Este libro se hizo relativamente famoso hace unos años, pero esa no es razón para desmerecer una reseña si el texto es interesante, y a fé mía que lo es, como hubieran dicho algunos de los contemporáneos de George E.T. Edalji y Sir Arthur Conan Doyle, los dos protagonistas de este relato ambientado en los inicios del siglo XX. El uno, un desconocido abogado de provincias a quien vienen a atormentarle los fantasmas de su origen; el otro, un afamado escritor conocido universalmente por haber creado al detective más famoso de todos los tiempos, el inigualable Sherlock Holmes. Y sin embargo, dos personajes aparentemente tan lejanos van a cruzarse por un mismo motivo: hacer justicia. Ésta es la historia, la cual parecía enterrada en el olvido del tiempo, que Julian Barnes ha venido a resucitar.
En principio, no cabe imaginar dos caracteres más distintos que los de Arthur Conan Doyle y George E.T. Edalji. El uno es activo, vigoroso, emocional, con un aire siempre aventurero, explorador en el ámbito de la medicina, la literatura e incluso lo paranormal. El otro, en cambio, es retraído, frío, solitario, hipersensible, ligeramente pedante, con un puntito que los lectores actuales calificarían incluso de "friki" (apasionado de la legislación ferroviaria, incluso escribe una guía dirigida a los viajeros del tren para que conozcan sus derechos. Desde luego vende muchos menos ejemplares que Doyle con sus relatos de Sherlock Holmes, pero eso no disminuye su orgullo por ello ni tan sólo un ápice). No obstante, ambos tienen una cosa en común: a pesar de que los dos habitan en Inglaterra, ninguno es cien por cien inglés. Arthur Conan Doyle ha nacido en Escocia. El padre de Edalji, un poquito más lejos: en la India. Esta novela nos retrotrae a la época en que Gran Bretaña era el mayor imperio que han conocido los tiempos y no (como antes o ahora), una simple isla alejada del mundo e implicada tan sólo en relativamente menores conflictos regionales. Bajo este vasto territorio, sin embargo, como ocurre con casi todas estas grandes extensiones de tierra, se agrupan distintas etnias y nacionalidades. La narración oficial -con Ruyard Kipling como máximo exponente a la cabeza- habla de la eternamente majestuosa grandeza del imperio, y del orgullo de pertenecer a ella por parte de cada uno de sus miembros; la intrahistoria que bulle por dentro, sin embargo, nos indica que por muy magnífica que pareciera por fuera o por dentro esta estructura, no todos sus componentes tenían por qué llevarse bien. Ese fue, precisamente, el problema que sufrió Edalji, y el que sirve de punto de partida al relato.
Todo comienza cuando unos inquietantes mensajes anónimos empiezan a llegar a la vicaría donde reside George y, de manera simultánea, extraños sucesos y actos vandálicos se suceden en la bucólica región campestre donde ésta se localiza. Mutilaciones de ganado, misteriosos robos de objetos que aparecen en lugares sin sentido, bromas pesadas que resultan gravosas para la familia Edalji y sus conocidos, y -para incrementar más todavía la perturbación-, amenazas de asesinato dirigidas a mujeres jóvenes o a miembros concretos de la comunidad. Buena parte de las cartas anónimas que llegan a los implicados mencionan el nombre de George Edalji, en lo que parece un acoso despiadado y sin límites a esta persona. Sin embargo, la policía, preocupada ante el escándalo que todos estos sucesos están generando en esta pacífica zona rural, se deja guiar por los prejuicios y las habladurías, y detiene a George Edalji como autor de los sucesos. Este joven abogado de origen parsi, que se considera inglés hasta la médula, confía en que la justicia aclare su inocencia. Y sin embargo, el sistema en el que tanto había creído permite que le juzguen, le condenen y le encierren en prisión. Pero George está decidido a limpiar su nombre, y pide ayuda a todo aquel que pueda proporcionársela. Entre ellos, está un hombre que se ha interesado por su caso: el autor de los relatos de misterio favoritos en Gran Bretaña, sir Arthur Conan Doyle.
El libro traza un paralelismo, desde el principio, en la evolución de dos individuos completamente distintos ("dos maneras de ser inglés", ha llegado a comentar una crítica), hasta el suceso que inesperadamente les une y provoca que sus vidas se unan. Julian Barnes disecciona el carácter de ambos personajes en un amplia esfuerzo de documentación, aportando numerosos detalles que si bien le dan abundantes notas de color al texto y sirven para ayudarnos más fácilmente a penetrar en la mente de los protagonistas, a veces resultan saturantes, dando la sensacion (quizás cierta), de que Barnes emplea la excusa del misterio Edalji para relatarnos la biografía tanto de George como de Arthur, así como una serie de circunstancias: los diferentes parámetros de refernecia en torno a los cuales se mueven las actitudes vitales de los ciudadanos ingleses a principios del siglo XX (el honor, la confianza en el progreso científico), la falta de profesionalidad de las fuerzas policiales y la judicatura en esta época (muchos de cuyos defectos puso de relieve este caso), o las actitudes ignorantes y mezquinas de los toscos vecinos de Edalji, tan alejadas del estereotipo inglés del gentleman irreprochable. Barnes, a su vez, le presta atención a aspectos como la tormentosa vida sentimental de Arthur Conan Doyle o su controvertida relación con el espiritismo, que le llevó -como en casi todo lo que se metió- a convertirse en un adalid de este movimiento. El autor, además, construye un relato inteligente y bien trabajado, en el que juega con las palabras (destacándolas en un contexto para luego dejarlas caer sutilmente en el otro, sirviendo además este tipo de artificios para recalcar las diferencias entre los dos personajes principales), y resucita, como ya ha mencionado algún crítico, un episodio histórico que parecía olvidado y muerto para dotarlo de una espumeante actualidad. Y es que una buena historia de lucha contra la injusticia nunca se pasa de moda. ¿El final? Allá se encuentra esperándoos.
Todo comienza cuando unos inquietantes mensajes anónimos empiezan a llegar a la vicaría donde reside George y, de manera simultánea, extraños sucesos y actos vandálicos se suceden en la bucólica región campestre donde ésta se localiza. Mutilaciones de ganado, misteriosos robos de objetos que aparecen en lugares sin sentido, bromas pesadas que resultan gravosas para la familia Edalji y sus conocidos, y -para incrementar más todavía la perturbación-, amenazas de asesinato dirigidas a mujeres jóvenes o a miembros concretos de la comunidad. Buena parte de las cartas anónimas que llegan a los implicados mencionan el nombre de George Edalji, en lo que parece un acoso despiadado y sin límites a esta persona. Sin embargo, la policía, preocupada ante el escándalo que todos estos sucesos están generando en esta pacífica zona rural, se deja guiar por los prejuicios y las habladurías, y detiene a George Edalji como autor de los sucesos. Este joven abogado de origen parsi, que se considera inglés hasta la médula, confía en que la justicia aclare su inocencia. Y sin embargo, el sistema en el que tanto había creído permite que le juzguen, le condenen y le encierren en prisión. Pero George está decidido a limpiar su nombre, y pide ayuda a todo aquel que pueda proporcionársela. Entre ellos, está un hombre que se ha interesado por su caso: el autor de los relatos de misterio favoritos en Gran Bretaña, sir Arthur Conan Doyle.
El libro traza un paralelismo, desde el principio, en la evolución de dos individuos completamente distintos ("dos maneras de ser inglés", ha llegado a comentar una crítica), hasta el suceso que inesperadamente les une y provoca que sus vidas se unan. Julian Barnes disecciona el carácter de ambos personajes en un amplia esfuerzo de documentación, aportando numerosos detalles que si bien le dan abundantes notas de color al texto y sirven para ayudarnos más fácilmente a penetrar en la mente de los protagonistas, a veces resultan saturantes, dando la sensacion (quizás cierta), de que Barnes emplea la excusa del misterio Edalji para relatarnos la biografía tanto de George como de Arthur, así como una serie de circunstancias: los diferentes parámetros de refernecia en torno a los cuales se mueven las actitudes vitales de los ciudadanos ingleses a principios del siglo XX (el honor, la confianza en el progreso científico), la falta de profesionalidad de las fuerzas policiales y la judicatura en esta época (muchos de cuyos defectos puso de relieve este caso), o las actitudes ignorantes y mezquinas de los toscos vecinos de Edalji, tan alejadas del estereotipo inglés del gentleman irreprochable. Barnes, a su vez, le presta atención a aspectos como la tormentosa vida sentimental de Arthur Conan Doyle o su controvertida relación con el espiritismo, que le llevó -como en casi todo lo que se metió- a convertirse en un adalid de este movimiento. El autor, además, construye un relato inteligente y bien trabajado, en el que juega con las palabras (destacándolas en un contexto para luego dejarlas caer sutilmente en el otro, sirviendo además este tipo de artificios para recalcar las diferencias entre los dos personajes principales), y resucita, como ya ha mencionado algún crítico, un episodio histórico que parecía olvidado y muerto para dotarlo de una espumeante actualidad. Y es que una buena historia de lucha contra la injusticia nunca se pasa de moda. ¿El final? Allá se encuentra esperándoos.
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