En un post anterior -elaborado, como éste, en colaboración con el blog "La tentación vive... en la cocina", de Cris Kitchen- hablábamos de comida, de comensales, de cocina y de cocineros. Y también sobre
literatura. Ahora en esta ocasión, y aprovechando que hasta el propio festival de cine de San Sebastián ha incluido una sección de cine dedicada a la gastronomía, discutiremos sobre películas: algunos
títulos –más o menos conocidos- relacionados con el mundo de la gastronomía,
acompañados de sus correspondientes recetas para degustarlas. Podéis empezar a
leerlo, pero yo os aconsejo, antes de nada, aseguraros de que tenéis la nevera
o un paquete de galletas a mano. Advertencia: la lectura de este post puede dar
ganas de devorar.
-Ratatouille. Había que empezar, cómo no, con esta pequeña joya de
Pixar sobre el amor y la dedicación a la cocina. Construida con delicadeza y
elegancia, como todas las buenas películas (y los buenos platos), el film apela
a las sensaciones que provoca el arte tanto entre los creadores como entre los
receptores del mismo. Un detalle que, más que ninguna otra cosa, marca el poder
de una película, y también de un estofado.
Recomendación gastronómica. En la película se insiste en el poder
evocador del gusto, en su capacidad para llevarnos a un momento en que fuimos
extremadamente felices. Para “Ratatouille”, aparte de casi cualquier plato de
la cocina francesa (en este contexto, valdría también el film “La cocinera del
presidente”), convienen recetas que nos transporten al período siempre
extraordinario de la infancia. Nada como un delicioso batido
de plátano o a un atípico
y dulcísimo bizcocho para recordar la época en
que cada momento debía ser brillante, y no había tiempo para medias tintas, o
para escalas de grises que no se atrevieran a brillar.
-Julie&Julia. Una película que entrecruza las vidas de Julie
Powell (Amy Adams), una joven que decide aprender a cocinar a través de las
recetas de Julia Child (Meryl Streep), y de la propia Julia, la cual enseñó la
cocina francesa a las amas de casa estadounidenses en los años 50, y de la que
se nos narra en paralelo su particular camino de aprendizaje. Una historia
deliciosa, que cae ligera como una crêpe.
Recomendación gastronómica. A pesar de que la obsesión de Julie por la
mantequilla puede parecer enfermiza, algunos platos tienen muy buena pinta: en
concreto, hemos caído enamorados de unas pechugas de pollo con crema,
champiñones y oporto (aquí un enlace donde hacen referencia a la receta) que no tardaremos mucho en
intentar.
-Un viaje de 10 metros. En un pequeño pueblo de Francia, un
restaurante familiar indio se coloca a escasos diez metros de un esnob
establecimiento local, cuyos dueños reaccionan como Marine Le Pen después de
darse una vuelta por un barrio árabe. Aún así, el roce hace el cariño y, en
esta época de choque de nacionalidades, la película nos muestra como la fusión
de culturas y el intercambio resultan más beneficiosos que la soledad y el
enfrentamiento. Que la película cuente con Helen Mirren como actriz principal
resulta, como aditivo, de lo más estimulante.
Recomendación gastronómica. Es una buena ocasión para recomendar un buen
restaurante indio. Empezamos con unas onion bhaji y unas samosas (de carne o
verduras) para empezar. Acompañando a un arroz pilau, sugerimos unas raciones
de pollo con mantequilla (butter chicken) o cordero korma -si no os gusta el picante-,
o alguna receta que se apellide Madrás si os atrevéis a arriesgar (esto, en el
caso de un restaurante indio en un país occidental. En la India de verdad,
olvidaos de distinciones, casi todos los platos pican). Para mojar en las
salsas, podéis coger algún naan (o pan indio) simple o con queso, aunque si es
por el sabor del naan, nosotros os aconsejamos ardientemente el peshwari. De
postre, un suave batido de mango (mango lassi) o un delicioso gulab jamun, unas
bolitas de masa frita empapadas en almíbar, nada aptas para diabéticos. También
podéis intentar reproducir estos platos en vuestra casa. Para ello, una pequeña
ayuda, esta receta de pan
naan tomada del blog de Cris
Kitchen, y aquí otra de batido
de mango.
-Chef. Hay varias películas tituladas así (incluyendo la entretenida
“Comme un Chef”, que en España se tradujo como “El chef, la receta de la
felicidad”), pero nosotros nos referimos a la dirigida y protagonizada por Jon
Favreau –director de “Ironman” y la nueva versión de “El libro de la selva”,
entre otros- en 2014. Un cocinero de éxito es duramente golpeado por un crítico
que le acusa de estancarse en los mismos platos. Decidido a darle un vuelco a
su vida, y de paso a recuperar su iniciativa como padre, se embarca en un viaje
a bordo de una camioneta de comida callejera que le haga recuperar la ilusión
por la cocina. Una comedia simpática sin muchas pretensiones, aunque quizás
pueda hacernos pensar (igual que ocurre con “Comme un chef”) acerca de cuáles
son las motivaciones reales por las que nos levantamos todos los días.
Recomendación gastronómica. La película, entre otras cosas, reflexiona
sobre el papel de las redes sociales y de los críticos culinarios. En un
momento determinado, tiene lugar una discusión monumental acerca de un coulant
de chocolate. Como nosotros somos más defensores del buen sabor y de los platos
bien hechos, antes que de colocar el vanguardismo por delante de todo lo demás,
os vamos a recomendar un tierno
coulant, con el chocolate bien fundido
por dentro. Porque si el chocolate es el sustituto del sexo (o produce el 10%
del placer del orgasmo, según dicen), queremos que os ocurra como a Meg Ryan en
la famosa escena del restaurante de “Cuando Harry encontró a Sally”, y que la
gente quiera pedir, con ansia, eso que os ha hecho gozar.
-The lunchbox. Una pequeña y original
historia. En la India, existe un gran negocio a nivel nacional, basado en los
mensajeros que transportan el almuerzo (recién preparado por las mujeres) al
trabajo de sus maridos, para que éstos puedan tomar aún caliente un plato de
comida casera. Un día, el envío de una mujer sufre un error y su comida va a
parar a un solitario individuo que hasta ahora sólo recibía la triste e
impersonal comida procedente de un restaurante. Poco tiempo después, los dos
afectados se darán cuenta de la confusión pero, para entonces, ha comenzado un
intercambio de mensajes en el cual ambos acabarán desnudando sus preocupaciones
y desvelos más íntimos. Ideal para aquellos a los que les disgusta comer solos.
Recomendación gastronómica. Comer “de tupper” es siempre complicado,
pero hasta que el sistema indio no se implante en esta parte del Ganges,
ofrecemos aquí alguna
sugerencia para que los tuppers
puedan ser dignos quizá no de un restaurante cinco estrellas, pero sí al menos
de una amorosa cocina de madre.
-Deliciosa Martha:
La historia es un baile (llevado, por cierto, a través de una espléndida
música), y como todo baile, es también un enfrentamiento, en este caso entre la
precisa y cuadriculada mentalidad alemana de la protagonista -una chef de prestigio a la que le toca de golpe
hacerse cargo de los hijos de su hermana-, y la genial y caótica volatilidad de
su nuevo compañero de fogones, un artístico y desenfadado italiano cuya forma
de ser le ataca los nervios a su compañera germana. Una película llena de ritmo,
sabor y sobre todo alegría. Nada que ver con su adaptación americana, "Sin
reservas": como casi siempre, para degustar un buen plato tienes que
partir de la receta original.
Recomendación gastronómica. Como mezcla
de la fusión alemana-italiana, quizás un típico plato suizo como el rösti de patata sirva como mejor ejemplo de que la mezcla de opuestos puede
provocar resultados más que interesantes.
Bonus: El festín de
Babette. Quizás éste es el mejor contraejemplo de lo que no
se debe hacer. Una experta en cocina francesa, obligada a vivir en una remota
población costera del norte de Europa, decide preparar para su entorno más
cercano una cena de restaurante de lujo. Sin embargo, los invitados a este
ágape, en virtud de su moral religiosa, deciden deliberadamente no disfrutar de
los manjares, para sorpresa del único asistente que no se encuentra al tanto
del asunto. Considerada película de culto para muchos, para el amante de la
cocina puede suponer, sin embargo, un anticlímax continuo donde se castiga el
placer de los sentidos. O, en palabras más claras, “estaba deseando que del mar
aparecieran dos orcas y se comieran de una vez a los protagonistas”.
Recomendación
gastronómica: Lo idóneo al ambiente de la película serían unas gachas de
avena, sin azúcar. Pero por el bien de nuestros lectores, recomendamos que las
acompañéis de unos trocitos de plátano y chocolate negro, regadas con un buen
chorrito de miel, por ejemplo, con lo que quedará un “porridge” de lo más resultón.
Mientras tanto, a vosotros os deseamos buenas historias que tengan lugar en vuestra cocina. A ser posible, que no sean de terror. Un saludo.
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