El libro de hoy, en múltiples sentidos, es una excepción. En primer lugar, porque se trata de un ensayo de sociología, un tipo de género que no solemos abordar aquí. Y en segundo, porque tengo el privilegio de conocer a alguno de los autores, aunque trataré de que este hecho no me nuble demasiado el juicio. Y es que, por lo general, no os ofrecería un ensayo académico (aunque con propósito divulgativo) que incluye citas a autores de enrevesados nombres. Sin embargo, creo que el libro es lo suficientemente accesible -y, sobre todo, lo suficientemente estimulante- para que lectores interesados, no expertos en la materia como es mi caso, puedan aprender un poco gracias a él. Sobre todo, si el tema del que trata es acerca de la "gentrificación". Algunos escucharéis esta palabra por primera vez (como dice una frase al respecto, "Gentrificación no es un nombre de señora"), pero a otros os sonará porque es un concepto bastante utilizado últimamente. Se trata del fenómeno por el que un barrio céntrico, inicialmente deprimido, de habitantes con pocos recursos e incluso deshabitado, empieza a albergar nuevos inquilinos (artistas, jóvenes inquietos, colectivos hasta cierto punto estigmatizados) a los que les atraen los bajos alquileres del barrio, pero que al mismo tiempo arrastran consigo las nuevas tendencias culturales. La llegada de estos primeros "pioneros" pone de moda el barrio, y es entonces cuando gente de mayor poder adquisitivo quiere conseguir un piso en medio del meollo. El barrio se vuelve entonces lleno de tiendas elegantes y sofisticadas, y es entonces cuando el precio de los alquileres sube tanto que los primeros pobladores del barrio (e, incluso, algunos de los que empezaron el proceso de gentrificación) ya no pueden permitírselo y tienen que marcharse. El proceso parece aparentemente sencillo aunque, como revela el libro, debajo de la superficie hay mucho que rascar.
La primera impresión al leer las páginas iniciales de este ensayo puede ser la de cierta inquietud. La aparición de ciertos "palabrejos" hace dudar sobre si va a tratarse de un texto excesivamente técnico, y el tono general lleva a creer que intenta desplazarnos a la deriva, sin aspirar en ningún momento a la concreción. Sin embargo, las siguientes páginas obligan a desmentir ese primer análisis. El libro entra rápidamente en harina, y describe todas las partes del proceso de la gentrificación, poniendo ejemplos concretos en las ciudades donde ha tenido lugar: desde Nueva York (con lugares como el SoHo y Brooklyn), Londres, París, Berlín, hasta barrios de localidades españolas, como -en Madrid- Chueca, Lavapiés y Malasaña, el Barrio Chino (ahora el Raval) en Barcelona, el barrio de la Magdalena en Zaragoza, etc... Uno de los aspectos más interesantes de este libro es que no aborda la gentrificación como un camino "al azar", fruto de una evolución más o menos natural del barrio y de las leyes del mercado. Más bien al contrario, el texto apunta a que, en muchas ocasiones, son las políticas públicas las que contribuyen a desarrollar el fenómeno, exacerbando incluso sus connotaciones más negativas. Pongamos la siguiente situación: un barrio más o menos humilde, situado en una zona céntrica, con habitantes de renta tirando a baja, la mayor parte viviendo en régimen de alquiler. Una serie de políticas públicas favorecen que los propietarios prefieran ser dueños de casas en la periferia -algo que sin duda proporcionará pingües beneficios a quien haya construido viviendas en esa zona-, y traten de vender o derruir los edificios que todavía mantienen en el centro. La presión sobre los inquilinos, mediante una serie de medidas (tendréis que leer acerca de ellas en el libro) consigue que bastantes de ellos se desplacen. Al resto, se les va convenciendo al ir retirando los servicios públicos de la zona. Al cabo de cierto tiempo, el barrio está en parte deshabitado, resulta cada vez más complicado vivir en él, y acaba adquiriendo incluso mala fama. Es entonces -cuando los precios del terreno son más baratos- cuando las empresas privadas se lanzan como buitres a apropiarse de porciones cada vez mayores de él. Luego, poco a poco, se ejecutan medidas que implican la "regeneración" del barrio; se reimplantan servicios públicos que en su día se eliminaron; habitantes de mayor poder adquisitivo se instalan con el tiempo en los pisos vacíos; el barrio se moderniza, y ahora, lo que se ha comprado barato se vende caro. El promotor inmobiliario se hace de oro. Y así es como se ha completado el proceso. (Hablando con un amigo de este tema, éste me comentaba: "Ya, pero esto que me cuentas suena un poco a teoría de la conspiración, ¿no?". Lo primero que pensé cuando me lo dijo fue: "Si a ti, hace unos años, te dicen que el partido en el gobierno guarda en unos cuadernos las cuentas de los sobornos que le pagan empresarios a cambio de concesiones en obra pública, ¿a que creerías que es una conspiranoia? Y ahora, piensa en el caso Palau, y piensa en Bárcenas"). Lo cierto es que ese modelo -el de comprar barato y vender muy caro, favorecido por políticos que auspician esa "cultura del pelotazo"- nos suena mucho a los que ya conocemos la dinámica de las burbujas inmobiliarias, que casualmente explotan en un lugar en el momento en que los que las han montado ya han recogido velas y marchado a invertir a otros lugares distintos, donde vuelven a inflarse a su vez. La dinámica, por supuesto, siempre tiene un perdedor: los pobres, los desahuciados, los que no tienen nombre. Los que, en su mayoría (siempre hay un cierto número de individuos realojados, por sistema mucho menor que los desplazados) tienen que mudarse de su vecindario y de las redes de ayuda mutua que éste les proporcionaba. Los que pierden la vida social que habían creado en su entorno, y a cambio aguantaron los tiempos más duros del barrio, haciéndole adquirir el carácter indómito que se ensalza hoy. De hecho, la pregunta que sobrevuela todo el texto es qué pasaría si, en lugar de permitir la consecución de ese modelo de "gentrificación", se apostara por otro, más social, que tratara de proteger a los vecinos que ya habitaban en el barrio, frente a los que habían de venir; de rehabilitar, más que destruir y construir de nuevo; que apostara menos por la iniciativa privada, y lo hiciera en cambio por las personas. En las páginas del libro podéis encontrar esa dicotomía, o mejor dicho esa disquisición, que es una que probablemente haya que preguntarse día a día, pues, como sugieren los autores del libro, imaginar un nuevo tipo de ciudad es la primera manera de empezar a edificarla.
Como he dicho, el texto entra en cada aspecto concreto, aportando jugosos e instructivos detalles: desde los barrios que han sufrido o están en camino en sufrir este proceso, hasta las labores de resistencia (tanto desde el punto de vista de las políticas públicas, como desde el lado de los vecinos) que pueden intentarse para paliarlo. A pesar de tratarse de un texto académico que podría citarse en la universidad, contiene conceptos vitales y acontecimientos recientes que son tema de conversación en periódicos, tertulias y bares; cita a referentes como Leonard Cohen, Bob Dylan, el graffitero Bansky o el escritor Eduardo Galeano. Habla de temas como la droga, los negocios "cuquis" y la inmigración. Y, sobre todo, nos hace ver que el urbanismo, la forma en que construimos y modificamos nuestras ciudades, es también una forma de re-elaborar nuestro modo de vida, nuestros hábitos de consumo, nuestra visibilidad social... En conclusión, quiénes somos y cómo nos unimos (lo cual me recuerda que este libro se financió gracias a un crowfunding), o cómo nos impiden hacerlo. En definitiva, un libro para repensar mejor el papel de las ciudades, y también el modo en el que fluimos dentro de ellas. Pensadlo cuando caminéis por la calle: ¿hace cuánto que no os preguntáis hacia dónde está yendo el barrio?¿Y hace cuánto no os preguntáis hacia donde queréis ir con él? Me despido, mientras lo meditáis, hasta la vuelta de la esquina.
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