Le condenaron a muerte. Como
última comida, solicitó elaborar una serie de platos en la propia cocina de la
cárcel. Una vez terminó, invitó a toda el ala de condenados, y también a los
guardianes y al alcaide. El veredicto fue unánime: su sentencia fue permutada a
cadena perpetua. A ser posible, a ser cumplida en esta misma prisión, y con un
puesto de cocinero. Sin posibilidad de libertad condicional.
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