Pocas frases hay que me gusten menos que "este ensayo se lee como una novela". No porque quien lo diga no tenga razón, sino porque soy defensor de que un buen ensayo puede ser tan apasionante, tener tantos giros dramáticos y hacernos disfrutar tanto o más que una novela. Y, como ilustración, aquí unos cuantos ejemplos que he leído recientemente:
-"En las antípodas". Bill Bryson, con su jocoso estilo habitual, nos relata historias, curiosidades y miles de hilarantes anécdotas sobre Australia, un país lleno de bichos que pueden matarte, donde el término "aislado" se usa con auténtica propiedad, y cuyos habitantes tienen rasgos todavía más raros que ser casi todos descendientes de presidiarios. Para quienes pretenden visitar a Australia, y también para quienes deciden -sobre todo después de leerlo- que es demasiado arriesgado.
-"Un verdor terrible". Éste es un libro anómalo en su concepción. El autor, Benjamin Labatut, combina apasionantes biografías de científicos con detalles inventados de su propia cosecha, aumentando la ficción de manera progresiva conforme van avanzando los capítulos independientes, de tal forma que al final uno no está seguro del todo de qué parte que le han contado es verdad y cuál no (aunque, en todo caso, ha resultado interesante). Para leer, siempre y cuando se tenga que en cuenta que buena parte de lo que dice es irreal -de hecho, da la sensación de que los detalles verídicos son los más apasionantes-.
-"Mi familia y otros animales". El hermano menor de la familia Durrell (cuyo miembro más conocido, Lawrence Durrell, se hizo famoso por sus novelas alrededor de "el cuarteto de Alejandría") comenta en este primer libro de la llamada "trilogía del Corfú" cómo fue la aproximación de la familia a esta isla griega cuando los Durrel decidieron irse a vivir allí. Con cada uno de sus miembros ensimismado en sus propios asuntos, la surrealista tendencia que adquieren los sucesos de la isla y una serie de seres vivos (no todos racionales) empeñados en complicarles la vida, la lectura ofrece una diversión asegurada. Hay que decir que tiene serie de televisión (en Filmin y en Yomvi) la cual está a la altura del reto, aunque se centra menos en la visión del niño que escribirá los libros, y más en la problemática de cada uno de los carismáticos miembros de la familia, todos poseedores de una arrolladora personalidad.
-"Colapsología" (Servigne y Stevens). Obra de dos autores franceses, este ensayo asume que el colapso de nuestra sociedad es ineludible (aportan estadísticas y profusa bibliografía para ello), si bien, por la complejidad de las cuestiones a tratar, resulta impredecible decir cuándo y exactamente de qué manera. En ese sentido, uno llega a creer de que el cataclismo puede ser causado tanto por el agotamiento de los recursos, una catástrofe financiera, la medioambiental o una conjunción de todas ellas; da la sensación que hay una carrera por ver cuál de nuestros problemas nos llevará antes al apocalipsis. El ensayo -como es de prever- tampoco ofrece verdades absolutas, pero a los que ya estamos preocupados por el tema nos dejará más pensativos aún, mientras que quienes pretenden confiar en el futuro encontrarán resquicios para confiar en que todavía hay opciones. En todo caso el libro (publicado en 2015, y con un pequeño epílogo añadido durante la crisis del COVID que apunta a que esta epidemia no modifica demasiado el trasfondo del asunto) tampoco ofrece soluciones claras, quizás porque no las haya. Desde ese punto de vista, el libro otorga poca respuestas, y los pocos caminos a los que apunta como remedios -tanto globales como individuales- son en cierta medida conocidos. Sin embargo, para los ya expertos reafirmará algunas cuestiones (quizás apuntalando detalles prácticos), y para los neófitos en cambio puede suponer todo un descubrimiento que induzca a un cambio en la forma de abordar la vida.
-"Ante todo, no hacer daño". La frase, tomada del juramento hipocrático que tuvo que realizar el su día el médico Henry Marsh, viene muy a cuento, pues este neurocirujano inglés se sincera a tumba abierta sobre los grandes dilemas y dramas de su profesión, a partir de su experiencia personal y de casos reales. Escrito con una honestidad dolorosa (la cual incluye tanto el terreno personal como el profesional, con todas sus ramificaciones), Marsh nos presenta a los médicos como individuos muy lejanos al aura de entes perfectos que suelen dibujarnos otros retratos más benevolentes; sino, más bien, como seres falibles, propensos al error y quienes, incluso haciéndolo todo con la mejor de las voluntades, se encuentran con que, en muchas ocasiones, buena parte de las circunstancias están fuera de su control. Ideal tanto para aquellos facultativos que se creen imbuidos por la gracia divina, como para aquellos pacientes que consideran que cada fallo o fracaso de los médicos implica necesariamente un acto de negligencia. Y, más bien, una muy humana reflexión sobre lo frágil que es la vida y lo sencillo que es que algo pase de constituir un excelso logro a convertirse en una terrible equivocación a causa de detalles nimios. Un libro para centrarnos en lo que es importante, ahora que la medicina, de una manera u otra, nos ha enseñado que hay que valorar otras prioridades.
En este sentido, todos estos ensayos sirven para eso: para ayudarnos quizás no a descubrir y mostrar, sino solamente puntualizar y subrayar, para así modificar ligeramente nuestro punto de vista. ¿No consiste en eso precisamente el acto de aprender? Desde esta óptica, espero que sigamos aprendiendo este año juntos. Y que lo hagamos, entre otras maneras, a través de este blog. Nos leemos.
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