Hace unas cuantas hemos vivido en Madrid la Semana de la Ópera, que ha incluido jornada de puertas abiertas en el Teatro Real, visitas guiadas a bajo coste, ópera retransmitida en vivo en la Plaza de Oriente... La historia del Teatro Real -una de las mayores referencias operísticas de nuestro país- ha sido larga y accidentada. Mandado edificar por Fernando VII, inaugurado por Isabel II en 1850, denominado Teatro Nacional de la Ópera durante la Primera República, fue cerrado en 1925 por problemas estructurales y durante más de setenta años (por una mezcla de razones políticas, culturales y presupuestarias) se mantuvo cerrado hasta que se reabrió en 1997, completamente renovado y adaptado para la escenografía moderna.
Imagen del Teatro Real extraída de su página web. Destaca, en el centro, el palco destinado para la familia real durante la representación.
La historia de hoy tiene que ver con uno de los más célebres cantores que actuaron en este teatro, el italiano Giuseppe Anselmi (arriba, en una fotografía de dominio público). Anselmi nació en Sicilia, se entrenó en el canto lírico por su cuenta (aunque tenía formación musical previa en el violín y el piano), debutó en los escenarios en Grecia, y luego cosechó éxitos en su país natal, en Londres, Argentina, Rusia, etc, durante los primeros años del siglo XX. Pero el lugar donde recibió más aplausos, y donde él los degustó mejor, fue en Madrid. Representó obras en el Teatro Real de 1907 a 1918, y era considerado el favorito del público. El aprecio debía ser mutuo, pues Anselmi determinó que, cuando muriera, su corazón sería donado al Teatro Real. Dicho y hecho, nada más falleció, su corazón fue disecado y mandado en una caja a Madrid. Actualmente, el Teatro Real (que amenazó ruina y derrumbe durante sus años de abandono) no conserva el corazón ni buena parte de los recuerdos de su primera época de apertura, sino que todos estos "souvenirs" se exhiben en el Museo Nacional del Teatro en Almagro (más conocido por su fabuloso festival de teatro, centrado en las representaciones clásicas en los corrales de comedias). No obstante, dada la tradición de fantasmas que tiene la ópera, y teniendo en cuenta lo a gusto que se encontraría Anselmi volviendo a recorrer sus escenarios de su amado Teatro Real, no es difícil imaginarlo como buen candidato a espectro que se dedique a vagar entre bastidores, ¿no es así?
Cantada esta pequeña opereta, nos vamos con la música a otra parte. Hasta la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario