lunes, 26 de diciembre de 2022

Los libros de diciembre: unas cuantas recomendaciones navideñas

 Aquí van, por si os resuelven algún regalo que os resulta particularmente difícil:

-"Un par de manos. Cocinera y doncella en los años 30": Mónica Dickens es bisnieta del famoso escritor Charles Dickens, de quien sin duda heredó la ironía y un original sentido de la narrativa. La futura escritora quiso durante un tiempo ganarse por sí misma la vida como cocinera (aunque en ocasiones tuvo que ampliar sus labores al servicio doméstico) y, al narrarlo, nos desgrana la interioridad de las casas británicas no desde la severidad de "Lo que queda del día" ni la trastienda de "Gosford Park", sino desde un punto de vista muy humano, donde amos, criados, niñeras y vendedores tienen todos sus defectos, sus guerras internas y sus meteduras de pata (que tratan de disimular en ocasiones con gran descaro). La imperfección puesta por escrito. Algo de crítica social tiene, pero, sobre todo, mucho humor.

-"Trieste", de Jan Morris. Morris es conocida por sus vibrantes descripciones de algunas ciudades famosas ("Venecia", "Manhattan 45"), pero a mí me impresiona en gran medida que me desvele los detalles de una zona de Italia que no conozco demasiado. Hay además algo especial en Trieste, esa urbe en mitad de oriente y occidente, entre el presente y el pasado, heredera de algún imperio y disputada por varios países, consciente de que ha vivido tiempos mejores, pero a la que le toca afrontar el futuro. Lo que más me impresiona es que, probablemente, si viajo a Trieste, no encontraré la misma ciudad porque, en buena parte, todo lugar forma parte de la experiencia del que la cuenta, y la Trieste de Morris es, sobre todo, un territorio más para ser evocado que vivido.

-Kenneth Cook tiene una trilogía ("El koala asesino", "El lagarto astronauta" y "El canguro alcohólico") de relatos de ficción -aunque transmiten la sensación de un cierto realismo- ambientados en el inhóspito territorio australiano, donde cocodrilos, tiburones, serpientes y canguros pueden matarte, pero wallabis, koalas o ratas son capaces de hacerte bastante pupita. Por si los animales peligrosos fueran poco, la natural idiosincrasia de los parroquianos (quienes, en palabra de Cook, pueden tolerar que les robes, les dispares o secuestres a su familia, pero nunca, jamás, que rechaces una cerveza) y otras peculiaridades del lugar hacen que cada desterillante aventura narrada por Cook suponga un desafío al acto de seguir vivo. Recomendado si no tenéis ganas de viajar a Australia porque, tras leer estos libros, de opinión no vais a cambiar.

-El título de "Las cenizas de Ángela" de Frank McCourt no le sonará desapercibido a muchos, pero quisiera destacar que, aparte de ser claramente lo que parece (es decir, la calamitosa y lacrimógena descripción de una harapienta infancia irlandesa), es, ante todo, un libro con un humor muy especial. Quizás humor de miseria, de ése en el que te ríes por no llorar porque pocas opciones te quedan, pero también porque, sólo en un lugar tan terrible, las escenas más surrealistas son posibles. Es ese sentido, preparad los pañuelos, pero también las carcajadas.

-Por último, un libro que todavía tengo a medias, pero lo que llevo leído de "Sinopsis de cine 3" de Ángel Sanchidrián me indica que el autor madrileño ha vuelto con todo su fulgor a destriparnos nuestras películas favoritas con esa prosa tan descacharrante que te dobla por la mitad (de risa) y al mismo tiempo le pega hachazos al sentido de la cordura. La irreverencia de este hilarante libro (con más de veinte expresiones diferentes para el acto de tocarse las partes pudendas femeninas) no tiene parangón. Para regalar a cualquiera salvo a las mentes más pacatas, no sea que les dé un infarto.

lunes, 19 de diciembre de 2022

La obra de teatro de diciembre: "Ladies Football Club"

"Ladies football Club" es una obra de teatro de Steafano Massini cuya premisa parte de una historia real: un grupo de trabajadoras de una fábrica de armamento en Inglaterra, durante la Primera Guerra Mundial, que decidieron iniciarse en el mundo del balompié, hasta entonces vetado a las mujeres, y montaron un equipo que demostró que las féminas podían ocupar espacios hasta entonces sólo reservados a sus congéneres masculinos. La obra lleva un tiempo rodando por España, he tenido ocasión de verla, y no puedo sino elogiar los resultados.


No conozco exactamente los distintos aspectos de la historia real en la que se inspira el guión, ni tampoco cómo fue el montaje original de la representación en otros países (por lo que veo, el director Sergio Peris-Mencheta, quien también ha dirigido la sin par "Noche sin luna", escrita e interpretada por Juan Diego Botto, ha incorporado bastantes cambios), pero, desde luego, a éste no le falta de nada: aparte de una escenografía muy versátil, las tres horas menos cuarto que dura la actuación se te hacen cortas, acompañados de juegos de sonido, de luces, interacción con el público y unos números musicales muy efectivos. Pero si por algo destaca la obra es por los dos aspectos por los que más debe brillar una producción teatral: el libreto y los intérpretes.

El texto, por un lado, está sin duda muy bien trabajado a través de múltiples recursos, y es capaz de hilar las circunstancias históricas que rodean a la historia (la guerra, las cuestiones sociales, los condicionantes causados por el conflicto) con la biografía tan detallada de cada una de estas once empleadas de una fábrica de armamento, cada una con su personalidad, preocupaciones, sueños y su particular carga emocional encima. Pero toda esta exuberancia de caracteres no se expresaría de manera adecuada de no ser por este excepcional grupo de actrices que, a lo largo de una representación sin interrupciones, cantan, organizan complicadas coreografías, juegan con su voz e interpretan a la vez a múltiples personajes que nos hacen reír, llorar, vibrar, contener el aliento y, sobre todo, preocuparnos por su destino, en un trabajo coral donde, como suele ser común, el todo luce más a partir de la suma de sus acertadas partes. No obstante, lo que está claro es que cada una de las artistas deslumbra con luz propia.

La obra se representa ahora mismo en los Teatros del Canal de Madrid, aunque estoy seguro de que tendréis oportunidad de disfrutarla en el futuro, en ésta y otras ciudades. Espero que la recomendación sirva para que acudáis a verla, y que gracias a ella lo paséis tan bien como yo. Un saludo.

lunes, 12 de diciembre de 2022

La historia corta (y rescatada) de diciembre: "Deportividad"

Deportividad

                -Vemos cómo ahora el siguiente deportista coge el testigo de la antorcha olímpica… Corresponde al atleta keniata… vaya, debe haber algún error. O a lo mejor es keniata, pero un keniata blanco. ¿Tienes más información al respecto, Herm?

                -Nos llega la confirmación desde nuestros estudios centrales, Mart. Ha habido una alteración en el recorrido: el siguiente relevo es un deportista local. Aún no nos ha llegado su nombre, pero se lo ofreceremos a lo largo de la retransmisión.

                -Pues, y perdonen los espectadores, pero vaya vestimenta que lleva el tipo. Parece que acabara de salir de casa.

                -Bueno, Mart, hemos de recordar que, en estas latitudes, a veces la actitud puede llegar a ser un poco informal.

                -En todo caso, el hombre sale desde su posición… Arranca con buen ritmo. Se ajusta… no, no, no se ajusta. En realidad, se está saliendo del trayecto marcado. De hecho, se está alejando del camino que debía recorrer. Empieza a adentrarse por un bosquecillo, donde le perdemos de vista…

                -¿Pero dónde va?¿DÓNDE VAAAAA?

                Unos pocos minutos más tarde, el hombre penetró con la antorcha olímpica en una pequeña casa de una antigüedad indescriptible, donde una anciana -de antigüedad más indescriptible todavía-, vestida de negro de pies a cabeza, se encontraba sentada en una silla colocada de espaldas a la puerta, con lo cual no pudo ver al hombre entrar en la casa, aunque sus ojos revelaban que quizás, si la silla se encontrara situada en otra posición, tampoco le hubiera sido posible contemplarlo. La anciana, aún así, levantó de golpe las cejas (aunque no se levantó de su asiento) al escuchar el ruido procedente de la entrada.

                -¿Prometeo?¿Eres tú?

                -Sí, mamá –respondió el hombre que había entrado-. Ya he conseguido algo con lo que encender el fuego del horno. Espera un momento tan solo: la comida pronto estará…

lunes, 5 de diciembre de 2022

El relato (rescatado) de diciembre: "Secuestro"

 

Secuestro

 

    El secuestrado fue liberado al lado de una carretera enormemente transitada. Fue inesperado, y también brusco; le sacaron del maletero del coche, le quitaron la capucha –dejándole tan solo con la mordaza y el vendaje en los ojos- y le ordenaron que esperara un minuto antes de quitárselas o darse la vuelta. En menos de veinte segundos, el coche arrancó, y el hombre se descubrió libre. No sabía si habían pagado su secuestro o bien los terroristas no se habían atrevido a dispararle. Al quitarse la venda y la mordaza, notó una sensación extraña, como sintiendo una nostalgia anticipada por una situación a la que se había acostumbrado con el tiempo, y al contemplar las inánimes prendas que hasta ahora le habían privado de la vista y la capacidad de producir sonidos, celebró que le hubieran permitido conservarlas, como una especie de recuerdo de que una vez aquello fue real y que había salido vivo. El hombre observó la carretera y constató que con hacer un poco de autostop –seguramente, su imagen ya había salido en los periódicos- podría volver a casa, aunque le daba algo de recelo pensar en quién podría llevarle: al fin y al cabo, no era cosa de haber sobrevivido a un secuestro para que luego un psicópata repartiera su vísceras a lo largo de toda una carretera comarcal.

       "Claro que, pensándolo bien" (el hombre ahora libre meditó), "¿a qué estoy volviendo? Mis hijos no me hablan. Hacía tiempo que mi mujer quería el divorcio. Mi trabajo cada vez me entusiasmaba menos. En fin, ¿qué clase de vida quiero retomar?"

         El individuo miró un momento a la autopista, y luego al bosquecillo cercano.

         Tras unos instantes de cavilación, se apartó de la carretera, y comenzó pausadamente a caminar en dirección opuesta a esta última…

lunes, 28 de noviembre de 2022

Cuando el cine se entrecruza con la realidad: el espía más fotogénico del mundo

Os presento esta historia, que he redactado en forma de hilo de Twitter (aunque podéis encontrarla también en Mastodon, donde estoy empezando a publicar últimamente), en la que hablo del espía real que ha sido interpretado por más actores diferentes en el cine (tanto el individuo, con su nombre y apellido, como si contamos los personajes inspirados en él), y cuya biografía entremezcla la guerra fría, la traición, la amistad y, sobre todo, el arte cinematográfico. Espero que disfrutéis de este relato que, como buena historia de espías que se precie, está lleno de recovecos, y donde nada es lo que parece. Un saludo... y tened cuidado a vuestra espalda.  

Posdata: si, por lo que sea, no os gusta el formato de hilo en Twitter, podéis verlo de una manera más similar a un blog a través de este enlace.

lunes, 21 de noviembre de 2022

La historia corta (y rescatada) de noviembre: "Contacto"

 Contacto

Los antropólogos se han planteado, durante generaciones enteras, cómo se seleccionó positivamente al mono desnudo con respecto al orangután cargado de pelo. Algunos dicen que el ser humano fue en un principio animal acuático, el cual necesitaba tan sólo cabellos en la cabeza para protegerse del sol; otros han propuesto las más variadas y peregrinas teorías. La realidad, como casi siempre, es muchísimo más sencilla.

El mono contempló a la monita que, por un error genético, había nacido sin pelo, y vivía por ello rechazada, apartada del resto del grupo. El mono se acercó entonces, por curiosidad, hacia la solitaria primate, y a pesar de meditar para sus adentros, “Qué fea es”, acercó el dedo, y la tocó -apenas la rozó-, tan sólo por curiosidad.

 Él pensó: “Qué tacto más suave”. Ella se estremeció.


lunes, 14 de noviembre de 2022

El relato (rescatado) de noviembre: "Él árbol. Esbozo de un cuento"

El árbol

(Esbozo de un cuento)

                                                                     

            La planicie era una llanura extensa, inhóspita y sombría. En ella no había nada cuando llegó Iselmo; ni siquiera se encontraba en pie aquel roble centenario del que tantos mitos se narraban y acerca del cual Iselmo tanto había oído hablar. Sin embargo, esto no era nuevo para el roble, que ya había sufrido en otros tiempos el acoso de terremotos, incendios e inundaciones, pero que, después de todos ellos, más tarde o más temprano, desde lo más profundo de sus raíces, volvía de nuevo a surgir. Iselmo consideró la ausencia del roble –y por tanto, su futura emergencia-, como muy oportuna, pues venía a coincidir con el cambio de dueño de aquellas tierras que Iselmo había adquirido días atrás y, por tanto, el crecimiento del roble sería paralelo a su propio ascenso como terrateniente. Tuvo suerte, le comentaron los aldeanos a Iselmo. Tuvo suerte, porque en cualquier otra circunstancia, la compra de los terrenos le hubiera costado una pequeña fortuna, pero se daba la casualidad de que esta tierra, esta zona en particular, la más fértil y próspera de la comarca –salvo aquella amplia planicie en la que tan sólo se erigía el árbol-, había quedado sin dueño debido a un acontecimiento ya muy lejano en el tiempo (tanto, que la historia de los anteriores moradores se perdía en el olvido) que los habitantes del lugar consideraron temible, también sospechoso, y que los supersticiosos del pueblo, poco dados a creer en casualidades, asumieron como consecuencia de una maldición que se había enraizado en la tierra como una mala hierba, y que no podría ser erradicada jamás. Porque al fin y al cabo, ¿cuántas posibilidades hay de que un rayo te caiga encima, en mitad de una noche de tormenta, cuando podrías estar refugiado en tu inmensa mansión al final de las llanura, llena de todo tipo de lujos y comodidades, repetimos, cuántas posibilidades hay de que salgas fuera, y un rayo te caiga porque te has colocado debajo del único árbol, qué loco sería capaz de dirigirse hacia un árbol para refugiarse de los rayos, si todo el mundo conoce la historia de Lutero y la tormenta, él se refugió en una cueva, por qué no refugiarse en una cueva, hay algunas cercanas a la planicie, pues nada, va y se refugia debajo de un árbol, cómo demonios se le pasó esa idea por la cabeza? Claro, se decían los aldeanos, que mirado de otra manera, esa insensatez era un lógico epílogo al último capítulo de la dinastía a la que pertenecía este hombre, una estirpe casi olvidada, pero que los habitantes de la comarca recordaban como cruel, tiránica, despótica y miserable, con acusaciones acerca de haber cometido barbaridades de todo tipo y una larga leyenda negra de terror y de infamia a sus espaldas, la cual ensombreció la vida y cubrió con nubes las almas de toda la región, hasta que finalmente el rayo (o un acto de justicia divina) acabó con el último heredero. Sus huellas desaparecieron de la superficie de la Tierra, su nombre fue borrado con ahínco hasta que no se recordó en la que antaño fue su casa, y finalmente, la zona quedó baldía, con el árbol todavía sin crecer… Le costaría recuperarse de la caída de aquel halo de fuego procedente del cielo. La recuperación quizá no llegaría hasta el próximo dueño, pero, mientras tanto, nadie quería comprar las tierras, porque muchos temían que, si bien no el rayo, la maldición sí siguiera allí, y afectara a todos aquellos que se atrevieran a pisar la llanura, y a abrir de nuevo las puertas de la maléfica casa... Pero Iselmo no tuvo miedo. Después de todo, no llevaba nada en los bolsillos. Lo poco que tenía, se lo había gastado en las tierras. Así que simplemente, cogió su azada, y accedió, él solo, a aquella superficie que nadie quería pisar...

 

            Conforme penetraba en sus recién adquiridos dominios, un solo objetivo (como si se tratara de un potente faro en mitad de la opaca niebla) le alumbraba en su camino, y era el tocón requemado de lo que quedaba del árbol. Una vez llegó allí, Iselmo dejó la azada, la apoyó en el suelo, colocó sus manos sobre el extremo, dejo el mentón caer sobre el envés de las mismas, y contempló la tierra yerma, el páramo desolado, el árbol aún muerto, y encontró, no supo por qué, una relajadora paz en su interior, como si en esos momentos todo se encontrase en orden. Y era extraño, porque él era un agricultor; su trabajo era dar vida, ver cómo las cosas evolucionaban, y sin embargo, se sentía calmado allí, rodeado de la inerme, inalterable sensación de muerte. De repente, mientras contemplaba aquella tierra que llevaba quizás más de un siglo virgen, percibió de refilón un destello de luz bajo sus pies. Al agacharse, encontró un objeto extraño: era una especie de estrella de cinco puntas metálica, aunque sólo era sólida en las aristas, pues el interior del polígono era hueco. Cuando la tomó, arrancándola de la tierra, arrastró consigo una cuerdita que indicaba que aquel objeto era parte de un colgante, quizás un amuleto de la suerte. Iselmo meditó entonces que, si este amuleto pertenecía al último dueño de aquellas tierras, desde luego no le había proporcionado demasiada fortuna, pues sin duda su presencia sobre el pecho de ese hombre, bajo la copa del árbol, había ejercido de magnífico atractor de rayos para convertir al susodicho en una antena biológica, y posteriormente en ceniza y en un cadáver que los aldeanos retiraron en un carro de caballos procurando no tardar mucho y no mirar demasiado atrás. Quizás, se dijo Iselmo, el hombre creyó que el amuleto le protegería de la tormenta, y por eso se refugió bajo el árbol; pero, sin embargo, aquello fue precisamente su perdición. El nuevo dueño de las tierras se preguntó qué hacer con este objeto: “Por un lado, no es mío”, pensó, “le pertenece al muerto; por otro lado, he comprado estas tierras, y por tanto me pertenecen, con sus minerales, sus gotas de agua, y todo lo que contienen o alguna vez han de poseer”. A Iselmo, además, le atraía esta última idea de considerar que todo lo que anteriormente había pertenecido a la malvada dinastía ahora era suyo, y que él sabría reconducirlo a fines más útiles y seguramente prósperos para la sociedad. Y por eso, desafiando la superstición (los aldeanos se hubieran persignado ante ese gesto), colocó el polvoriento colgante alrededor de su cuello. Luego, tomó la azada a su espalda y continuó avanzando hacia la casa. Debajo del árbol, ya no había ningún brillo.

            Después, todo ocurrió muy rápido. El hombre trabajó duro, cultivó la tierra; ésta fructificó; volvió a convertirse en una llanura próspera y fértil. La riqueza permitió al hombre reformar la casa, apuntalar vigas, convertirla de nuevo en un paraíso de la época colonial. Más adelante, el hombre encontró una mujer, se enamoró, tuvo unos hijos. La casa, antes vacía, se llenó de vida, de agricultores que comían todos juntos bajo el mismo techo, de servidumbre, de los hijos de todos éstos, de hombres de negocios que venían a comerciar. Se convirtió en una pequeña Utopía, un diminuto mundo ideal, donde se respiraba la felicidad y el alborozo. Y ocurrió todo así, hasta que un día, a Iselmo, en un arranque de lujuria, y atraído por los pechos de una criada que aspiraba a no serlo toda la vida, se acostó a escondidas con esa mujer.

            A partir de entonces, el ambiente cambió, a lo largo de muchos años: la Atlántida degeneró, y se convirtió en un mar de ponzoña. Iras, envidias, resquemores, incestos, una fauna y un mundo maldito repleto de personajes siniestros, y de víctimas inocentes castigadas sin piedad. Iselmo, convertido en el cacique del lugar, pasó de anteriormente venerado a transformarse en el ogro del cuento, contra el que advierten las abuelas en sus relatos mitológicos. En un momento determinado, el proceso se aceleró y la prosperidad se fue muy deprisa, tan rápido como había venido: la casa se vino abajo, de manera paulatina se iba cayendo a trozos, como reflejo de la dignidad que poco a poco iba quebrándose, tanto por dentro como por fuera. Bajo las rencillas internas, todos se fueron marchando: los hijos, su mujer traicionada, los agricultores, los criados. Tan sólo quedaron Iselmo, un ya cincuentón y endurecido Iselmo, y esa criada de la infidelidad original, quien ahora almacenaba todas las joyas como una urraca sitiada, pero no podía salir de su casa, ni tenía a nadie frente a quien pudiera lucirlas. Consumida por la brutalidad del anciano, sufriendo una penitencia que consideraba excesiva para el delito cometido, la desdichada mujer trató de huir en una noche de tormenta. Iselmo, borracho y desesperado, salió corriendo tras de ella.

            -¡Ven aquí, zorra!-le gritó, invocándole al viento-. ¡Ven aquí te he dicho!¡Yo soy el señor de estas tierras!¡Tú nunca podrás escapar!

            En su acceso de locura e ira, no se dio cuenta de que llovía; de que había truenos y relámpagos cayendo a su lado y de que, en su búsqueda enfervorizada, estaba pasando muy cerca del árbol.

            Cuando se dio cuenta, volvió la vista hacia el amuleto. Aún seguía colgado sobre su cuello.

            Y justo antes de que cayera sobre su cuerpo el fuego purificador, comprendió que el tirano que había muerto hacía años, ése cuya familia dejó indeleble aquella mancha de dolor en la comarca -la cual había mutado en leyenda negra-, aquel monstruo terrible que merecía morir por sus pecados...

… era él.

            El rayo cayó, y ni siquiera dejó los huesos: se volatilizaron instantáneamente, dejando sólo el amuleto tras de sí.

lunes, 7 de noviembre de 2022

La historia real de noviembre: "Dicen que los directores del neorrealismo italiano..."

 Dicen que los directores del neorrealismo italiano…


Dicen que los directores del neorrealismo italiano dejaron de contar buenas historias cuando se hicieron millonarios: porque entonces, se compraron coches, y dejaron de escuchar lo que decía la gente en los viajes del transporte publico.

Mi novia suele decirme: me encantan la historias que la gente cuenta en el metro o en los autobuses.

Como aquella vez en que una viejecita, a la que le cedí el asiento en el autobús, recorriendo el trayecto de la línea, recorría su vida; retornaba a los lugares donde un día habitó su juventud. La primera parada era su infancia. Luego, la adolescencia, la madurez, la senectud. Le señaló a la otra anciana que iba a su lado: mira, ése era el colegio donde estudiaba. Bueno, más bien era donde estaba matriculada, porque, ¿ves?, allí enfrente está el parque donde hacía novillos.

O aquella otra en la que, justo antes de coger el autobús, me encontré con dos globitos, uno azul y uno amarillo, un día de viento, que andaban recorriendo calle abajo la Castellana. Los dos globitos subían, bajaban, rebotaban en el asfalto (dios mío, me temí yo, se romperán en cualquier momento, pero no lo hacían) y volvían a subir. A veces rebotaban, a veces les atropellaba un coche, pasando justo por encima sin romperlos, y cuando lo hacían, subían de nuevo hacia arriba, medio haciendo pedorretas. Los dos globos, a lo largo de su camino, se alejaban, se juntaban, se cruzaban, se tocaban, se volvían a cruzar... Uno de ellos me rozó el pie: pensé en cogerlo, pero luego me dije, si lo hago, uno de ellos se quedará solo. ¿Y además, qué pinto yo con un globo? Mejor que marchen juntitos. Ambos siguieron el camino con el autobús calle abajo. Cuando bajé en mi parada, ellos ya habían pasado de largo.

Iba yo en el autobús a la universidad. Capté sin querer un retazo la conversación que se desarrollaba detrás; y una vez me empecé a enterar, ya no pude desengancharme. Fue la más bonita historia de amor que escuché jamás; y pude decir que tuve la oportunidad de oírla gracias a ser cotilla.

Era una chica argentina: estaba contando cómo ella había conocido a alguien, pero no podía continuar con la relación, porque estaba casada. No me acuerdo exactamente de los detalles. Lo que sí me acuerdo es que, en un momento determinado, me di cuenta de que la protagonista de esta historia no era la chica: era la historia de su madre. La chica argentina relataba la historia de cómo su madre había tenido una historia de amor con otro hombre, ¡que no era su padre! Y sin embargo, la contaba con tanta emoción, con tanto sentimiento, con tanto cariño... que cuando llegué a la universidad, estaba llorando a moco tendido.

Cuando entré en la clase, algo especial se me había quedado de aquel viaje en el autobús. La gente me preguntaba qué me pasaba, y por qué sonreía tanto. Yo, como en una nube, no supe qué contestar.

lunes, 31 de octubre de 2022

El relato de Halloween: Made in "La Tierra"

 Made in “La Tierra”

 

Pleno de Sesiones del Congreso de los Diputados.

Ciudad de Jaén, Península Ibérica

29 de marzo de 2042

 

[Presidente]: Tiene la palabra el portavoz del Partido Nacionalista Ibérico.

[Portavoz]: Gracias, señor presidente.

               

Comparezco ante ustedes con una frase que no puedo proclamar con más satisfacción: nosotros ya lo sabíamos. Cuando lo decíamos, es decir, cuando afirmábamos que no había nada más magnífico y de lo que estar más orgulloso que de ser español (ahora matizaría: ibérico), recuerdo que había diputados, algunos de ellos presentes en esta sala, que se reían de nosotros. Decían que éramos unos racistas, que sólo se trataba de una simple cuestión aleatoria el hecho de nacer en tal o cual lugar, que nuestra soberbia era (cito palabras textuales) vacua, mezquina y retrógrada. Ese aluvión de descalificaciones tuvo que detenerse cuando el tiempo, finalmente, nos dio la razón: sí, en efecto, amigos míos, me refiero al momento de la llegada de los extraterrestres.

                Todos recordamos aquel día, así que no hace falta que me extienda en el hecho que trastocó la civilización humana de manera irreversible e implacable. Sin embargo, sí que me gustaría resaltar algunos puntos: rememoro nuestra estupefacción absoluta cuando el primer OVNI aterrizó en una llanura cuasi desértica de Asia Central, habitada tan sólo por pastores y rebaños de cabras. Aquel primer contacto (cuya ubicación, según descubrimos más tarde, fue decidida de manera aleatoria en un mapa, pues nuestros distinguidos invitados nada sabían de nosotros salvo lo que podían observar desde el satélite) fue por supuesto accidentado y, una vez que se estableció una primitiva comunicación, los visitantes se dieron cuenta de que no habían entablado amistad con el país adecuado. En los compases iniciales, por supuesto, hubo mucha discusión sobre qué país llevaría la voz cantante en su interacción con esos nuevos actores políticos; estadounidenses y chinos, por supuesto, pretendían destacar como nación preferente, frente a otros países que abogaban por el liderazgo de instituciones supranacionales como la ONU. No obstante, una vez se superaron aquellos primigenios incidentes, y tras unas cuantas cumbres en las que los alienígenas alternaron reuniones entre Bruselas, Washington, Pekín, la OTAN y el Consejo de Seguridad de la ONU, los extraterrestres se dieron cuenta de que con quien debían tratar era con nosotros, los españoles, porque, como ahora todo el mundo sabe, conteníamos la materia prima más indispensable para nuestros ahora amigos y colaboradores: las excepcionales, únicas en el espacio interestelar, maravillosas y, por qué no decirlo, deliciosas aceitunas.

Sí, amigos, lo diremos una y mil veces: que ser español constituye un supremo privilegio del universo queda demostrado por un aspecto tan sencillo como que las aceitunas son el alimento que más salida tiene a nivel comercial a lo largo de toda la galaxia. Pronto, los asombrados habitantes de la Península Ibérica (en particular los andaluces, entre los que tengo el honor de contarme) descubrimos que no sólo la civilización que había contactado con nosotros, los ya famosos Glorp, eran fanáticos de las aceitunas, sino que buena parte de los planetas del borde exterior de la Vía Láctea están dispuestos a pagar ingentes cantidades de dinero por esas perlas verdes, negras, y de cualquier color conocido, que tanto les entusiasman. Es verdad que otros países productores de olivas también se vieron favorecidos por las atenciones de nuestros amigos los alienígenas y, fruto de ese interés mutuo, nació la Organización de Productores y Exportadores de Aceitunas y Aceite de Oliva, pues descubrimos también que este oro líquido era esencial como combustible para buena parte de los motores construidos en una amplia proporción de los sistemas estelares habitados. Aquel increíble descubrimiento representó para nosotros una nueva era: un inesperado, pero merecido amanecer, para la sección más valiosa de la humanidad.

Desde entonces, como ustedes sabrán, muchas cosas han cambiado: como sin duda hasta los más críticos tendrán que reconocer, nos hemos convertido en los socios preferenciales de nuestros ahora aliados los Glorp. Otros países, como Italia, Grecia o algunas naciones árabes, también se han visto beneficiados por su amistad, pero ninguno ha salido tan bien parado como nosotros. Por supuesto, esto implicó cambios políticos a nivel interno: gracias a los extraterrestres pudo culminarse el ansiado y diferido proyecto de la Unión Ibérica, y es obvio que tuvieron que producirse algunas modificaciones en el régimen político, una vez los Glorp entendieron que los componentes del Partido Nacionalista Ibérico, como yo mismo, eran los mejores interlocutores posibles con los que negociar. Pero, a cambio de esas modificaciones, que he de reconocer que en su día causaron una cierta polémica, la prosperidad obtenida por nuestra nación durante el proceso ha resultado más que provechosa: desde entonces, nos hemos convertido en el país más poderoso de la Tierra. Gracias a la colaboración militar de los extraterrestres, hemos recuperado Hispanoamérica, nuestras colonias en África, Filipinas, ¡Gibraltar!, y hasta conseguido derrotar, en aguas internacionales, a las en su día invulnerables naciones china y nortemericana. Es verdad que hemos sufrido momentos de crisis, como cuando australianos, estadounidenses y sudafricanos intentaron competir con nosotros en el mercado aceitunero, pero, gracias a nuestras hábiles gestiones, conseguimos que nuestros colaboradores extraterrícolas aniquilaran a la competencia a cambio de un mayor incremento en la producción. Sin duda, hemos tenido que hacer ciertos sacrificios, pero no podemos negar que la alta elevación del nivel de vida conseguida en los últimos tiempos compensa de so…

[Una mujer atraviesa el hemiciclo y asciende a la tarima del orador, entre bisbiseos generales. La mujer se inclina hacia la oreja del hombre].

[Portavoz]: ¿Seguro?

[Ella asiente. El hombre coge su teléfono móvil]

[Portavoz]: Un momento, por favor… Creo que esto es importante… [Espera comunicación con el teléfono]. Oye, sí, es que Marta me ha dicho… Sí… Sí… [Largo silencio]. Ajá. Lo entiendo. Un momento. [Sigue hablando a la concurrencia, aunque sin despegar el teléfono de la oreja]. E… ejem; me acaban de comunicar que, por lo visto, los Glorp han descubierto la manera de cultivar olivares en su planeta de origen, y fabricar por su cuenta su propio aceite de oliva. Eso quiere decir que, salvo unos pocos elegidos, el resto de los habitantes del país serán convertidos en mano de obra esclava, la cual será deportada y enviada al planeta… ¿Qué? [Vuelve a hablar con su interlocutor en el teléfono]. ¿Cómo que no estoy incluido entre el grupo de elegi…?¡José Luis, me cago en tu pa…!

lunes, 24 de octubre de 2022

El relato corto de octubre: "Anatomía"

Anatomía

 

            Él trabajaba ayudando a su padre en su taller de reparación de juguetes, hasta que llegó la guerra. Allí, descubrió que no era tan sencillo restituir las partes del cuerpo humano dañadas como ocurría con osos de peluche, ruedas y extremidades mecánicas. Un día, una ráfaga casual le mordió en varios puntos de su cuerpo, y le retiró del frente. Como héroe, de vez en cuando le paseaban por las casas de los generales. Allí, observó balas de plomo que se exhibían como adorno, en lugar de cómo instrumento letal. Desde entonces, decidió robar todas las balas de plomo que pudiera –balita a balita- y fundirlas todas –bolita a bolita-, extrayendo para empezar la metralla de su cuerpo –balita a balita- y robándoles la munición a los generales –bolita a bolita-, utilizando aquella siniestra recolección para reparar con ella juguetes. En su presencia, no hubo un solo soldadito de plomo que no tuviera sanas las dos piernas para caminar.

lunes, 17 de octubre de 2022

El relato rescatado de octubre: "Frontera italo-suiza del Lago Maggiore"

Frontera italo-suiza del Lago Maggiore

 

                El oficial del V Regimiento de la Marina Suiza, división del Lago Maggiore (el regimiento eran, básicamente, él y su barco) no pudo dormir tranquilo aquella noche. No desde que se había cruzado con la embarcación de los guardias fronterizos italianos, quienes acudieron atraídos por el contundente olor de la fondue de queso.

                -¡Pero si esto no sabe a nada!-protestó uno-. Será el peor queso de Suiza, ¿no?

                -Pues es uno de los mejores –replicó adusto el helvético.

                -Pobre chico –se rió el otro italiano-… Enrolado en una marina que no es de verdad, en un país que no es de verdad, comiendo un queso que tampoco es de verdad… La vida es muy dura al otro lado de la frontera.

                Se quedó sorprendido de las cosas que le contaron.

                -¿Cómo que el barco está bautizado?

                -Es algo típico de mi pueblo. Viene un cura, le da unas bendiciones…

                -¿Y con eso te aseguras de que no se hunde?

                -Bueno, es un Dios italiano, ¿sabes? Deja a las cosas un poco a la improvisación.

                No entendía cómo era posible que aquellos dos italianos fueran tan distintos.

-Echo de menos mi tierra… Esos veranos en que, te tumbas a dormir la siesta a la sombra de un olivo,  rascando a mi can, después de unos cannoli que han servido de postre a unos canneloni de la mia mamma

                -Quita, quita, ese calor -se quejaba el otro-… Donde estén unos agradables quince grados…

                Conforme el oficial suizo nadaba por el lago para desertar en dirección a Italia, recordaba su última conversación.

                -¿Y decís que, en la Guardia Suiza ésa, podré conocer muchas ragazzas italianas?

                -Hombre, ragazzas no sé… Pero faldas, desde luego, vas a ver muchas…

lunes, 10 de octubre de 2022

La historia real de octubre: hilos a go-go

En esta ronda de hilos, se va a notar la influencia del fallecimiento de Isabel II: curiosidades sobre la monarquía británica, cómo un señor emparentado con la familia real dirigió la independencia de la India (gobernando durante un rato incluso cuando ya eran naciones autónomas) o el día que unos estudiantes escoceses decidieron robar una de las reliquias más sagradas para los ingleses. Con esto ya tenéis material para un rato. Que lo disfrutéis.

lunes, 3 de octubre de 2022

El libro de octubre: "Hamnet"

Introduzco aquí unas cuantas reflexiones en torno a la novela "Hamnet". Lo hago a través de mi cuenta de Twitter, no sólo porque creo que el formato se adapta bien a las reflexiones concretas que acuden a mi mente a raíz de su lectura, sino también porque forma parte de este hilo que contiene los libros que (más o menos) voy degustando a lo largo del 2022. Advierto ya que contiene unos cuantos spoilers, así que, para quien no los quiera ver ni en pintura, el resumen del libro (Shakespeare tenía un hijo que murió que se llamaba Hamnet y, cuatro años después de su fallecimiento, el padre escribió la obra "Hamlet") es más que suficiente para saber lo que os vais a encontrar, aparte de una escritora de esmerado lenguaje y cuidada sensibilidad. Pero, si os adentráis al hilo, hay unos cuantos detalles que merece la pena discutir. O al menos, eso opino yo. Si queréis argumentar vuestra opinión aquí o en Twitter, estaré encantado de leeros. Un saludo.

lunes, 26 de septiembre de 2022

La historia corta de septiembre. Dedicadas a Eduardo Galeano (XVI): La chica adolescente embarazada

                      Dedicadas a Eduardo Galeano (XVI)

La chica adolescente embarazada. En su casa, ya ha habido de todo: tambores, trompetas, y un libreto entero de ópera. Todos lloran: la madre, el padre con las mejillas rojas todavía de gritar, y aún más la chica, con regueros de lágrimas corriéndoles por las mejillas. Pero de repente, suena como de refilón la voz callada del abuelo:

            -Hay tantas cosas malas en el mundo: guerra, asesinatos, muerte... Traer una nueva vida al mundo no debería ser un motivo de tristeza...

lunes, 19 de septiembre de 2022

El relato rescatado de septiembre: "Ducktopía"

Ducktopía

 

El hombre se ajustó las gafas y miró el cartel. “Safari Duck”, adornaba el triste y avejentado panel, el cual parecía estar a punto de descolgarse por uno de sus lados y desplomarse de manera definitiva sobre las tablas del muelle. Aún así, el individuo que había surgido de la embarcación caminaba parsimonioso y sin urgencias por la superficie de madera sin pinta de temerle a la inminente caída del cartel, y se plantó con total placidez delante del hombre y de su familia:

-¿Qué, nos vamos?

Subieron a la lancha sin aspavientos. Parecía que se habían tomado en serio lo de “safari”, porque todos se encontraban en silencio, como si creyeran que por hacer el más mínimo ruido iban a espantar algún animal. Hasta el sonido del motor de la barca sonaba como atenuado. Mientras tanto, cada uno de los pasajeros se dedicaba -con la soledad de un autista- a sus quehaceres: la mujer hacía pruebas con la cámara fotográfica, el niño comprobaba la temperatura de la superficie del agua y el padre, mientras tanto, trataba de hacerse un ovillo entre su anorak y el chaleco salvavidas para rehuir el frío reinante. Esperaba que no tardaran mucho en llegar a su destino. A decir verdad, no las tenía todas consigo sobre aquello de haber viajado hasta allí. Sin embargo, la voz del capitán interrumpió sus pensamientos:
                -Miren, por ahí hay alguno suelto.

Toda la familia se desplazó al lado del barco que había señalado el capitán. Pero en lugar de vislumbrar un delfín o una ballena, como solía ocurrir en otro tipo de excursiones, sus prismáticos y cámaras fotográficas de zoom de alto alcance apuntaron a una fila algo quebrada de solitarios, pequeños, aparentemente inofensivos y despistados patitos de goma que inicialmente debían haber sido de tonos rojizos y amarillos, pero que ahora mostraban su color original en gran parte agrietado o castigado por el sol, el agua o las inclemencias del tiempo, exhibiendo en buena parte de su superficie el blanco industrial de su fabricación.

-Significa que estamos acercándonos–advirtió el patrón de la nave-. A partir de ahora, mucho silencio.

Poco a poco, empezaron a divisar bancos aislados de esos mismos patitos. Los colores se fueron volviendo más variados, y ahora podían observar plumíferos plásticos de picos naranjas y ocres, y de alas azules, verdes o moradas. En medio, iban cruzándose –al principio más pequeñas, y luego mayores- secciones de hielo que marchaban en dirección sur, contra las cuales los patos iban topándose y, en algunos casos, las bordeaban.

-Miren, miren –señaló el guía de la expedición-. Allí está.

Fue un proceso progresivo. A la vez que el barco iba avanzando (esta vez con el motor a la potencia mínima), observaron un paisaje que se iba haciendo más denso conforme más se adentraban en el interior de la estructura, repitiéndose con la periodicidad del patrón de un mosaico: fragmentos de hielo rodeados de un círculo de patitos de goma, y sobre esas pequeñas banquisas, en ocasiones, aparecían animales, tales como focas, morsas u osos polares. La familia contempló arrebolada y muda esas imágenes, con el mismo estupor con el que dichos animales asemejaban contemplarles a ellos. En un inicio, la mujer no paró de hacer fotos, pero cuando llegaron al núcleo principal de aquel fenómeno, la sorpresa le hizo retirar el ojo del visor de la cámara.  De hecho, el resto de los miembros de su familia se quedaron paralizados, escrutando en la misma dirección. El capitán, tras echarle un breve vistazo a la familia, colocó el barco de costado y detuvo por completo el motor de la barca. Se hizo el silencio.

Enfrente de ellos, un gran perímetro de patitos de goma, de contornos irregulares los cuales formaban entrantes, salientes, cabos y golfos, acabados en pico o redondeadas estructuras,  envolviendo todo ello una amplísima superficie de mar, tan ancha que no llegaba a abarcarla la vista. Dentro de ese perímetro, había hielo flotante, sí, una amplia superficie de banquisa, pero también una enorme sección que correspondía a mar que se colaba entre el hielo y rodeaba los islotes flotantes. Y por encima, en medio, y por debajo de hielo y agua, pudieron divisar focas, orcas, una miríada de pingüinos (agrupados en formación como si se trataran de un ejército), leones marinos, osos… Una bulliciosa extensión de animales que se movían, cantaban, emitían sus grititos o se relacionaban entre sí. Hasta bancos de peces podían intuirse debajo de la superficie del agua, y también varios inmensos cachalotes, a lo lejos, lanzando también un potente chorro en un ronco estridor.

El hombre que formaba parte de la familia, después de unos primeros instantes asimilando lo ocurrido, se rebulló algo incómodo ante aquella sobreabundancia de animales, los cuales se concentraban en la misma proporción que lo hacen los seres humanos en una playa de moda cualquier verano. Rota por fin la hipnosis, el capitán decidió que éste era el momento de soltar su habitual discurso.

-Creo que no necesita presentación, ¿no? Sí, ésta es la zona. Como veis, los patitos de goma forman un contorno alrededor que aísla a los animales de todo y de todos, o mejor dicho, de los humanos. Dentro del círculo (o no es exactamente un círculo, más bien una elipse irregular, luego si queréis entramos en la cuestión de los kilómetros), los animales pueden interaccionar normalmente entre sí: pueden procrear, alimentarse, matarse entre ellos, tal y como lo harían en el entorno natural. La diferencia con el medio salvaje está cuando deciden salirse del círculo: entonces, los patitos de goma les rodean y les escoltan, protegiéndolos de cualquier depredador, y también de los barcos de pesca. Luego, cuando los animales retornan, los patitos vuelven al círculo más amplio, a su lugar original. Hay muchos investigadores estudiando ahora mismo el comportamiento de los patitos, tratando de averiguar si entran los mismos de los que salen o si cada uno tiene posiciones asignadas… Pero realmente, la mayor parte de los enigmas permanecen en el misterio.

El niño, que hasta entonces se había mantenido en el mismo trance que afectaba también a sus padres, realizó de improviso una pregunta:

-Entonces, ¿los patitos son amigos de las focas y otros animales?

El capitán se rió de manera condescendiente, y respondió con paciencia a aquella pregunta que debía haber explicado ya más de mil veces:

-Los patitos no están vivos, no pueden hacerse amigos de ningún animal… aunque, la verdad, los científicos estaban tan alucinados por este fenómeno, que durante un tiempo no sabían cómo explicarlo. Como sabéis, los patitos de goma originales fueron liberados hace muchos años por un barco al que se le cayeron accidentalmente mientras los trasladaba para ser vendidos en alguna ciudad. Esos patos se derramaron por el agua y migraron con las corrientes oceánicas, llegaron a lugares de todo el mundo, y fueron muy útiles para el estudio de las corrientes marinas. Sin embargo, hace relativamente poco tiempo, empezó a observarse que los cargamentos de patitos de goma tendían a soltarse más fácilmente de los barcos y acabar en el agua, todavía no sabemos por qué. Y, con el tiempo, se ha visto que formaban esta estructura… Los científicos creen que hay algún componente en el material con el que están hechos los patitos que les impulsa a circular alrededor del hielo, o quizás del agua más cálida que se sitúa debajo de las banquisas, cosa que también les llevaría a moverse cerca de los animales. Realmente no sería cuestión de amistad o de magia, sino… ¿Has oído hablar de la selección natural? –le preguntó el capitán al niño-. Digamos que la naturaleza va probando cosas de manera aleatoria, y si hay algo que funciona, ese algo tiende a sobrevivir. Los patitos han formado por azar esta estructura y, como más o menos tiende a protegerse a sí misma, es más fácil que ésta continúe estable. Se trata solamente de eso.

De repente, un grupo de patitos de goma, de brillantes y coléricos tonos encarnados, abandonó la formación (siendo reemplazados, casi inmediatamente, por otros patitos) y se dirigieron en fila india hacia la barca. Pasaron a pocos metros, como si les estuvieran vigilando, y luego, con un leve cambio de rumbo, se alejaron lentamente de ellos, manteniendo en todo momento un aire suspicaz.

-Como he dicho, la estructura tiende a protegerse a sí misma… Hace poco, unos fotógrafos se arrimaron demasiado y un pequeño escuadrón de patitos les rodeó y, mecidos por las corrientes oceánicas, zarandearon la barca hasta que se hundió. Estos pequeños patitos de goma, cuando se juntan a millares, son capaces de volcar barcos, incluso de varias toneladas, como si hubieran heredado el espíritu del vengativo submarino del capitán Nemo. Esta distancia –suspiró con alivio el capitán de barco- es la más próxima a la que nos podemos acercar con seguridad.

El niño puso cara de no tenerlas toda consigo.

-Entonces, ¿los patitos son malos?

El capitán dio la impresión de pretender –nada más llegara a puerto- mandarle una carta de agradecimiento a Herodes, pero se contuvo y expresó con toda la serenidad que le fue posible:

-No, he dicho que los patitos no tienen… En fin, malos, “malos”, depende de cómo lo mires, ¿no? Ellos protegen a los animales. Y, además, lo están consiguiendo. Los ecologistas dicen que hace mucho tiempo que no veían crecer tantos animales en el Ártico. Y los planes que algunos países habían iniciado para apropiarse de los recursos del polo han cesado desde entonces. Digamos que, en ese sentido, han resultado ser muy buenos para la flora y la fauna.

El padre interrumpió durante un segundo el diálogo entre el guía y su hijo:

-Pero la verdad es que, siendo sinceros, hay que darle muchas vueltas y elucubraciones para poder explicar el comportamiento de los patitos desde un punto de vista científico… Muchas más, desde luego, que si pensáramos que actúan de manera intencional.

El capitán meditó un momento con la mano en el mentón, y luego se encogió de hombros:

-Todo lo que en el pasado creíamos que era magia, al final se ha acabado por descubrir que se trataba de otra cosa, con una explicación más racional. Además, si tratamos de defender la hipótesis contraria, ¿qué clase de sentido tendría?¿Patitos de goma que se han puesto a defender a sus congéneres animales, incluso aunque ellos mismos sean de plástico? Esto no es un plan maestro concebido por la naturaleza: los patitos de goma no son menos artificiales que los barcos que se han hundido por su culpa. Para mí, en realidad, tiene más que ver con lo que le he mencionado de selección darwiniana: durante miles de años, ha habido una especie predominante, el hombre, que ha utilizado la tecnología para abusar hasta tal punto de casi destruir el planeta. ¿Por qué no iba la tecnología, en combinación con la naturaleza, haber encontrado un método de contrarrestar los ataques de la especie dominante? Fíjese: esto que tenemos aquí es una utopía. Es la civilización ideal que tanto nos gustaría haber encontrado para la humanidad. Lo que pasa es que no nos gusta, simplemente, porque de ella nos han excluido a nosotros.

El hombre, algo turbado, se volvió hacia su esposa, que había vuelto a realizar fotografías como si le pagaran por ellas al peso:

-¿Y tú que opinas, cariño?

Ella, sin dejar de tomar instantáneas, respondió:

-Es fascinante. Espeluznante, estremecedor, terrorífico también, da mucho miedo… Pero al mismo tiempo, es de una belleza incontenible.

Cuando esa tarde volvieron a casa, lo primero que el hombre estaba deseando era darse una ducha con agua muy caliente, para sacudirse el frío que había pasado. Cuando terminó, aún en albornoz y restregándose la toalla sobre la cabeza, se pasó por el baño, donde la madre se encontraba bañando al niño.

-¿Te quedas vigilándole un rato mientras yo voy a llamar a mi madre?

El hombre asintió y se sentó sobre el inodoro. Mientras la mujer se marchaba, el niño, ajeno a cuál de sus progenitores le atendía, jugaba dentro de su bañera con un barquito y un inocente patito de goma.

-Bum, bum… Barquito, fuera de aquí –amenazaba el niño mientras agarraba el patito con firmeza-. Éste es mi territorio, por aquí no pasarás.

El patito era casi tan grande como el (de formas bastante realistas) barco que surcaba aquel particular océano. El hombre observó con cautela al patito, de un intenso color amarillo, sin fisuras, no maltratado por las olas ni el sol. Durante un segundo, le pareció que sus cejas se encontraban más arqueadas que las de otros patitos de goma que había visto a lo lado de su vida. Le pareció que… le miraba mal.

-¿Papá, quieres jugar conmigo?-su padre asintió. No obstante, cuando fue a acostar a su hijo en la cama, aprovechó para coger el patito de goma y arrojarlo directamente a la basura.

La mirada que le dirigió el ánade conforme cerraba la tapa de la papelera hubiera sido, para el capitán de aquel barco, muy difícil de explicar.

jueves, 1 de septiembre de 2022

El libro y la historia real de septiembre: "José María de Torrijos y Uriarte. Más allá del cuadro de Gisbert".


Hay algo fascinante en el cuadro de A. Gisbert "El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en la playa de Málaga" que te absorbe cuando te lo tropiezas en el Museo del Prado, momento en que, casi de manera irremediable, acabas concentrando toda tu atención en él, tratando de averiguar cuál era la biografía y las circunstancias de cada uno de esos hombres. El autor de este ensayo, Manuel Alvargonzález, argumenta que la pintura ha hecho, en efecto, famoso a José María Torrijos, líder de este pronunciamiento que le llevó a morir en la costa de Andalucía, pero que también eclipsó el resto de su vida, a pesar de que Torrijos tuvo una biografía muy interesante que, además, sirve para ilustrar el intrincado período que le tocó vivir, el de las primeras revoluciones liberales del siglo XIX en España, donde se trataba que no gobernara el rey, sino unas Cortes en las que la nación se viera representada. Manuel Alvargonzález redacta este libro a partir de un trabajo académico (lo cual se nota a lo largo de la lectura, aunque es lo suficientemente accesible como para el público general) y trata de ilustrar otros períodos de la vida de Torrijos, un personaje complejo y, en muchos sentidos, hijo de su tiempo. Anoto aquí debajo unos cuantos puntos que me han resultado muy instructivos:

1) El libro, en buena parte, es una historia de ese primigenio liberalismo, donde también hubo facciones, dudas, discusiones ideológicas, traidores y mucho fingimiento. Vemos que en política, ya desde el siglo XIX, lo de decir una cosa y hacer otra se convirtió en un clásico. También descubrimos que ya entonces era costumbre, cada vez que surgía un movimiento que podía cambiar las cosas, que el conjunto de las fuerzas tradicionales, y los estamentos más privilegiados, se batieran con uñas y dientes en contra de él.

2) Manuel Alvargonzález aprovecha para hablar de otros individuos destacados de la historia del liberalismo (revolucionarios, conservadores, aventureros, veletas, personajes estrafalarios) como el legendario Van Halen (cuya estrambótica trayectoria ya fue narrada por Baroja en "Memorias de un hombre de acción") y también de episodios no muy conocidos pero llamativos de este período. Por ejemplo, es bastante gracioso comprobar cómo Rafael de Riego, cuando se rebela contra Fernando VII, parte con una serie de hombres de Cabezas de San Juan, los pierde a todos por el camino antes de llegar a destino, y sin embargo vence en su pronunciamiento, el cual da origen al efímero Trienio Liberal, una de las primeras experiencias (por simplificar mucho y entre comillas) que abrieron el camino a regímenes más democráticos en España.

3) El libro destaca también las contradicciones dentro de las propia corrientes del liberalismo, movimiento el cual creía que iba a traer prosperidad a todos los rincones del orbe, pero estaba organizado por hombres aristocráticos, quienes no se daban cuenta de que algunos de sus postulados no siempre beneficiaban a las clases humildes, a las cuales sin embargo incitaban a sumarse a la rebelión. En ese sentido, el autor señala que Torrijos muchas veces no entendió las demandas que le hacía el campesinado al respecto (algo que sí supo entender el carlismo y aprovecharlo en su propio beneficio) y, si acaso, de las clases más bajas, sólo confió en las de extracción urbana. Un buen número de experiencias de las que podemos aprender lecciones bastante aplicables a la política actual.

4) Es llamativa la influencia que tuvo Torrijos entre el círculo denominado "los apóstoles de Cambridge", de quien el autor del libro hace una vívida disección. También hace hincapié en la época en que un exiliado Torrijos hace de traductor y aprende, de la figura de Napoleón, el ideal de héroe romántico: un ideal que tratará de cumplir él mismo, rodeándole de un aura que llevará a que muchos, admirados por su temple, arriesguen la vida, seducidos, para seguirle en su epopeya. Por otra parte, es destacable cómo, en su período fuera de España, Torrijos intenta entablar relaciones con otros proyectos liberales, ya sea en Portugal o al otro lado del charco, en las nacientes repúblicas de Hispanoamérica, considerando que el liberalismo, en realidad, a pesar de su obsesión con el concepto de nación, era una aspiración universal.

5) Finalmente, el libro analiza la intentona por la cual Torrijos aspiraba a "todo o nada", y que le llevó a morir, a él y a otros compañeros, fusilados, en una playa de Málaga (momento reflejado en un fastuoso cuadro de Gisbert el cual, por otra parte, no es del todo fiel a la realidad, como explica el texto; sin embargo, ya se sabe, el arte tiene otros fines, parámetros y cuestiones, y la autenticidad no es siempre lo más importante). Sin embargo, unas cuantas páginas antes hemos podido comprobar cómo todo no era tan romántico ni tan heroico como lo pintaban, y muchos desertaron en la última parte de la partida, en parte por falta de fe en sus posibilidades de triunfo, y también por ciertas decepciones a lo largo del camino.

Manuel Alvargonzález, además, escruta las relaciones familiares de Torrijos, y en especial la interacción con su mujer, quien constituirías un sólido punto de apoyo no sólo emocional, sino también en las diversas conspiraciones en las que participó a lo largo de los años. El libro termina, como no podía ser de otra manera, casi de manera abrupta tras el vibrante episodio del fusilamiento. Sin embargo, la causa de Torrijos no terminaba: en muchos sentidos, la de esa otra España casi acababa de comenzar. Más gente moriría en otras playas, reales o metafóricas. Podemos soñar qué hubiera ocurrido si sus pronunciamientos hubieran sido fructíferos. La revolución iniciada por Riesgo es digna de interpretarse de distintas maneras, según la evolución de sus resultados, en los años presentes y futuros. Todavía estamos inmersa en ella, aunque los objetivos, las batallas y parte de los rivales sean otros. Y, como siempre, como Torrijos, nosotros elegimos en qué bando queremos estar, y cuánto estamos dispuestos a sacrificar por él. Un saludo.

lunes, 29 de agosto de 2022

La historia corta de agosto. Dedicadas a Eduardo Galeano (XV): Conversación en caja

 Dedicados a Eduardo Galeano (XV).

Convesación en caja


            La cajera del súper le pregunta al chico (ambos sudamericanos y jóvenes en España):

            -¿Quiere pan rallado? (Lo están regalando de oferta este día)

            -No.

            -Claro, los hombres no queréis, no piensas en tu madre, en tu novia...

            -No –responde avergonzado-... si no vivo con mi madre.

            -Pues a tu novia.

            -Si no tengo.

             La otra eleva las cejas y le dice sin decírselo, “Pues ya sabes”.

            Yo, mientras tanto, detrás del chico, iba a pedir pan rallado: pero deduzco que la cajera quiere otra cosa, y mejor me callo.

lunes, 22 de agosto de 2022

El relato recuperado de agosto: "LCD Vidriera"

 Un relato recuperado de un formato que se perdió, para que lo podáis disfrutar de nuevo. Un saludo,


LCD Vidriera

Este humilde homenaje a Cervantes, en al año del V Centenario del Quijote,

 está basado en su novela ejemplar “El licenciado Vidriera” y en su protagonista Tomás Rodaja,

 y dedicado a la ciudad de Salamanca,

inspiradora de tantas buenas historias.

 

                La chica se colocó en su lugar asignado en el autobús.   Normalmente no hubiera reparado en su compañero de asiento, de no ser porque el libro que el chico tenía entre manos le trajo a la mente buenos recuerdos.

                -¡Anda!, ¿estás planeando ir a Italia? Porque yo acabo de volver de allí.

                Tomás levantó la vista del libro y le sonrió. “Pues no es feo, después de todo”, se dijo la muchacha a sí mismas.

                -La cosa es que yo también acabo de volver –dijo él-. Estoy repasando algunas anotaciones que hice en mi guía de viaje.

                La joven intentó sacarle más conversación al chaval, pero éste se mostraba renuente a intercambiar más de dos palabras. Ella se mosqueó. En sus tiempos de Erasmus en Italia, no solía ocurrir que los chicos se rehuyeran la conversación.

                -Perdona –se disculpó él, intuyendo la sensación que estaba provocando en su compañera-. Anoche no dormí mucho y ando un poco despistado. Lo malo es que ni siquiera consigo conciliar el sueño.

                -Ah, por eso no te preocupes –dijo ella-. Tengo aquí una pastilla para ayudar a dormir.

                Tomás la contempló con aire de desconfianza.

                -No es nada malo –le aclaró ella-. Te ayudará a echar una cabezadita las dos horas que dura el viaje a Salamanca. Venga, confía en mí.

                <<Con un poco de suerte, te hará abandonar un poco ese aire de seso que tienes>>, se dijo a sí misma la chica, sacando aquellas pastillas de colores que tanto furor hicieron en su etapa de Erasmus.

                Tomás, finalmente, accedió a tomar la píldora. Al poco tiempo, notó cómo iba haciéndole efecto y, ayudado por el influjo del sol y del traqueteo del autobús, cayó rendido en brazos de Morfeo…

                El problema fue cuando se despertó. La chica del asiento contiguo no estaba al lado, pero eso al muchacho, ante las nuevas circunstancias, le resultaba irrelevante. La sensación que experimentaba era difícil de describir, pues nunca había sufrido un cambio de consistencia a nivel de estructura molecular, y le hubiera resultado complicado expresarlo, incluso aunque fuera consciente de en qué consistía aquello exactamente. Pero sí que le daba la impresión de ser más ligero, incorpóreo, más “líquido”, por decirlo de alguna manera. El susto se lo llevó al darse cuenta, primero, de que no necesitaba las gafas para ver (de hecho, éstas habían desaparecido) y, segundo, de que sus manos se habían vuelto transparentes, con algún leve toque iridiscente que le permitía contemplarse los dedos o las muñecas y evitaba que (pese a la aparente desaparición de sus ropas) todo su cuerpo se hubiera vuelto invisible a sus propios ojos. Tomás se estremeció: se había vuelto de cristal, o más bien, del mismo vidrio que conforma las pantallas LCD o las de los móviles. Y lo más sorprendente de todo es que parecía que nadie se había dado cuenta. Cuando se detuvo el autobús, salió de manera normal, como con el resto de la gente, y de hecho, al tratar de decirle algo al conductor, éste le despachó con un bufido de desagrado, como si le estuviera robando un tiempo precioso. Así que Tomás se mantuvo obediente en la fila, por eso de que las normas de educación dicen que no debes molestar al resto del mundo, ni siquiera aunque te estén clavando un puñal por la espalda.

                Sin embargo, una vez salió al exterior, no pudo contenerse. Se lo vociferó al primer grupo de personas que encontró en la calle:

                -¡Me he convertido en cristal!

                Un anciano fue el primero que le replicó al respecto:

                -¡Deje ya de dar gritos!¡Y apártese de ahí en medio, ocupando la calle!¡Habráse visto! Esta juventud…

                No obtuvo ninguna reacción más, aparte de una señora que, después de contemplarle un momento, sacó un pañuelito y le limpió un poco la superficie a la altura de las mejillas. No conforme con el resultado, aplicó al pañuelo algo de salivilla, y prosiguió frotando constante a pesar de las protestas de Tomás. Luego, cuando se quedó satisfecha acerca de cómo de limpio había quedado, se marchó de su lado, sin mediar palabra.

                Probó algo distinto en el centro de la ciudad, con un grupo de estudiantes.

                -¡Me he convertido en cristal!

                Un estudiante con gafitas levantó la vista de su libro.

                -No, caballero, se equivoca usted: a nivel molecular, está usted claramente hecho de vidrio.

                Y volvió la vista hacia su texto. No obstante, un par de jóvenes se le acercaron.

                -¡Anda, si es verdad!¡Parece como la pantalla de una tablet!

                Los chicos empezaron a toquetearle la cara. De repente, vívidas imágenes de colores aparecieron en su frente, con si se tratara de la parte frontal de un smartphone o un ordenador. Tomás vivía todo esto con desconcierto porque, aparte de que no le agradaba nada que deslizaban el dedo por su frente, el hecho de ser transparente permitía que viera lo que estaba escrito, aunque fuera del revés.

                -¡Ahí va!¡Si es mejor que un móvil!-exclamó uno de los jóvenes.

                -¡Yo quiero ver un vídeo de gatitos!-rogó la chica.

                Para desgracia de Tomás, el muchacho le hizo caso y, de repente, a la altura de su estómago, se materializaron las figuras de dos cachorros de gato jugando, pero que para Tomás eran tan reales como si estuvieran dentro de su vientre. Tanto que, incluso, podía sentir los arañazos.

                -¡Ey!¡Aquí hay una carpeta de fotos!-exclamó un tercero que se había añadido al grupo, y al apretar en el pecho de Tomás, comenzó a desplegar imágenes que Tomás reconoció como recuerdos en su cabeza.

                -¡Oye, deja eso!-exclamó el centro de atención de lo que estaba volviéndose un corro en torno suyo. Tomás pasó rápidamente la mano por su propia piel (el tacto era frío y delicado), consiguiendo que se cerrara de golpe la carpeta.

                -¿Qué más cosas puedes hacer?-le preguntaron.

                Y lo cierto es que Tomás también se lo preguntó.

                Junto a Tomás empezaron a agruparse numerosos transeúntes, curiosos, preocupados, divertidos o que, simplemente, buscaban averiguar alrededor de qué se reunía tanta gente. Entre todos, comenzaron a explorar las posibilidades.

                Por supuesto, una de las primeras aplicaciones fue emplear a Tomás como proyector humano: frente a una fachada de un colegio religioso, que sirvió de pantalla, Tomás desplegó varias películas, desde comedias a historias de acción y aventura, que sembraron las delicias del público que allí se congregó (desde gente joven hasta ancianos, pasando por sesudos críticos de coderas y gafas de pasta), el cual, entre helados, globos de colores y puestos improvisados de comida, vivió aquel episodio como una fiesta.

                Tomás empezó a pasear por Salamanca. Allí, puso en marcha los altavoces que había descubierto que venían acoplados con su nueva condición y, tirando de enciclopedias digitales, se puso a realizar un recorrido turístico por la ciudad. Extranjeros, visitantes, ciudadanos locales y simples curiosos le siguieron mientras Tomás desgranaba detalles de interés alrededor de la Catedral, la Clerecía, la Casa de las Conchas y, por supuesto, la fachada de la Universidad, donde un preciso enfoque y una ampliación adecuada ayudaba a los más despistados a encontrar a la escurridiza rana.

                Penetró en la universidad y allí, gracias a sus recién adquiridos poderes, pudo realizar proyecciones en 3D, en medio de los pasillos, de los conceptos más difíciles de desentrañar para los estudiantes. Algunos vetustos profesores le contemplaban con desconfianza por encima de sus gafas, pero a aquellos de miradas más avinagradas, Tomás les respondía proyectando justo a su lado una caricatura casi perfecta, lo cual provocaba el regocijo de los jóvenes universitarios.

                Se marchó al puente romano y, sobre él, recreó las figuras de las legiones del César, Unamuno o Fray Luis de León, todos cruzando por encima de la construcción centenaria mientras, en las riberas del Tormes, se podía divisar la figura del pícaro lazarillo. En el huerto de Calixto y Melibea, exhibió una representación de la historia de los amantes. Más tarde, en la Plaza Mayor, organizó un festival de juegos, donde el particular ejército que ahora le seguía se divirtió entretenida con holográficas representaciones gigantes del Candy Crush, Angry Birds y otras aplicaciones de moda.

                Luego, aquella troupe improvisada tuvo hambre, y Tomás se los tuvo que llevar de pinchos, buscando en su memoria digital los locales más recomendados por las distintas aplicaciones y redes sociales. Él no necesitó comer (tan sólo solicitó que le cargaran mediante una batería), pero mientras el resto devoraban hornazo, chanfaina, embutidos y viandas varias, él colocó un video de fondo con algunas de las escenas más divertidas de aquella mañana.

                Por la tarde, les entró el sueño… Tomás, a pesar de encontrarse hecho de vidrio, también lo sintió en los párpados. Una anciana señora salmantina accedió a meter a mucha de la gente que le acompañaba en su casa, prestándoles las camas, los sillones e incluso la ducha de su casa en el caso de que alguno la requiriera. Tomás durmió una placentera siesta enfrente de un amplio ventanal desde el cual podían contemplar los tejados de una buena parte de Salamanca, con aquel color tan característico de la piedra, mientras los nidos de cigüeñas parecían hallarse a punto, por sí mismos, de echar en cualquier momento a volar…

                Por la tarde, siguió el movimiento. Paseando, Tomás se encontró con el famoso violinista de la plaza del Liceo, y entre los dos, montaron una improvisación, uno con su violín, y Tomás con música de trombones, platillos y una inmensa orquesta que parecía hallarse allí mismo en plena representación. Al final del número, los dos recibieron el aplauso del público allí presente, se dieron la mano, y Tomás prosiguió su camino.

                El culmen final de la celebración de aquel día tuvo lugar en el parque de la Alamedilla. Allí, bajo la luz del atardecer (y más tarde la de la luna), Tomás proyectó en el cielo reflejos iridiscentes de textura acuosa, bellas imágenes que se entrecruzaron con el sol del poniente y, cuando cayó la noche, un fastuoso espectáculo de fuegos artificiales. Cuando éstos cesaron su retumbar exaltado, en medio de una gran explosión de luces y aplausos, Tomás, profundamente conmovido ante el reconocimiento de toda la gente que había a su alrededor, no pudo evitar encender el altavoz que su nueva condición traía aparejada consigo y proclamar.

                -Este día ha sido maravilloso… A lo largo de esta jornada he compartido con vosotros vídeos, fotos, archivos de distintos tipos… y especialmente, recuerdos. Y he aprendido una cosa. Lo más importante de la tecnología no es su capacidad: no es que podamos llegar más lejos, más alto, con más píxeles. La clave es cómo nos conecta y nos hace compartir cosas. Gracias a un teléfono móvil, somos capaces de poner en contacto a un señor mayor de Francia con una joven adolescente en la India, y pueden descubrir que sus problemas, sus preocupaciones, sus sueños, son los mismos y deben trabajar en ellos en un frente común. Gracias a haberme convertido en vidrio, he podido tener más empatía con las personas de carne y hueso. Como digo, si hay algo que he aprendido, es que lo mejor de los sistemas de comunicación que tenemos no son las máquinas: sino cómo nos permiten acercarnos a las personas. ¡Muchas gracias a todos por estar ahí!

                Y el público, que a lo largo del discurso se había hecho uno con él, prorrumpió en una larga ristra de aplausos…

 

                El ruido le despertó. Lo que Tomás había confundido con ovaciones eran, en realidad, los escopetazos procedentes del tubo de escape del autobús. Tomás trató de bajar el volumen, pero se dio cuenta de que no tenía capacidad para hacerlo. Se miró entonces las manos: nada, completamente normales. Volvía a ser de carne y hueso, como fue en un principio. Tomás levantó la vista y observó que la chica que le había dado la pastilla ya estaba fuera del autobús. Apremiado por el conductor, que quería marcharse a su casa, Tomás finalmente se levantó y abandonó el vehículo. No lo hizo sin cierta renuencia.

                Una vez abajo, Tomás seguía sintiéndose confuso. Después de tanta actividad desplegada en el sueño, le costaba volver a la normalidad. Aún sin las fantásticas propiedades de las que se había visto poseedor tan sólo unos minutos antes, creyó que podría emular aquella sensación en parte. Intentó llamar la atención de un chico que se encontraba concentrado de manera absorta en su móvil.

                -Oye, perdona…

                El chico levantó la vista, le contempló como si fuera un marciano, y volvió de nuevo a su caminata, sin haber despegado los ojos más de un par de segundos del aparato.

                Tomás, sin embargo, no se desanimó. Volvió a tratar de hacer de guía improvisado delante de los monumentos de Salamanca. Pero esta vez, sin efectos especiales de por medio, casi nadie le prestó atención. Un par de guías, incluso, le reprocharon que les hiciera la competencia. Tan sólo unos pocos niños se interesaron por las cosas que contaba, y trataron de jugar con él para ver quién encontraba antes la rana. Pero las madres de dichos niños les llamaron rápidamente a capítulo, con un “no juegues con ese señor tan raro que le habla a todo el mundo”.

                -Porque… si pudierais ver el mundo tal y como lo veo yo –se arrancó en un ataque de sinceridad desesperado Tomás, a todo el mundo y a ninguno en concreto-. Un mundo conectado, donde todos nos preocupamos de los que nos pasa a todos, donde podemos compartir todas las cosas maravillosas que tenemos a nuestro alrededor…

                La gente que se había quedado parada al observarle arrancar aquel improvisado discurso permanecieron sin pestañear durante unos segundos. Luego, volvieron a sus ocupaciones, como si nada hubiera ocurrido. Alguno, incluso, le arrojó una monedita antes de definitivamente marchar. Tomás se quedó solo.

                Luego, tras un suspiro, agachó la cabeza y retornó sin una palabra más a su antigua vida.