Y la musa se quedó muda. Afónica,
desconcertada, veía pasar las ideas a milímetros de la cabeza de su artista sin
ser capaz de susurrárselas al oído, viendo como escapaba una genialidad
intangible tras otra. Intentó empujarlas con sus manos incorpóreas, soplarlas
con su aliento etéreo intentando que se fijaran en la mente de su dueño. Trató
de retenerlas en una red entretejida con sus cabellos de ángel intangibles,
pero todo era en vano. Desesperada, veía como el muchacho se hundía en una
lúgubre depresión, pensando que no valía para crear arte, que había perdido su
toque, cuando en realidad, lo rodeaba como una aureola, como siempre. Trató de
memorizar todas y cada una de esas maravillosas inspiraciones, para poder
contarle que no había perdido nada, salvo la voz de su musa.
Derramó muchas lágrimas impalpables, se
desgañitó en silencio, gritando aire insonoro; se abandonó a la furia contra sí
misma, torturándose aún más cada día, al ver que el chico abandonaba su sueño
por las razones más estúpidas. El día que él abandonaba su hogar, su taller, se
plantó delante, aún sabiendo que no sentiría ni una mínima corriente de aire. Y
la atravesó sin miramientos, con su mirada baja y triste, desposeído de una
parte de su mente. Ella se aferró a la puerta, como último bastión, gritándole
que no huyera por una musa incapaz de hacer su trabajo. Cuando alzó la mano
para abrir la manija y volvió de nuevo la mirada a la salida, tras un último
vistazo a esas salas ahora vacías, ¡había alguien allí! una mujer, un poco pálida,
llena de regueros de lágrimas, que le miraba triste y furiosa. Gritó y se
refugió en su cuarto, con la maleta, pero no sirvió de nada, ella estaba allí,
como una loca, gesticulando alrededor suya, agarrando su aura e intentando metérsela
por la oreja, o eso le parecía. Él, inmóvil y vociferando, y ella totalmente
silenciosa y sin dejar de agitar cada parte de su cuerpo, tratando de
explicarle que no se fuera, que es un genio, que incluso allí y ahora está
ideando fantasías inimaginables. No conseguía hacerse entender. Hasta que le
besó y todas esas ideas silenciadas encontraron el camino de nuevo, el puente
que habían perdido.
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