Todo comienza con una mujer, en un pequeño pueblo, que empieza una danza, y que no puede parar de bailar.
Cuadro de Brueghel el Joven (por lo visto a partir de apuntes de su padre, Brueghel el Viejo) mostrand afectados de coreomanía, o danzantes del "baile de San Vito".
Esta entrada he decidido escribirla a partir de una serie de hechos históricos que han atraído la atención de otros blogueros y autores, los cuales ya han documentado con profusión dichos fenómenos. Sin embargo, en todas esas entradas, pese a la ingente cantidad de información, me ha dado la sensación de que faltaba algo: un final de la historia, una evolución completa, con exposición de causas y consecuencias, que lo ligara y explicara todo. En ese sentido, no he querido en este post mostrarme excesivamente prolijo en detalles (para eso hay otros textos, que enlazo, y que os pueden servir de referencia), pero sí añadir esa direccionalidad a la que os hacía referencia antes.
La mujer a la que hacemos referencia al principio del post pudo ser aquella que empezó su danza en las calles de Estrasburgo en 1518. Pero podría haber sido otra. Existen constancia de este tipo de episodios desde el siglo VII d.C. y, posteriormente, a lo largo de toda la Edad Media en Europa, especialmente. En todos los casos, las circunstancias son muy similares: alguien empieza a bailar sin motivo alguno, se le unen unos cuantos, y a las pocas semanas, ya son decenas o centenares los danzantes. Los afectados no tenían capacidad para cesar aquel baile frenético, ante el cual las autoridades no sabían cómo obrar. Una propuesta habitual era permitir que bailasen hasta que se cansasen (pensando que sólo llegando al límite podrían llegar a curarse de su mal), para lo cual se contrataba a músicos, se alquilaban locales, y se recurría incluso a bailarines profesionales para ayudar en su coreografía a los afectados, hasta que quedaran exorcizados de su mal. Pero, en lugar de eso, los enfermos fallecían al cabo del tiempo, agotados por aquel esfuerzo ininterrumpido y fatal.
El mal tuvo muchos nombres: baile de San Vito (pues, muchas veces, las epidemias se producían en torno a la festividad de san Vito, el 15 de junio), danza de San Juan, fuego de San Antón. Algunas de las elucubraciones de aquella época apuntaban a que eran castigos enviados por algún santo, de ahí las asociaciones a San Vito o San Juan, mientras que San Antón hace más bien referencia a los hospitales que las orden de San Antonio distribuyeron a lo largo de toda Europa para atender a los enfermos. ¿Las causas reales, bajo la luz del siglo XXI y de la medicina actual? Hoy en día, todavía no se hallan del todo claras. Algunos hablan de movimientos religiosos y órdenes heréticas, que habrían empezado estas danzas como parte de sus rituales, o como una forma de teatralización. Otros apuntan a que el sufrimiento extremo de algunas épocas de la Edad Media (un tiempo en el que abundaron guerras, hambrunas, plagas, conflictos varios) llevaba a determinados individuos a una especie de trance donde el baile fue la única manera de expresar su angustia. Se ha atribuido también a episodios de histeria colectiva. Aunque, por otra parte, hay autores que avalan causas de origen biológico.
Muchos proponen que se trataba de algún tipo de corea: las coreas son enfermedades que se caracterizan por movimientos espasmódicos de los miembros, los cuales podrían ser confundidos con pasos de baile. De hecho, el término de "baile de San Vito" ha acabado siendo identificado con las coreas (y a estos bailes de los danzantes de la Edad Media se les denomina "coreomanías"). La teoría tiene sus defensores, pero también sus detractores: estas dolencias consisten en muchas ocasiones de enfermedades raras, de origen genético, que afectan en mayor medida a determinados colectivos (la corea de Sydenham es típica de niños, la enfermedad de Hungtinton se observa en hombres maduros), y las convulsiones que se producen pueden ser bruscas y descoordinadas, difíciles de confundir con un baile (una enfermedad similar en este sentido es la epilepsia, que comparte con la corea el hecho de que afecta a individuos aislados y, aunque los movimientos espasmódicos afectan a todo el cuerpo, también es complicado confundirlo con un baile). Sin embargo, existen también otras teorías alternativas.
Uno de los nombres con los que se define a la enfermedad, fuego de San Antón (recordemos, debido a los hospitales de la orden de San Antonio que atendían a los enfermos), fue identificada en épocas recientes con el ergotismo. El ergotismo es una enfermedad debida a un hongo, el cornezuelo del centeno, el cual crece con frecuencia en lugares donde se acumula esta planta, empezando por supuesto por los silos donde se almacenaba este tipo de grano, harto habituales en la Edad Media. Este hongo genera una toxina, la ergotamina, la cual provoca unos efectos muy similares al LSD: insomnio, alucinaciones, convulsiones. Un tremendo mal viaje. El problema es que, en la Edad Media, era habitual que todo el mundo se nutriera, en cada pueblo, a partir de un único tipo de alimento, casi siempre un cereal. Es decir, que todo el pueblo comía centeno, extraído del mismo silo contaminado con el cornezuelo. Eso explicaría por qué la enfermedad afectaba a tanta gente. Por supuesto, esta hipótesis también tiene sus puntos en contra: el ergotismo provoca otras afecciones, como úlceras o gangrenas, y aparte de que esos son síntomas que destacan por sí mismos, independientemente del baile (y que apenas se describen en las crónicas), la gangrena de los miembros hubiera hecho difícil que los danzantes pudieran realizar aquellos movimientos continuos durante un tiempo excesivamente largo. Por otra parte, hay un aspecto que sí que favorece la teoría del ergotismo como causante del enfermedad, y se refiere a la forma en que se resolvían los síntomas (aparte de con la muerte). Y aquí entramos en un capítulo igualmente apasionante.
¿Qué se podía hacer contra la dolencia de estos enfermos? Aparte de que los sacerdotes intentaran toda clase de ceremonias religiosa, poco más. En Italia (de manera relacionada con la idea que mencionamos antes acerca de seguir bailando hasta la extenuación), se desarrolló una curiosa teoría: puesto que el movimiento de los danzantes asemejaba a los movimientos de una araña, se creía que la causa era la picadura de esta clase de artrópodo, y se especuló que si se realizaba una danza similar a la de ciertos tipos de araña, se llegaría a la curación. Nace así la tarantella, un tipo de baile tradicional que goza de tremenda popularidad en el sur de Italia.
Pero, en la mayor parte de los casos, la única opción (como ocurría con todas aquellas enfermedad a las que se temía, aunque no se supiera si eran contagiosas o no, tales como la peste o la lepra) era expulsar a los afectados del pueblo. Se generaban entonces caravanas de bailarines viajantes, (como muestra la imagen en la parte de arriba del post), ilustradas por numerosos pintores. Muchos de ellos peregrinaban en busca de conventos o lugares sagrados, esperando que aquel acto les sanara: iban a centros religiosos asociados a San Vito o San Antonio, los patrones asociados a la enfermedad. Claro que, en ocasiones, algo extraordinario sucedía: y era que, en efecto, se curaban. Hay un hecho, en este punto, que resulta sorprendente, y es que muchos de los que sanaban habían decidido dirigirse a Galicia para realizar la ruta conocida como el camino de Santiago.
Uno de los nombres con los que se define a la enfermedad, fuego de San Antón (recordemos, debido a los hospitales de la orden de San Antonio que atendían a los enfermos), fue identificada en épocas recientes con el ergotismo. El ergotismo es una enfermedad debida a un hongo, el cornezuelo del centeno, el cual crece con frecuencia en lugares donde se acumula esta planta, empezando por supuesto por los silos donde se almacenaba este tipo de grano, harto habituales en la Edad Media. Este hongo genera una toxina, la ergotamina, la cual provoca unos efectos muy similares al LSD: insomnio, alucinaciones, convulsiones. Un tremendo mal viaje. El problema es que, en la Edad Media, era habitual que todo el mundo se nutriera, en cada pueblo, a partir de un único tipo de alimento, casi siempre un cereal. Es decir, que todo el pueblo comía centeno, extraído del mismo silo contaminado con el cornezuelo. Eso explicaría por qué la enfermedad afectaba a tanta gente. Por supuesto, esta hipótesis también tiene sus puntos en contra: el ergotismo provoca otras afecciones, como úlceras o gangrenas, y aparte de que esos son síntomas que destacan por sí mismos, independientemente del baile (y que apenas se describen en las crónicas), la gangrena de los miembros hubiera hecho difícil que los danzantes pudieran realizar aquellos movimientos continuos durante un tiempo excesivamente largo. Por otra parte, hay un aspecto que sí que favorece la teoría del ergotismo como causante del enfermedad, y se refiere a la forma en que se resolvían los síntomas (aparte de con la muerte). Y aquí entramos en un capítulo igualmente apasionante.
¿Qué se podía hacer contra la dolencia de estos enfermos? Aparte de que los sacerdotes intentaran toda clase de ceremonias religiosa, poco más. En Italia (de manera relacionada con la idea que mencionamos antes acerca de seguir bailando hasta la extenuación), se desarrolló una curiosa teoría: puesto que el movimiento de los danzantes asemejaba a los movimientos de una araña, se creía que la causa era la picadura de esta clase de artrópodo, y se especuló que si se realizaba una danza similar a la de ciertos tipos de araña, se llegaría a la curación. Nace así la tarantella, un tipo de baile tradicional que goza de tremenda popularidad en el sur de Italia.
Pero, en la mayor parte de los casos, la única opción (como ocurría con todas aquellas enfermedad a las que se temía, aunque no se supiera si eran contagiosas o no, tales como la peste o la lepra) era expulsar a los afectados del pueblo. Se generaban entonces caravanas de bailarines viajantes, (como muestra la imagen en la parte de arriba del post), ilustradas por numerosos pintores. Muchos de ellos peregrinaban en busca de conventos o lugares sagrados, esperando que aquel acto les sanara: iban a centros religiosos asociados a San Vito o San Antonio, los patrones asociados a la enfermedad. Claro que, en ocasiones, algo extraordinario sucedía: y era que, en efecto, se curaban. Hay un hecho, en este punto, que resulta sorprendente, y es que muchos de los que sanaban habían decidido dirigirse a Galicia para realizar la ruta conocida como el camino de Santiago.
¿Tiene alguna explicación racional?¿Va a ser verdad que ese santo, montado en un caballo blanco, que se les apareció en mitad de una batalla a los descendientes de los visigodos en su contienda contra los musulmanes en el norte de España, y cuyas supuestas reliquias se encuentran en Santiago de Compostela, concede bendiciones divinas a quienes se encaminan a esta localización a lo largo de un ruta que en buena parte corre paralela a la cornisa cantábrica? La realidad, como casi siempre, es mucho más prosaica, aunque a veces resulta más fascinante. Resulta que muchas de estas epidemias de baile ocurrían en el norte de Europa, donde, casualidades de la vida, crece con abundancia el centeno. Pero, conforme los pacientes se dirigían hacia el sur, se encontraban con países (entre ellos España) donde, en cambio, crece con más facilidad el trigo. Es decir, que los danzantes de San Antón dejaban de alimentarse con centeno contaminado (en ocasiones a causa de los calores del verano, lo que explicaría la frecuencia alrededor de la fecha de San Vito), y empezaban a consumir pan de trigo, el cual los restablecía. Y así es como Santiago curaba la enfermedad, y por qué la ruta de Santiago se hizo tan popular entre los peregrinos.
¿Descarta esto el resto de las hipótesis? Es difícil decirlo. Siempre se ha dicho que la coreomanía sería un fondo de saco donde meter distintos tipos de enfermedades que provocaban síntomas similares, volviéndose por tanto indistinguibles. Incluso dentro de cada brote, es posible que el fenómeno fuera debido a una mezcla de varias causas. De hecho, aunque un factor biológico como las coreas o el ergotismo constituyeran la causa inicial, es probable que la mayor parte de los danzantes les acompañara en un proceso de histeria colectiva. En ese sentido, será siempre imposible establecer a ciencia cierta el origen exacto de la enfermedad. No ya sólo porque las descripciones que nos hayan llegado sean incompletas; sino también porque las enfermedades, cuando contienen un componente psicológico, se ven afectadas por la cultura (sólo hay que ver los síndromes culturales, como el amok o el koro) y la época (por poner un ejemplo, la histeria: ésta fue una enfermedad característica del siglo XIX, estudiada entre otros por Freud y Charcot, la cual hoy ha desaparecido y ha sido sustituida por otras enfermedades psicosomáticas; también, en otro sentido, las visiones de los santos son ahora consideradas alucinaciones propias de la esquizofrenia), de tal forma que la manifestación de estas dolencias nunca será similar a la actual. De ahí la dificultad del diagnóstico.
Sin embargo, para mí, de toda esta historia, lo más curioso es cómo una serie de síntomas que son probablemente de origen biológico (una enfermedad) han influido en nuestra propia cultura: han creado un baile (la tarantella), han influido en arte a partir de numerosas pinturas, y ha hecho popular toda la fenomenología alrededor del Camino de Santiago.
Somos aquello con lo que convivimos. Hemos creado constelaciones (y leyendas sobre las mismas) alrededor de la disposición de aleatoria de la cercanía con la que se presentan en nuestro cielo algunas estrellas. Hemos generado animales imaginarios a partir de las vagas descripciones que nos llegaron de otros reales. Los virus y bacterias a nuestro alrededor nos influyen, tanto en lo biológico como en nuestra forma de pensamiento. Quizás, algún día, contactemos con civilizaciones extraterrestres y les hablemos de las leyendas asociadas a la Osa Mayor y los unicornios y, desde nuestra excepcionalidad, a seres del cosmos entero, nos resultará difícil explicarnos. Quizás, algún día, el ergotismo y el baile de San Vito, junto a un minúsculo hongo, consigan también su cuota de universalidad.
Actualización: me indican que, en Galicia, se dice que hay ciertas zonas pobres donde (al contrario de Santiago, donde suele crecer el trigo) abunda el cultivo del centeno, y es probable que esto explique los episodios de brujería que se han descrito en esta región. Quizás nuestro comportamiento y nuestra historia tenga más implicaciones con la biología de las que imaginamos. Os dejo descubrirlo y opinar al respecto.
¿Descarta esto el resto de las hipótesis? Es difícil decirlo. Siempre se ha dicho que la coreomanía sería un fondo de saco donde meter distintos tipos de enfermedades que provocaban síntomas similares, volviéndose por tanto indistinguibles. Incluso dentro de cada brote, es posible que el fenómeno fuera debido a una mezcla de varias causas. De hecho, aunque un factor biológico como las coreas o el ergotismo constituyeran la causa inicial, es probable que la mayor parte de los danzantes les acompañara en un proceso de histeria colectiva. En ese sentido, será siempre imposible establecer a ciencia cierta el origen exacto de la enfermedad. No ya sólo porque las descripciones que nos hayan llegado sean incompletas; sino también porque las enfermedades, cuando contienen un componente psicológico, se ven afectadas por la cultura (sólo hay que ver los síndromes culturales, como el amok o el koro) y la época (por poner un ejemplo, la histeria: ésta fue una enfermedad característica del siglo XIX, estudiada entre otros por Freud y Charcot, la cual hoy ha desaparecido y ha sido sustituida por otras enfermedades psicosomáticas; también, en otro sentido, las visiones de los santos son ahora consideradas alucinaciones propias de la esquizofrenia), de tal forma que la manifestación de estas dolencias nunca será similar a la actual. De ahí la dificultad del diagnóstico.
Sin embargo, para mí, de toda esta historia, lo más curioso es cómo una serie de síntomas que son probablemente de origen biológico (una enfermedad) han influido en nuestra propia cultura: han creado un baile (la tarantella), han influido en arte a partir de numerosas pinturas, y ha hecho popular toda la fenomenología alrededor del Camino de Santiago.
Somos aquello con lo que convivimos. Hemos creado constelaciones (y leyendas sobre las mismas) alrededor de la disposición de aleatoria de la cercanía con la que se presentan en nuestro cielo algunas estrellas. Hemos generado animales imaginarios a partir de las vagas descripciones que nos llegaron de otros reales. Los virus y bacterias a nuestro alrededor nos influyen, tanto en lo biológico como en nuestra forma de pensamiento. Quizás, algún día, contactemos con civilizaciones extraterrestres y les hablemos de las leyendas asociadas a la Osa Mayor y los unicornios y, desde nuestra excepcionalidad, a seres del cosmos entero, nos resultará difícil explicarnos. Quizás, algún día, el ergotismo y el baile de San Vito, junto a un minúsculo hongo, consigan también su cuota de universalidad.
Actualización: me indican que, en Galicia, se dice que hay ciertas zonas pobres donde (al contrario de Santiago, donde suele crecer el trigo) abunda el cultivo del centeno, y es probable que esto explique los episodios de brujería que se han descrito en esta región. Quizás nuestro comportamiento y nuestra historia tenga más implicaciones con la biología de las que imaginamos. Os dejo descubrirlo y opinar al respecto.
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