La historia, ambientada en el inmediato período después de la Segunda Guerra Mundial, empieza de manera aparentemente sencilla. Helen Hanff es una guionista de televisión norteamericana de no demasiado éxito (a ello contribuye, quizás, que no le gusten nada las historias de ficción) a la que le encanta adquirir libros que ya se ha leído y que le han gustado, y aún más todavía si son antiguos y raros. No obstante, su escaso sueldo no le permite demasiados dispendios en la elaboración de su biblioteca así que, buscando, buscando, encuentra un anuncio de una librería de segunda mano al otro lado del charco, en Londres, donde quizás puedan tener alguno de los títulos que le interesan. El primer intercambio va bien: Helen solicita una serie de libros, éstos les son enviados conforme los encargados de la librería los van consiguiendo, y Helen les entrega el dinero metiendo varios billetes de dólar en el propio sobre de las cartas, ya que no es capaz de aclararse ni con los giros postales ni con el tipo de cambio. Sin embargo, con el paso de las cartas de ida y vuelta, y de los pedidos, va surgiendo una insólita relación, más sorprendente todavía por la contrapuesta personalidad de sus protagonistas.
Aquí Helen Hanff, aquí unos amigos.
Lo más curioso de esta historia es que es real. En un momento determinado, Helen Hanff consideró que quizás alguien podría estar interesado en publicar la relación epistolar que mantenía con sus amigos los libreros de Londres, en forma de artículo, cuento o algo parecido. Para su sorpresa, se convirtió en un libro, fue un éxito inmediato, adaptado más tarde en forma de obra de teatro y de película (con Anne Bancroft y Anthony Hopkins a cargo de los papeles principales, aunque hay que decir que queda bastante pálida en relación con el texto), y se ha transformado, con el paso del tiempo, en una leyenda muy particular de la historia de la literatura, que reportó además a esta irónica y muy particular escritora de ficción mucho más éxito que cualquiera de sus guiones y relatos anteriores. Entretenida, deliciosa, con un irreverente sentido del humor y, sobre todo, muy entrañable, una característica que crece más todavía conforme el lector va haciéndose partícipe conjunto de la complicidad entre los protagonistas. Recomendado para todo aquel que haya pensando alguna vez que uno de sus mejores amigos (el que conoce tus gustos antes que tú mismo) es el librero del barrio. O para quien aspire a que éste llegue a serlo.
No os cuento más porque es mejor simplemente que abráis el libro.
Atentamente, un saludo,
Emilio
Posdata: Aquí una reseña que me encontré meses después, escrita por un amigo, en la que entra en una serie de detalles en las que no me quise meter para que los descubrierais vosotros mismos, pero que si no os habéis animado a leer el libro todavía, y puede servir de estímulo, bienvenido sea. Como refleja "84, Charing Cross Road", la literatura se entiende mejor si es desde la colaboración entre mentes distintas. Hasta nuestro siguiente intercambio epistolar, con cariño, un escritor amigo.
No os cuento más porque es mejor simplemente que abráis el libro.
Atentamente, un saludo,
Emilio
Posdata: Aquí una reseña que me encontré meses después, escrita por un amigo, en la que entra en una serie de detalles en las que no me quise meter para que los descubrierais vosotros mismos, pero que si no os habéis animado a leer el libro todavía, y puede servir de estímulo, bienvenido sea. Como refleja "84, Charing Cross Road", la literatura se entiende mejor si es desde la colaboración entre mentes distintas. Hasta nuestro siguiente intercambio epistolar, con cariño, un escritor amigo.
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