Baja
laboral.
-Buenas –dijo la médica.
-Buenas –respondió la señora, de
edad ya madura, nerviosa, tratando de cotillear el expediente que la
facultativa tenía entre manos.
-Veo que usted pidió una baja
laboral porque la postura a la que le obliga su trabajo le deja fatal la
espalda, ¿no?
-Es así, doctora.
-¿Y qué tal andamos de la espalda?
-Igual, doctora, igual que antes. Me
sigue doliendo una barbaridad.
-Pues por lo que veo –leyó la
mujer-, en su puesto laboral dicen que no hay manera de ni de modificar sus
funciones, ni tampoco de trasladarla… Así que hasta que no mejore usted del
todo, me parece que vamos a tener que prolongar la baja un poquito más…
La señora adoptó una expresión
decepcionada.
-Verá, la cuestión es que…
Había un asomo de vacilación en su
mirada. Sin embargo, la preocupación derrotó a la vacilación.
-Verá,
doctora, yo es que no me puedo permitir estar más de baja. Es que el bolsillo no
me da para más…
La médica enarcó una ceja.
-Bien, yo sé que ahora, con esta
reciente ley, cuando se está de baja no se cobra el sueldo completo, pero a
pesar de todo…
-No, no, no me entiende usted,
doctora.
La paciente dudó un momento antes de
proseguir.
-Verá… -enunció finalmente-. Yo he
sido siempre una persona muy activa. Si no trabajo, pues excursión al campo, si
no, un viaje, cualquier cosa. Pero claro, ahora que por la baja tengo que estar
en mi casa quieta, pues primero me dio por cambiar los fogones de la cocina. Y
luego la encimera. Y como el color de la encimera no cuadra con la pintura de
la cocina, pues…
Enorme suspiro.
-… pues he tenido que pintar la
cocina entera.
La médica la miró de manera muy
seria.
-¿Por dónde van ahora?-inquirió.
La mujer suspiró azorada.
-Estamos cambiando los cuartos de
los niños, y el mueble de la impresora. Y vamos a comprar una impresora nueva
–reprimió un sollozo-. Y un ordenador…
-Pero sus hijos…
-Viven fuera de casa. Y ahora, dicen
que no se quieren acercar porque están cansados de elegir entre muestras de
azulejos.
-Y su marido, ¿qué opina de todo
esto?
-Mi marido me rehúye porque dice que
desde que estoy de baja ya no puede irse con los amigos al bar o dar sus
excursiones en bicicleta, sino que se pasa el día en Ikea, en Mundo Hogar…
La mujer emitió un quejido
desesperado.
-Doctora, de verdad, que yo la baja
no me la puedo permitir…
La doctora la miró muy seria. Revisó
una agenda que tenía sobre su mesa.
-¿Ha pensado alguna vez en redecorar
inmuebles ajenos?
La señora se encogió de hombros. La
médica descolgó el auricular del teléfono.
-¿Oye, cariño? Mira, ¿te acuerdas de
lo que hablamos de darle una vuelta al piso? Sí, apunta; el martes… ¿le viene
bien el martes?-volvió la cabeza hacia su paciente.
-Sí, sí –asintió la señora,
solícita.
-… eso, el martes. Pues cariño,
cuando llegue…
A la paciente, los ojos le brillaban con una expresión incontenible de felicidad…
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