lunes, 6 de abril de 2020

El libro de abril: "En casa", de Bill Bryson


Bill Bryson es un divulgador científico conocido por ser capaz de entremezclar erudición con una narración entretenida y cargada de humor. En "Breve historia de casi todo" jugaba prácticamente con todo el universo conocido desde el Big Bang hasta nuestros días y, en el libro "En casa. Una breve historia de la vida privada", se marca un objetivo más modesto pero no menos apasionante, que es el describir el origen de los usos, costumbres, organización, estructura y componentes del lugar donde pasamos buena parte del tiempo, es decir, nuestros propios hogares. Lo cual sirve como excusa para discurrir sobre un montón de asuntos distintos, pues de hecho llama la atención que los primeros temas a los que Bryson dedica su atención son la exposición universal de Londres de 1851, la cantidad de dinero y tiempo libre del que disponían los vicarios en Inglaterra, el por qué los seres humanos tienden a residir en casas (un buen motivo para hablar de la revolución Neolítica), o cómo al principio todas las viviendas consistían en una única habitación, y luego empezaron a estructurarse en compartimentos distintos los cuales evolucionaron en nombres, usos y desarrollo a lo largo de la Historia. Hay unos pocos defectos que podemos atribuir a este libro de Bill Bryson, y es que a lo largo del camino te encuentras opiniones con las que puedes no estar de acuerdo -esto, en muchos libros, es inevitable-, interpretaciones que otros hubieran realizado de un modo distinto -pecata minuta- y, de manera más dolorosa, varias incoherencias, como si Bryson se hubiera dedicado a acumular datos a partir de sus lecturas sin dirigirse a las fuentes originales (o quizás son éstas las que son contradictorias; por cierto, dichas fuentes son, por supuesto, mayoritariamente anglófonas): lo que no le puedes negar en absoluto es que te relata historias apasionantes, o al menos lo hace de un modo lo bastante divertido como para mantener el interés. Por ejemplo, al hablar del espacio de la cocina -te habla también del desván, del pasillo, del dormitorio, y hasta del lavadero-, Bryson te menciona un libro del siglo XIX sobre el manejo de las tareas domésticas escrito a base de copiar/pegar/plagiar directamente otros muchos textos y que estaba lleno de contradicciones, pero que tenía dos virtudes muy destacadas: era muy extenso (hablaba de casi todos los temas posibles relacionados con el manejo de una casa, aunque desaforadamente más de unos que de otros, y en especial de cocina, lo cual tiene mucha gracia, teniendo en cuenta que por lo visto se nota que a la autora no le gustaba nada cocinar), y era muy rotundo. Es decir, opinaba de modo tajante sobre muchas cosas, incluso aunque muchas veces expresara de manera radical dos ideas opuestas sobre el mismo tema. Bryson cree que allí residía el secreto del éxito del libro, porque toda una generación de amas de casa victorianas que no tenían ni idea de lo que estaban haciendo corrían ese libro a buscar el consejo (sobre cualquier asunto) procedente de una señora que probablemente tampoco tenía ni idea de lo que decía, pero lo afirmaba con una seguridad en sí misma tan contundente que les convencía de que tenía razón. Bill Bryson discurre (y, en esta ocasión, con menos obstinación que sabiduría) acerca de otros muchos temas apasionantes: de la relación de los señores con sus criados, y de las condiciones de vida de cada estamento; de cómo se aprendió a conservar los alimentos (aquí, un breve resumen sobre de qué modo el empleo del hielo cambió la forma en que comemos y transportamos las cosas); de los métodos por los que se consiguió luz artificial durante la noche; de arquitectos megalómanos, de artesanos, inventores y trabajadores manuales. Historias sobre la comida y la bebida (la sal, las especias, el café y el té), sobre los materiales de construcción (y cómo la obtención de éstos afectó a nuestro entorno), sobre los sistemas de comunicación, sobre en qué se gastaban dinero los millonarios cuando no había impuestos (resumen: tenían tanto que no sabían en qué gastarlo, y lo empleaban en actividades completamente desmedidas; mientras tanto, sus criados trabajaban un altísimo número de horas y lo mismo dormían sobre el suelo), sobre la salud y la muerte, la infancia, la moda, o la conservación de los objetos antiguos. En definitiva, un libro para aprender en profundidad cómo vivían nuestros antepasados, que quizás por ello nos enseñe bastante sobre nuestro futuro o nuestro presente. Mientras tanto, que habitéis bien (o al menos, todo lo bien que os permitan las circunstancias) vuestras casas. Un abrazo. 

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