lunes, 24 de noviembre de 2025

La historia real de noviembre: una reflexión sobre los asesinos en serie

El otro día tuve la oportunidad de ver El estrangulador de Boston, una película estupenda de 2023 alrededor de la serie de asesinatos que sacudió a Boston en los años 60, muy distinta -y, en mi opinión, mejor- que la primera versión del tema protagonizada por Tony Curtis (por cierto, si no queréis saber nada de estas películas, mejor no sigáis, que vienen spoilers). Y se me ocurrieron un par de reflexiones -nada originales, sin duda, y que no abarcan la totalidad del tema- que a lo mejor pueden interesar a algún lector.

Vamos a acotar primero los términos. Como muchos ya sabéis, aunque el cine (muy imbricado en estos temas) ha puesto en la mente de todos la imagen de un hombre que mata a un determinado perfil de víctimas por un impulso retorcido de su mente, el término "asesino en serie" no es un término clínico, sino policial. Se refiere a aquel individuo que asesina a varias personas (tres es el número mínimo aceptado) en un límite relativamente corto tiempo, pero no siempre se debe a un problema mental. Por ejemplo, hubo un caso (descrito en el libro Mind Hunter, que inspiró la serie de televisión, y que trata a fondo estos temas) de un hombre que entró en una residencia para señoritas para agredir sexualmente a una de ellas y, por culpa de que iba encontrándose con testigos incómodos, tuvo que matar a varias mujeres de golpe. Ese individuo, aunque técnicamente es un asesino en serie, en realidad sólo lo es porque le obligan las circunstancias. Pero no; nosotros vamos a referirnos al caso tan cinematográfico que han publicitado Mindhunter, Mentes criminales o la saga de Hannibal Lecter: una persona que mata a una víctima, y luego otra, y luego otra, sin motivo personal aparente, y que, sin no lo detinenen, volverá a matar.

El tipo humano lo conocemos todos: suele ser un hombre, con frecuencia blanco y de un país anglosajón, al que un trauma del pasado o una personalidad con tendencia a la violencia lleva a matar, en ocasiones de maneras muy específicas, elaboradas e imaginativas, y casi siempre a un rango muy concreto de víctimas. El concepto empieza a popularizarse después de la Segunda Guerra Mundial, y a raíz de ciertos especialistas en la elaboración de perfiles en Estados Unidos (por ejemplo, los agentes del FBI que escribieron el libro Mind Hunter). No obstante, con los años, la definición se ha ampliado mucho: ahora abarca a mujeres y gente de otras razas y países (con, además, muchas variantes en cuanto a su comportamiento criminal), aunque el esquema original sigue siendo el más popular, tanto en el imaginario colectivo como en la ficción.

Clínicamente, a estos individuos se les incluye dentro del trastorno antisocial de la personalidad: es decir, gente que no acata las normas y que no sienten excesiva compasión por el sufrimiento humano. Dentro de él, algunos especialistas distinguen ciertos perfiles (por ejemplo, bajo el término "psicópata"). Sin embargo, hay una cosa que debe quedar clara: no todos los "psicópatas" ni la gente con trastorno antisocial de la personalidad son asesinos. De hecho, la mayoría viven perfectamente integrados entre nosotros: quizá muchos no sean las personas más simpáticas del mundo (aunque, con frecuencia, son capaces de pasar por muy buenos vecinos), y unos cuantos suelen tener problemas con la ley o con otros congéneres, pero eso no significa que todos vayan por ahí matando gente. Es muy importante erradicar esos tópicos, porque, no lo olvidemos, la mayor parte de los criminales no tienen trastornos mentales, y la mayor parte de los enfermos mentales tampoco son criminales.

Pero ahora, vamos a entrar en el tema. En El estrangulador de Boston, una película muy bien dirigida, y estupendamente protagonizada por Keira Knightley, se realiza una afirmación muy interesante: dice que, en efecto, es probable que hubiera una persona que estrangulaba en Boston con unos métodos muy concretos. Lo hacía a mujeres que vivían solas, ancianas, a las que estrangulaba y les dejaba colocada en el cuello una media, a modo de lazo. Sin embargo, algunas de las teóricas 13 víctimas que dejó el estrangulador de Boston no encajan en ese perfil. Lo que insinúa esa película es que es posible que otros individuos aprovecharan el escándalo del estrangulador de Boston para cometer sus propios delitos y que le echaran la culpa al asesino. Algunos habrían matado a esas mujeres por motivos personales (una secretaria embarazada del sospechoso, casado y con hijos, lo cual le suponía una incomodidad), y otros serían diferentes agresores sexuales que, simplemente, habrían aprovechado los modus operandi del asesino para que los auténticos autores pasaran desapercibidos. La película elabora una teoría que, como todas las que implican a este tipo de asuntos, nunca podremos demostrar si es verdad. De hecho, seguramente lo más inquietante del film es que menciona que uno de los sospechosos de haber matado a alguna de las víctimas del estrangulador de Boston salió libre, y nunca volvió a saberse de él. Su nombre nunca se hizo público, y quién sabe lo que hizo después de que la policía y los periodistas le perdieran el rastro.

Pero me llama la atención la idea de gente que aprovecha un asesinato para tapar otro. Algo parecido se ha hablado acerca de los crímenes de Ciudad Juárez. Como sabéis, en esa zona ha habido una cantidad inmensa y terrorífica de feminicidos (más de seiscientos desde finales del siglo XX). Las causas seguramente son complejas: Ciudad Juárez es una ciudad fronteriza, pegada a su equivalente en Estados Unidos, El Paso. En ese sentido, la frontera con México se ha convertido en una distorsión: mientras que El Paso se mantiene bucólica y sin crímenes, todo el que quiere hacer algo turbio traspasa la línea de delimitación entre ambos países, y por eso Ciudad Juárez se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del mundo. Además, como siempre, el capitalismo tiene mucho que ver: hay un montón de dinero implicado en el hecho de que ciertas fábricas se instalen en Ciudad Juárez (donde los costes laborales son más baratos) para luego vender sus productos en EEUU. Estas empresas contratan normalmente a mujeres jóvenes y vulnerables -las llamadas "maquiladoras"-, a las que les ofrecen salarios de miseria. Con frecuencia estas mujeres tienen que volver a casa solas, después de turnos interminables, de noche, en un lugar donde existen toda clase de personajes peligrosos, entre otras cosas porque (cómo no) Ciudad Juárez también es uno de los lugares de paso de las principales rutas de comercio de droga del mundo, pues desde la zona de la producción (Hispanoamérica) pasan al lugar de consumo (Norteamérica).

Cuando empezaron a revelarse estos feminicidios -con números que dan miedo y acongojan- muchos los atribuyeron al tráfico de drogas, a peleas entre cárteles, a esa complicada situación social, aunque también hubo teorías mucho más conspiradoras y "peliculeras" (hay una cinta, por cierto, Ciudad de silencio, que toca el tema, exponiendo con cierto acierto sus diferentes aristas). Sin embargo, poco a poco se fue haciendo evidente que las muertes de mujeres no se deben a un asesino en serie individual. Sino que, al final, aquel lugar se ha convertido en un pozo negro: todo aquel que tiene una cuenta personal que ajustar, o que pretende dar rienda suelta a su misoginia, aprovecha la fama de los feminicidios de Ciudad Juárez para que su crimen se convierta en uno más de la lista, en un nombre más en la multitud. En las muertes de Ciudad Juárez se entremezclan, pues, asuntos mafiosos, crímenes individuales, probablemente más de un violador y asesino en serie, y, sobre todo, muchísimo odio a las mujeres. Como dicen en la versión moderna de El estrangulador de Bostón (traduzco del original en inglés), <<(...) creasteis un mito, y necesitaba ser detenido. La gente quería creer que era Al [Albert de Salvo, el hombre acusado por la policía de los crímenes de "el estrangulador de Boston"], pero necesitaba creer que era Albert. La alternativa era demasiado perturbadora (..) Que hay demasiados Albert De Salvos ahí fuera. Y que nuestro pequeño mundo seguro es una ilusión. Los hombres matan a las mujeres. No empezó con Albert, y es seguro como el infierno que no terminará con él tampoco>>.

En ese sentido, me he acordado también de la reflexión final que aporta Alan Moore en el epílogo de su obra From Hell, acerca de los crímenes de Jack el Destripador. El lúcido Moore indica que, normalmente, lo que nos gusta (a los que nos sentimos atraídos por los casos de asesinos en serie) es la resolución del misterio, como si fuera un complicado puzzle cuyo dibujo, una vez encuentras la pieza adecuada, queda expuesto en su totalidad. Pero, en realidad, la vida real no suele ser así: los hechos reales son fragmentarios, inconexos, muchas veces carentes de sentido, donde nadie tiene la perspectiva global del alambicado caleidoscopio de la verdad. Nunca tendremos una visión clara e inequívoca de quién fue Jack el Destripador hasta los últimos detalles, nunca viviremos esa revelación mágica ("fue el médico de la reina", "el pintor", "el misterioso hombre americano") que queda tan bien en las películas. Ésa es sólo nuestra ambición, la de personas que deseamos encontrar orden en un mundo de caos, y que también anhelamos que, una vez atrapes al asesino, se acabe el peligro. Pero si salimos del juego policial del gato y el ratón, o de los detectives aficionados de las novelas, las cosas no son tan sencillas. Y, por supuesto también, nunca son fáciles de solucionar.

Quizá, de una parte de todo esto, tengamos culpa los propios escritores, sobre todo los que (no puedo negarlo) sentimos una cierta fascinación por este tipo de historias. Como dice Antonio Muñoz Molina, tendemos a endiosar como seres astutos y sofisticados a criminales normalmente mediocres y egoístas, y parece que la proliferación del género del true crime hoy día sigue esa misma tendencia. Sin embargo, creo importante hacer una distinción: como siempre, hay una gran distancia entre la ficción (donde encuentras a villanos muy atractivos, como el propio Hannibal Lecter), y la realidad, en la que los malvados suelen ser bastante más aburridos, insoportables, predecibles y, sobre todo, cercanos a nuestros vecinos de lo que nos gustaría. Hay cosas que toleramos en la literatura o el cine (o en el pasado lejano, donde casi se han convertido en ficción), y que no podemos juzgar igual para nuestra vida cotidiana. Es importante trazar esa línea, para no dar más importancia a los asesinos que a las víctimas y, sobre todo, para hacer justicia a estas últimas. De no ser así, puede que cometamos errores que lleven a más dolor y sufrimiento. Y, en este cúmulo complejo de factores que forman parte de un crimen, conviene que no aportemos un granito más de mal.

lunes, 17 de noviembre de 2025

La historia corta de noviembre: "El secreto mejor guardado"

Cuando Bulsu dijo que se marchaba del pueblo a ganarse la vida en el extranjero, el alcalde le llevó al gran almacén a las afueras de la villa, abrió el local con la llave que portaba siempre al cuello, entró, y sacó un enorme acordeón que entregó a Bulsu:

-Toma, compañero, con esto podrás intentar ganarte la vida allá afuera… igual que tu primo Konya y tu hermano Radomir.

Bulsu recogió aquel objeto sin saber cómo agarrarlo.

-Pero, alcalde -contestó el futuro emigrante, sujetando el instrumento con la misma precaución que si se tratara de un tejón-, si yo no sé nada de cómo tocar este engendro del demonio. Como no me den dinero por pena…

 El alcalde miró con sonrisa ladeada, como observando a un espectador invisible.

-Bueno, tu primo y tu hermano tampoco sabían… Ahí está la gracia.

Y rio de manera sardónica y cruel…

El chico y la chica seguían comiendo pipas en el parque, mientras se escuchaba de fondo el sonido del acordeón que alguien tocaba.

-¿Y tú crees de verdad que ése es el motivo?

-Es una venganza, seguro. Algo le hemos hecho a ese país. De no ser así, no sé cómo se explica tanta crueldad.

lunes, 10 de noviembre de 2025

Las series de noviembre: varias de Filmin

-Monsieur Spade es una ficción atípica. Parte de la idea de que Sam Spade (el célebre detective creado por Dashiel Hammet, y protagonista de El halcón maltés) se ha ido a resolver un asunto en el sur de Francia, y ha encontrado motivos para quedarse a vivir y retirarse allí. Sin embargo, años después, nuevos y antiguos problemas van a surgir ante sus ojos, y es entonces cuando sus viejos hábitos de detective vuelven a hacerle falta. Esta miniserie de seis capítulos tiene un guión con grandes luces, pero también algunas sombras: es de estas narraciones a las que hay que hay que prestar atención para no perderte cosas; coincide con las viejas historias de los años 40 en las tramas enrevesadas, no siempre perfectamente coherentes -y, en este caso, algo fuera de escala-; a ratos cuesta distinguir los flashbacks, en general muy buenos, aunque a veces se abusa de los mismos; y el final es una ensalada caótica y poco creíble (como si, cual Raymond Chandler en El sueño eterno, el guionista hubiera dispuesto de manera prometedora piezas en el tablero de ajedrez, y al final de la partida decidiera pegarle una patada al juego) que a varios espectadores puede emborronarles el conjunto. Eso sí, durante buena parte del metraje, ese guión funciona muy bien, especialmente con los ácidos comentarios del cínico detective encarnado por Clive Owen, que interpreta uno de los mejores papeles de su carrera. Como buen cine negro, hace un excelente uso de la atmósfera que tiene en derredor, y cambia las turbias calles de San Francisco por un aparentemente bucólico pueblo galo, el cual, sin embargo, atrapado entre la posguerra mundial y las salvajadas francesas en Argelia, bulle con una maldad que haría gozar al célebre autor Jim Thompson. Los papeles y actores secundarios también son interesantísimos. En definitiva, con todas las salvedades, creo que esta serie os hará pasar unas cuantas buenas horas.

-Inside nº9: más británica que el té de las cinco, y con mucho componente teatral, esta serie de capítulos independientes ha sido creada y guionizada por Reece Shearsmith y Steve Pemberton, que ejercen de actores protagonistas en todos los episodios (al menos, hasta lo que me he podido ver, pues de las nueve temporadas me quedan aún cuatro y poco). Lo único que tiene en común cada entrega, con mucha variedad formal y sin miedo a arriesgar, es que hay bastante humor negro, normalmente un misterio o un componente de intriga o terror, y que en algún momento sale a colación el número 9. La cuarta temporada, en particular, es fantástica, pero, como digo, no hay ninguna relación entre episodios, así que podéis discutir con otros televidentes sobre vuestros capítulos favoritos.

-Taboo. Con una única temporada que lo dio todo, esta serie, que impactó hasta cierto punto en su momento pero no tuvo la resonancia de otras contemporáneas, mostró a un Tom Hardy en estado de gracia en una intriga internacional y de época con una atmósfera muy sólida, que entremezcla muy bien un fondo de realismo con trazas de fantasía.

-The Newsreader es una serie australiana que describe el ambiente de una redacción de noticias en los 80, donde las elecciones personales se entrecruzan con la actualidad informativa de una época que, desde luego, tuvo su aquel. No es The newsroom, pero sobre todo la primera temporada tiene mucha fuerza, entre otras cosas por la garra de sus intérpretes.

Estas series, al menos la última vez que las vi, se podían disfrutar en Filmin.

sábado, 1 de noviembre de 2025

El relato de noviembre: "El auténtico vampiro"

 

Lo encontré hace muchos años en un viejo cine porno de Buenos Aires. Decía que le gustaban esos sitios porque allí entras y nadie te pregunta de dónde vienes. Argumentaba, además, que las personas que solían venir a ese tipo de antros eran (en una gran proporción) vagabundos en busca de un sitio donde dormir, gente con escaso arraigo social, por la que muy pocos preguntarían en caso de desaparición. Decía que ese tipo de cosas le facilitaban mucho su “labor”, por decirlo de alguna manera. Sin embargo, en ciertos aspectos debió de errar, porque yo andaba tras su pista desde hacía mucho tiempo. Desde Belgrado, donde supe de su existencia a través de denuncias particulares, señalando con alfileres fechas de ataques que se concentraban en un lugar concreto durante par de días y luego se reanudaban tras meses o años, coleccionando recortes de periódicos de extraños sucesos acaecidos en Londres, Bangkok o Los Ángeles... Sin embargo, no fue hasta que me jubilé y empecé a cobrar mi pensión como policía cuando pude salir a buscarle, y lo cierto es que se reveló como un ser bastante escurridizo (condición necesaria sin duda para sobrevivir varios miles de años) aunque siempre era reconocible, a lo largo de su trayecto, el reguero de almas vacías, espíritus atormentados, individuos que aparecían un día en un callejón en la esquina y no recordaban ni su nombre ni su condición ni su sexo, en un estado prácticamente catatónico, del que nunca ninguno pudo salir. La noche que me senté a su lado en el cine, me miró con resignación, incluso con un cierto alivio; daba la impresión de que llevaba mucho tiempo esperándome. Tras un breve intercambio de pareceres, salimos a la calle. Allí ya me advirtió desde el principio –hablaba mi idioma con un cierto acento, aunque prácticamente inapreciable- de que no iba a poder atraparle, de que ni tan siquiera lo tratara, porque en tan sólo un segundo y sin mover un músculo, con su solo deseo, me quedaría tan imbécil como todos aquellos que lo habían intentado antes, algunos de los cuales yo había podido contemplar. Acepté tácitamente su aseveración, pues supe de inmediato que era verdad. Además, yo no había ido allí exactamente a cazarle, sino más bien a obtener respuestas: buscaba entender En aquella noche de luna, él me lo explicó todo. Y ahora que me estoy muriendo, no puedo parar de recordar.

            <<No es mi mucho menos un proceso físico>>, expresó. <<Es más bien un hecho espiritual; ni siquiera un hecho, un cambio de estado, un fenómeno incomprensible. Yo mismo a duras penas me lo explico, y eso que lo llevo haciendo desde niño. Observo a una persona durante unos segundos, y entonces puedo ver todos sus recuerdos, sus anhelos, su forma de ser, sus sueños; en ese momento les absorbo, y mis víctimas se quedan en el estado que has podido comprobar, siempre el mismo, independientemente de su vida anterior. La mayor parte de ellas no tienen casi sustancia: es como tragarme un boqueroncito. Te sacian en parte el hambre, pero no llegan a influirte tanto como para alterar tu personalidad. Otros, en cambio, albergan tanto mundo interior, tanta fuerza (atesoran tal número de recuerdos intensos), que durante unos días noto su presencia a mi lado, me descubro repitiendo sus gestos y pensando de la misma forma que ellos. Esto me ocurría sobre todo al principio: ahora que he comido tanto y tengo dentro de mí tanta gente, una más difícilmente puede alterar el balance final. Con el tiempo, he ido puliendo la técnica, la he ido automatizando. Hubo una época a partir de la cual ya sólo me bastaba echar un vistazo de reojo para absorberles, sin tan siquiera pensarlo. Sin que llegara a pestañear>>.

            -La excepción llegó con ella –reveló-. Yo aquel día no andaba de caza; había salido simplemente a pasear. Y entonces me la topé. Era... Dios, no sé ni cómo empezar a contarlo. No encontré nunca, en todos mis siglos de existencia, una persona de esa forma. Original hasta la médula, guardaba en su interior mil historias, porque cada acontecimiento que le pasaba lo convertía (a través del tamiz de su mente) en algo mágico y único, de tal manera que un hecho anodino se transformaba en un suceso rutilante y espectacular. Yo no podía parar de estar con ella. Era la persona con la que permanecí más tiempo al lado; nunca encontré individuo en el mundo con quien poderla comparar: jamás, en todos los días de mi existencia. Fueron unos años… maravillosos... Ella me contaba tantas cosas, y yo siempre estaba ávido de escucharla. Tenía que hacer esfuerzos conscientes por no absorberla, porque claro, era tan apetecible, tan deliciosa. Pero, justamente por eso, sabía que no debía tocarle ni un solo pelo del cuerpo. Y al contrario que con otras parejas, sobre las cuales dicen dicen que el amor se va apagando conforme transcurren la convivencia y los roces, con el tiempo yo lo pasaba mejor en su compañía, y ella cada vez más me gustaba, más la iba admirando, mientras tenía la oportunidad. Entonces, un día, cuando salimos del cine, de ver una película cautivadora, ella carcajeaba como una loca, y yo pensé en lo guapísima que estaba cuando reía, y en lo mucho que la quería. Y en ese momento, sin pretenderlo realmente, tan sólo como un instinto reflejo, una respuesta involuntaria ante tanta felicidad, sin ni por una fracción de segundo pensarlo, cerré los ojos, los abrí de nuevo… y en ese momento, la absorbí...

            >>No puedes imaginar las lágrimas tan amargas que derramé aquella noche, delante de su cuerpo; pero ya no era nada, sólo un ente embrutecido, como tantos otros que dejé tras mi tóxico suspirar. Había constituido un ser único, increíble, inimaginable, la persona irrepetible que me hizo plantearme dejar esta vida: y, de no ser porque el hambre y el dolor subsiguiente me lo impedían, lo habría hecho sin dudar. Lloré tanto y tan profundo que creo que rellené varios océanos. Vagabundeé por las calles deseando matarme, masacrarme a mí mismo por aquel error tan mortal como estúpido, pero (cosa terrible de esta odiosa naturaleza) comprobé que aquel propósito era inalcanzable. Aunque más dramático todavía que el momento, lo peor vino después... Fue la conclusión final.

            >>Al contrario que las otras almas, la suya me llenó tanto, con tanta fuerza, que, en esta ocasión, fue imposible de subyugar. Ahora vislumbro las cosas de la misma forma en que ella las veía: contemplo su mundo, su excepcional universo, de primera mano, sin poderlo evitar. Almaceno dentro de mí todas sus historias, a raíz de esa capacidad insólita que ella tenía de transformar de manera radical la realidad. Y al tiempo seguía siendo yo mismo, y recordándola tremendamente... Esa dualidad sin duda es la que, cientos de años después, todavía me hace sufrir más...

            >>¿Te imaginas albergar dentro de ti todos esos fantásticos mundos, todas las vidas, y darte cuenta de que no tienes nadie que lo aprecie como yo lo apreciaba, que todos los demás consideren que son tan sólo cuentos de viejo, que nadie te pueda entender ni amar?¿Te imaginas estar acostumbrado a que todos los días tuviera lugar un acontecimiento genial e inigualable, y que de repente ese flujo se cortara, que se detuviera para siempre, que todas las personas que te encuentras por la calle te parecieran tan anodinas y tan vulgares y tan sosas y tan estúpidas que a veces ni tan siquiera los puedes soportar mirar?¿Te imaginas ser las dos cosas, la que persona que un día eras y a la que has matado, los individuos más compenetrados del mundo, hechos el uno para el otro, que no serían capaz de encajar con ningún otro, y de repente no ser los dos sino sólo uno, el recuerdo patético de una cosa que fue... y echar de menos lo que ella te daba, pero al mismo tiempo, ahora que tú además eres ella, todo lo que también le daba él, entre otras cosas la capacidad de escuchar?

            >>¿Te imaginas por un momento el que tú pudieras, como hacía ella, ver cosas que nadie ve, que nadie tiene en cuenta, como si fueran colores más allá del espectro visible, sonidos por debajo y por encima de lo audible, contemplar el presente, el pasado y el futuro, y de repente vivir en un mundo a oscuras, y no tener un alma a la que llegárselo a narrar?¿Puedes concebir haber visto todo eso, intuirlo por un momento, que alguien te abriera la puerta a un mundo ignoto, y que entonces se cerrara, porque la persona que te permitía el acceso ya no existe, y nadie más lo puede lograr?¿Se te pasa por la cabeza pasear por el mundo como si, de modo permanente, masticaras cenizas, respiraras aire ya inhalado, como si ya todo lo que oyeras te sonara a repetido, y supieras que nada nuevo vas a escuchar nunca más?¿Te imaginas quedarte ciego de golpe, CIEGO, CIEGO, CIEGO –insistió mantenidamente, elevando en un grito pavoroso la voz-, SORDO, MUDO, TONTO, IMBÉCIL, VACÍO DE VIDA, DE SABOR Y SENTIDO, Y TENER QUE VIVIR PARA SIEMPRE, Y SABER QUE NADA NI NADIE TE PODRÁ AYUDAR?¿TE IMAGINAS QUE TU VIDA CONSTITUYA UNA PERMANENTE SITUACIÓN ANGUSTIOSA, QUE SEAS TERRIBLEMENTE DESGRACIADO PORQUE NO PARAS DE RECORDAR EL MOMENTO EN QUE ERAS MÁS FELIZ SOBRE LA TIERRA, TANTO QUE NO PUDISTE NI IMAGINARLO, Y SABER QUE EL RESTO DE TU EXISTENCIA SERÁ ODIOSA Y GRIS PARA SIEMPRE, POR TODA LA ETERNIDAD?¿TE LO IMAGINAS?, ¡NO TE LO IMAGINAS, NO PUEDES SIQUIERA PENSARLO, ÉSA ES UNA PARTE MÁS DE ESTA MALDICIÓN INFERNAL! Y por eso quiero morir... Morir, morir, morir, quedar sin resuello, cesar de pensar para siempre... Y dejar de pagar por el pecado de haber destruido lo único que ahora mismo, en mi noche más oscura, me habría podido salvar...

No volví a verle después de esa noche. El vampiro me dejó marchar.

            Hubo días en que no aprecié lo que tuve. Desde que lo conocí, ese error no me ha vuelto a pasar.

            Y a pesar de todas las víctimas que he anotado (y que aún sigo contando) en la lista, yo por el vampiro sólo siento pena.

            Él seguramente me habrá olvidado: tiene demasiadas cosas en la cabeza. Pero sobre todo hay una, en forma de persona, que no puede parar de rememorar…

            Nunca una eternidad fue tan larga.

lunes, 27 de octubre de 2025

La historia corta de octubre: "Qué manía en los pueblos con ponerle motes a todo el mundo"

            Un hombre, nada más llegar al pueblo, entró en el único bar del mismo, y afirmó muy decidido, en un largo y encendido discurso:

            -Yo ya sé que en los pueblos se tiene costumbre de ponerle mote a todo el mundo. Pero a mí eso no me va a pasar, y seguro que con el tiempo no me ponen ningún mote. Yo ya he tomado mis precauciones.

            Se quedó con “el Precauciones”.

lunes, 20 de octubre de 2025

La historia real de octubre. Apuntes para una novela: los mundos laterales de Philip K. Dick.

Todo comenzó cuando leí este artículo. Se trata de una traducción de una conferencia impartida por Philip K. Dick en la ciudad de Metz en 1977, titulada “Si crees que este mundo es malo deberías ver algunos de los otros”. Aunque el propio Dick aseveró:Un artículo de periódico sobre este discurso bien podría ser titulado «Autor afirma haber visto a Dios pero no puede explicar lo que vio»”.

                Lo que voy a describir es esa conferencia, después de una breve introducción. Es decir, que podéis leer directamente la traducción: eso sí, el discurso debió de durar unas tres horas; es denso, errático, y en muchos sentidos rayano en la locura. Yo, en cambio, intentaré resumirlo -y “traducirlo”- lo más posible.

                Muchos sabéis que Philip K. Dick tenía (o, al menos, eso se considera, en el mundo racional que le tocó vivir) problemas mentales, probablemente debido a una esquizofrenia que se agudizó por el consumo de drogas. Decía hablar con Dios y con su gemela muerta (fallecida en la temprana infancia), y que en esta comunicación mediaban satélites artificiales. Creía -aunque hay controversia acerca de esto- que un amigo escritor era en realidad una personalidad falsa, creada por la KGB, con el objetivo de secuestrarle. Hay una leyenda urbana que cuenta que adivinó una enfermedad rara de su hijo que él no tenía manera alguna de conocer: quiero pensar que, como casi todos los relatos de este tipo, son fruto de una mala interpretación, una información que permanece oculta a sus biógrafos o, simplemente, una aguda perspicacia entremezclada con dosis de casualidad afortunada. Sus obras, influidas por el consumo de sustancias químicas, son a menudo lisérgicas (las que no escribió bajo la acción de las drogas no las recuerda casi nadie), al igual que este discurso, que debió de ser doblemente complicado de entender al contar con un traductor al francés.

                En este discurso, Dick se lanza a revelar una verdad que hasta ahora no se había atrevido a confesar: algunos de sus libros no son ciencia ficción, sino que se basan en una creencia verdadera. Él cree que hay un Programador-Hacedor que controla nuestro universo. De hecho, lo va mejorando día a día. Crea nuevas realidades, pero las cambia de tal modo que, para nosotros, es como si la verdad siempre hubiera así (como insinúa el propio Dick: ¿por qué iba Dios a anunciar su Segunda Venida, cuando podría hacer que su Segunda Venida hubiera ocurrido hace milenios?). Por eso, no nos damos cuenta de estas alteraciones sino a través de sueños, déjà vus, alucinaciones inducidas por anestésicos -él empezó a conocer estos hechos a raíz de una visita al dentista-. Dick no cree haber sido el primero en llegar a conocer esta serie de fenómenos que, como afirma, no pueden ser demostrados, pero en los que confía plenamente: sin embargo, se plantea que quizá sí es el primero que ha decidido verbalizarlo en voz alta, allí, delante de una audiencia que, como yo, esperaba disertaciones más o menos especulativas sobre el futuro de la ciencia ficción.

                La cosmogonía que expone Dick se parece muchísimo al cristianismo y otras religiones del Libro (él mismo habla de “religiones reveladas”), sobre todo porque contrapone un Adversario, el cual se opondría al plan del Hacedor y generaría el caos y la imposibilidad de moverse entre esos mundos recién creados, pero que cuenta con la desventaja de ser ciego, lo cual siempre le da ventaja al Hacedor. El propio Dick recuerda que Cristo mencionó que “mi Reino no es de este mundo”, y con ello anunció que su Reino en puridad son una serie de realidades superpuestas de las que podemos ser conscientes, y viajar entre ellas, aunque el secreto de cómo hacerlo se perdió tras la crucifixión de Jesús por parte de los romanos (supuestamente, es lo que trataba de comunicarle a los apóstoles: no sé qué opinarán, sobre esta conversión de la religión del terreno moral al cuántico, los cristianos más fervientes), y quedamos pues privados de ese conocimiento.

                Así pues, hay una serie de realidades “laterales” (ortogonales, cabría decirse; mundos paralelos, pero que en realidad se entrecruzan) por las que vamos pasando, siempre hacia una mejor, porque el Hacedor siempre perfecciona las cosas, como el mecánico que en cada repaso repara un poco más el coche, o el autor que matiza su novela, aunque nunca alcance la versión perfecta y definitiva. Dick ha atisbado alguna vez esos pasados, y los ha descrito en sus libros: quizá por ello haya esa frecuencia (en su obra, o en la de los escritores de ciencia ficción en general) a imaginar distopías. Habla de un mundo en el que Richard Nixon nunca fue depuesto, menciona épocas oscuras en las que todos fuimos esclavos. Dick cuenta durante la charla que ha plasmado esa versión del mundo en una de sus historias, que muchos de personajes han sufrido esta “transición entre universos” en sus novelas, y también que, como ocurría en El hombre en el castillo, él predijo que un día una mujer vendría a terminar de confirmarle sus impresiones, y que así había ocurrido, recientemente: una mujer que había acudido con la excusa de que era una lectora que estaba deseando conocerle.

                No puedo imaginarme mejor novela que ésa que Dick narraba en esta conferencia: un hombre que es capaz de moverse entre universos, con la misma facilidad con la que un espectador que se ha colado en el backstage de un teatro puede cambiar de escenario a través de la simple magia de cruzar una cortina. Un individuo que conoce el secreto más recóndito y mejor guardado del universo (dice que en una ocasión tuvo la oportunidad de contemplar en directo al Programador-Hacedor), mientras el resto de la humanidad habita en la ignorancia. En el fondo, además, demuestra una concepción optimista de la vida: el mundo siempre va a mejorar, porque el Hacedor se asegurará de que siempre haya sido mejor. Cualquier mal que te aflija, no te preocupes: seguramente se modificará en el siguiente cambio, así que no hay nada sobre lo que te tengas que preocupar demasiado.

                Obviamente, mi mente racional dice que todo esto sin duda eran desvaríos de un cerebro trastornado. Literariamente, sin embargo, me encantaría que una realidad tan impresionante fuera cierta. Me parece la concepción del mundo más original desde Emanuel Swedenborg. En buena medida, desearía que fuera verdad.

                Con Philip K. Dick, y sus alambicadas historias, siempre tienes la tentación de pensar: “es posible que tuviera razón”.

lunes, 13 de octubre de 2025

El libro de octubre: "Seis mujeres criminales"

La editorial Rara Avis se dedica a recuperar libros antiguos que merecen una segunda vida: entre ellos, éste de Elizabeth Jenkins donde repasa varios casos históricos de mujeres británicas que se hicieron famosas por sus coqueteos (cuando no abierto romance) con el mundo del crimen. Como siempre, en todo juicio hay dos partes, pero en estos casos acaba ocurriendo que sobre las mujeres "encausadas" no se ciernen sólo sospechas, sino que se incidieron abierta y repetidamente en sus actos nefandos. De los episodios nombrados, el más simpático me parece el de Jane Webb, una carterista que se dedicó a ello como a cualquier otra profesión de la época (de algo hay que comer), la cual demostró una capacidad de liderazgo y una ética del trabajo a prueba de bombas, y que se merecería una serie de televisión de tres temporadas. Entre los más jugosos tienes también el de Alice Perrers, amante de Eduardo III que se aprovechó de us posición todo lo que pudo, o el de Frances Howard, que combina escándalos a todos los niveles, porque auna envenenamiento, mentiras, y la implicación de uno de los favoritos del rey Jacobo I (como os podéis figurar, la tuitera experta en esta época, Wurtzel, le ha dedicado un hilo en Bluesky). También son muy llamativos el de Madame Sarah Rachel Leverson, quien jugó con algo tan personal como el maquillaje y el ansia de sus clientes por sentirse bellas, o Lady Ivie, quien pretendió acumular tierras de manera fraudulenta con la misma avidez con la que se extiende la planta a la que su apelativo ("ivy"=enredadera) hace honor. En definitiva, un libro con la única pretensión de entretener a partir de alguno de los famosos true crime de la historia, alguno de ellos incluso sin resolver.