"La arquitectriz", de Melania G. Mazzuco, es un colosal mosaico. Una alfombra con cientos de pequeños nudos donde se entrecruzan vidas y sucesos históricos. Gira en torno a un personaje real (Plautilla Briccia, de las primeras mujeres que se encargaron de diseñar un edificio, de ahí el título), pero, lejos de quedarse en lo poco que sabemos de su vida, le añade tanto color y detalles que se presenta vívidamente ante nuestros ojos. Otro punto alrededor del cual orbita la novela es la vivienda que ella diseña, Villa Benedetta, también denominada "el Bajel", del cual la autora nos narra sus antecedentes, su construcción y su futuro, así como los de los individuos que pululan en diversas épocas dentro de él. El libro está lleno de apasionantes personajes, repletos cada uno de su particular carisma, y también de todo el caos y el desorden de los que está poblada no sólo la vida, sino también, en particular, la eterna, abigarrada y esplendorosa ciudad de Roma. Pero, ante todo, es un estupendo reflejo de la Italia del Barroco, con sus artistas (Bernini, Borromini, Pietro da Cortona) pintando, intrigando y batallando entre sí, mientras los poderosos (ya se llamen Sumo Pontífice, Luis XIV o Mazarino) les financian, les utilizan, les alzan en nubes de gloria o les hacen caer miserablemente en desgracia. En medio de todo eso, nuestro personaje trata de salir adelante a pesar de todos los factores que le pesan en contra: mujer, artista, inteligente, pobre. El libro es en algún momento tan excesivo, con tanta tendencia a explotar por sus costuras (qué menos en una obra sobre el Barroco) que te da la sensación de que mete ciertas frases a destiempo, o que no concreta bien acerca de qué personajes está hablando, como si ciertas cuestiones hubieran sido imposibles de reconducir tras agotadoras y titánicas sesiones de revisión. Sin embargo, estos diminutos defectos son pecata minuta en comparación con la inmensa riqueza que aportan caracteres com el padre de Plautilla, o Elpidio, el amor casi imposible de esta última, así como sor Eufrasia, la monja con la que hace migas, sus decenas de familiares, y tantos y tantos actores en esta representación teatral que siempre te deja con ganas de contemplar más actos. En definitiva, permitiros atrapar por este torrente tempestuoso y, una vez en la vorágine, os aconsejo que os dejéis llevar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario