Una nueva luna ha empezado a dar vueltas alrededor de la Tierra. Unos lo explican debido a la fuerza de la gravedad; otros (yo entre ellos) lo denominamos amor.
El satélite contemplaba arrebolado el objeto de su deseo, de su amor, su codicia, intentando abrazarse a él, como había hecho un familiar suyo 65 millones de años antes hasta haber conseguido fusionarse. Mientras tanto, su amante, hierática, impenitente, sin compasión, seguía girando.
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