La chica
caminaba enfurruñada por la calle. A pesar de que se lo había pedido por activa
y por pasiva a su madre, ella la había obligado, aún así, a bajar a por el pan.
Y ahora, el delicioso olor de la barra recién horneada no hacía más que
recordarle lo mucho que le costaba hacer dieta. En el momento en que peor lo
estaba pasando, caminó al lado de un muro donde un cartel de estética
evidentemente izquierdista mostraba una chica con el puño en alto reivindicando:
“¡Rompamos el régimen!”.
La chica miró el cartel, miró
pensativa la barra de pan, arrancó finalmente un extremo, y pegó un bocado.
Reanudó el camino sonriente de vuelta al hogar.
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