#tomandoelsolenunyate
El hombre
joven ajustó el objetivo de la cámara por enésima vez.
-¿Has
terminado ya?-le llegó desde su espalda la voz de la chica, hastiada de manera
más que evidente.
El hombre
chistó varias veces al mismo tiempo que negaba con la cabeza.
-La
fotografía es un arte que exige dedicación, tiempo y esfuerzo para conseguir un
buen resultado. Y, normalmente, cuanto mayor es el premio que deseas alcanzar,
mayor es el sacrificio que debes realizar para lograrlo. Como casi todo en la
vida.
Apretó al
botón. Un par de soniditos. Comprobó cómo había quedado la fotografía a través
de la imagen que proyectaba la cámara digital.
-Ahí
está. Perfecto.
La chica
(con un cuerpo escultural, el cual hubiera podido servir como justificación
para varios delitos) comparó la imagen con el original: un faro que servía como
telón de fondo de la hermosa bahía donde se encontraban.
-El cielo
de la foto no se parece en nada a como se ve desde aquí.
Constató
la chica. El otro, resignado, negó en un gesto de pasiva rendición con la
cabeza.
-No. Efectivamente.
Nunca es igual. O el objeto de la realidad es hermoso y la fotografía es de una
vulgaridad que espanta, o sucede al contrario, o ambas son hermosas, pero cada
una de una forma distinta. La fotografía no refleja la realidad, sino que la
transforma. El auténtico poder de un fotógrafo es conseguir que esa conversión
sea para bien. Si a la gente le gusta, entonces hemos logrado nuestro objetivo.
La chica
que le acompañaba reaccionó con una expresión hierática. Quizás estaba
aplicando el principio de que, si no tienes nada bueno que decir, es mejor que
no abras la boca.
-¿Está
haciéndonos gestos?-el hombre había girado la cabeza hacia una amplia pradera
situada detrás de ellos, donde otro individuo, a lo lejos, parecía indicarles
que se acercaran.
-Sí, creo
que sí. Dios, es asqueroso -pronunció ella con sus apetecibles labios-. ¿Por
qué nos lo hemos traído aquí?
-¿Porque
el yate es suyo, tal vez?¿Y porque dependemos de él para que te meta en su
próxima película?
-Sí.
Bueno -replicó ella encogiéndose de hombros-. Supongo que es una razón, después
de todo.
El hombre
se puso las gafas de sol y la agarró del brazo.
-Me
parece que va siendo hora de que volvamos-dictaminó.
Ella se
dejó llevar, más por falta de opciones que por convicción propia.
Un rato
más tarde, se encontraban en la parte superior del yate, en medio de un mar
plácido de un intenso color azul, bajo una fresca brisa que hacía agradables
los cálidos rayos de sol que llegaban desde un uniforme cielo ausente de nubes.
-Esto es
maravilloso -suspiró la chica, contemplando aquel idílico escenario.
-Y más
maravilloso que va a ser -le indicó el otro-. Colócate aquí, sobre el casco del
yate. Ya verás. Va a quedar fantástico.
Ella
siguió sus indicaciones. En poco tiempo, se encontraba tumbada sobre la
plataforma horizontal que formaba parte de la proa del barco, justo delante del
cristal frontal del yate. Sintió como la piel de su espalda contactaba con la
cálida superficie del navío, y cerró los ojos, que tan sólo contemplaban un intenso
color rojo provocado por la luz del sol impactando sobre sus párpados. Se
sentía a gusto allí. El otro hombre también, sobre todo conforme veía que,
ajustando los filtros de luz de la cámara, aquella imagen de una de las mujeres
más atractivas del mundo, en bikini, sobre uno de los más ostentosos símbolos
de riqueza, representaba la mejor combinación de las dos cosas que por las que
siempre se ha peleado la humanidad: poder y lujuria. Pensó en, al día
siguiente, la cantidad de varones solteros de todas las edades que estarían acercando
su mano a las partes nobles mientras admiraban esta imagen:
-A ver...
#tomandoelsolenunyate. Ya está, colgado en Instagram. Esto mañana seguro será trending topic.
-Bueno,
“trending topic”, tú entretente lo que quieras…-replicó escéptica la joven-.
Parece mentira, tienes aquí a una chica semidesnuda a tu lado, y nada más que entretenido
con una máquina…
Y era
verdad que, cuando el hombre quitó la vista del objetivo, la figura que tenía
enfrente se convirtió en lo más parecido a una Venus de Boticelli surgiendo de
entre las aguas que podría encontrar en épocas modernas. Con ese cuerpo hecho
para el pecado, justamente el castigo debiera ejecutarse por no pecar…
-Uy,
estoy notando por aquí unas manitas… -dijo ella, entre risas.
Pero
antes de que pudiera añadir más, notó, aún con los ojos cerrados, cómo el
hombre le estaba bajando la parte inferior del bikini. Sintió un gozoso placer
en su sexo conforme notó el bañador escurrirse por entre la cara interior de
sus muslos. En unos pocos segundos, ya tenía el miembro de su amante en su
interior, proporcionándole placer, y el cuerpo de éste encima de ella. Aquello
sí que era disfrutar de una buena jornada de verano…
-Ya
pensaba que sólo querías apretar el botoncito del flash –decía ella, mientras
sentía los labios de él sobre su cuello y, unos segundos después, mordisqueando
también los suyos.
-Me
parece que hay un botón que voy a presionar con más fuerza –dijo él, a la vez
que embestía con un empellón de cadera, mientras sus manos apretaban con fuerza
los bien torneados senos.
De
repente, en mitad del más ardoroso frenesí, se escucharon desde la bodega del
barco dos intensos golpes. Los amantes se quedaron paralizados como si Poseidón
les hubiera lanzado de improviso su tridente.
-No me
digas que es… -dijo él.
-No puede
ser… No…
El hombre
se acordó entonces de los viejos relatos que circulaban por estas aguas;
relatos sobre monstruos que habitan el fondo del océano, y que de vez en cuando
le exigen a los pobladores de la costa un tributo en forma de bella doncella
virgen… tributo que los pobres pescadores no tienen otro remedio que pagar…
-Creo –dijo
lenta y dolorosamente- que tengo que irme.
-No. No
lo hagas –dijo ella al principio intentando ser persuasiva, y luego con un tono
de desesperación-. No te vayas, en serio, por favor…
Seguramente
por esas súplicas, cuando sintió cómo el miembro del hombre salía de ella, la
despedida se le clavó doblemente como una punzada en el vientre.
-Por favor
no te vayas –siguió suplicando ella, con los ojos aún cerrados, casi al borde
del gemido-. No quiero hacer esto, de verdad… No me veo con fuerzas…
Pero su
hombre se había alejado, poco a poco, en silencio. Cuando la chica abrió los
ojos, casi cegados a causa del sol, pudo intuir la presencia de una sombra a su
lado. Una sombra que no era la de su hombre.
-No. Por
favor, no…
Volvió a
sentir el peso de un cuerpo cargándose sobre ella. Pero esta vez era más pesado
o se había colocado de peor forma, hasta el punto de que le impedía parcialmente
respirar. Estaba sudoroso y el olor le penetraba hasta lo más profundo de las
fosas nasales. Sintió de nuevo penetrar un miembro dentro de ella. Pudo incluso
darse cuenta de que no llevaba puesto condón…
Varias
horas más tarde, los tres ocupantes de aquel yate volvieron a bajar a tierra.
Una de las figuras se había alejado tierra adentro y asemejaba borrosa a ojos
de los otros dos. La pareja de hombre y mujer jóvenes, mientras tanto, trataban
de pasear por entre unas ruinas antiguas que parecían hechas para el turismo,
pero que ahora, a causa de la temprana hora del día, se encontraban vacías,
como dispuestas e incluso edificadas exclusivamente para ellos.
-Ha
habido que madrugar para ver las ruinas, pero ya te lo dije, ¿no? El éxito que
obtengas suele ser directamente proporcional al sacrificio.
El rictus
de la mujer, severo como el de un muerto, no contestó.
El hombre
se encontraba ufano o, al menos, procuraba demostrarlo. Pasó al lado de una
columna, y decidió hacerse un selfie.
-Venga,
una foto. #tomandoelsolenuyate se ha hecho hasta viral. La gente anda
imitándola por todo el planeta. Ésta también va a triunfar. Una amplia
sonsisaaaaa…
Un clic
y, automáticamente, como por arte de magia, nueva foto.
-Oye,
¿qué es esto?-dijo el hombre-. Si has salido con el ceño arrugado.
Volvió la
vista hacia la mujer, que seguía manteniendo la misma expresión amarga.
-No pasa
nada –apuntó sin embargo él-. Lo arreglaremos con Photoshop.