José Fouché, político e intrigante francés. No busquéis ningún retrato que se parezca a otro: parece como si el propio Fouché lo hubiera así buscado.
A pesar de la reciente (y muy recomendable) "Stefan Zweig: Adiós a Europa", película inspirada en los últimos días de este autor, no me ha quedado claro si el escritor austríaco escribía de manera atropellada o en cambio meditaba sesudamente cada línea. De sus memorias ("El mundo de ayer", que comentamos en este blog) sabemos que le encantaba, al corregir, eliminar todo párrafo que él considerara superfluo e innecesario. Quizás esto es lo que haga que las biografías escritas por Stefan Zweig resulten tan enardecidas, tan vivas y batallantes, leídas con el ritmo propio de una novela, donde personajes poderosos se hallan (aunque sea con una pluma) constantemente en acción, y a punto de morir o matar. Algo similar pasa con "Fouché. El genio tenebroso", el relato de uno de los grandes hombres de Francia durante la época de la Revolución y el imperio napoleónico; desde los arrabales de Nantes, cómo un chico débil y enfermizo, poco apto para las labores manuales, va ascendiendo en virtud de su inteligencia para convertirse en el perfecto político: sin ideología, comprometido con ninguna causa o partido, buscando únicamente la pura supervivencia, y durante el camino siempre ascender, ascender todo lo posible y más. El relato de Fouché no es uno cargado de luces: no sólo porque no se trate de un personaje admirable (muchos le llamarían chaquetero, voluble, gusano despreciable incluso), sino porque a Fouché le disgustan los grandes focos y titulares que acompañan los nombres de Danton, Robespierre o Napoleón, hombres a los que secunda, se enfrentra o traiciona. Fouché, en cambio, es individuo de sombras: desde ellas puede ejercer el poder, y desde ellas se maneja también discretamente, ya sea tanto para las intrigas políticas, como para crear los primeros esbozos del sistema policial francés, o enfrentarse a sus enemigos (entre ellos, un conspicuo y elegante Talleyrand cuyos contrastes con Fouché escenificaron sobre las tablas Josep María Flotats y Carmelo Gómez en una obra de teatro del primero, denominada "La cena"). Zweig nos describe el ascenso, auge y caída de Fouché (a causa de lo único a lo que no era capaz de hacer frente), en una descripción psicológica apasionante, donde los grandes delitos y las grandes miserias quedan expuestas para que podamos juzgar en rigor toda la personalidad de este animal político -otro título de esta biografía es "Fouché. Retrato de un hombre político"-, que sólo podía alimentarse a base de algo que, según muchos, no debería existir. Porque, ¿qué hacer cuando lo que mejor se te da es algo terrible? Un dilema que quizás aprendiendo de Fouché podamos contestar.
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