntos de manera pacífica, comunicándose
con una lengua universal (el Esperanto) y una ética básica, la cual se fundamentaría en el
mínimo común de todas las creencias y religiones: “no hagas a los demás lo que
no pretendas que te hagan a ti”. De hecho, Zamenhof se dedicó durante la última
parte de su vida a propagar esta doctrina, que dio en llamar “homaranismo”; sin
embargo, quizás por su timidez (o por no querer imponer sus creencias a los
hablantes de la nueva lengua), sólo se dedicó a difundir este propósito cuando
ya se había retirado de su trabajo en cuanto a la propagación del Esperanto.
Muchos esperantistas adoptaron este ideal como suyo propio, aunque otros prefirieron no mezclar las cuestiones filosóficas y dedicarse simplemente al aprendizaje y difusión de la lengua.
¿Qué pasó con el Esperanto?
Tuvo que sortear numerosos trances: sufrió disidencias internas por parte de
movimientos que trataron de acercarlo más a las lenguas occidentales, aunque
parece que la mayor parte de los esperantistas se mantuvieron fieles al
espíritu original del idioma. La Primera Guerra Mundial fue un mazazo, no sólo
para ellos, sino para todos los que aspiraban (en este optimismo desbordante
que constituyó la segunda mitad del siglo XIX) a que la humanidad nunca más
volviera a caer en la barbarie de los conflictos armados, y creían que los problemas se solucionarían de manera dialogada y de acuerdo a la razón –de la misma
manera, también estaban convencidos de que, al menos, las pocas guerras que hubieran serían muy
cortas debido a la inmensa eficacia de las armas destructoras: cuatro años de batallas tras las trincheras les demostraron lo equivocados que estaban-.
Zamenhof sólo pudo, impotente, escribirle a los responsables políticos para
rogarles que los pueblos afectados por las conquistas militares durante la guerra conservaran nombres
relativamente neutrales, no adscritos a ningún idioma o cultura, que
permitieran tanto a vencedores como a vencidos identificarse con ellos. La
muerte de Zamenhof en 1917 supuso un nuevo golpe para el esperantismo, que sin
embargo pasó los momentos más negros durante la Segunda Guerra Mundial. Hitler
no perdonaba que el inventor del Esperanto fuera un judío, y acusó al idioma de
formar parte de una trama de la raza hebrea para la dominación mundial. Como
consecuencia de ello, los esperantistas fueron hostigados en los países
gobernados por el Tercer Reich y sus aliados (en España fue perseguido durante
la Guerra Civil, aunque se usaba en ambos bandos; posteriormente, fue
tolerado por parte de las nuevas autoridades) y de hecho se cree que toda la
familia Zamenhof fue eliminada del mapa durante este triste e insensato período.
Sin embargo, el Esperanto,
y en lógica consonancia con el nombre de su creador (no olvidemos que Lejzer es
una variación de “Lázaro”, el hombre que resucitó de entre los muertos), está
viviendo ahora mismo un período de esplendor al abrigo de internet y las nuevas
tecnologías. He aquí tres razones que apoyan firmemente el hecho de que el
lector de este artículo se anime a aprender Esperanto: 1) la facilidad de la
lengua: es un idioma que se tarda relativamente poco en aprender, al contrario
que otros lenguajes naturales; 2) el hecho de poder comunicarse con hasta dos
millones de personas (según estimaciones) que hablan con fluidez esta lengua:
de hecho, se calcula que entre 1.000 y 10.000 podrían hablarlo de manera nativa
por haberlo aprendido de sus padres, e incluso se enseña en algunas escuelas de
países como China y Hungría; 3) la comunidad esperantista, sin duda de acuerdo
con los principios de su creador, no sólo celebra congresos y discute acerca de
lingüística, sino que mantiene un firme contacto entre sus miembros, de tal
forma que, en caso de viajar a cualquier lugar del mundo, sabes que sólo tienes
que localizar a los hablantes de Esperanto de esa región y que ellos harán lo
posible por acogerte y que durante tu visita te encuentres a gusto. Sin duda,
en ese sentido, Zamenhof ha logrado lo que pretendía: la solidaridad y la conjunción
de objetivos entre naciones, a través de un idioma que les sirviera de nexo
común.
En cuanto a este
último propósito, está claro que su autor no cumplió su objetivo: hoy en día el
idioma más hablado (y aquí tomo palabras del ex ministro alemán Joschka
Fischer) en las comunicaciones entre distintos países de Europa y del mundo es
“el inglés macarrónico”. Sin embargo, y si nos centramos en mayor medida en el
adjetivo en lugar de en el nombre, lo cierto es que no es el idioma procedente
de la Gran Bretaña el que más se emplea, en su forma pura e idiosincrática, por
las calles del mundo en la actualidad. Mucha gente señala que hay más en común
entre el inglés que pueden hablar un holandés y un sudamericano que entre el
que usaría cualquiera de ellos con respecto al aprendido por de una persona de
Bristol. En ese sentido, han surgido movimientos demandando la instauración del
“inglés simplificado” como lengua en sí misma, exponiendo, de alguna manera,
que no son los pueblos anglosajones los que obligan a los demás a hablar en su
lengua, sino que serán los habitantes del resto del mundo los que fuercen a
británicos y ciudadanos procedentes de sus antiguas colonias a expresarse mediante esta nueva varaiación del lenguaje. En ese sentido, las preocupaciones y
aspiraciones del Esperanto siguen manteniéndose intactas, y por ese motivo
seguramente será un idioma que nunca nos deje de interesar.
Por último, me
gustaría agradecer el esfuerzo de documentación al que ha sido el baluarte
indispensable para llevar a cabo este post, Jesús “Chus” García Cano, a quien tuve el placer de conocer en su faceta de investigador científico, y que me
descubrió alguno de los secretos del Esperanto. Él pertenece al Grupo Local de Esperanto
de Albacete, cuyo nombre honorífico es “Bonifacio Sotos Ochando”, rindiendo
tributo a un teólogo albaceteño que también presentó su propio proyecto de
lengua universal, en 1851, difundiéndolo en varios idiomas. Chus es un
activista convencido del Esperanto, que nos ha contagiado su amor por la lengua
a aquellos con los que ha departido sobre la misma, y ha participado incluso en la
organización de congresos estatales de este idioma en La Mancha. Por
eso quería escribir este pequeño párrafo agradeciendo su inspiración y
esfuerzo, aunque seguramente si alguno de vosotros se anima a aprender Esperanto,
su alegría será mucho mayor.
Y como se dice en la
lengua de Zamenhof: Koran dankon kaj bonan ŝancon!! (o sea, muchas gracias
y buena suerte).
P.D.1. La imagen de Zamenhof está tomada de Wikicommons (un proyecto que sin duda satisfaría al creador del Esperanto). Por supuesto, Wikipedia tiene secciones en este idioma y en inglés simplificado.
P.D.2. Sí, ya os sé que os debo una historia corta para este mes. Os compenso en agosto. Saludos.
P.D.2. Sí, ya os sé que os debo una historia corta para este mes. Os compenso en agosto. Saludos.
El anecdotario del esperanto seria extensísimo, pero sí me gustaría mencionar un detalle que espero guste a los amantes del cine: tanto en "El gran dictador" de Chaplin como en una de las películas de la saga "Blade" aparecen carteles en esperanto. La relación de cine y literatura con este idioma tiene unas conexines basante curiosas.
ResponderEliminarConexioooones, conexioooones... Dedos demasiado rápidos, jeje.
ResponderEliminarOtro detalle a mencionar y que conversando por ahí me han recordado: el esperanto es un excelente punto de partida para estudiar otras lenguas. Ya sabéis que la gente que habla varios idiomas tiene más facilidad para aprender otros nuevos: en el caso del esperanto, debido a su interconexión con otros lenguajes, esto se ve particularmente exacerbado. Hay estudios que demuestran que se habla mejor francés estudiando un año de esperanto y tres de francés, que con cuatro años de aprendizaje sólo en este último idioma. Así que, ya sabéis...
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