Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles. (…) Durante un año de la luna, he sido declarado invisible: gritaba y no me respondían, robaba el pan y no me decapitaban. He conocido lo que ignoran los griegos: la incertidumbre.
Jorge Luis Borges. La
lotería de Babilonia.
HECHO 1. @Tiberiograco.bsky.social publica un bluit en Bluesky con la frase: “¿En losaños 30 se jugaba al rol?”.
HECHO 2. Tiberio continúa con
un hilo donde describe la noticia que había leído en: https://www.cinthyaalvarez.com/centro-de-imaginacion-y-vida-intensa/.
Dicha noticia comenta que, en mayo de 1936, una empresa española ofrecía, a
cambio de una cómoda cuota, que dos escritores diseñaran de manera
personalizada unas emocionantes aventuras donde recibirías crípticos mensajes y
te verías inmerso en alucinantes sucesos. Estos lances se reproducirían en el
mundo real, de tal manera que creerías vivir un episodio auténtico, ya que no
podrías dilucidar si lo que te ocurría era producto de personas auténticas y
del azar del mundo, o de la intervención de actores y la planificación de la
compañía.
HECHO 3. Tiberio nos recuerda
que esta empresa (muy cercana a la idea de la película de “The game” y
seguramente inspirada, como el film, en un relato de Chesterton) operaba en
mayo de 1936 y que, un mes y medio después, todo saltaría por los aires en
España, llevándose por delante esta buena idea, como tantas otras cosas (la
Escuela Histológica de Cajal, los experimentos de Emilio Herrera, la literatura
de Lorca y de las Sin Sombrero, el arte de Raquel Meller y Maruja Mallo, tantas
vidas anónimas que merecían la pena y que quedarían irremisiblemente
destrozadas) valiosas y bellas.
HECHO 4. Yo me imagino esta
historia:
El
anciano se hallaba de pie, en bata, con las zapatillas de andar por casa y
gafas oscuras para evitar el daño que le producían los rayos del sol. Pensaba
que, desde fuera, tendría una pinta ridícula; pero le daba igual. Porque allí,
en medio de su palacio, iluminado bajo la ambarina luz de la mañana que
provocaba brillos titilantes en los acabados dorados del mobiliario de palacio,
¿a quién coño le importaba como vistiera el hombre más poderoso de España?
Francisco Franco sonrió.
Sin
embargo, inmediatamente, su semblante se agrió cuando alguien entró de
improviso a través de las grandes puertas de madera. Un invitado sin permiso.
El hombre iba vestido de manera elegante pero informal; llevaba encima un
pequeño cuaderno, del que no se desprendió en toda la entrevista, y donde iba
realizado anotaciones de manera intermitente; sin embargo, lo más sorprendente era
el aplomo y la seguridad con la que se desenvolvía, de tal modo que lo primero
que Franco pensó fue: “¿pero dónde coño se ha metido el servicio secreto?”.
-Señor
Franco… No tengo confianza para denominarle Don Francisco, aunque puedo
llamarle así si lo desea. Si me permite, tenemos qué hablar.
-¿Quién
demonios es usted? -Franco balbuceó. No le gustaba el sonido de su propia voz.
Si antes tenía tono de pito, con el tiempo se había transformado en los
gimoteos entrecortados e impotentes de un anciano. Odiaba eso. Era una
sensación que ni siquiera la firma de varias sentencias de muerte le conseguía
aplacar.
-Mire,
soy el representante de C.I.V.I. en su zona. He venido a hablar de las
condiciones de finalización del servicio…
-¿Pero
de qué está usted hablando?¿Qué hace usted aquí?¿Sabe que en cualquier momento
van a venir aquí mis hombres y le van a llevar a fusilar?
-De
eso precisamente querría hablarle, señor Franco. Verá, no sé si se acuerda de
que rescindió los pagos al CIVI hace poco. Le mandamos una carta para que
confirmara o negara el desistimiento, pero no nos respondió, lo cual asumimos
como una terminación del contrato. Así que, a partir de ahora, deja de
funcionar la ilusión que hemos creado para usted. Todo esto -señaló el entorno
circundante- se acabó.
-¿De
qué está usted hablando? Yo no he contratado ningún… CIVI… ¿Qué diablos es eso?
-Las
siglas son por “Centro de Imaginación y Vida Intensa”. Nacimos en el verano de
1935. Ustedes nos contratan, y nosotros nos encargamos de crear una historia en
la que se verán envueltos y aportará emoción y alegría a sus vidas. Sin duda
vio en alguna ocasión uno de nuestros anuncios en el periódico, y por eso nos
contrató. Muchos lo hicieron en su momento, sin darse cuenta de todas las
implicaciones que ello conllevaba. Y, claro, como una parte clave del éxito de
nuestra iniciativa se basa en que el protagonista no sepa que lo que le está
ocurriendo es una fantasía, acaban olvidándose de que nos han contratado.
-Yo…
yo… -Franco estaba desconcertado. Aquello le parecía irreal, pero todavía no
había llegado nadie del servicio secreto ni de su guardia personal, así que no
tenía más remedio que tomárselo en serio. Recordaba que en los últimos tiempos
había revisado ciertos recibos y dado de baja algunos que no había sido capaz
de identificar. El nombre de CIVI le sonaba vagamente. Pero seguía sin saber…
-El
caso, señor Franco, es que hemos terminado su simulación. Y eso incluye todo.
El golpe de estado. La guerra civil. Casi cuarenta años de dictadura. Todo eso ha
concluido. Y ahora va a empezar la vida de verdad. Entendemos que será un poco
chocante, por eso he venido yo personalmente, para que la transición sea más
senci…
-Pero
¿qué cojones dice?-Franco no se pudo reprimir-. ¡He mandado al garrote vil a
gente por mucho menos!
-Lo
sabemos, señor Franco. Eso es lo que usted creyó haber hecho. Pero eran,
como otras veces, personas que trabajaban para nosotros. O clientes que habían
contratado nuestros servicios y deseaban vivir una aventura, y conseguimos
entremezclar esta trama con la suya. Por supuesto, para ellos hubo una salvación
en el último minuto que procuró un desenlace afortunado. Nuestras fantasías (o
eso intentamos) siempre son complacientes para nuestros clientes. Igual que lo
ha sido la suya, no lo podrá usted negar.
-¿Pero
qué estupidez está diciendo?¡Yo soy un rey; soy el jefe del estado! He
construido pantanos; he comandado ejércitos; ¡se han manifestado multitudes
delante de mí!
-Ja,
ja, ¿verdad que somos convincentes? Entre sus generales se cuentan algunos de
nuestros mejores actores contratados. La verdad, nos sentimos orgullosos de
haber aprovechado la inauguración de instalaciones públicas por parte de la
República para haber consolidado su fantasía. Y en cuanto a las manifestaciones
espontáneas en la Plaza de Oriente… Bueno, usted sabía que eran una
representación, ¿verdad? Pues lo eran, en efecto. Había un montón de asistentes
que, para usted, eran lo que denominamos PNJs, Personajes-No-Jugadores. Luego,
ellos se iban muy contentos a casa. Muchas veces, no sabían ni qué significaban
las consignas que estaban coreando…
-¿La…
República?¿Ha dicho usted República?
-Claro
que sí. Mire, sé que esto le va a chocar, pero le va a pasar más tarde o más
temprano, así que mejor que se entere ahora. La República ha seguido adelante,
ha superado sus problemas, y España se ha convertido en un estado democrático.
¿Creía de verdad que la gente iba a permitir que un grupo pequeño de personas
se hiciera con todo el poder y cometiera las barbaridades que usted quería llevar
a cabo con otros? Por Dios, eso hubiera sido demencial. Lo cierto es que
durante mucho tiempo sospechamos que no se lo tragaría… Pero bueno, como la
cosa funcionó, seguimos adelante. Ahora que ya ha llegado a su fin, no hay
ninguna necesidad de seguir fingiendo nunca más.
A
Franco se le pasó una frase por la cabeza que creía haber insertado en la mente
de muchos hombres en numerosas ocasiones, pero que nunca creyó que fuera a
pensar jamás: “No puede ser. Esto no me puede estar ocurriendo a mí”.
-¿Y entonces…?-le faltó decir “qué me va a
pasar”.
-Pues
ahora tendrá usted que marchar de aquí e ir a su casa de verdad. Es un poco más
modesta que la de aquí, para ser sinceros. Y a partir de ahora, ya no formará
parte de nuestras simulaciones y juegos. Le advertimos que su mujer le
acompañará porque, claro, el contrato la incluía a ella, al formar parte de su unidad
familiar. En cambio, su yerno… Verá, él también contrató uno de nuestros
paquetes, y sigue creyendo que está casando con su hija, así que su vida
seguirá girando alrededor de este palacio. De hecho, él piensa que ahora mismo
le están operando a usted a vida o muerte. Y, por supuesto, hemos de mantener
la ficción, al menos hasta que deje de pagar, así que no lo verá usted durante
como mínimo unos pocos meses.
A
Franco le temblaba el labio. De repente, llegaron dos hombres tan altos como
anchos, fornidos como armarios. El antiguo dictador no les reconoció como parte
de su séquito, ni miembros de su equipo de seguridad. En cambio, parecían
trabajar para el hombre que había irrumpido en su vida. El cual les hizo un
gesto clarificador:
-Chicos,
podéis llevároslo. Señor Franco, ¿tiene alguna pregunta más? A partir de ahora,
no tendremos ningún contacto (al menos directo) con usted. Puede que acabe por
formar parte de la historia de alguno de nuestros jugadores, pero, si hemos
hecho bien nuestro trabajo, ni usted ni ellos mismos lo sabrán. Que le vaya
bien.
Los
dos guardias eran bastante explícitos en su lenguaje corporal: tocaba irse. Sin
embargo, Franco alzó la mano, por primera vez en mucho tiempo, en un gesto
suplicante:
-Mire,
¿y si decido renovar a mi suscripción? Es que… no quiero que esto cambie.
El
representante de CIVI sonrió.
-Normalmente,
señor Franco, aceptaríamos, si decidiera usted pagar de nuevo sus cuotas,
volver a ponerlo todo en marcha, con una nueva epopeya o una de corte similar.
Pero he de confesarle, don Francisco, si me permite, que me han mandado a mí
porque el suyo es un caso especial… Cuando uno trata, digamos, con los sueños
de la gente, y con sus reacciones frente a los mismos, al final acabas viendo
cómo es de verdad esa persona: en ese sentido, la Junta de CIVI ha divisado el
interior de alma. Y créame, señor Franco… no les ha gustado. De hecho, me han
dado instrucciones irrevocables de no alcanzar ninguna clase de nuevo acuerdo
con usted en el futuro. Lo lamento mucho: es política de empresa. Tenemos
libertad de elegir a discreción nuestros clientes. Y, en fin, después de lo que
hemos visto -chisteó con desaprobación mientras le dirigía una mirada condenatoria-,
no puedo reprochárselo…
Los
dos musculosos hombres de acción hicieron un gesto que hubiera sido
innecesario, pues Franco, desarmado, se dejó llevar tácticamente. El
representante del CIVI se quedó en medio del palacio, con su cuaderno,
echándole un vistazo general a todo mientras (como había ocurrido, sobre todo,
a lo largo del último tercio de entrevista) anotaba crípticos mensajes en su
cuaderno de manera frenética.
-Este
escenario, de verdad, va a ser increíble… Nos va a permitir hacer cosas
impresionantes…
Sus
ojos le brillaban.
-Va
a ser magnífico. Increíble. Nos quedan tantas aventuras por explorar…
Dirigió
su mirada hacia el lector, apuntándole con el lápiz.
-Y
el protagonista… podrías ser tú…