Lo
encontré hace muchos años en un viejo cine porno de Buenos Aires. Decía que le
gustaban esos sitios porque allí entras y nadie te pregunta de dónde vienes. Argumentaba,
además, que las personas que solían venir a ese tipo de antros eran (en una
gran proporción) vagabundos en busca de un sitio donde dormir, gente con escaso
arraigo social, por la que muy pocos preguntarían en caso de desaparición.
Decía que ese tipo de cosas le facilitaban mucho su “labor”, por decirlo de
alguna manera. Sin embargo, en ciertos aspectos debió de errar, porque yo
andaba tras su pista desde hacía mucho tiempo. Desde Belgrado, donde supe de su
existencia a través de denuncias particulares, señalando con alfileres fechas
de ataques que se concentraban en un lugar concreto durante par de días y luego
se reanudaban tras meses o años, coleccionando recortes de periódicos de extraños
sucesos acaecidos en Londres, Bangkok o Los Ángeles... Sin embargo, no fue
hasta que me jubilé y empecé a cobrar mi pensión como policía cuando pude salir
a buscarle, y lo cierto es que se reveló como un ser bastante escurridizo
(condición necesaria sin duda para sobrevivir varios miles de años) aunque
siempre era reconocible, a lo largo de su trayecto, el reguero de almas vacías,
espíritus atormentados, individuos que aparecían un día en un callejón en la
esquina y no recordaban ni su nombre ni su condición ni su sexo, en un estado
prácticamente catatónico, del que nunca ninguno pudo salir. La noche que me
senté a su lado en el cine, me miró con resignación, incluso con un cierto
alivio; daba la impresión de que llevaba mucho tiempo esperándome. Tras un
breve intercambio de pareceres, salimos a la calle. Allí ya me advirtió desde
el principio –hablaba mi idioma con un cierto acento, aunque prácticamente
inapreciable- de que no iba a poder atraparle, de que ni tan siquiera lo
tratara, porque en tan sólo un segundo y sin mover un músculo, con su solo
deseo, me quedaría tan imbécil como todos aquellos que lo habían intentado
antes, algunos de los cuales yo había podido contemplar. Acepté tácitamente su
aseveración, pues supe de inmediato que era verdad. Además, yo no había ido
allí exactamente a cazarle, sino más bien a obtener respuestas: buscaba
entender En aquella noche de luna, él me lo explicó todo. Y ahora que me estoy
muriendo, no puedo parar de recordar.
<<No
es mi mucho menos un proceso físico>>, expresó. <<Es más bien un
hecho espiritual; ni siquiera un hecho, un cambio de estado, un fenómeno incomprensible.
Yo mismo a duras penas me lo explico, y eso que lo llevo haciendo desde niño.
Observo a una persona durante unos segundos, y entonces puedo ver todos sus
recuerdos, sus anhelos, su forma de ser, sus sueños; en ese momento les
absorbo, y mis víctimas se quedan en el estado que has podido comprobar,
siempre el mismo, independientemente de su vida anterior. La mayor parte de
ellas no tienen casi sustancia: es como tragarme un boqueroncito. Te sacian en
parte el hambre, pero no llegan a influirte tanto como para alterar tu
personalidad. Otros, en cambio, albergan tanto mundo interior, tanta fuerza (atesoran
tal número de recuerdos intensos), que durante unos días noto su presencia a mi
lado, me descubro repitiendo sus gestos y pensando de la misma forma que ellos.
Esto me ocurría sobre todo al principio: ahora que he comido tanto y tengo
dentro de mí tanta gente, una más difícilmente puede alterar el balance final.
Con el tiempo, he ido puliendo la técnica, la he ido automatizando. Hubo una
época a partir de la cual ya sólo me bastaba echar un vistazo de reojo para
absorberles, sin tan siquiera pensarlo. Sin que llegara a pestañear>>.
-La
excepción llegó con ella –reveló-. Yo aquel día no andaba de caza; había salido
simplemente a pasear. Y entonces me la topé. Era... Dios, no sé ni cómo empezar
a contarlo. No encontré nunca, en todos mis siglos de existencia, una persona
de esa forma. Original hasta la médula, guardaba en su interior mil historias,
porque cada acontecimiento que le pasaba lo convertía (a través del tamiz de su
mente) en algo mágico y único, de tal manera que un hecho anodino se transformaba
en un suceso rutilante y espectacular. Yo no podía parar de estar con ella. Era
la persona con la que permanecí más tiempo al lado; nunca encontré individuo en
el mundo con quien poderla comparar: jamás, en todos los días de mi existencia.
Fueron unos años… maravillosos... Ella me contaba tantas cosas, y yo siempre
estaba ávido de escucharla. Tenía que hacer esfuerzos conscientes por no absorberla,
porque claro, era tan apetecible, tan deliciosa. Pero, justamente por eso,
sabía que no debía tocarle ni un solo pelo del cuerpo. Y al contrario que con
otras parejas, sobre las cuales dicen dicen que el amor se va apagando conforme
transcurren la convivencia y los roces, con el tiempo yo lo pasaba mejor en su
compañía, y ella cada vez más me gustaba, más la iba admirando, mientras tenía
la oportunidad. Entonces, un día, cuando salimos del cine, de ver una película
cautivadora, ella carcajeaba como una loca, y yo pensé en lo guapísima que
estaba cuando reía, y en lo mucho que la quería. Y en ese momento, sin pretenderlo
realmente, tan sólo como un instinto reflejo, una respuesta involuntaria ante
tanta felicidad, sin ni por una fracción de segundo pensarlo, cerré los ojos,
los abrí de nuevo… y en ese momento, la absorbí...
>>No
puedes imaginar las lágrimas tan amargas que derramé aquella noche, delante de
su cuerpo; pero ya no era nada, sólo un ente embrutecido, como tantos otros que
dejé tras mi tóxico suspirar. Había constituido un ser único, increíble,
inimaginable, la persona irrepetible que me hizo plantearme dejar esta vida: y,
de no ser porque el hambre y el dolor subsiguiente me lo impedían, lo habría
hecho sin dudar. Lloré tanto y tan profundo que creo que rellené varios océanos.
Vagabundeé por las calles deseando matarme, masacrarme a mí mismo por aquel
error tan mortal como estúpido, pero (cosa terrible de esta odiosa naturaleza)
comprobé que aquel propósito era inalcanzable. Aunque más dramático todavía que
el momento, lo peor vino después... Fue la conclusión final.
>>Al
contrario que las otras almas, la suya me llenó tanto, con tanta fuerza, que,
en esta ocasión, fue imposible de subyugar. Ahora vislumbro las cosas de la
misma forma en que ella las veía: contemplo su mundo, su excepcional universo,
de primera mano, sin poderlo evitar. Almaceno dentro de mí todas sus historias,
a raíz de esa capacidad insólita que ella tenía de transformar de manera radical
la realidad. Y al tiempo seguía siendo yo mismo, y recordándola
tremendamente... Esa dualidad sin duda es la que, cientos de años después,
todavía me hace sufrir más...
>>¿Te
imaginas albergar dentro de ti todos esos fantásticos mundos, todas las vidas,
y darte cuenta de que no tienes nadie que lo aprecie como yo lo apreciaba, que
todos los demás consideren que son tan sólo cuentos de viejo, que nadie te
pueda entender ni amar?¿Te imaginas estar acostumbrado a que todos los días
tuviera lugar un acontecimiento genial e inigualable, y que de repente ese
flujo se cortara, que se detuviera para siempre, que todas las personas que te
encuentras por la calle te parecieran tan anodinas y tan vulgares y tan sosas y
tan estúpidas que a veces ni tan siquiera los puedes soportar mirar?¿Te
imaginas ser las dos cosas, la que persona que un día eras y a la que has
matado, los individuos más compenetrados del mundo, hechos el uno para el otro,
que no serían capaz de encajar con ningún otro, y de repente no ser los dos
sino sólo uno, el recuerdo patético de una cosa que fue... y echar de menos lo
que ella te daba, pero al mismo tiempo, ahora que tú además eres ella, todo lo
que también le daba él, entre otras cosas la capacidad de escuchar?
>>¿Te
imaginas por un momento el que tú pudieras, como hacía ella, ver cosas que
nadie ve, que nadie tiene en cuenta, como si fueran colores más allá del
espectro visible, sonidos por debajo y por encima de lo audible, contemplar el
presente, el pasado y el futuro, y de repente vivir en un mundo a oscuras, y no
tener un alma a la que llegárselo a narrar?¿Puedes concebir haber visto todo
eso, intuirlo por un momento, que alguien te abriera la puerta a un mundo
ignoto, y que entonces se cerrara, porque la persona que te permitía el acceso
ya no existe, y nadie más lo puede lograr?¿Se te pasa por la cabeza pasear por
el mundo como si, de modo permanente, masticaras cenizas, respiraras aire ya
inhalado, como si ya todo lo que oyeras te sonara a repetido, y supieras que
nada nuevo vas a escuchar nunca más?¿Te imaginas quedarte ciego de golpe,
CIEGO, CIEGO, CIEGO –insistió mantenidamente, elevando en un grito pavoroso la
voz-, SORDO, MUDO, TONTO, IMBÉCIL, VACÍO DE VIDA, DE SABOR Y SENTIDO, Y TENER
QUE VIVIR PARA SIEMPRE, Y SABER QUE NADA NI NADIE TE PODRÁ AYUDAR?¿TE IMAGINAS
QUE TU VIDA CONSTITUYA UNA PERMANENTE SITUACIÓN ANGUSTIOSA, QUE SEAS TERRIBLEMENTE
DESGRACIADO PORQUE NO PARAS DE RECORDAR EL MOMENTO EN QUE ERAS MÁS FELIZ SOBRE
LA TIERRA, TANTO QUE NO PUDISTE NI IMAGINARLO, Y SABER QUE EL RESTO DE TU
EXISTENCIA SERÁ ODIOSA Y GRIS PARA SIEMPRE, POR TODA LA ETERNIDAD?¿TE LO
IMAGINAS?, ¡NO TE LO IMAGINAS, NO PUEDES SIQUIERA PENSARLO, ÉSA ES UNA PARTE
MÁS DE ESTA MALDICIÓN INFERNAL! Y por eso quiero morir... Morir, morir, morir,
quedar sin resuello, cesar de pensar para siempre... Y dejar de pagar por el
pecado de haber destruido lo único que ahora mismo, en mi noche más oscura, me
habría podido salvar...
No volví a verle después de
esa noche. El vampiro me dejó marchar.
Hubo
días en que no aprecié lo que tuve. Desde que lo conocí, ese error no me ha
vuelto a pasar.
Y
a pesar de todas las víctimas que he anotado (y que aún sigo contando) en la
lista, yo por el vampiro sólo siento pena.
Él
seguramente me habrá olvidado: tiene demasiadas cosas en la cabeza. Pero sobre
todo hay una, en forma de persona, que no puede parar de rememorar…
Nunca
una eternidad fue tan larga.